LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 20 de abril de 2012

Una escapada al Pirineo

Diciembre 1999, 
José Antonio Estévez
Vignemale (3.298 m) Normal
Petit Vignemale (3.032 m) Vía de los Seracs, AD Sup, 400 m






La verdadera confianza con un amigo se nota cuando puedes estar unas cuantas horas en el interior de un coche sin apenas cruzar palabra, y sin que esto resulte violento, claro. 
A Estivi y a mí esto nos pasa poco: a pesar de pasar mucho tiempo juntos, no nos suelen faltar los temas de conversación: a una mala,  la crítica despiadada de conocidos es una opción muy socorrida…

Diciembre. Puente de la Constitución. Salimos dirección Pirineos hacia la zona del Vignemale. La idea sería hacer el Gaube, pero a los dos nos da bastante respeto, y además puede ser pronto en la temporada como para que esté en buenas condiciones, pero ahí está.
El viaje va a ser largo, hay poca luz como corresponde a este mes, y vamos en un Citroen Saxo 1500 diesel de cincuenta caballos; le calculamos unas siete horas. Cuando llegamos al parking de la estación de esquí de Pont d´Espagne y sacamos las mochilas del maletero, hacemos comparativas de peso para ver si hay justicia en este mundo: pesan parecido, mucho, no sé si esto es justo o no, pero es lo que hay.




En la parte baja de la estación unos cuantos puretas franceses con esquíes de fondo apuran la luz de un día laborable para ellos, haciendo su sesión de ejercicio diaria. Es media tarde cuando empezamos a remontar las pistas aprovechando la nieve pisada. Cuando alcanzamos la cabecera de la estación, en el declinar de la luz, la cómoda nieve dura se termina, empieza ahora a estar muy profunda, y el camino que va remontando un valle boscoso, se hace duro. Vamos resoplando hundidos debajo de nuestras mochilas, con la resignación de la costumbre, y del que sabe que aún le queda rato hasta llegar a destino. Nos turnamos delante, porque aunque hay huella, la nieve está tan fresca que apenas está prensada, y agota. 


Encendemos las frontales cuando parece que la cuesta empieza a ceder, aunque la silueta de la Norte del Vignemale aún aparece lejana. Cuando tiramos las mochilas en lo que nos parece buen sitio para la tienda (en estos momentos cualquier cosa nos parece buen sitio) llevamos tres horas y pico de pateo. Montamos nuestro campamento a unos cientos de metros del refugio de les Oulettes de Gaube, por cuyas ventanas se ve una atrayente y cálida luz. Cenamos y nos derrumbamos en los sacos.
La estampa al amanecer es espectacular: la Pique Longue, el Piton Carré, la punta Chausenque… todo con un frente norte de corte muy alpino en sus líneas, verticalidad en sus paredes, glaciar en la base… viniendo del Cantábrico, se ve grande. Hoy es viernes y vamos a hacer la cumbre principal por la normal, lo que desde nuestro campamento es una buena excursión. El frío ha sido intenso toda la noche y la nieve cruje bajo los crampones. Mientras vamos ganando altura hacia el Este, oímos voces en el interior de la Norte; hay gente metida.


Poco a poco el día avanza y el sol nos calienta, progresamos hacia la vertiente española, mucho más roma que la francesa, pero igualmente bonita. No hay prisa, así que con calma nos vamos parando a disfrutar de las vistas, a comer y beber, a descansar. El plató final se hace largo (no es que se haga largo, es que es largo de narices) y me voy distanciando de Estivi. Al pasar a la altura de la salida del Gaube unas voces me sorprenden: la alegría del primero de cuerda al llegar al collado explota en el silencio de la montaña: está claro que lo ha disfrutado. Debajo del zócalo de roca que forma la cumbre me siento a esperar a que llegue el colega. 



Una vez juntos, trepamos los metros finales y nos sentamos en la cima. 360 grados de vistas: vamos identificando las cumbres principales y singulares: Midi d´Ossau, Marboré, Taiillon, Astazús, Perdido… Fotos de rigor.

El camino de bajada se nos hace, si cabe, más largo que el de subida. Cuando llegamos a la tienda el sol hace rato que se ha ido, con su calor reconfortante. Ahora un frío agudo y penetrante está instalado, endureciéndolo todo. Entre nieve todo el tiempo, cualquier maniobra se hace más engorrosa. El campingas está en marcha para varios usos, cena, chupito de la petaca, risas con un recuerdo para Kyllie Minogue… entramos en coma rápidamente.

