LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

lunes, 21 de octubre de 2013

Travesera de Redes BTT Versión 1.0

Sábado 12 Octubre 2013
Nando Del Pozo
Carlos Cabo
“Travesera de Redes BTT Versión 1.0", 54.6 km, >2.300 m desnivel acumulado

Faltando varios días ya estaba pensando en ello frecuentemente: está claro que le tengo ganas, pero a la vez me asusta el volumen. El recuerdo del año pasado pesa: lo intentamos y fallamos básicamente por mi culpa.
Es lo bueno de ir con gente más fuerte que tú. Te llevan a afrontar retos que, de otro modo, quizá no intentarías.


El verano se nos pasó sin encontrar la oportunidad. Ahora el otoño está entrando, la luz ha bajado considerablemente y este fin de semana parece que empieza a llegar el frío: la previsión para Caso habla de mínimas de un grado bajo cero y máximas de trece. En mi opinión es un buen rango para ciclar.
Me encanta la bicicleta de montaña. De siempre. Es una disciplina físicamente muy dura, pero que da unas satisfacciones muy grandes también: te permite recorrer mucha montaña en un día. Además, es sincera, aquí hay poca opción de hacer trampa. No hay muchas medias tintas ni posibilidades de escaqueo a la hora de subir a una collada o a un puerto. O lo haces o no lo haces. Por último, encaja muy bien en el medio. Es silenciosa y limpia, apenas deja huella de su paso.

El plan es madrugar bastante, salir con las primeras luces ya pedaleando, para intentar garantizar que el completar el recorrido no dependa al menos de la luz del día. Mis compañeros hoy son Nando “el Máquina” del Pozo y Carlos “la Locomotora” Cabo, ambos fuertes como toros. Sus bicicletas, más ligeras que la mía. Mi forma física, no en su mejor momento… Todo parece indicar que hoy me toca sufrir como un perro. ¡Qué aburrida sería la vida sin retos!
Como el año pasado, hoy tampoco llevamos GPS, ni tenemos el perfil de la ruta, ni falta (espero). Esta vez no llevamos ni siquiera el mapa pintado. Eso sí, hoy ya sabemos lo que me espera en las primeras siete horas…

Primera parada, aún con frío: los pies como tablas
Quedamos a las ocho y media en Rioseco, café y al lío. A las nueve salimos pedaleando al lado del embalse. Hace frío, apenas tres o cuatro grados, Tenemos unos pocos kilómetros para calentar antes de empezar en La Encrucijada con las fuertes rampas camino de la Felguerina y la Infiesta. Los prados blanquean sombríos. 
Durante varios kilómetros remontamos cuestas continuas, alternando hormigón y tierra, no sé qué es peor. La velocidad media está en un dígito… Reagrupamos a menudo, pero la tónica es la siguiente: Carlos y Nando delante, hablando mientras pedalean (salvo en los repechos más duros), y yo detrás descolgándome, dosificando el esfuerzo. Cuando llegamos al pilón donde paramos el año pasado a coger agua aún seguimos tiesos de frío: las manos y los pies de madera. Aprovechamos que empieza a darnos el sol para descalzarnos y masajear los pies. Yo voy de coulotte corto.  

Collada Canalina: 2 horas, +1.000 metros desnivel
Hasta el collado de la Canalina la cuesta se mantiene dura, pero ya hemos ganado la mayor parte de altura de la primera subida: apenas he tenido que posar el pie, me siento bien. En el collado paramos de nuevo y empezamos a comer: Nando y yo nos tomamos las primeras raciones de pizza. Ya llevamos unos 1.000 metros de desnivel directo desde el coche y conviene meter combustible al cuerpo. Hay que ser conservador con las reservas de fuerza que te quedan: una pájara de bicicleta es algo muy serio, sobre todo si estás en el monte. La idea de Nando de traer pizza para comer me parece muy buena: ocupa poco espacio en la mochila y aporta mucho alimento. Traemos una cada uno. Carlos va de barritas…

