LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 30 de septiembre de 2011

Espolón Norte Aiguille de Chardonnet

Julio 2004
Aiguille de Chardonnet, 3.824 m, Espolón Norte, 600 m AD+
Javi Sáenz
La Aiguille de Chardonnet, arista Forbes a la izquierda, el espolón Norte en el centro, marcado en rojo
La cosa no pintaba nada bien: todo este viaje para verlo llover… El caso es que irnos al Verdon tampoco nos apetece mucho, además, si allí también llueve entonces estamos apañados… No, no, de ir al Verdon nada, lo que queremos es pisar monte, aunque sean aproximaciones por glaciares. Esto íbamos discutiendo sentados en la mesa de la Casa de la Montaña después de ver el poco halagüeño parte de la meteo. Una vez más le preguntamos a la rubia, la veterana, que es la que más pilota. Finalmente puede que haya alguna opción para el alpinismo: la norte de la Aiguille de Chardonnet, por el Espolón Migot, se lleva haciendo asiduamente los últimos días.

Comiendo cerca de Ortaz
Suele pasar aquí en Chamonix que la gente buscamos referencias de vías que escalar en las reseñas de la Casa de la Montaña; quizá haya otras muchas vías en condiciones, pero el hecho de poder leer los comentarios de alguien que la ha escalado hace pocos días, que la encontró en condiciones, y demás, es una garantía nada desdeñable. Por eso se repiten las escaladas obviando otras zonas. Por amarrar actividad, vaya.


Pues nada, la Meteo es regulera tirando a mala, pero habrá que arriesgarse, si luego llegamos allí y se hay que retirar, al menos lo habremos intentado.

La Chardonnet es una cumbre esbelta por casi todas sus vertientes. Supera los tres mil ochocientos metros. La cara norte está dividida en dos por un espolón de unos seiscientos metros, con zonas de roca, partes mixtas a media altura, y más nevado en la zona somital. Este iba a ser nuestro objetivo.


El glaciar de Le Tour
El pueblo de Le Tour se encuentra al final del valle de Chamonix, en dirección al Col de Montets, camino de Suiza. Las laderas boscosas que se elevan antes de llegar al pueblo fueron barridas hace unos años por una brutal avalancha de nieve que apisonó una aldea cercana. Los cadáveres de los árboles peinados hacia el valle sirven de testimonio permanente de la fuerza de la naturaleza. Nosotros cogemos el teleférico que sube al Col du Balme. Desde allí, en unas dos horas de cómodo camino llegaremos al refugio Alberto Primero. El día empieza con sol, la estampa de la Chardonnet es impresionante recortada por encima de la cascada de hielo del glaciar de Tour. El camino aprovecha una morrena para remontarse cómodamente. Las cumbres se ven amables a la luz del sol, incluso a pesar del corte afilado y alpino que presentan.

Vamos subiendo con calma, pero aún así alcanzamos el refugio pronto, nos queda la tarde para disfrutar del paisaje. Hay un montón de gente en la zona, aunque muchos parecen más turistas que montañeros: desde aquí se hacen varias travesías clásicas hacia otros refugios, cruzando collados y glaciares. Por este refugio cruza la Chamonix-Zermatt. También se hacen varias cumbres fáciles. Para los escaladores, las opciones son variadas: la arista Forbes es una clásica que algún día habrá que hacer, también las goulottes Escarra o Charlet-Bettembourg. Sólo pienso en no tener cordadas con las que disputarnos la vía.

“Tú, mira a quién tenemos ahí” me dice Javi por lo bajo. Yo miro al otro extremo de la mesa del comedor y veo a un tipo veterano, con la cara curtida de la intemperie, que nos mira sonriente, su rostro desprende confianza y cercanía. Está con dos personas algo mayores que él, con ropa más vistosa y más nueva, seguramente sus clientes. El tipo lleva ropa gastada, con unos guantes parcheados de cinta americana manipula el cazo en el que calienta una bebida sobre el hornillo. El caso es que me resulta familiar, pero no caigo. “Patrick Gabarrou, tío, es Patrick Gabarrou”. Increíble, una leyenda viva del alpinismo contemporáneo, autor de tantas primeras de hielo y roca que marea (como ejemplo Divine Providence en el 84). Así es Chamonix, puedes compartir mesa e incluso conversación con gente de la que llevas quince años leyendo en las revistas…
Nos acostamos en un dormitorio atestado, donde pronto empieza la sinfonía de ronquidos, toses, pedos… tengo calor, poco sitio, así no hay quién duerma. El despertador nos pone en movimiento, nos vestimos con cuidado, hay gente que se levanta más tarde. Un vistazo desde la puerta nos da un mal panorama; el cielo está encapotado, aunque por alguna zona se ven estrellas… Habrá que confiar.


