LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

lunes, 29 de abril de 2019

Familia montañera

Sábado 20 Abril 2019
Circular Soto (925 m)-Barcinera-Cotorra Escobaño (1.518 m)-Vegabaño-Soto (925 m)
Paula, Javi (9) y Jimena (6)


El día amaneció azul y la temperatura ideal para caminar. Salir de Soto es casi siempre cuesta arriba, y por el camino elegido hoy sobremanera: a media mañana cogemos dirección a Los Collaos, por donde circula la senda de El Arcediano, dirección a la Portillera de Beza. El camino arranca desde la misma fuente con pendiente pronunciada. Caminamos a la sombra de los fresnos, los cerezos y algunos robles, todos ellos luciendo nuevas hojas y algunos espectaculares flores. La pista va dando zetas que nos cambian el ángulo y la perspectiva, lo cual está bien para distraer la vista y la conversación, siempre continua con Jimena.



La primera parada breve la hacemos en Valdelosciegos, en el desvío que debemos tomar hacia la derecha, para Barcinera, abandonando la pista principal que continúa hacia los Collaos, bordeando el Jorcueto, hacia la Portillera de Beza. Desde aquí, nuestra subida seguirá, pero mucho más tranquila ahora.



Caminar con niños obliga a ser paciente. Hay que distraerles para que no se den cuenta de cuánto están caminando, de cuánta cuesta suben. El cansancio, el hambre y la sed aparecen mucho antes si no están distraídos, así que procuramos hablar de temas que les interesen, comentar cosas que les gusten, parar a mirar las vacas, los troncos de formas raras, las nubes veloces, etcétera. En nuestro caso esto aplica más a Jimena, de seis años, porque Javi con casi diez ya está motivado con el monte, y es casi lo contrario con él.



En un momento dado en que el camino atraviesa una pequeña campera, decidimos hacer una parada oficial, comer y beber algo, y jugar un rato.
El camino después sigue remontando, cada vez más estrecho y más cerca ya del bosque denso que sube desde Miraño y cubre todo nuestro horizonte. Ha venido desdibujándose hasta el punto que, en un momento dado, simplemente lo perdemos. En mitad de una empinada ladera entre árboles, con el suelo cubierto de hojas, piedras y palos, nos paramos para intentar ubicarnos de nuevo. Remonto yo solo hasta encontrar otra vez la buena senda.



Dentro del bosque y casi en llano alcanzamos el puerto de Barcinera. Aquí, con las señales del desvío a Carombo y la Jocica delante, y unas vistas tremendas a la Peña Santa, el Torco, la primera María, y más a la derecha Bermeja y Moledizos nos paramos de nuevo. Queda poca nieve pero la estampa es preciosa.



Jimena ya venía renegando, así que nos tiramos a tierra a comer los bocatas, que ya va siendo hora.
En este cruce de caminos pasa gente: primero saludamos a un solitario que viene de Vegabaño y baja hacia Carombo. Al poco rato llega una pareja veterana, bien cumplidos ya los sesenta, ella española, él extranjero. Vienen desde el collado Angón, de la Portillera Beza hasta aquí por el Olla, y de aquí bajarán hacia Carombo para volver por la Jocica. Paliza guapa.



Después de comer continuamos camino dirección a Vegabaño, pero a la mitad, en un pequeño collado, yo sugiero subir a la Cotorra. La Cotorra de Escobaño es una pequeña cumbre que emerge del bosque por encima de Vegabaño, y del valle del Dobra, balcón espectacular hacia la Peña Santa. Yo nunca he subido, pero parece muy evidente y sencillo.
Javi y yo ya veníamos planeando la ascensión desde casa. Después de cierto rifirrafe con la madre de las criaturas, que si la niña tiene seis años, que si tú siempre quieres hacer más… salimos todos para arriba por el bosque en paz y armonía. Al poco rato encontramos el camino oficial, señalado con hitos.



La subida va como anticipaba, tranquila y cómoda. Llegando arriba se abre el paisaje de árboles, aflora algo de nieve y se levanta un viento tremendo. Hay una antena con un panel solar, imagino que tomará datos para alguien. Un poco más arriba, la cima. Hacer cumbre es una sensación que me atrae desde niño, y seguro que a Javi y Jimena también. Nos sacamos unas fotos en mitad de la ventolera, disfrutamos las vistas y salimos para debajo de vuelta.



Alcanzada la pista de nuevo, tiramos hacia territorio conocido, Vegabaño con sus cabañas.


Llegando a la pradera hacemos un nuevo alto en un sitio que invita a ello. Nos tiramos en el prado, de hierba corta c oomo de campo de golf, pero mucho mejor porque es natural. Nos relajamos al sol primaveral.