Al fondo los prados de Brañagallones, una isla en el mar de bosque
Nuevos collados, sube baja, piedras sueltas, arena de cuarcita. El día está espectacular. A nuestra izquierda el Cornión se recorta preciso en el aire límpido de la mañana. Más cerca, el Canto del Oso, el Tiatordos, y justo sobre nosotros los contrafuertes que bajan de la Peña del Viento y del lago Ubales. Por debajo, la alfombra boscosa parece eterna. Seguimos a ritmo, luchando en las subidas hasta llegar a desmontar en algún tramo corto, cuando el ángulo y el terreno ya no lo hacen razonable. Hay que guardar, que el día es largo…

Braña de Mericueria: increíbles sensaciones al ciclar por aquí
La bajada por las praderías de Mericueria es simplemente espectacular. Luego, una vez en el bosque, la luz se atenúa y los colores se suavizan. Vamos parando frecuentemente a sacar fotos: no queremos que se nos escape lo que estamos viendo. 



El tramo que sigue hasta Brañagallones se hace largo, varios kilómetros de falso llano (muy falso, vas subiendo casi todo el tiempo). Por fin llegamos a la majada. Nando y yo tiramos las bicis en la primera cabaña. Carlos, que viene absolutamente sobrado, acelera de forma tremenda para acercarse a saludar a unos conocidos. Nuevamente nos ponemos a comer: aquí será la principal parada del día. Dos raciones de pizza, un plátano, bebida de fruta y más agua. Estoy siendo concienzudo con la comida: el año pasado me vacié del todo y no quiero repetir el error.

Brañagallones
En la bajada hasta Bezanes cruzamos bastantes coches de gente local. Llegados al pueblo, donde ya podríamos dar por concluida una gran excursión de bicicleta (de las de recordar siempre), nos tomamos una coca cola (por la cafeína, para metabolizar grasas según Nando) en la terraza de uno de sus bares. Aún nos queda aproximadamente media excursión.
Kilómetro 34.5, nada más pasar la Foz abandonamos la carretera de Tarna. Empieza la rampa de hormigón blanco que nos subirá hasta el Collado Xuaco. Dos aldeanos en un tractor suben a nuestro ritmo el primer kilómetro. Nos animan a su manera (seguro que no entienden bien estos esfuerzos baldíos nuestros…). El trío se estira: Carlos, que está como el vinagre, se escapa. Nando me va esperando de cuando en cuando. Yo me retuerzo sobre la bicicleta. Me paro cada varios cientos de metros a bajar de pulsaciones, pero vengo pedaleando todo con la excepción de unos cincuenta metros de tierra demasiado suelta para mí. En un momento dado, en un repecho de hormigón en curva especialmente tieso, tan despacio voy que, en uno de mis agónicos giros luchando por seguir subiendo, pierdo el equilibrio. No me da tiempo a soltar el pedal automático y me desplomo como un saco sobre el brazo izquierdo, la bicicleta se me viene encima y arrastro un par de metros sobre el cemento. Me levanto a rastras y me reviso el rasguño del codo mientras Nando aparece alarmado por el ruido.  Nada grave, seguimos para arriba.

el  paisano no va más
Supero varios tramos donde el año pasado tuve que tirarme en el suelo a descansar, y empujar la bicicleta caminando. Me veo claramente mejor (en la pura agonía, peor mejor), pero el collado parece no llegar nunca. Por fin, doy un giro y veo a mis amigos sentados esperándome, dándome ánimos. Exprimo las últimas pedaladas y los alcanzo: estamos en el collado Xuaco. La subida desde la carretera de Tarna es realmente dura: apenas llegará a 3 kilómetros, pero remonta unos seiscientos metros.

