LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

martes, 28 de octubre de 2014

Reduce tu huella

Una vez más, como en cada número que recibo, Alpinist me propone artículos que me hacen pensar. Artículos que van más allá de la escalada, del alpinismo, de los grados de dificultad, de los de temperatura, de los metros de vía o del número de pegues.
En el último número, el de este pasado verano, le he sacado partido a un buen artículo sobre Alex Honnold.
Honnold es mundialmente conocido por sus escaladas a pelo, por sus vídeos que te suben las pulsaciones y hacen que te suden las manos, mucho en mi caso.
Como corresponde, el artículo giraba en torno a otra escalada sin cuerda simplemente brutal: “Sendero Luminoso” en el Potrero Chico, al Norte de Méjico (Barrabes ofrece un vídeo en su web: se te caen las pistolas). 
La vía en cuestión es un tapiazo de quinientos metros de caliza orientada al norte, 15 largos de escalada técnica con grado muy sostenido entre el 7a y el 7c. Vamos, una brutalidad para escalar a pelo.
Alex la había escalado ya hace años, y a primeros de este volvió por allí con la intención de darle en solo. La trabajó durante días para hacerse con los pasos, ganar confianza y además limpiarla de matojos (mucho tráfico no debe de tener…).  Escaló la vía en tres horas en las que dice no falló ni dudó en ningún paso. Alucinante.


A parte de lo flipante de la escalada en sí, a lo largo de la entrevista me gustaron mucho las reflexiones del gallo en torno al problema planetario relacionado con nuestro modelo de desarrollo, nuestro nivel de contaminación, de consumo de recursos y de impacto en todas nuestras acciones. Me gustó que se identificara a sí mismo como parte del problema, y en sus propias palabras, más aún siendo yankee. Me gustó que se planteara la imperiosa necesidad de tomar acciones a nivel personal, cada uno desde su posición, para intentar cambiar esto, o por lo menos, en la medida de lo posible, no contribuir al colapso.  

Sólo tenemos un planeta: reduce tu huella.

domingo, 19 de octubre de 2014

Ordiales, Cotalba-Requexón y más

Sábado 11 Octubre 14
Solo
Pandecarmen-Vegarredonda-Ordiales-Cotalba-Canal Vaquera-Tercer Poyón-Requexón-Torre Santa María-La Fragua-Vegarredonda-Pandecarmen

La idea inicial era la habitual: subir a escalar al monte, y si se podía a Picos, mejor. Problemas de agenda y la mediocre previsión meteorológica hizo que me quedara sin candidatos: unos no podían y otros se iban de escuela. Yo llevaba demasiado tiempo sin salir de monte como para cambiar el cromo por unas horas de deportiva, así que decidí ir solo. Como alguien dijo hace tiempo, “el mal tiempo hay que ir a verlo al monte”.
Toda la vida escalando por los Picos ha hecho que tenga visitas pendientes en zonas míticas, fundamentales, pero a las que la escalada no me ha llevado. Ordiales puede ser el ejemplo por excelencia. Inspirado por amigos como Castaño o Boza, decidí ir hasta allí, conocerlo, y luego intentar hacer cumbres cercanas que tampoco conocía, y estirar luego a otras conocidas, si me daba la caja.


La subida a Vegarredonda fue tranquila: a la luz del amanecer y hablando desde medio camino con Javi, un chaval muy majo al que alcancé. En el refugio estuve un buen rato de charla con otro Javi, el guarda, aprovechado para pedirle indicaciones para las trepadas del Tercer Poyón y para el Requexón: sin sus referencias, no habría sido tan fácil luego.
Sin peso se camina de otra forma, no tiene nada que ver con la sensación habitual cuando llevas el material de escalada. Y en invierno mucho más. De zapatillas, con un bocata y un chubasquero en la mochila, me sentía volar.
Hacia Ordiales no iba nadie aún, era temprano, así que disfruté tanto del camino como de la vega y del mirador para mí solo. Impresionante sitio. Pero yo tenía mono de cumbres, así que pronto tiré hacia el Cotalba.

Sin tener ni idea de por dónde era, fui siguiendo mi instinto, y pronto me pareció que acertaba al ir encontrando hitos. En la parte final me subí a la arista para amenizar el esfuerzo trepando un poco. 

Desde la cumbre me parecía que el recorrido hasta el Requexón era largo, aunque en la montaña las distancias engañan (si bien normalmente es al revés como engañan).

El día está fresco y a pesar del esfuerzo, no me sobra el forro. Las nubes entran y salen sin parar ocultando a ratos las torres principales del macizo: la cosa podría torcerse de repente, como por otra parte han anunciado, y el agua me echaría para abajo, así que decido acelerar para intentar conseguir el máximo número de cumbres.

