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jueves, 31 de marzo de 2022

La Cerdanya, escapada de esquí familiar

Escapada familiar a esquiar a la Cerdanya.

Los niños nacen, crecen muy rápido, y de repente un día te das cuenta de que empiezan a tener aficiones propias, que no tienen por qué ser las tuyas.

El esquí es una actividad que, si se consigue afianzar, puede mantenerse como actividad familiar durante bastante tiempo. Cuando los niños vayan creciendo y sus intereses deriven hacia lo que corresponda, será más difícil hacer cosas juntos, y el esquí puede ser una de esas, especialmente si es en una escapada de unos días a un sitio chulo.

La Cerdanya nos queda lejos, de hecho, desde casa casi es lo más lejano del Pirineo. Pero el contar con alojamiento familiar hace que esas horas de más se vean de otra manera. La nueva invitación a Puigcerdá por parte de mis tíos nos ha animado a venir. Dos días santes de salir Jimena se cae en el patio y termina con el brazo derecho escayolado… Menos mal que mi tía se ha ofrecido a quedarse de ella, porque si no el plan se habría caído abajo ya fuera para aquí o para cualquier otro destino… Vaya mala suerte, pero son cosas que pasan.


El viernes arrancamos hacia las tres y media, después de haber trabajado tanto Paula como yo. El trayecto transcurre tranquilo, sin atascos ni problemas, hasta el punto en que Google decide sacarte por carreteras secundarias, por tramos diría que incluso terciarias, en las que el cansancio pasa factura. Por lo demás, quitando los exorbitados precios del gasoil con la incipiente guerra en Ucrania, todo correcto. Llegamos pasadas las once de la noche a casa de mis tíos.

Primer día, sábado, nos vamos a Porte Puymorens. Es una estación francesa de corte tranquilo, que nos ha recomendado mi tío cuando le hablaba de que buscaba pistas fáciles para que Paula retomara el esquí: lleva más de dos años sin poner las tablas y conviene empezar suave.

Tiene dos zonas bien diferenciadas: la inferior, partiendo del pueblo remonta por zona de bosque a un circo superior llamado Lac de l´Estagnol desde el que por pendientes más fuertes sus pistas recorren la llamada zona Fontfrede, en las faldas del pico de la Baillete (2.814 m). La segunda zona, que arranca en otros aparcamientos más arriba, es mucho más abierta y suave, faldea las amables palas del pico de La Mine (2.683 m). Laderas más tranquilas, pero en las que también se ofrecen pistas rojas y alguna freeride negra. El paisaje es abierto y muy bonito: perfiles alpinos, arbolillos intercalados.

Las instalaciones son algo antiguas y las sillas no son rápidas. No obstante, no hay demasiada gente y las colas son totalmente asumibles. Las pistas azules nos resultan más fáciles de lo que estamos acostumbrados, en realidad las vemos casi verdes, esto hace que sean ideales para Paula y su reencuentro con el esquí. En la tercera bajada del día me tiro con Javi por una pista roja de la zona superior y un exceso de confianza unido a un tramo muy helado me tira al suelo y bajo arrastrando un buen trecho. Afortunadamente no me he hecho nada serio, aunque sí tengo un fuerte dolor en el gemelo izquierdo (no sé qué pasó) que irá a peor cuando enfríe. El resto del día muy bien, arriba abajo sin parar. La cafetería funciona bien y comer no es caro. Después de picar algo volvemos a subir para cerrar la jornada. Estación muy recomendable.

Por la tarde paseo por el animado centro del pueblo. Mucha gente, muchas tiendas de ropa de marca, deportiva y no, mezcladas con otras de productos de la tierra. Buen ambiente.





Segundo día, domingo, hoy nos vamos a Font Romeu. Aquí ya habíamos estado hace cuatro años y tenemos muy buen recuerdo. De nuevo, estación francesa, más grande en este caso. Hay bastante gente y nos cuesta aparcar. Variedad de pistas y estilos, nosotros nos centramos de nuevo en las azules de la gran zona de bosque que tiene: es realmente bonita. Javi por su parte se buscó algunas más difíciles en las que calmar su ímpetu. 