Alveolite húmedo, campingás al ataque
Sábado: no nos vemos para el Gaube, así que la decisión ha sido rápida. Portear el material de escalada para nada, como que fastidia, así que hay que escalar algo: la Vía de los Seracs al Petit Vignemale es la elección. Una escalada sencilla pero muy alpina y completa. El amanecer nos encuentra circulando entre las grietas del glaciar, aproximando a la pared.

El objetivo inicial, el Gaube, demasiado grande para esta vez
El hielo está tan duro como siempre, y Estivi tira delante con seguridad los largos difíciles, haciendo gala de su experiencia en Canadá y Alpes. Yo, mucho más torpe, le voy siguiendo como puedo, luchando con los tornillos, con las dragoneras, intentando bajar los talones… 



Estivi progresando en los seracs



Los largos superiores cruzan campas de nieve, pequeños corredores y un tramo de arista en roca hasta la cumbre: por aquí sí voy tirando delante. El ambiente es muy guapo. 





En la cima, contentos nos sentamos a disfrutar una vez más de las vistas y del momento: ¿será esta sensación la que nos hace querer subir montañas?


Esa tarde, relajados después de la escalada, charlamos junto a la tienda mientras preparamos la cena. El calor y el peso de nuestros cuerpos ha fundido y prensado la nieve debajo de las esterillas, y después se ha helado dejando unas gurrumbas tremendas: ahora al acostarnos está dura como el cemento y nos tenemos que adaptar a las mismas posturas que las crearon para que nos resulte aceptable estar echados.
A la mañana siguiente, domingo, recogemos el campamento, rehacemos las mochilas y emprendemos el camino de vuelta al valle. Hoy hay más gente en la estación y al llegar al aparcamiento, a mediodía, muchos más coches. Nos subimos a nuestro bólido y salimos dirección a casa, contentos con la actividad del fin de semana, pero más aún con haber soltado los pianos…

Han pasado muchos años, y no he vuelto por la zona. El Gaube sigue estando en mi lista de pendientes, en los primeros puestos, junto con la Norte clásica de roca y algunas otras goulotes cercanas. Habrá que volver pronto.

Vignemale (3.298 m) Normal
Petit Vignemale (3.032 m) Vía de los Seracs, AD Sup, 400 m

Uno aún tiene ganas de nieve. Bueno, en realidad, uno tiene ganas de nieve, de roca, de bici, o de lo que sea... ¡a ver si escampa!

lunes, 2 de abril de 2012

Un mal día


El domingo por la tarde me acerco a Lañora para correr un rato. El camino discurre junto al río por un denso valle boscoso. Desde la misma playa hasta su cabecera, en el golf de la Llorea, son 4.5 km, de los que los tres primeros son casi llanos, mientras el último remonta unos cuantos metros en zetas trialeras para la bicicleta y entretenidas para correr: tanto para subir como para bajar hay que pensar dónde pisas. Lo normal sería que en esta época estuviera prácticamente intransitable de barro, pero lo de la lluvia es algo en extinción últimamente.
Cuarenta y cinco minutos corriendo y pensando. En las rocas de este valle empecé a escalar hace ya dos décadas. Aquí conocí a gente importante para mí. Tengo recuerdos de muy buenos ratos disfrutados por estos caminos.

He tenido un muy buen fin de semana en familia, pero vengo con un runrún en la cabeza desde el viernes a media tarde, cuando leí la noticia, y al poco rato la confirmé con Mon.

El viernes fue un mal día para la comunidad escaladora asturiana.

La música es importante. Las canciones forman parte de nuestra vida. Algunas se te quedan grabadas dentro y las relacionas con épocas, con vivencias, con lugares y con personas. A mí esto me pasa con unas cuantas. Así “Emotional Rescue” me recuerda a Miguel y a Elías, a la Peña Santa, y a una muy lejana semana santa de ilusión y nieve profunda en Vega Huerta. “Deltoya” me recuerda a Rafa y al Verdon en el año 95. “A la sombra de una mentira” me recuerda mi último viaje con Javi a los Alpes. Y así muchas otras canciones, personas, lugares…

El runrún que tengo en la cabeza desde el viernes es una canción que tiene para mí asociadas desde siempre una montaña, una vía y una persona.


Me he hecho una promesa esta tarde. Espero cumplirla.


El viernes fue un mal día.