Reanudada la marcha  y alcanzada la vega, decidimos tirar para abajo, al pueblo, no vaya a ser que nos pasemos y las muchas horas de marcha pasen factura a la más pequeña. La decisión fue buena: Jimena continúa todo el resto del recorrido feliz como una perdiz, hablando como la cotorra que acabamos de ascender, y deleitándonos con sus múltiples ocurrencias.



La bajada incluye por supuesto foto de recuerdo en la piedrasilla de la cabaña del Grandoso, ascensión obligada al Peñón del Cueto, e incluso parada biológica de grado dos para Javi.




Llegamos al pueblo a media tarde, unas siete horas después de salir, todos encantados con la excursión, especialmente el padre de las criaturas, al que se le cae la baba con su familia montañera.



Al día siguiente subo a Beza a meter un poco de desnivel al cuerpo, y a la bajada subo al Fortín donde me esperan los tres.
Venimos poco, pero casi siempre quedamos encantados.

¡Qué guapo es Sajambre y los Picos!

jueves, 11 de abril de 2019

Intento al Taillon

Sábado 30 Marzo 2019
Rubén Díaz, Pablo Luque
Taillon (3.177 m) Intento Norte Clásica Taillon (700 m, 65º M3)


A la una apago el ordenador y salgo pitando. Conduzco hasta casa, y mientras como algo remato los trastos. A las dos recojo a Rubén y a las dos y cuarto a Luque. Arrancamos destino Gavarnie.
Luque es compañero habitual de andanzas, pero Rubén hace mucho que no. Juntos escalamos hace muchos años, con él subí al Picu por primera vez con diecisiete años, y con él hice mi primer Marqués, y otras cuantas, pero de eso han pasado dos décadas… Este es un reencuentro en toda regla.



Siete horas más tarde aparcamos en la estación de esquí, cerrada desde la semana pasada. La temperatura ha estado más alta de lo que esperábamos en el trayecto: aun llegando a Gavarnie estaba por encima de los diez grados (en Gijón estos días de atrás a esta hora estábamos a 6…). Tras investigar un poco encontramos un buen sitio para vivaquear, resguardados del viento, en lo que seguramente sea una de las barras de venta de bocatas y cervezas para los esquiadores. Cenamos y nos metemos en los sacos. A las diez y media dormidos.



A las cinco pita el despertador. Está muy estrellado y no hace demasiado frío, pero se te quedan las manos tiesas mientras desayunamos. A las seis, en la tenue luz del amanecer, ya estamos caminando por las pistas, sobre lo que parece ser la carretera que sube al Col de Tente.



Una hora después llegamos al collado y vemos nuestro objetivo por primera vez: está mucho más seco de lo que nos gustaría. Con todo, si la nieve sigue como hasta ahora, es decir, helada, puede que lo consigamos. Vemos muchos más tramos de roca de lo normal: ya a la entrada se ve bastante cegado, a un tercio hay una franja grande, más arriba se ven dos vetas totalmente en seco, y arriba del todo parece simplemente infranqueable, pero imaginamos que tendrá algún paso secreto, oculto.
Salimos llaneando hacia el collado del puerto de Bujaruelo. Todo esto es nuevo para los tres y vamos disfrutando el paisaje, especialmente en este tramo que es llano.



En el puerto nos ponemos el arnés, el casco y los crampones.
El tramo final hacia la entrada de la vía se hace más pesado: en ángulo aprieta, pero es que además la nieve ha venido perdiendo consistencia de helada a azúcar, hasta quedar en polvo totalmente sin transformar. Las expectativas se van llenando de incertidumbre, pero son las ocho de la mañana y tenemos que meterle un tiento, que a esto hemos venido…
Al tocar roca montamos una reunión y sacamos el material. Me ato yo para salir delante: vemos por encima dos opciones claras: ambas con tramos largos de mixto o roca viva. La de la izquierda seguro que es el paso habitual cuando la pared tiene la carga adecuada de nieve. La de la derecha que hoy parece menos tiesa y con más hielo.
Salgo primero a la izquierda, remonto en roca después de meter un allien, pero lo que veo no me convence: demasiado compacto y sin relieve. Destrepo y me paso diez metros a la derecha. Con los pies en hielo y un piolet bien pinchado meto un clavo corto en una fisura: lo alondro para restar palanca y me mentalizo a remontar el mixto. Después es más fácil de lo que aparenta, pero me cuesta entrar. Por encima remonto unos doce metros fáciles en mixtos, hago travesía a izquierda y derecha sobre llambrías, y viendo un clavo por encima, me dirijo a él. Mixto tumbado pero delicado. Meto otro clavo, un allien y por fin llego a la altura del clavo, también con mucha palanca. Me coloco, remonto pies gancheando piolets en roca y en hielo fino. A la derecha hay una lengua de hielo y la salida a una campa de nieve, pero no alcanzo a pinchar. Bufo, rebufo, y se me cargan los gemelos. Me recoloco un poco más alto, pero también más precario, los seguros ya por debajo, me tengo que fiar del piolet gancheado para por fin pinchar en el hielo alto a la derecha. Tiro de esa mano y, confiando aguante la chapa de hielo, me remonto de pies sobre ella para ya salir a terreno fácil.
A los ocho metros meto una estaca en la vertical del paso para proteger a mis colegas, porque yo tengo que hacer travesía a la izquierda claramente. Otros quince metros y alcanzo una reunión con dos clavos, cordinos y maillon. Miro el reloj, me ha llevado casi una hora. Así vamos mal.



