LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 28 de enero de 2022

Ausente y helado

Domingo 23 Ene 22
Puerto San Isidro. Lago Ausente
Salida montañera familiar

 


La previsión era de tiempo despejado y frío, tal y como venía en los últimos días. La opción de esquiar la había descartado por los comentarios de los amigos respecto a la nieve muy helada, demasiado. Como lo que queríamos era pisar un poco de nieve y pasar el día en el monte, la opción de ir hasta el lago Ausente me pareció perfecta.




Se trata de una excursión corta, sin apenas desnivel, pero que nos lleva hasta un paraje muy guapo, especialmente en invierno. Se puede acceder directamente desde el aparcamiento superior de la estación, o bien, salir desde la parte baja y añadirle algo más de recorrido por lomas suaves con buenas vistas.

Salimos de casa sin prisa, a eso de las once de la mañana. El trayecto hasta el puerto es cómodo y a pesar de que había tráfico, en poco más de una hora estábamos aparcando en Salencias. Dos días antes yo había subido por la tarde al Toneo con Luque, de pinchos desde el coche, y a tramos muy duro. Me daba un poco de respeto la nieve helada, y consciente de que resbalar en una pala es muy fácil, coger velocidad y hacerte daño si pegas con algo, también. Las botas de Paula y los niños son muy sencillas, blandas, y cantear es complicado. Si le añades el no haberlo hecho antes, pues más aún.

Por si acaso se complicaba la cosa, nunca se sabe, había cogido unos crampones, un piolet y un cordino por si tenía que amarrar a alguno para cruzar un tramo delicado. Todo esto oculto dentro de la mochila para no alarmar a la madre de las criaturas…

Arrancamos con calma y nada más empezar nos toca un primer obstáculo inesperado: cruzar un arroyo con bastante caudal, pisando sobre piedras resbaladizas y con las orillas heladas. Los ánimos están altos y una vez superado, no sin ciertas dificultades, las posteriores laderas de pendientes suaves de nieve con escobas intercaladas se suceden sin problemas, al revés, con disfrute.

Jimena va con su santa calma, acompañada de su madre, hablando sin parar, haciendo numerosas paradas para tirarse en la nieve a hacer ángeles, a lanzar nieve en polvo al aire, a escribir mensajes… Javi en cambio va por delante, en modo explorador, buscando el mejor trazado, atento a mis advertencias sobre las zonas más heladas (hay muchas de hielo vivo), y a las numerosas huellas de animales marcadas por todas partes (por cierto que algunas de ellas estamos convencidos de que eran lobos).

Al sol se está muy bien, pero se nota el frío. Cuando nos acercamos a la pista que viene de Cebolledo, por la que normalmente se va al lago, la sombra de la vertiente norte nos enfrenta a nieve aún más dura y zonas de hielo. Hay que andar con cuidado. Nos cruzamos bastante gente, de los cuales muchos no han llegado al lago por precaución.


Apenas hay desnivel, y no llevamos mucho caminando, pero es mediodía y el hambre empieza a apretar. En un parche de sol justo debajo de la dura rampa final al lago se me rebelan las tropas: hay que sacar un tentempié o no se avanza más. Aprovechamos la parada para preguntar tiempos a alguna gente que está bajando: apenas son diez minutos.

Una vez recargados los depósitos remontamos por la empinada ladera (el camino normal está muy helado) y llegamos finalmente a la soleada cuenca en la que se aloja el lago. Está totalmente helado. El paisaje es precioso.


Comemos algo más ahora reconfortados por el sol. Los niños exploran la orilla, se tiran resbalando por las laderas…

Ha merecido la pena el esfuerzo final, me reconocen todos. No siempre consigo convencerles y en ocasiones nos perdemos el premio final.

El camino de regreso vuelve a ser cómodo y disfrutón. Incluso el cruce del arroyo casi para llegar al coche nos resulta ameno. Llegamos a casa para merendar.

Hemos aprovechado bien el día y las tropas están contentas. 