Cabaña en la Collada el Xuaco
Los chavales de tertulia


Collada Capiella mirando a Conforcos
El día está totalmente despejado y hoy, a diferencia del año pasado, vemos claro por dónde tenemos que seguir por entre los altos helechos y escobas hasta el collado Capiella, unos 200 metros de desnivel por encima. Este tramo no es ciclable, así que Nando y yo nos hacemos un invento con cintas para colgar la bici parcialmente de la mochila: aunque no queda perfecto sí que es mejor que llevarla al hombro. Media hora más tarde estamos tirados en la hierba observando el valle que debemos descender ahora dirección a Conforcos primero y Orlé después. 

Monta, desmonta, navega
Siguiendo las instrucciones de un paisano que encontramos en el Xuaco, una vez bajados los sillines para no salir volando por encima, nos tiramos por los prados de la izquierda del valle hasta entrar en el denso bosque. Aquí la incertidumbre nos domina por un rato, cuando no vemos el camino lógico en la densa selva de hayas. Finalmente los hitos nos ayudan y seguimos ahora alternando tramos cortos ciclados con otros muchos caminados. Pronto alcanzamos el camino empedrado que nos llevará primero a Conforcos y luego hasta el mismo pueblo de Orlé, donde se termina nuestro tramo de tierra. Esta técnica bajada empedrada es emocionante porque vamos rebotando continuamente. Suerte que está seca en gran parte, ya que de otro modo habría sido temerario ir subidos sobre la bicicleta.

Rebotando en el resbaladizo empedrado hacia Orlé
Como otras veces, comentamos lo increíblemente resistentes que son estas bicis: se construyen pocas máquinas que aguanten esta caña sin apenas rechistar. Desde siempre, a mis bicicletas les he dado un mantenimiento que roza el cero absoluto, y sin embargo nunca me han dejado tirado.

Llegados al asfalto, aumentamos desarrollos poco a poco y después de Campocaso y un par de túneles, llegamos a los coches.
Comentamos la jornada: ha sido una excursión espectacular. Dura de verdad y muy completa: subidas que parecían interminables, tramos trialeros, otros de bicicleta al hombro, bosques, prados, majadas… Una gran parte de la bajada final es muy técnica: no vale con dejarse ir, exige concentración y desmontar muchas veces (por el bien de tu dentadura…).

Después de más de veinte años de cuestas en bicicleta, esta excursión es sin duda de lo más duro que he hecho. No por los kilómetros (las he hecho bastantes más largas), ni por el desnivel acumulado (he hecho otras similares o superiores): tiene que ser por la combinación del desnivel, su concentración, y lo técnico de algunos tramos.



54.6 km
>2.300 m Desnivel acumulado
9 horas 45 minutos

9:00 h Coballes, Embalse de Tanes (500 m)
11:00 h Collada Canalina (1.550 m) 
13:00 h Brañagallones (1.200 m)
14:30 h salimos de Bezanes (650 m)
15:50 h Colllado Xuaco (1.244 m)
16:30 h Collada Capiella  (1.450 m)
17:30 h Conforcos
18:20 h Orlé
18:30 h Campocaso (600 m)
18:45 h Coballes, Embalse de Tanes (500 m)

Redes es increíble, y hoy hemos recorrido una parte muy guapa del parque. Consciente de que queda mucho más que lo recorrido hoy, no se lo he dicho a Nando pero ya estoy pensando la versión 2.0 (un poco más de todo) para la próxima temporada…

lunes, 14 de octubre de 2013

Una mañana en Gourette - Ravier al Pène Sarrière

Viernes 2 de Agosto 2013
Pablo Luque
Gourette,
Pène Sarrière, Clásica Ravier a la Cara Este, 200 metros, V+.




El tremendo calor en la vertiente española nos invitaba a pasar a Francia. El día antes, toda la tarde por el valle aplastados de calor, buscamos alternativa. Con la sabia recomendación de Chus y después de localizar en internet un croquis de calidad (de Luichy como es habitual), ya habíamos decidido el destino. 
La vía clásica a la cara Este del Pène Sarrière, en Gourette es una escalada de 200 metros, fácil de grado y totalmente equipada, con la firma de Ravier, garantía de calidad. Es lo que se viene llamando últimamente una “vía placer”.
Efectivamente fue un placer: el sitio y la escalada.

