LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

sábado, 25 de septiembre de 2021

Tribulaciones pirenaicas

 20-22 Agosto 2021
Nando del Pozo
Larribet, Pic D'Artouste (2.816 m)
Las tribulaciones de Franska (700 m, 6a)


El viernes curro hasta las dos y media. Salgo puntual como un reloj y conduzco hasta casa de Nando; mientras él mete la mochila al maletero, me como un túper de macarrones. Carretera y manta. Siete horas más tarde (con ligero atasco en Irún para no variar), llegamos con las últimas luces al aparcamiento. Hay un montón de coches, caravanas, hasta motos...
Cenamos más macarrones, que dicen que van muy bien para el ejercicio al día siguiente. Rematamos las mochilas y salimos a la luz de la frontal hacia las diez de la noche. Vamos ligeros, para escalar solo necesitamos cintas exprés. He metido cuatro friends por si acaso. 

Tiramos hora y media, remontando bastante desnivel y sudando bien. Llegamos hasta el llano que hace el segundo valle de la aproximación. Nos tiramos en un recodo del camino, en un pequeño prado a la orilla del río. Dormimos bien, pero a eso de las cinco de la mañana nos despiertan dos madrugadores con material de escalada. Mis pesadillas de decenas de cordadas atacando nuestra vía objetivo se me vuelven a aparecer...



Dormimos aún hasta las siete, desayuno rápido y continuamos aproximación. Al cabo de poco más de media hora pasamos por delante del refugio de Larribet. No nos paramos, pero sí nos damos cuenta de lo muy bonito del sitio: el amanecer nos está descubriendo un paisaje espectacular, valles, lagos, perfiles alpinos, vacas musculosas... 


Continuamos hacia arriba remontando hasta los lagos superiores. En el collado empezamos a ver la que creemos que es nuestra pared, aunque aún no identificamos bien la vía. Al cabo de un rato vemos una cordada ya alta, quizá en un tercer o cuarto largo ya. Gracias a ellos nos centramos y vemos que están en nuestra vía objetivo.



Dejamos escondidos en un bloque los sacos, la comida y la ropa extra que no necesitamos para la escalada. En media hora más y tras coger agua directamente del lago, estamos atándonos en el pie de vía. Por encima solo tenemos a la cordada que vimos antes (creemos que son la pareja de madrugadores que nos despertaron). Mis temores de aglomeraciones y atascos se desvanecen: además ya nos sacan unos cinco largos.


La vía arranca con un largo de un precioso granito dorado de formas variadas. La escalada es agradable y las chapas están donde hacen falta. El segundo, que también tiro delante, es más en adherencia, muy bueno. 


La tónica se mantiene; buena roca, escalada disfrutona, paisaje espectacular. El grado se ajusta al croquis: Nando se anima a tirar delante varias tiradas. 




Nos vamos acercando al tramo intermedio, donde la guía habla de un largo de roca regulera y donde la cordada que nos precede ha estado un buen rato atascada.




El largo en cuestión tiene roca un poco más de montaña, y es aéreo y con ambiente, pero las presas son grandes y los seguros están cerca. Si este mismo largo no estuviera chapado y con la reunión montada, otro gallo cantaría. Pero no es el caso, y yo disfruto como un enano.


Por encima la vía continúa variada en estilos, pero mantiene la misma tónica; buena roca, bien asegurada.
Tiradas de adherencia, tramos de placa vertical, pasitos de bavaresa, bloques. 

La vía tiene dieciocho largos, y vamos cansando ya. 

Las vistas al vecino Palas, y al enorme y omnipresente Balaitous son espectaculares. En la lejanía identificamos algunas otras cumbres. Precioso. 


Estamos acercándonos al tramo final, donde hay un tramo más alpino de arista hasta un collado desde el que puedes escaparte a la derecha evitando los dos últimos largos. Aquí alcanzamos a la cordada que nos precedía. Hacemos un alto para comer y beber algo mientras los dejamos salir sin apurarlos. 




Cuando ya salen vamos a por el tramo final: un largo de IV+ muy bonito de escalar nos deja en una terraza donde arranca la última tirada. Esta, en las descripciones que he leído la marcan de 6a "poco evidente".




La verdad es que es tieso y hay que moverse, pero las chapas ayudan a no perderse! Escalo rápido porque tengo miedo pringar: salgo bien y contento me anclo a la última reunión para asegurar a Nando.


Estamos muy contentos con la vía: es justo lo que buscábamos. Disfrutar de una escalada larga, en un sitio bonito y nuevo para nosotros, y además bien asegurada. La vía es buena de verdad. Nos ha llevado unas seis horas, hemos venido tranquilamente disfrutando.


También habíamos leído en las reseñas y nos habían avisado de que la bajada era larga, y perdible. Y cumplió con ambos adjetivos. Nos empeñamos en bajar hasta el lago, y eso hizo que perdiéramos el camino que nos hubiera llevado hacia los lagos de la mañana y a nuestros sacos. Por el contrario, seguimos bajando de frente y terminamos llegando (tras perder mucho desnivel) al lado de nuestro vivac de la noche anterior... Este es el tramo de nuestras particulares tribulaciones!! 


Remontamos de vuelta hasta el refugio de Larribet donde nos premiamos con una cerveza artesana riquísima. Al acabarla Nando se va a por los sacos (un rato por encima), y yo me quedé disfrutando del paisaje y del ambiente montañeril francés; familias con críos, grupos de caminantes, pandillas de chavales cantarines después de cenar... 


Cuando llega Nando de vuelta nos vemos obligados a tomarnos otra cerveza; todo sea por la hidratación. Ya se sabe lo importante que es la hidratación... 
Cenamos y nos tiramos en la campera a por un segundo vivac bajo las estrellas, ahora ya relajados después de haber hecho la escalada objetivo de la visita.