Echamos mucho de menos a Jimena, que siempre nos alegra con su cháchara continua: la desafortunada lesión en la muñeca nos ha dejado el equipo incompleto… Parada a comer a mediodía en terraza de sillas sobre la nieve, al sol, con música, gran ambiente. Estiramos el forfait hasta última hora. Como el día anterior, muy buen día de esquí.

A media tarde estamos de regreso en Puigcerdá, hoy con más dificultad para aparcar, aunque más tarde la cosa cambiará con mucha gente volviendo para Barcelona, entre ellos mis tíos.



Tercer día, lunes, vamos a Masella. También conocida de visitas previas. Estación catalana de mucho mayor tamaño (incluso sin pensar que está unida con La Molina). Sillas modernas, muy rápidas, forfait más caro. Hoy venimos solos Javi y yo, Paula se queda en el pueblo con Ji. Madrugamos más que los otros días, y unido a que es lunes cogemos la estación casi vacía al llegar. 


Nieve excelente hasta el mediodía en todas sus vertientes. Algo justa en orientaciones más castigadas por el sol. Abarcamos casi todas las zonas: Javi me lleva sistemáticamente por pistas rojas de cortes muy variados, alguna de ellas ya me resulta impresionante. Él aún se busca una negra para tachar el color. Lo pasamos genial. En las últimas bajadas noto las piernas bien cansadas después de tres días seguidos de esquí, no estoy acostumbrado…



La Cerdanya no defrauda. Quedan pendientes para futuras visitas otras estaciones como Les Angles, recomendada por Eduardo, y alguna otra pequeña. También pegar alguna foqueada que las opciones son numerosas y atractivas. Se ha cumplido el objetivo de esquiar en familia, aunque no completa… Para el año que viene.

El martes viaje de vuelta con poco tráfico y buen tiempo. Las estampas de los Pirineos brillantes de nieve me atraen como imanes. 



Parada en Zarautz a comer y estirar las piernas. Llegamos a casa a una hora razonable para recoger los trastos y preparar las cosas para el día siguiente, que ya es de escuela, sin estreses. Es tremendo cuánto rinden unos pocos días bien aprovechados. Qué bien lo hemos pasado.

Ya estoy pensando en un nuevo destino para el año que viene.

jueves, 24 de marzo de 2022

The Alpinist

Impresionante documental.

El otro día no me resistí más, pagué en la plataforma de turno y compré la película. Dinero bien gastado.

Me lo habían dicho mis amigos David y Rubén y es verdad que hay que verlo. Se te caen las pistolas...

Es difícil, incluso para un escalador y alpinista (aunque uno lo sea de andar por casa), poner en contexto el nivel de las actividades hechas por Marc André Leclerc. Las mostradas en este documental y otras casi ni siquiera mencionadas de pasada.

El reportaje va de menos a más. Las escaladas en roca, siendo impresionantes, me resultan fáciles en comparación a las mixtas y las de hielo. Y estas, a pesar de lo evidente del riesgo asumido, también me parecen menos tremendas que las realizadas en montañas remotas. Acometer en solitario y en invierno La Emperor face al monte Robson, o la Torre Egger en Patagonia, simplemente son otra escala.

Las tomas desde dron, acercándose y alejándose, girando, dan una perspectiva que las películas tradicionales o una GoPro no consiguen ni de lejos.

Hay partes del documental en las que se muestra de forma totalmente cruda secuencias de escalada a pelo simplemente sin retorno. Tanto en mixto, en drytooling o en hielo. Algunas en las que todo (la vida del protagonista) depende literalmente de unos pocos milímetros de acero apoyados en leves muescas de roca, o clavados en fráfiles formaciones de hielo. Cambios de posición, piolet al hombro o dejado apoyado en la roca, gancheos imprevisibles, simplemente espeluznantes. Un fallo mínimo y no habría vuelta atrás.