El Pène Sarrière y otras paredes mayores a su derecha
Al pasar el puerto, la mirada se escapa hacia el Midi, de donde ayer nos bajábamos poco después de empezar la escalada… Habrá más ocasiones. El paisaje, nada más empezar a bajar hacia el norte, es distinto. Por supuesto los pueblos son muy diferentes también.  Yo creo que hasta la gente es distinta, al menos en costumbres.
Llegados a Gourette, aparcamos en la misma plaza. Es el típico pueblo de esquí, y se hace raro ver los apartamentos, los montajes y las instalaciones de los remontes bajo este calor… Rebuscamos un rato sin éxito en sus librerías, a la caza de alguna guía de escalada de la zona. Al poco rato salimos hacia arriba, ya bajo un sol de justicia a pesar de ser temprano.
La aproximación es muy guapa, bosque primero, prados después. Las cumbres alrededor preciosas. Parece un sitio ideal para venir a esquiar.
Al cabo de unos cuarenta minutos empezamos a ver la pared: ya hay una cordada trepando y otra en la base. Apenas tenemos que hablar entre nosotros: activamos el "modo intimidatorio-adelantamiento”.

La pared Este: la cásica sigue la diagonal marcada del centro
 Llegamos bufando y saludamos.
“Hola”
“Hola”
“Buf, ¡vaya calor! ¿Verdad?”
“Sí, y dan riesgo de tormenta por la tarde…”
“No, a nosotros no creemos que nos vaya a coger”
Intercambio de miradas entre ellos.
“Uy, pero vais a tener que esperar mucho…”
“¿Tú crees? Nah, ¿por qué?” 
De nuevo, miradas de duda cruzadas entre ellos.

Ante los desconcertados chavales maños, después de ponerme el arnés, atarme, colocarme los trastos, calzarme los gatos y ponerme de nuevo la mochila, todo esto en un máximo de dos minutos (el nudo lo revisé por si acaso…) arranco a por los primeros muros de la vía (aún estoy sofocado de la cuesta final de la aproximación…).
Así  de sencillo fue como adelantamos a la cordada que ya estaba en el pie de vía desde que nosotros vimos la pared, esto es, como unos diez minutos antes de llegar a la base. Para nuestro descargo, decir que no habían empezado a prepararse...
Aún teníamos por encima a la otra cordada, en este caso de tres, en el segundo largo. El plan era mantener el “modo intimidación” y educadamente intentar pasarlos desde ya, empalmando los dos primeros largos en uno.


Sin disfrutar mucho de los movimientos, a causa de la velocidad, alcanzo a los dos segundos de la otra cordada, aún anclados en la primera reunión. Son franceses, saludos educados. Chapo un parabolt de su reunión y sigo para arriba. Después de un tramo fácil algo herboso alcanzo al primero de cuerda, que acaba de llegar al segundo relevo. Para entonces Pablo ya lleva un rato ensamblado.


El francés me mira indirectamente (a nadie le gusta que le adelanten, y lo digo por experiencia) pero a los pocos minutos ya charlamos de forma cordial: Pablo viene adelantando a sus segundos, así que ya tengo claro que nos van a dejar ponernos por delante. Ha sido un poco brusco, impuesto a la fuerza quizá…
A partir de aquí la vía recorre una placa más o menos continua, de buena roca, algo tumbada, con presas muy chulas, casi todas en forma de regleta. Pablo hace el tercer largo rapidísimo y pronto le alcanzo yo para volver a ponerme delante (venimos con el ritmo puesto).


El calor aprieta. Vamos disfrutando la vía: es fácil y muy guapa. No se necesita colocar nada, chapas todo el tiempo.
Nuevos relevos y tiradas en el mismo plan. Las otras cordadas están ya al menos tres largos por debajo.
Llegamos a la cima (es realmente una cima) apenas una hora después de empezar a escalar. 