Sin parar continúo descendiendo a la collada con la torre de la Canal Vaquera. Esta segunda cumbre es más sencilla que el Cotalba. En su cima paro a echar un trago y comer algo, y miro hacia los Poyones y el Requexón, muy alpinos desde aquí. Al poco tiempo estoy de nuevo destrepando canales para ir hacia el collado con el Tercer Poyón. Esta cumbre presenta un frente de caliza más compacto, pero se intuyen canales cruzándolo en diagonal. Aquí, las referencias de Javi Malo ya me ayudan, y rápidamente estoy en la arista dirección Norte. Hago cumbre y me vuelvo por la arista ahora dirección Sur para destrepar hacia el siguiente pico.

El Requexón es una cumbre de altura modesta, pero afilado y alpino en todas sus vertientes. La cara Norte es la más espectacular, pero también la Sur obliga a escaladas de cientos de metros. Su normal, orientada al Sureste, exige trepar con atención y en invierno puede ser delicada. Hoy me toca ascender por su cara Noroeste, y desde mi perspectiva y sin conocerla, estando solo, me parece inexpugnable.

Trepadas al Tercer Poyón y al Requexón

Como suele suceder, conforme me acerco a la pared empiezo a identificar sus puntos flacos. Entro por una vira diagonal a derechas, con varios largos de llambrias de canalizos por debajo. Cuando agoto la vira, recuerdo el aviso de Javi Malo: dos canales tiesas, coger la de la izquierda. Lo veo claro y sigo trepando por III grado, primero una canal chimenea y luego por un muro aéreo pero de cazos. Me obligo a mirar bien los cantos y los apoyos, a trepar con atención: es fácil, pero es en estos terrenos y circunstancias cuando se cometen errores.


Una mirada hacia Sajambre
Llego a la cuarta cima del día. Hasta ahora no me he encontrado a nadie. Miro el reloj, es temprano. El viento frío me hace continuar hacia la normal: ya pararé en la collada a comer algo.
Cuando estoy en la Mazada son las doce. Cuatro horas desde que salí del coche, y eso que estuve más de veinte minutos en el refugio hablando con Javi, y que vengo haciendo a vista todo el recorrido menos la bajada del último pico… Me sorprendo a mí mismo.


Mientras como y bebo, pienso que este recorrido en invierno tiene que ser totalmente espectacular: me lo apunto a mi ya larga lista de pendientes…

Viendo los tiempos, ya venía pensando qué hacer ahora, intentando aprovechar las dos horas que teóricamente quedaban hasta que llegase la lluvia. Me decido por ir a la torre de Santa María por la Grieta Rubia, la normal, por donde hace ya unos años que no paso. Salgo por los prados hacia Fuente Prieta mirando sin parar las paredes de las Cebolledas, donde hoy pretendía haber venido a escalar: la vía “Sorpresa” se levanta elegante a la izquierda del gran nicho. Hay que venir.  Sin duda este rincón de Picos es espectacular, además de muy tranquilo, de mis favoritos.

Las zetas hacia la Horcada de Santa María me sacan de ritmo y me aceleran la respiración de forma seria por primera vez en el día: el no llevar peso se sigue mostrando como una diferencia tremenda. Ya en la horcada veo varias personas iniciando la trepada: les doy una voz de saludo y arranco hacia ellos. Pronto los alcanzo: Javi, a quien conocí por la mañana y dos chavales más, Marcos y Jose. Vamos juntos por los tramos finales hasta la cumbre, que ninguno de ellos ha pisado.

Javi y Marcos, dos amigos de la ocasión
El paisaje como siempre espectacular. Las nubes entran y salen y el viento hace que las manos se me queden de cartón por un rato. Fotos y para abajo. Les invito a tirar hacia el norte, por donde voy a bajar yo, para que no repitan recorrido y les quede más guapa la jornada. Los destrepes se suceden hasta tocar la nieve durísima que conduce hasta la boca del Jou Santu. Aquí me despido de ellos y salgo de nuevo ligero y a mi aire.


Se oyen voces en las cumbres, se destacan perfiles en las aristas: Canal Parda y Cebolledas, hay más gente alrededor disfrutando del día en los Picos.

De la Fragua para abajo las piernas empiezan a acusar el cansancio. Descargo todo el peso que puedo en los bastones, pero aún así ya chirría alguna junta…
En Vegarredonda me tomo un acuarius rápido charlando con Marta y jugando con el perro, y para abajo.
El día ha aguantado, de hecho, la tarde está muy agradable: la luz otoñal detalla el paisaje.