Cuando veo cosas como estas, intento huir de conclusiones fáciles del tipo “este tío está loco”. Aunque como a los demás, es lo primero que me viene a la mente. Una vez lo analizas, lo que demuestra es un grado de excelencia en su disciplina que simplemente roza la perfección. Un piloto de motociclismo, echándose al suelo para trazar una curva a doscientos kilómetros por hora lo que demuestra no es locura, sino perfección. En el alpinismo, a diferencia de otros deportes o disciplinas en las que la velocidad extrema es la protagonista, aquí las cosas suceden despacio (aunque esta gente vaya a toda caña). Cada movimiento y cada paso está meditado, sopesado, razonado. Hay tiempo para esto. Y es precisamente ese tiempo disponible el que todavía hace más impresionante el proceso. Sobre todo porque también el tiempo de exposición a la situación estresante también es muy prolongado.

Dejando de lado estas secuencias, la dificultad pura, la fuerza y la técnica de los movimientos requeridos para estas ascensiones, lo más impresionante para mí es la parte relativa al aislamiento, a la lejanía, a la exposición enorme que suponen estas actividades realizadas en solitario y en invierno en macizos y cumbres tan remotas.

La sensación de estar solo en la montaña en invierno es aplanante. La presencia enorme del poder de la naturaleza, omnipresente, circundante, mostrada en forma de su escala, de los fenómenos meteorológicos y de la exposición total a los mismos, la vulnerabilidad absoluta, total, ejerce una presión que te lamina. Te sientes diminuto. Fuera de sitio. La fuerza mental requerida para sobrellevar todo esto es simplemente tremenda.

Estas cosas también se sienten cuando se va acompañado. Pero no es comparable. Con un compañero se comparten las decisiones, las penurias y los miedos. Y eso lo hace infinitamente más fácil, más llevadero. Desde el punto de vista mental y por supuesto desde el punto de vista físico: compartes cargas, largos, vivacs... Nada que ver.

Siendo escalador y alpinista, habiendo enfrentado solo y en invierno la montaña algunas veces, habiendo escalado en solitario y sin cuerda en ocasiones, salvando las distancias por supuesto, a uno le cuesta concebir el grado de control, valentía y maestría aquí mostrados.

Preparación exhaustiva, entrenamiento sistemático, selección minuciosa de material, evaluación de las condiciones de la montaña y la vía, elección del momento, capacidad de concentración, ejecución precisa, sin fallo, sin flaquear. Todo esto no es lo que hace un loco. Sino un maestro.

Cuando hace unos años vi la película de la escalada de Honnold al Capitán (quien por cierto sale hablando varias veces en este documental), me quedé convencido de que esa era la escalada en roca más impresionante de todos los tiempos. Algo realmente estratosférico. Y lo sigo pensando (la película en sí también me pareció de una calidad excepcional). Pero como bien dice Honnold, al fin y al cabo la roca es roca. Es sólida, es fiable. Es estable. El medio en el que se movía Marc André Leclerc es mucho más variable, efímero e impredecible. Y además mucho más remoto.

La fuerza mental necesaria es tremenda. Si este hombre hizo esas cosas con la cámara grabando, qué no habrá hecho sin ella delante…

Es una pena que, como tantos otros como él (Lama, Lafaille, Steck, o recientemente Korra Pesce), se haya ido tan joven. Y como muchos de estos, por un riesgo objetivo y fuera de su control, pero que también forma parte del juego. Una parte importante.

Qué difícil tiene que ser levantar el pie del pedal a tiempo. Y aquí pienso en los Bonati, Twight, House, Messner, Blanchard, Anker, y otros que han sabido sobrevivir a su propia maestría, y pese a ella, saliéndose de la ruleta antes de acertar con la bala.