De regalo, alguien se ha dejado olvidados unos gatos en buen estado (FiveTen en primera suela!), que después de cierto rifirrafe en plan de cachondeo con Pablo, pasan a mi poder: a él le faltan tres tallas al menos.
Tras unos pasos aéreos de arista cogemos un caminito poco marcado por entre llambrias. Este nos posa en los prados, y al acabar estos ya en las pistas de esquí y el bosque para entrar en el pueblo. Vamos de charleta relajada.
Al llegar al coche miro la hora: tres horas desde que salimos.
Buscamos una sombra entre las casas para comer y beber algo. Escapando del tremendo calor de la vertiente española, hemos pasado una agradable mañana escalando (aunque aquí también hace calor, seguro que menos) en el Pirineo. El pueblo y el valle son muy guapos. Las cumbres de alrededor igual.
Una mañana bien aprovechada.
Al rato cogemos el coche de vuelta a España. Un baño en la piscina del camping. Esa misma tarde estamos en casa.




Referencia: croquis de Luichy, lanochedelloro

jueves, 3 de octubre de 2013

Galicia Calidade

Una conversación con un amigo, unida a las noticias de incendios del verano me han traído el recuerdo.

Revolviendo entre las fotos, me encontré una haciendo bloque junto a la mar. Se trata de una diapositiva que me tiré en autorretrato (con la correspondiente carrera), pero que con todo quedó bastante bien.

Haciendo bloque cerca de casa:  Santa María de Oia

Hace unos diez años estuve viviendo una temporada en Galicia por motivos de trabajo.
El destino laboral, Porriño, está en medio de una zona preciosa, de las muchas que hay en Galicia. Estuve viviendo en Bayona, y durante un año y medio disfruté de las Rías Bajas, que son espectaculares. Además, por aquí está la mayor concentración de zonas de escalada.
A los pocos días de llegar me puse a investigar acerca de mis posibilidades para escalar o al menos entrenar: en Vigo, en la tienda de material de montaña Terra, gente maja, me dieron el contacto del tablón de Vigo. En ese pequeño local, instalado en un entresuelo entre una peluquería y un despacho de abogados (o algo así) pude entrenar muchos días, pasándolo en grande con la motivación reinante, y hacer amigos a los que hace mucho que no veo, pero de los que tengo un gran recuerdo: César, Fonso, Gitos, Jacobo… 
Con ellos y con otros compañeros varios como Juanín Crespo y Laurinda pude hacer boulder y escalar muchas veces en Budiño, en Galiñeiro, en Monteferro, o en Santa María de Oia que me quedaba muy cerca de casa.
El granito es buenísimo, y los tipos de escalada muy variados: 
En Budiño hice bastantes vías muy guapas, de hasta 150 metros, en cuatro o cinco largos, con los pitones característicos, tanto con chapas como de cacharros. Una pasada de sitio.

Los perfiles de Budiño
En Galiñeiro, con sus vías explosivas y técnicas, unas de chapas y otras a proteger. Preciosas vistas.
En Monteferro con los romos y los desplomes, ¡qué sensación la de escalar con la mar rompiendo las olas justo detrás de la espalda! 
Los circuitos de boulder en distintos sitios, variados tanto en estilos como en dificultad…


Además, detrás de mi casa en Bayona se abría un escenario perfecto para la bicicleta de montaña o para correr: estupendos montes cubiertos de pinares, con pistas y caminos, fáciles o trialeros, todo un lujo de atardeceres con el sol poniéndose sobre el Atlántico.

Vista privilegiada desde la ventana de casa
Por último y mucho más importante, la gente. Estar fuera de casa siempre es un incordio. Fueron muchos los kilómetros conducidos de vuelta cada fin de semana, y sin embargo allí nunca me sentí solo. Apenas tengo fotos, pero sí tengo grandes recuerdos de aquella época.


Sin duda alguna, Galicia Calidade.