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lunes, 14 de agosto de 2023

Sur de Peña Santa al estilo tradicional

21 a 23 Julio 2023 Peña Santa de Castilla (2.597 m), Vía Sur Clásica (600 m, V), Intento Arista Oeste Forcadona-Peña Santa. Rubén Díaz
La pared Sur de Peña Santa es realmente imponente. Por su altura por supuesto, pero también y quizá más, por su anchura. Se trata de una de las mayores de los Picos. Sumando al tamaño de la misma las camperas de los puertos de Vega Huerta a sus pies, le da un aire Dolomítico simplemente espectacular. Hacía años que no subía a Vega Huerta. La verdad es que casi prefería no echar cuentas. La cosa es que Peña Santa está lejos vayas por donde vayas, pero parece que mentalmente el acceso por el Sur se me antoja aún más largo que por el Norte, cuando en realidad no es así. Inicialmente íbamos a ser cuatro, y de hecho nos íbamos a Pirineos, hacia el Portalet. Luego la predicción meteorológica cambió el destino, nos redujo a tres y finalmente nos quedamos en dos. Con estos bailes, la idea barajada de entrar en taxi desde Caldevilla de Valdeón, por la Vega de Llos, se fue abandonando. Volvimos al plan tradicional por Soto de Sajambre. Eso sí, subiríamos el coche por la pista de Vegabaño para quitarnos esa parte de recorrido y desnivel. Este fin de semana venimos al monte a la antigua usanza. Durante años subíamos los fines de semana a los Picos con petates de 70 litros, cargados como mulas con todo lo necesario. Íbamos de viernes tarde a domingo. Después la vida empezó a restringir los tiempos y empezamos a venir a los mismos sitios pero en el día. Hacer una vía como esta en Peñasanta y en el día desde casa (la hemos hecho varias veces) tiene otros encantos diferentes. Pero también algunos peajes.
En esta ocasión, aunque venimos en plan ligero, con una sola cuerda de triple homologación y renunciando al lujo del hormillo, por otra parte traemos la tienda. Si bien el tamaño de las mochilas es más acotado, unos 40 litros, por fuera van las cosas que no entran, y al final pesan casi como las de antaño... La previsión de la tardenoche del viernes habla de lluvia, y no queremos arriesgarnos a llegar a la vega mojados y que el refugio esté ocupado, por esto la tienda. Además las temperaturas serán bajas. Sumada la comida y el material, andamos por los 15 o 16 kilos de petate cada uno. Una buena prueba de funcionamiento para mi cuerpo, aún en fase de recuperación... Arrancamos a media tarde desde el coche con calma y filosofía, atravensando los hermosos prados de Vegabaño, acercándonos al bosque de Cuestafría. Aquí comienza la cuesta que no abandonaremos en un buen rato. Vamos tranquilamente charlando, dosificando el esfuerzo. Pasamos la vega de Salambre, el Roblón, la fuente (donde por cierto la gente del Parque ha hecho una auténtica chapuza con la goma), y remontamos hasta el collado de salida de las hayas. Miramos la hora, vamos bien. La nube nos va envolviendo y en el Frade apenas podemos disfrutar las vistas a ambos lados. Empieza a mojar aunque no sea lluvia del todo. Además está frío. Yo me pongo el chubasquero. Remontamos desde el collado del Frade hacia la canal del Perro, y a ritmo cómodo llegamos al collado del Burro. Todo muy adecuado: sufrimos como perros y cargamos como burros. Llegado a este punto, a 2130 m, la subida ya está hecha. Ahora hasta la vega nos queda terreno más o menos llano, subebaja, sobre caliza mayormente. Se hace pesado pero finalmente llegamos. Son las ocho y media. Hemos tardado tres horas justas. Ni tan mal.
Manadas de rebecos por docenas pastan tranquilos a nuestro alrededor.
En el refugio están dos amigos, uno madrileño y otro salmantino, que al día siguiente quieren hacer la Sur clásica. Nos cuentan una historia de una aventura tremenda en la Canal del Pájaro Negro... ya les tranquilizamos diciéndoles que en la clásica (que no conocen) es todo más llevadero. Cargamos agua en la fuente, montamos la tienda y pronto a los sacos. Entre la humedad y la temperatura nos hemos quedado tiesos.
La noche discurre con algo de viento. Amanece con nube el monte. No vemos casi nada. Desayuno y sin prisa salimos hacia la pared. El día mejora y la nube desaparece.
Al llegar a la base tenemos delante a una pareja que nos pasó antes junto a la tienda. Los alcanzamos en la R0. Vienen desde Vegarredonda. Han tardado un buen rato en empezar y yo ya me auguro adelantar en breve, cosa que no va a suceder. Los dejamos levantar unos metros y sale Rubén a por el primer largo.