Volviendo al documental en sí, gran trabajo de grabación y fotografía. Buena narración. Sin duda alguna, es una película imprescindible.

miércoles, 16 de marzo de 2022

Hasta siempre Checha

Ayer por la tarde coincidí en la sala con Chusón. Hacía mucho que no entrenábamos juntos. Juntos en el espacio y en el tiempo, aunque él estaba a su nivel, y yo en el mío,  en el subsuelo... 


Viéndolo montar su trave de 40 movimientos, para darle unas cuantas series, la cabeza se me iba a años atrás, y claro, llegué a Checha. 

Hoy día apenas voy a entrenar, pero hubo una época de gran intensidad y entusiasmo. 


En aquella época, lejana ya, conseguía levantarme con cierta dignidad en escalada deportiva por los 7bs, 7cs, algún 7c+, y hasta tocando por una vez la mágica cifra del 8a. Por aquella época escalaba mucho, muchos días me refiero, y entrenaba más aún. Y todo eso daba resultados.


Como siempre, además de entrenar fuerte e ir a dar pegues, muchos, también cuenta la gente de la que te rodeas. El que sea gente positiva, que anime y empuje, facilita los éxitos.


En la sala éramos una buena banda, unos más ordenados que otros, con más o menos planificación para entrenar. Lo pasábamos fenomenal. Recuerdo entrenar muchos días con Santi, Dani, Chus, Virgi, Chusín, el otro Chus, Kike, Pitu, Bene, tanta gente... Y claro, recuerdo entrenar muchos días con Checha. Traves largas y cortas, pasos de bloque, resistencia, fuerza pura, juegos varios... Recuerdo bien a Checha haciendo tracciones de un solo brazo.


Si alguien me mostró que las ganas y el centrarse en un objetivo siendo concienzudo trae resultados, ese fue Checha. Consiguió transformarse físicamente, y lograr grandes encadenamientos.


Recuerdo estar con Checha en Teverga, en Planeta X, apretando por allí. Y lo recuerdo muy bien en Cueva Boyu, yo estaba probando Burricada o Supergen, o las dos. Él ya las tenía hechas ambas, y me aseguraba dándome ánimos y consejos, empujándome a por la cadena…


Recuerdo coincidir con Checha en el Picu, un día muy especial en el que yo iba con mi amigo Chusín, y por allí andaba Boza con María, Marto currando, Luisón por la norte… tantos amigos. Me encantó verlo a él por el monte. Un buen día aquel.






Dani ha contribuido a su memoria de la mejor manera: un pepino de vía en Olvena, Huesca, 40 metros de 7C que lleva su nombre para siempre.  Grande Dani!


En los últimos tiempos nos veíamos menos. La vida te enreda con el trabajo y los niños. Yo apenas escalo y él había aflojado mucho también. Solíamos coincidir en el Grupo, en esas breves visitas que hago un rato al gimnasio o a recoger niños. En estas ocasiones Checha, como él siempre fue, tenía en la cara una sonrisa de oreja a oreja, y una palabra amable. Solíamos acompañar estos momentos de breve charla con algún recuerdo de los buenos tiempos y una esperanza de volver a ponerse fuertes.




A ver si siguiendo su ejemplo, me pongo a entrenar. 

Grande Checha. Se te echará de menos.

viernes, 4 de marzo de 2022

Placeres pirenaicos: Chipeta Alto en esquíes

Sábado 12 Febrero 2022

Chipeta Alto (2175 m) desde Zuriza

Nando del Pozo

 

El fin de semana del 13 de marzo de 2020 teníamos previsto ir al refugio de Linza. Habíamos pagado la reserva y para allá que nos íbamos con la intención de hacer algo de esquí de montaña. Pobres infelices. Ese mismo fin de semana se nos vino encima el acontecimiento más extraño en décadas. Nos encerraron en casa por una buena temporada. Algo realmente impensable, insólito, increíble, inaudito y todos los términos que empiecen por i que se me ocurran…

 


Este invierno, un extraño bloqueo anticiclónico nos ha mantenido durante unas cuantas semanas sin precipitaciones y con temperaturas bajas. Como resultado la nieve caída en abundancia allá por noviembre y diciembre ha venido menguando algo,si bien aguanta, y la que queda está, en muchos casos, dura de crampones.