Rubén y Pablo llegan rápido comparado con lo que me ha llevado a mí, pero Rubén viene sufriendo con un proceso de recalentamiendo de manos frías, que le deja incluso mareado: se apoya en los piolets mientras nosotros nos organizamos. Sabemos lo que es y lo muy mal que se pasa.
Vuelvo a salir delante ahora por nieve tumbada, fácil, sin misterio, pero también inconsistente y pesada. Estiro los sesenta metros para montar reunión. Pablo llega diciendo que esto no está para seguir, y yo no le quiero hacer caso. Tira él delante ahora otro tramo a tope de cuerda y del mismo estilo, solo que la nieve parece incluso empeorar. Te levantas porque está tumbado, pero no ofrece seguridad ni deja avanzar rápido. Cuando llegamos al relevo ya lo vamos comentando los tres, pero vuelvo a ponerme delante para tirar otro largo más del mismo estilo: tumbado, y en nieve continua pero chunga. A los cincuenta y cinco metros monto reunión contra un nuevo muro de roca. Cuando llegan volvemos a debatir la situación. Lo lógico es bajarse, pero con todo, sale Rubén delante a por una nueva tirada, esta vez casi entera en roca y poco evidente. Resuelve rápido unos cuarenta metros hasta encarar una zona más delicada, se para y monta relevo con un clavo y un diente de roca regulero. Pablo no lo ve claro (y tiene razón), pero yo salgo para arriba a ver cómo se ve. Hasta ahora, los tres largos de nieve los hemos resuelto en quince minutos cada uno y los vemos destrepables, caso de tener que retirar.




El panorama por encima no invita a seguir, alcanzo a Rubén y me asomo a la izquierda a mirar un canaleto de nieve: parece que es lo lógico, pero la nieve sigue igual, y esto empezaría a sacarnos de la vertical que venimos llevando de reuniones. Venimos con el material justo para hacer la vía, pero no para retirarnos desde mucho más arriba: simplemente no es lo lógico. Además, el cielo azul de la mañana se ha ido nublando desde el sur, la parte alta de la montaña empieza a no estar visible entre algodón.  
Llevamos cinco largos, casi todos a tope de cuerda, pero por encima queda mucho que pelear en estas condiciones. Última mirada arriba, tras un corto debate, asumimos lo más razonable: toca retirar.


Me acerco a la reunión de Rubén: tenemos que reforzarla. Mete otro segundo clavo, no entran completos pero parecen trabajar bien. Triangulamos con el diente de roca y yo añado un allien de respaldo, sin carga, y que deberá retirar si todo va bien.



Rapelo delante que peso más y luego me sigue Rubén. Una vez los tres juntos, ellos dos destrepan asegurados por mí, y me colocan algún seguro de vez en cuando. Yo desmonto la reunión y destrepo “de primero”, es decir, con la cuerda por debajo. Pero el terreno es fácil a pesar del estado de la nieve.



Repetimos esta secuencia tres veces hasta llegar a la primera reunión. Aquí rapelamos los tres el muro de mixtos que antes me hizo sudar en frío.
Una vez fuera de la pared, observamos cómo las nubes han cubierto la parte alta  de la montaña, cada vez más densas, empiezan a soltar copos apretados de nieve.



No sabemos qué hacer, si tirar a Serradets a dormir, o dejar el material aquí e ir a dar una vuelta, o tirar para abajo.
Tras caminar brevemente nos sentamos a recoger los trastos. La nieve está pesada, el cielo oscuro y el ánimo bajo.
Es temprano. Si bajamos todavía volvemos a casa hoy. Tiramos al coche. Otras dos horas de caminar.



Astazús perfilados y nube en Marboré

Retirar siempre fastidia. Más si has viajado. Pero de todo se aprende.
Hemos conocido la zona, y tenemos claro que volveremos. Confiamos en que la próxima vez saldremos por arriba. Así es esto del alpinismo; unas veces se gana y otras se pierde. Con todo, lo hemos pasado muy bien.
Esa noche dormimos en casa. Al día siguiente quedamos para escalar un poco de roca caliente.


Y lo mejor de todo: a Rubén le gusta el barro, otro para la agenda, que no sobran.

Viernes 29, Gijón  14:30 h
Gavarnie 21:30 h
Inicio Jornada 6:00 h
Pie de vía 8:00 h
Punto más alto  11:45 h
Pie de vía 14:00 h
Coche 16:30 h
Gijón Domingo 00:30 h