Seguro que les quedará buen recuerdo y este me ayudará a fututas convocatorias. Tendré que andar fino para mantener el nivel…



viernes, 7 de enero de 2022

Hablar con propiedad

“Yo está vía la voy a probar en trotter, porque ya empiezo a estar cansado, tengo los popeyes de madera.” Así me decía mi buen colega Elías en uno de nuestros primeros escalando en roca. Por aquella no sabíamos casi nada, apenas teníamos material ni mucho menos estilo, pero sí mucho empuje e ilusión. Se refería entonces a escalar en “Top Rope”, es decir, con la cuerda por arriba. Seguramente habríamos escuchado la expresión a alguno de nuestros mentores, en las travesías donde hacíamos búlder en la playa, pero no nos habíamos quedado bien con el término. Absorbíamos como esponjas, unas veces con más éxito que otras. 

1991. Ya llovió. Cuando empiezas en algo tan increíble como la escalada, lo normal es apasionarse totalmente. Eso fue lo que nos pasó a unos cuantos chavales de 15 años por aquel entonces. Ibamos a la playa a hacer búlder, sin saber qué significaba exactamente. Ibamos casi a diario, a medio día, después de comer y antes de volver a clase, a donde llegábamos con las manos sucias, con una buena sudada, y con los antebrazos como Popeye... En las traves de la playa coincidíamos con gente mayor que escalaba muy bien. Hacían todos esos pasos que a nosotros nos costaban horrores, o simplemente no nos salían... Esa gente nos iba educando en esto de la escalada, en los conceptos básicos. Esa misma gente nos acompañó las primeras (y muchas más) a escuelas de escalada donde, en mitad de la anarquía necesaria, nos seguían enseñando cómo, qué, y por qué. 

Gracias a Luque, Juaco, Juan, Luis, Miguel, Manu y tantos otros.
“Voy a abrir vía yo, y si eso ya la haces tú luego a vista y quitas las chapas”. Frase escuchable cualquier día en cualquier zona de deportiva, donde las vías están completamente equipadas y por tanto no se abren, las chapas no se ponen ni se quitan, y donde el asegurador atento al milímetro a pasos y movimientos de su colega, nunca podrá hacer esa vía a vista, sino como mucho, al flash. 

“Después de meter un birdbeak, un rp, y dos gancheos malos, conseguí llegar a un punto donde maceé una v falcada con un taco, que junto con un bong y una flor de pitonisas chungalís, todo triangulado me dejó anclarme, meter la placa y asegurar al colega.” 
Cuando te alejas de la deportiva, donde los conceptos y los materiales al final son cuatro cosas, las probabilidades de no entender nada para alguien ajeno al mundillo se multiplican. Eso del artificial o de la “Alpina” (como gustan de llamar a la escalada en el monte las nuevas generaciones) es ya puro sánscrito. 
Simplemente otro idioma. 
Cada disciplina u oficio desarrolla su propio lenguaje, y la escalada es un buen ejemplo. 

Me parece que el Diccionario escrito por Tino Núñez, editado por mi amigo Alberto, y prologado por mi también amigo Mon, puede servir para varias cosas importantes: aclarar dudas a muchos que empiezan y que no tienen por qué saber, recordar o corregir cosas a algunos que llevan tiempo escalando y que parecen mezclar conceptos, y además, por el modo en que está escrito, hacerles sonreír a todos ellos. 
Hablar con propiedad es importante.
 
Encadenar es lo que es. 
Escalar a vista es escalar a vista, y eso es algo muy concreto y bien definido, aunque mucha gente parece no entenderlo (o no quieren entenderlo). 
El Pinkpoint, que está muy poco de moda, es un matiz que marca una diferencia que puede ser abismal en un encadenamiento en tu límite. 
 Los excéntricos son lo que son, si bien dentro del mundo de la escalada también hay muchos otros a los que se les puede aplicar el término por distintos motivos. 

Hay muchos términos que quizá hoy día estén en desuso, pero que formaron parte integral de la escalada durante mucho tiempo: por ejemplo el ocho.   

Yo me lo he comprado por las tres razones mencionadas y alguna más: seguro que hay cosas que no sé y siempre hay que estar dispuesto a aprender, otras cosas igual las tengo liadas y las puedo aclarar, y por último ya me he reído bastante con varias definiciones. 

El saber no ocupa lugar, y el leer entretiene. Muy recomendable. 

(para la segunda edición, echo en falta algunos términos más viejunos (talabarte), o importaciones exteriores (baudrier), pero es verdad que nunca han sido de mucho uso).