LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

jueves, 8 de julio de 2010

Envers Des Aiguilles 2001

Juaco Piñera
Agosto 2001




Si es que somos de pueblo. No hay duda. Eso sí, igual que los de pueblo no descuidamos la alimentación. La gente flipa: pero estos tíos ¿de dónde salieron? Aquí estamos desayunando, con leche de cartón y naranjas enteras traídas hasta aquí arriba. Nos miran como marcianos, aquí donde la gente no trae nada más que el material de escalar en una mochila de 25 litros, nosotros venimos como en los años cuarenta, con unos macutos que pesan como muertos.
El procedimiento habitual de los locales lo aprendemos observando: la gente sube, disfruta de las vías, vuelve al atardecer al refugio a tomarse unas cervezas antes de cenar de plato e irse para la litera y al día siguiente repetir… Lo nuestro es mucho.
Ya empezamos mal al no coger bien la subida desde el glaciar, pero es que la flecha amarilla de dos metros de alto por uno de ancho pintada en la pared de granito no era de tamaño suficiente. Tampoco las explicaciones de Estivi y Miguel. La vimos a la vuelta, a buenas horas. Nosotros a tope Mer de Glace p´alante hasta casi llegar a Renquin… Remontar la morrena nos costó un huevo con las mochilitas. Pero bueno, por fin estamos aquí, y comiendo bien, qué sabrán los gabachos…
Recogemos rápido, que la gente ya está saliendo para las paredes, y la vía que quiero hacer hoy está entre las clásicas de la zona, así que seguro que hay gente que va a por ella también: “Le Marchand de Sable”, de Michel Piola, son unos seis o siete largos de hasta 6b máximo no obligado, con fama de ser muy guapa. La aproximación lleva como media hora por llambrias y neveros/glaciares. Salimos a toda mecha y vamos adelantando gente como locos: seguramente no van todos hacia nuestra vía, pero por si acaso.






Con este pie de vía con rimaya incluida hay que tener cuidado: nos preparamos rápidamente y anclamos las botas y las mochilas a un seguro en la roca. Si se te cae una bota por la rimaya estás jodido. Arranco con urgencia al lado de otro tío que pretende salir antes que yo. El primer largo lo hago a toda leche para afianzar nuestro liderazgo: somos los primeros. Juaco me sigue sin problema. El granito es perfecto: naranja, sólido, un placer al tacto.




El segundo largo es un diedro precioso, a proteger, de un grado que te hace escalar atento pero a la vez disfrutar enormemente, una pasada. Los largos superiores suceden pasajes de placa con chapas con tramos fisurados limpios. Vamos ganando altura sobre el glaciar y el paisaje impresiona. Alcanzamos el final de la vía, en lo alto de una torre separada de la pared principal, y emprendemos los rápeles donde vamos a coincidir con las múltiples cordadas que nos seguían: lo hemos hecho bien siendo los primeros, mucho mejor.
A media tarde, al sol tirados en la terraza, observando cómo se chuman unos alemanes o austriacos a base de latas de cerveza de medio litro encadenadas una tras otra, disfrutamos de las vistas de la Verte, siempre esbelta. Una cumbre imponente.

Me doy cuenta de que mis pintas no son muy a la moda, llevo unas mallas de ropa térmica interior y una camiseta raída, sumadas las botas de plástico de color rosa en agosto, estoy algo fuera de sitio. Así son las cosas.
Al día siguiente nos planteamos hacer una vía a una de las puntas de Nantillons: “Benvenue a George V”, una vía con siete largos hasta 6a+ y recomendada como de las mejores de la zona. De nuevo se ve el sello de Piola. 

En este sector a una media hora hacia el sur del refugio, no hay problemas de tráfico, estamos solos, el pie de vía de nuevo sobre la rimaya glaciar es más cómodo que ayer. La escalada transcurre fluida y disfrutona hasta la zona final. 