Cuando empezamos a escalar, hacia las diez y media, llegan por detrás la pareja del refugio. Seremos hoy tres cordadas en total en la pared, en un fin de semana de buen tiempo de julio. Solo tres cordadas y todas en la clásica. Con la oferta de estupendas vías que hay en esta fantástica pared. Ayer comentábamos esta circunstancia: apenas se ve gente escalando en el monte, y cuando los ves, generalmente se trata de gente de media de edad de 35-40 para arriba, yo diría incluso más. No se ven cordadas de chavales...
El segundo largo, que vuelve a tirar Rubén, me sorprende por lo que obliga a escalar, no lo recordaba tan tieso. Vamos con la pareja de delante pegados, él de Candás, majos los dos.
Nosotros vamos alternando cabeza de cuerda sin prisas, disfrutando de la escalada.
LLegamos a la terraza central, donde el nevero famoso agoniza en un hoyo. Le queda bien poca nieve... Nos calzamos las zapatillas, recogemos la cuerda y salimos remontando hacia el comienzo de la segunda parte. Aquí, en la base de la chimenea, volvemos a coincidir con la cordada que nos precede. Están descansando y comiendo algo, así que tras charlar un rato, pasamos delante. Mando a Rubén por el muro de la derecha en lugar de la chimenea. No lo conoce pero resuelve con solvencia.
Pronto estoy escalando delante yo en la transición hacia los canalizos. El ambiente aquí empieza a ser realmente fantástico. Sentado asegurando, la vista se me va hacia los paños de roca que recorren algunas vías que he hecho, y hacia otros por donde van vías abiertas por mis amigos y que se me escapan. Es una pared buenísima.
Por debajo progresa la cordada con quien hemos venido compartiendo la vía. Con la Aguja José del Prado detrás el ambiente es espectacular. Nos acercamos al tramo final, el muro de canalizos. Rubén hace el primer largo, se salta la reunión apurando cuerda, y ensamblamos unos metros en esta roca abrasiva.
Lidero luego yo y alcanzamos la última tirada. Rubén escala el largo final hasta el mismo vértice geodésico. Al llegar miro la hora, las tres menos cuarto. Unas cuatro horas. La vía tan guapa como siempre. Una escalada imprescindible en los Picos de Europa.
Disfrutamos de una solitaria cumbre (tampoco ha venido gente hoy por la normal). Vistas en redondo, mar de nubes por debajo de 1800 metros. Comemos algo y salimos hacia la Brecha Norte.
Tenemos intención de bajar por los Llastriales para confirmar el conocimiento de la ruta. Ambos hemos pasado por ella, pero hace mucho tiempo.
En la entrada de la Canal Estrecha nos desviamos hacia la izquierda y, con algunos destrepes delicados y un par de rápeles, nos posamos cerca ya de la Forcadona. Reconocemos puntos por los que hace un par de años, haciendo la Integral del Cornión, tuvimos dudas.
La Forcadona, como el nevero de la terraza Central, agoniza de nieve. La bajada hacia el Jou Santu igual. Se nota la poca precipitación de este invierno pasado... Estamos presenciando el final de las nieves perpetuas en los Picos, los últimos neveros permanentes se extinguen sin remedio. El regreso hasta Vega Huerta se hace pesado, aunque lo ameniza encontrar un cuerno de rebeco...
Al llegar a la Vega hay mucha más gente que el día anterior, varias tiendas cerca de la nuestra. Guiris, boyscouts, y más escaladadores. El sitio es grande y la gente educada. Se está muy tranquilo. Disfrutamos de la tarde al sol, comiendo y bebiendo, recorriendo los perfiles segúna avanzan las sombras, y pensando en qué hacer al día siguiente. Rubén venía sugiriendo el Pájaro Negro, pero yo, que conozco el percal (ya la hice dos veces), y aún no sé cómo me voy a levantar de cansado (recordemos la prótesis hace cinco meses...) le bajo el pistón. Decidimos ir a itentar la arista Oeste desde el collado de Llastriales (o Llambriales, según dónde lo leas). El atardecer tan bonito como siempre aquí.
El mar de nubes tapa y destapa las cumbres, el sol va cambiando de tono, destacando las líneas, dando paso a las sombras.
Dormimos como troncos. Al día siguiente, como nos acostamos pronto, a las ocho ya estamos funcionando. Amanece nublado y frío, más que el día previo. Hoy tendremos nuestra dosis de exploración, aventura, viento, frío y retirada: intento de la arista Oeste desde la collada alta de los Llastriales, hasta un punto con un paso infranqueable para nosotros en las condiciones que estamos: estar trepando en Julio con la capucha de la chupa puesta y los guantes, ya da idea del ambiente.
Además echamos en falta material fundamental para afrontarlo con seguridad. Volveremos más adelante a intentarlo, preparados con lo necesario.
Por la tarde, sin prisa, iniciamos la bajada a Vegabaño. Disfruntando el paseo después de la actividad realizada, del reencuentro con el monte a la manera tradicional, sin estreses de horarios. Llego al coche algo machacado de hombros, pero bastante fresco de piernas, y sin dolores. Estoy muy contento con el fin de semana.
Peña Santa, qué sitio espectacular. Y qué placer venir al monte así.