En la Vega Enol paro a saludar a mis amigos Kike y Luis, que hoy han venido a subir los Lagos en bicicleta: un cafetín y para casa. A las siete estoy con los niños jugando en el parque, como siempre sorprendido por cuánto puede dar de sí un mismo día…

Pandecarmen 8:00 h
Vegarredonda 8:55 h
Salida Vegarredonda 9:25 h
Ordiales 10:05 h
Cotalba 10:50 h
Canal Vaquera 11:05 h
Tercer Poyón 11:20 h
Requexón 11:40 h
Collada La Mazada 12:00 h
Torre Santa María 13:00 h
Collada La Fragua 15:00 h
Vegarredonda 15:30 h
Pandecarmen 16:40 h

Distancia Aproximada 25 km
Desnivel Acumulado aprox 1.900 m

sábado, 11 de octubre de 2014

Dudas

Miércoles 9:45 h de la noche.
A la luz indirecta de las farolas estoy en la pasada de vuelta de la segunda serie de hoy a la travesía clásica del Piles. Hoy el tacto es horrible, hay bastante arena en las presas, hace calor y humedad y sudo como un pollo. Con toda esta combinación, resbalo a menudo, me está costando bastante encadenar y me noto bien cargado de antebrazos. Llevo casi dos meses sin ponerme un arnés y las opciones de entreno que me quedan son estas. Me pregunto a mí mismo si aún sigo siendo un escalador.
Esta semana es el Campeonato del Mundo de escalada deportiva aquí en Gijón; aún no he ido por allí, y no sé si iré. Mientras suelto brazos y cojo magnesio, pienso que ahora mismo seguramente habrá competidores paseando por la playa, disfrutando de la noche tan agradable que hace. Me imagino a Adam Ondra comiéndose un helado (bueno, no sé si esta gente se permite comer helados…).
A pesar de que hay poca luz, la gente a veces se fija en el colgao (nunca tan al pelo la expresión) que escala la pared que da a la playa. Se asoma una pareja de guiris, comentan entre ellos alguna cosa y el tío me dice:
“Hi, you competed today?”
“Uf, no mate, that´s the Champions League!”
“I see… So what´s that you´re doing? Is it a route or something?”
“Yeah, it´s a traverse, a training traverse”
“Looks nice!”
“Well, it is nice indeed, but it is very polished because it is old and we´ve been doing it for many years”
“Oh really?”
“Yes, myself have been doing it for more than twenty years…”
Yo mismo me sorprendo cuando lo digo, pero así es: llevo más de veinte años haciendo esta trave, ¡cómo no va a estar pulida!
El chaval me tira un par de fotos con el móvil:
“You have an Instagram account?”
“No I don´t”
“A shame, nice shots”
“Thanks anyway”
Cuando se piran me quedo pensando que quizá ellos sí que habrán competido hoy. Sigo con la trave, capeando el temporal de mi falta de forma y preguntándome de nuevo si seguiré siendo un escalador…

Sábado 5 de la tarde.
Hoy creo que han sido las finales de paraescalada del campeonato. Javi llevaba varios días diciéndome que quería venir a escalar. Para él escalar de momento sólo significa ir al Boulder del Grupo, a cualquiera de las dos salas, y jugar a colgarse de las presas y saltar a la colchoneta. Le encanta. Mientras él juega yo le doy dos pasadas a la sala, cogiéndome a todo, sin mirar ni pensar mucho.  Entre traves le saco fotos a Javi, le indico las presas a coger, le ayudo a colocar los pies.
Otra vez más me sorprendo preguntándome a mí mismo si realmente sigo siendo un escalador.




Domingo 4 de la tarde.
Hoy son las finales absolutas del Campeonato. Empiezan a las seis y media. Apenas hemos acabado de comer con unos amigos en la terraza de un merendero de Deva cuando se desencadena una tormenta eléctrica tremenda. Durante casi una hora llueve fuerte y caen rayos y truenos sin parar, algunos de ellos espectaculares. A las seis ya estamos en casa, dudo entre ir a ver las finales o salir con la bici: ya escampó y la atmósfera está limpia. Me decido por la bici.



Subo al Monte Deva por el cagondios, sufriendo como un perro, como siempre: los casi trescientos metros de desnivel en apenas dos kilómetros imponen su ley. Al llegar arriba me voy hacia las áreas recreativas y la cuesta de los troncos para bajar a la Olla. No me cruzo con nadie en todo el recorrido: la tormenta ha desanimado a la gente.
Sobre las siete, bajando por la pista del camping, derrapando entre regodones, y apreciando por el rabillo del ojo los matices de colores de las hojas caídas que anticipan la llegada del otoño, pienso que ahora mismo los mejores del mundo están aquí al lado apretando a tope, y que me estoy perdiendo un espectáculo irrepetible.

Una vez más me pregunto a mí mismo si aún seguiré siendo un escalador.