Como la cosa no parecía cambiar ni a mejor ni a peor, por fin nos habíamos decidido a intentarlo de nuevo, a pesar de que la nieve iba a estar justita. No queríamos esperar más ya. Yo no había estado nunca en esta parte de los Pirineos, y además ofrece la ventaja para una visita express de ser uno de los primeros valles, y por tanto con menos viaje desde casa.

Precisamente esta semana se anunciaba algo de precipitación para jueves o viernes. Esto mismo lo veíamos ideal nosotros, para dejarnos unos centímetros de nieve nueva sobre la base dura existente.

 

El viernes trabajé hasta las dos, me fui a casa a comer rápidamente, meter los trastos para el coche y pasar a buscar a Nando por su casa. A las tres arrancamos contentos hacia el Este. El trayecto se nos hace corto hasta Pamplona, autopista, y el tramo final también, a pesar de ser carretera es más virada desde allí. Llegamos a Linza ya de noche, hacia las ocho y algo. Hay poca gente para lo grande que es el refugio. Un grupo de unos treinta franceses anima el comedor. Cenamos y nos tomamos una cerveza.

 

A la mañana siguiente amanece con una buena helada. Tenemos que rascar el coche por los cuatro costados para conducir los diez minutos que nos separan del Camping de Zuriza. La nieve está alta y por suerte podemos meter el coche un buen trecho de pista hasta que un nevero nos corta el paso y aparcamos. Después de prepararnos, hacia las nueve de la mañana arrancamos. Salimos de aproximadamente los 1250 metros de altura, con las tablas y las botas en la mochila, de zapatillas. La nieve se ve aún alta, pero también lo está nuestro ánimo.

 

Ganado el collado donde está el refugio de Tacheras, cogemos perspectiva. El paisaje es muy bonito, bosques de pinos con hayas intercaladas, juegos de colores a pesar de la falta de hoja. En otoño esto tiene que ser espectacular. La sierra del Alano, a nuestra derecha, con su perfil dentado y alpino. Vamos remontando por un camino de GR, bastante cómodo. Poco después, auna hora aproximadamente desde que arrancamos, tocamos nieve, muy dura. Nos ponemos las botas y nos subimos a las tablas.


Empezamos a remontar hacia la derecha, con cuidado en alguna media ladera, muy helada, canteando con cariño. El sol apenas sale entre las nubes, y además aún va bajo. Así las cosas, la helada se mantiene. 



Al rato enfrentamos un pequeño tubo donde la prudencia nos hace quitar tablas y poner crampones. Es poco trecho pero un resbalón sería peligroso. Seguimos luego con los pinchos puestos hasta que ganamos la zona superior, más tumbada. Llegamos a un amplio collado donde tenemos de nuevo vistas a los Alanos, y al valle de Hecho. 



Vamos con mucha calma. Volvemos a ponernos las tablas y afrontamos el tramo superior de nuestra montaña: palas amplísimas de pendiente suave en las que ya anticipamos un descenso glorioso. No obstante, tenemos miedo de encontrar tramos helados por el medio. El sol se abre paso a ratos entre las nubes y nos regala luces variadas.





Este tramo se hace más largo de lo que anticipábamos; a cada loma le sucede otra detrás, con la cumbre huyendo de nosotros. Mejor será el descenso.

 


Llegamos a la cima (2.175 m) con frío pero sin viento.Desde aquí consigo hablar por teléfono con Paula: en toda esta zona apenas hay cobertura móvil, ni siquiera en Linza, que mueve un montón de gente a lo largo del año. 


Esto es algo a lo que cada vez estamos menos acostumbrados: estar en el monte aislados, sin contacto exterior. Mientras comemos algo y echamos un trago, admiramos el panorama a trescientos sesenta grados.