Por la mañana, sin prisa, recogemos los aperos, cargamos las mochilas y nos encaminamos de vuelta al valle. Disfrutamos la bajada apreciando aquellas partes que no habíamos visto de noche. A media mañana estamos en el coche.






La zona para repetir, sin duda. Cada nuevo sitio que descubro en Pirineos me gusta, pero en este caso creo que incluso más que otros. Me ha parecido realmente espectacular. Como tenemos alguna otra opción de vía-larga-equipada-asequible de grado, creo que volveremos.


Después de lo vivido en el último año, y a pesar de no haber tenido ningún problema a nivel personal, se ha hecho pesado el tema. El poder salir de casa, conducir unas horas, cambiar de cordillera y de país, descubrir nuevos sitios y disfrutar de las montañas y de la roca con un colega, ha sido maravilloso.

Con Nando, como siempre.


domingo, 12 de septiembre de 2021

El primer vivac.

No consigo recordar cuál sería el primero para mí. Aquellos años hice tantas cosas que los recuerdos se me entremezclan. Muchas experiencias nuevas y especiales concentradas. Seguramente fuera en Áliva, o quizá fue en Cabrones. Lo que sé es que los vivacs desde siempre han sido para mí muy especiales. Multitud de veces en Villarratón en los Picos, en el Agero, en glaciares de los Alpes, en la cumbre de la Torre de la Palanca. Soportales varios de iglesias, a pie de coche en áreas de descanso de autopistas, aleros de cabañas y de cuadras, o simplemente tirados en las camperas de Vega Huerta o al pie de pared en Pirineos. La autonomía de poder decidir en todo momento dónde pasar la noche. La exposición de no tener nada encima que te proteja de las inclemencias, o de la luz de la Luna llena. Todo un lujo y además gratis oiga.





El año pasado los niños y yo ya habíamos acampado en el monte un par de veces, les había encantado y claro, este verano había que repetir. Encontrar la ocasión no es fácil, así que cuando apareció, no lo dudamos. La predicción además nos daba muy buen tiempo, cielos despejados, temperaturas altas y estrellas fugaces: la combinación perfecta.

Salimos el viernes a mediodía de casa rumbo al puerto de San Isidro. Una vez allí, desde los apartamentos arrancamos sin una idea fija por el valle que usamos en invierno para subir con los esquíes foqueando hacia el Valmartín y sus vecinos.  A la luz de la tarde, con calor, vamos remontando poco a poco, superando rebaños de vacas tranquilas, azuzados a ratos por matines sin demasiada motivación. Entre las escobas y los arbustos vamos cantando y silbando para espantar a los jabalíes que seguro se esconden agazapados esperando el anochecer. Cuando alcanzamos el collado de hierba que nos separa del valle del camino de Wamba, buscamos la mejor zona para dormir, el trozo de prado más liso y horizontal. Una vez decidido empezamos a deshacer las mochilas.

Aunque el plan es vivaquear, he traído nuestra pequeña tienda de dos plazas del Decathlon. Es pequeña y muy básica, pero mientras los niños sean pequeños cabemos bien los tres. Cuando les pregunto dónde montarla, los dos al unísono me dicen que no, que quieren dormir sin tienda, bajo las estrellas.

Hace calor, pero sus sacos de dormir son muy ligeros y creo que pueden tener frío. Así que monto la tienda igualmente y nos acostaremos en las esterillas al lado a ver qué pasa.



Cenamos sentados en corro, en la luz del atardecer, macarrones con tomate, empanada, chocolate… Llamamos a mamá para contarle lo bien que estamos. Cuando terminamos nos metemos en los sacos y charlamos miramos al cielo, donde empiezan a salir las estrellas. Poco a poco van apareciendo constelaciones conocidas, y otras no tanto. Mientras comemos gominolas vemos multitud de estrellas fugaces. El chorro de la vía Láctea cruza diagonalmente la bóveda celeste. Está espectacular. No hace frío, y poco a poco, sin darnos cuenta vamos quedándonos dormidos.

Durante la noche me despierto varias veces. Primero con ruidos de corzos. Luego algún cencerro y cascos de caballos cercanos. A mi derecha Javi también se despierta en estas ocasiones, entre nervioso e intrigado. Jimena a mi izquierda duerme como un auténtico lirón. Qué tía!



Amanecemos acariciados por el sol. Cuando abro los ojos Javi ya está fuera del saco sentado a unos metros observándolo todo. Jimena aún duerme en su crisálida verde. Nos levantamos con calma y desayunamos tranquilamente: colacao con cereales, galletas, algo de chocolate. Qué rico está todo en el monte. Recibimos la visita de tres mastinazos, ladradores inicialmente, pero que pronto mueven las colas alegres y aceptan las caricias. 








Desmontamos, recogemos, hacemos las mochilas y salimos ladera arriba dirección al Valmartín. La idea es dejar las mochilas en algún recodo y subir a hacer la cumbre ligeros. La cosa es que los mastines no nos abandonan, y terminamos continuando con todo (con traspaso de peso hacia su padre). Remontamos por la arista este, hacemos cumbre y bajamos por la oeste. En el camino Javi se separa a hacer una cumbre secundaria y localiza con los prismáticos un buen grupo de rebecos en la ladera norte hacia el Cascayón. Se los enseña luego a su hermana.




Observamos a los buitres remontando las térmicas de la mañana.

Bajada laboriosa hasta el coche bajo un sol y calor intensos. Parada en Felechosa a comprar un refresco y un aperitivo. Llegamos a comer a mediodía a casa con Mamá.

Experiencia muy bonita con los niños. Para recordar sin duda, y también para repetir.