En el último largo me pierdo, me confundo de fisura y me embarco en un tramo de unos doce metros verticales de aproximadamente 6a donde no me entran seguros. A mitad de tramo veo un trozo de cuerda atascado dentro de la fisura, señal de más embarques o de problemas en el descenso, quién sabe. Apretando y a la vez controlando los nervios para no salir volando, consigo superar la sección. Después de estos momentos de tensión alcanzo la reunión. Juaco me alcanza a los pocos minutos. Nos relajamos un rato en la cumbre, el paisaje es imponente.
Las maniobras de descenso no nos dan problemas y después de recoger y ponernos las botas salimos de vuelta al refugio.
La tarde es perfecta, recostados al sol disfrutamos de las vistas. Los alemanes vuelven a chumarse con infinitas latas de cerveza, estos sí que saben. Nosotros entablamos conversación con un chaval francés que habla buen español (si no de qué!): un tío muy interesante, estuvo viajando como una año y medio de colgao por Sudamérica y tiene un halo hippie. A la vez tiene muchas actividades por Alpes, y pasamos un buen rato juntos.
Tercer día de escalada, vuelve a amanecer soleado. Hoy me siento más cansado, las manos están algo machacadas y el embarque de ayer me está pasando factura. Escojo un objetivo más discreto que los días anteriores, Le Piage, a la Tour Verte. Esta vía está a cinco minutos (literalmente cinco) del refugio; más cómodo imposible. Tiene unos cinco largos y la dificultad es similar a las de los días anteriores, máximo 6a+. El tirar siempre de primero me encanta, pero también es más exigente. Hoy la cabeza funciona peor. Cuanto llevamos cuatro largos me atasco en un paso de desplome, los bíceps no quieren cerrar más. Termino el largo pero decido que mejor nos bajamos.


Recogemos las cosas en el refugio y emprendemos el regreso a la civilización. Han sido tres días estupendos de escalada en roca en esta zona también conocida como el Pequeño Yosemite. La calidad de las vías que hemos hecho, y el potencial que hemos visto alrededor obliga a repetir visita: la próxima vez habrá que hacer una de las vías de verdad, de las que suben a la Aguja de Plan, o a la de Fou, porque las de esta ocasión son, como dice Adrados, vías Divertimento (aunque yo he apretado bastante, no tienen el compromiso de las vías de alpinismo de verdad).

En el camino de vuelta a Montenvers vamos comentando qué hacer en los días que nos quedan: nos apetece subir a hacer alguna cumbre y pensamos en el Tacul. Decidido, mañana si el tiempo lo permite intentaremos subir a esta cumbre que ninguno de los dos conocemos.
Chamonix extiende sus tentáculos de foco consumista intentando devorarnos: nos resistimos bien; yo lo tengo fácil porque no tengo un duro, y Juaco aunque lo tenga, es más austero que Teresa de Calcuta. Esto por supuesto no impide que entremos en las tiendas clásicas de material de montaña: Snell, la de la estación de la Aiguille de Midi, la de Patagonia, y otras. Aquí vemos que la oferta de material es muy superior a la que llega a las tiendas españolas, vemos modelos que allí no llegan. Aún así, excepto que encontremos algún súperchollo, no sacamos la cartera.

Noche de camping y madrugón para coger el primer cable a Midi. De mil a tres mil ochocientos en quince minutos te deja un poco flipao, pero arrancando a caminar se te quitan los mareos, sobre todo cuando te asomas a la arista de salida del edificio, que no permite tonterías. Es la primera vez que bajo al Valle Blanco y la verdad es que impone. Siguiendo la estela de gente que se dirige como nosotros al Tacul o a Cuatromiles vamos atravesando la zona de acampada en el llano del plató, bajo la sur de la Aiguille de Midi donde varias cordadas evolucionan por la Rebuffat y otras vías. En frente, en la sombra, el triángulo rocoso marca la Chere, la Contamine y otras goulottes típicas donde también se ven escaladores.


Nosotros vamos a lo nuestro, a buen ritmo, desencordados adelantando gente, ascendiendo entre los seracs dirección al Mont Blanc de Tacul: tengo la sensación de que las piernas podrían forzar más, pero que la caja no lo permite, la respiración y el ritmo cardíaco limita, la altura marca el máximo.


El tramo final para acceder a cumbre está algo colapsado por la gente, que se frena ante un paso algo delicado. Finalmente cumbre: conseguimos sacar alguna foto y disfrutar de las vistas, y para abajo.
Descendemos de nuevo desencordados, contentos por haber hecho una cumbre de más de cuatromil metros. Remontar hasta la estación de la Aiguille de Midi se hace pesado. Por fin, teleférico de vuelta a la civilización. El viaje de vuelta a casa con buenas sensaciones de esta visita a los Alpes.



Referencia:
"El Macizo del Mont Blanc, las 100 mejores ascensiones" Gaston Rébuffat
Mont Blanc du Tacul, vía normal: Nº 17

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