 




Mirando alrededor tenemos por un lado los dentados Alanos. A su izquierda el Valle de Hecho, y el llamativo Castillo de Achert, girando más y a lo lejos distinguimos la mole negra del Midi D´Ossau, más a la izquierda macizos blancos que no ubicamos, y luego la Mesa de los Tres Reyes, adosadas las Agujas de Ansabere, el Petrechema, el Mallo Acherito… Espectacular. Si bien estas cumbres las vemos menos claras para el esquí.

Más cercanos, al otro lado de nuestro valle tenemos los Quimboas, que presentan palas amplias y suaves, excelentes para mi nivel de esquí. Lástima lo escaso de la nieve. Quedan apuntadas para otra visita futura.

 

No tenemos prisa porque aunque es temprano la falta de nieve no nos dejaría enlazar fácil con otra cumbre, y además porque cada minuto de sol sobre la pendiente nos mejorará las condiciones para el descenso. 

Aparecen entonces dos veteranos montañeros que vimos antes abajo en la pista. Han subido al collado Petraficha y vienen despacio remontando la arista. Cuando llegan, charlamos un rato admirando el paisaje y nuestra suerte de disfrutarlo: el placer de la cumbre para el montañero, tan difícil de explicar al profano.

 

Al cabo de un rato nos preparamos para el descenso: ajustamos las botas, y nos calzamos las tablas. Finalmente arrancamos.

 


Los primeros giros me veo algo torpe, aunque pronto parece que empiezo a fluir (dentro de mi nivel). Vamos tranquilos, la pendiente es suave. Ganamos la loma suave de la derecha y continuamos girando. A ratos la nieve rasca helada, pero no da problemas. Vamos buscando el trazado en el amplísimo plató blanco, intentando identificar nuestras leves huellas de subida, derivando a un lado y al otro.

La sensación es una pasada.

Cuando estamos llegando a la zona en la que antes nos pusimos los crampones, derivamos a la derecha y cogemos un tramo de nieve excelente, un poco más empinado y que nos deja disfrutar a tope.


Después de este giramos otra vez a la izquierda buscando el mejor paso, y en un punto concreto nos vemos obligados a quitarnos las tablas, para cruzar un tramo pelado de nieve. Después de esto volvemos a tirarnos hacia las palas de la izquierda, más heladas por ser más norte, derrapando por tramos hasta coger el tubo final, donde ya entre arbolillos, aprovechamos apurando los últimos metros.



Llevamos casi media hora de descenso cuando agotamos la nieve. Ha sido memorable.

Forever young







Volvemos a poner las tablas a la mochila, aunque de momento seguimos de botas, porque tenemos algún tramo delicado. Una vez entramos al bosque la pendiente suaviza. Llegamos al refugio caído de Tacheras. Nos sentamos en el prado a su lado, nos quitamos las botas, comemos y disfrutamos de las vistas.



Desde aquí apenas un cuarto de hora y estamos de vuelta en el coche. Es temprano, las cuatro de la tarde. Hemos aprovechado lo que teníamos. Novecientos metros de desnivel, de ellos unos seiscientos sobre blanco tanto para arriba como para abajo. Un rato de porteo, un rato de crampones, y otro muy bueno de giros de esquí… Jornada completa.

Conducimos de vuelta los cinco minutos hasta el refugio de Linza, donde estiramos la tarde despreocupados, tomando alguna cerveza, picando avellanas y almendras. Luego nos damos un paseo por el circuito de esquí de fondo, inspeccionando la pinta que tiene para arrancar por él ala mañana siguiente. Cuando baja la luz ya estamos de regreso en el refugio, hoy con mucha más gente que ayer. La cena a las siete y media, sabrosa. Después de cenar algo más de sobremesa y cerveza, para subir a dormir temprano.



Buenos recuerdos voy a guardar de este día.

martes, 1 de marzo de 2022

La gran cabalgada

Palabras mayores.

Habiendo compartido cuerda con los tres, juntos y por separado, en invierno y en verano, solo puedo decir que ¡Vaya tres patas pa un banco!!

Imprescindible.

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