LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

miércoles, 26 de julio de 2023

En bicicleta por Cadizfornia

Dentro de los diez días de vacaciones disfrutados como cada año en Cádiz, este verano hemos aprovechado que coincidíamos varios amigos para hacer una estupenda salida en bicicleta de montaña.
Los primeros días después de llegar, el calor era tan sofocante que no invitaba a gestas de pedales. La verdad es que en todos los años que llevamos yendo no nos había tocado nunca semejantes temperaturas. A media semana la cosa se normalizó un poco, y aprovechando una mañana que la predicción daba algo nublada nos coordinamos para las bicis. El promotor, Iván, ya conocía el terreno de temporadas previas y nos hablaba de estupendas pistas con buenísimas vistas. Ina y yo no habíamos llevado nuestras bicicletas, pero las alquilamos. Nos las trajeron a casa y nos las recogerían de nuevo al terminar. Muy cómodo.
Cuando las recibimos, me sorprendió gratamente la calidad: 29” con buenos frenos y cambios, todo bien ajustado. De peso tampoco estaban mal. Perfecto. Al día siguiente, temprano nos juntamos los tres y salimos de Atlanterra subiendo las primeras cuestas para remontar desde el Cabo de la Plata, sobre la playa de los Alemanes hasta el mirador del Caraminal. El día estaba nublado, había nube baja y esto por un lado hacía que la humedad fuera alta, pero por otro nos parapetaba del sol andaluz, que puede ser muy duro. Los tramos iniciales de carretera se suceden pronto por pistas de tierra, a ratos hormigonadas, que nos van elevando, por la gracia de nuestro pedaleo obviamente, muchos metros por encima del mar. Pasamos la zona de la Cueva del Moro.
El cordal que reseguimos de la llamada Sierra de la Plata se corona por varias antenas, la más alta de estas la llamada Silla del Papa (458 m), pero por debajo de estas, presenta paredes rocosas de unas areniscas de grano grueso (gracias Nando) poco agraciadas, pero que invita a la escalada por sus numerosas e intrincadas formas.
Es una zona de escalada y de bloque. Además de las vistas a las paredes, de cuando en cuando se abre la nube y nos deja ver la duna de la playa de Bolonia, vistas a los Alemanes, y más lejos hacia Tarifa y Africa, o hacia atrás a Zahara.
La cuesta no fue corta, remontamos unos quinientos metros positivos, antes de coronar la última antena y lanzarnos en vertiginoso descenso hacia la vertiente Este.
Una pista primero de tierra bacheada y luego hormigonada, que nos bajó rápidamente por las laderas. La vegetación típica de la zona, granjas de cabras dedicadas a la elaboración del queso payoyo, y más abajo ya chalets y zonas más residenciales, aunque siempre con una densidad muy baja.
Tocada una carretera más general nos pusimos de nuevo cuesta arriba, y tras coronar un pequeño puerto volvimos a perder altura hasta llegar ahora a la zona de la playa de Bolonia. Aquí, con más tráfico, recargamos agua y paramos a reparar un pinchazo en la bici de Iván, la gravel. No me extraña viéndolo bajar, que no éramos capaces a seguirle el ritmo ni Ina ni yo, yendo nosotros con ruedas de montaña y horquillas de suspensión. ¡Qué exageración de bajador! De Bolonia nos toca remontar otro pequeño puerto de carretera, casi 200 metros. Ahora el calor empieza a apretar más. Los coches aumentan en densidad y este tramo se me hace más pesado. Todavía tenemos aún unos kilómetros de general, donde a pesar del arcén amplio, mosquea la velocidad de la gente al pasarnos.
Al cabo de un rato que se me hizo largo, abandonamos el asfalto para adentrarnos en una zona de colinas sembrada de aerogeneradores: es una pista que lleva al llamado Cortijo Iruelas.
Estos parques eólicos, pues son varios, nos rodearán prácticamente hasta entrar de vuelta a Zahara. Del primer cortijo, al segundo, el de Acebuchal, y de este al de la Campana. El paisaje, molinos aparte, es muy bonito. Las pistas, salvo tramos cortos arenosos, se dejan ciclar muy bien. Los árboles y las pequeñas granjas amenizan el trayecto.
Es un continuo subebaja rompepiernas que me va cargando, pero ya vamos llegando al final del recorrido, de vuelta al pueblo donde estamos los tres alojados.
Hacemos entrada al pueblo y tras dejar las bicis en el hotel de Ina, yo me voy hacia la playa. De camino me junto antes con Iván, que está cambiándose y dejando su bici en el coche. De allí tiramos directos a la arena donde nos esperan las chicas y los niños. Yo llego disfrazado de ciclista a la orilla del mar, pronto me cambio y los tres nos damos un chapuzón refrescante y nos unimos a la rutina playera familiar.
Ha sido un estupendo recorrido mixto montaña y pista con carretera. Desde luego aquí hay un filón para la bicicleta. La única limitación, pero que seguramente sea la causa de que mantenga este gran atractivo, son las restricciones de acceso por áreas militares.
45.7 km, casi 900 m positivos, 3 horas y media.
Algunas fotos con cielos despejados son de Iván, del año anterior. Gran mañana de bicicleta gaditana. Qué buen sabor de boca. Creo que repetiremos los próximos años. Cádiz, qué lujo!

miércoles, 12 de julio de 2023

Pequeño Tratado de Elevación

Me gustan los libros en papel. Y me gustan las librerías clásicas. Procuro comprar libros con asiduidad y me resulta muy agradable el tiempo que paso revolviendo entre las estanterías de esas librerías. Una de mis favoritas en Gijón, Paradiso. Precisamente en ella hace unas semanas me encontré esta curiosidad.
Muy entretenido.