Penumbra de amanecer entre nubes
Después de desayunar, nos terminamos de vestir y repasamos las mochilas. Salimos al exterior para sorprendernos con la alta temperatura. Iniciamos el ascenso por el glaciar de Tour hacia nuestro objetivo. Se intuye cercano, pero en montaña las dimensiones siempre engañan, y no pasa menos de hora y media de rápido caminar para cuando situamos en la base del espolón. La rimaya se cruzará sin problemas, hay una zona de un extraño hielo gris, sucio, durísimo: hielo fósil, según me dice Javi mientras nos encordamos. 
Una cordada ya está unos sesenta metros por encima de nosotros. El cielo ha ido empeorando, ahora a ratos incluso llueve. Javi no hace ni caso de estas señales y arranca a toda velocidad por la pala arriba. No lleva ni veinte metros cuando empiezan a caer piedras a escasos dos metros de mí: ¡son piedras del tamaño de un puño! Joder, a ver si salgo de aquí rápido, porque estoy en mitad de una bolera, y yo soy el único bolo…


Apuradas las cuerdas arranco para arriba sin mucha confirmación de si Javi montó reunión o no. 
El terreno es fácil así que no me preocupo mucho, con tal de salir de mi posición de diana. El caso es que yo creo que ya llevo un buen rato sin parar y no alcanzo a este elemento. Pronto me doy cuenta mientras desmonto un cintajo que enhebra un bloque de granito rojizo, de que vamos en ensamble ganando metros a gran velocidad. Alcanzo y supero al segundo de la otra cordada, un tipo grande y alto que, manda narices, es de Oviedo. 


Alcanzando al chaval de Oviedo
El vasco de la cordada que pasamos
Aunque no lo conozco, en las pocas palabras cruzadas sí que nos damos cuenta de que tenemos amigos comunes. La escalada transcurre por hielo básicamente, con algún paso mixto entre bloques que la hacen más entretenida. Nunca difícil. En un momento en que se pone más aérea llego a la altura del líder de la cordada vecina: es un vasco en la cuarentena larga, se le ve tranquilo y con experiencia. Nos saludamos para no vernos más, el ritmo del Pequeño me aleja de esta gente mientras vamos ganando altura y la pendiente progresivamente va cediendo. Llevamos toda la vía con una sola reunión montada. A este ritmo vamos a hacer cumbre muy pronto y quizá nos libremos del mal tiempo que acecha.

Javi en la nube, en un tramo final en el que yo fui delante
Ha amanecido y estamos llegando a la cumbre, voy algo apijotao de la altura y de la velocidad del ascenso. Entre jirones de niebla nos movemos por la arista atados en corto. Veo a Javi echarme miradas de reojo controlando mis movimientos.


Cumbre, al fondo las nortes de Argentiere
En la cumbre paramos a echar un trago y comer algo, por fin consigo ver por entre las nubes las inmensas caras norte de la Verte, Les Droites, Les Courtes, el Triolet, alucinantes, con el inmenso río de hielo del glaciar de Argentiere entre nosotros y ellas. Unos meses antes, en abril, nos pasamos cuatro días en el refugio de Argentiere, solos, acosados por las nevadas continuas: no conseguí ver nada de este paisaje alucinante. La bajada entonces fue toda una aventura...

Ambiente alpino en la arista


El viento y las nubes nos aceleran hacia la ruta de descenso, destrepando por la arista entre bloques y lenguas de hielo, en un ambiente alpino espectacular, vamos acercándonos a donde intuimos tienen que estar los rápeles.




Después de unas comprobaciones damos con ellos, en dos rápeles estamos posados en una terraza blanca. Desde aquí ya podemos destrepar fácilmente. Vamos pasando por debajo de las entradas de goulottes clásicas de hielo, como la Escarra, y la Charlet-Bettenbourg, que no estaban en condiciones en estos días. Quedarán para otra ocasión.




Con gran rapidez recorremos de vuelta el glaciar sin más contratiempos. Únicamente el hecho de que, una vez abajo me doy cuenta de que he perdido la cámara de fotos: la llevaba sujeta al arnés con un mosquetón y ya no está. Suerte que cambié el carrete en la cumbre y he podido salvar algunas fotos, aunque sean entre niebla.

Deberes pendientes...
Al llegar de nuevo a Chamonix la Meteo da mal tiempo para el resto de semana. Nos vamos. Hemos podido escalar, aunque haya sido una actividad de envergadura media: se aprende de todas, las pequeñas también enseñan cosas.




En el camino de vuelta a casa pararemos en los Pirineos, donde a mí se me ha antojado ir a ver el Midi D´Ossau, y si se puede, escalar algo (que se pudo). Javi es fácil de convencer… Haremos la Sudeste clásica, una vía preciosa de 450 metros, donde apreté bastante en sus fisuras y chimeneas de V, pero eso es ya otra historia.

Referencia:
"El Macizo del Mont Blanc, las cien mejores escaladas" G. Rebuffat
Actividad 43. Espolón Norte 600 metros, D Inf.

"Snow, Ice and Mixed, the guide to the Mont Blanc Range" F. Damilano
Actividad 41. Migot Spur. 500 m  IV AD+


Se acaba el verano, y la mente ya empieza a pensar en blanco...

viernes, 16 de septiembre de 2011

Nani-Marisi al Picu y la primera vez de un amigo

8 Septiembre 2011
Jesús Rivas
Nani-Marisi 250 m V+, Sureste al Picu


Son las siete de la mañana y apenas vemos nada en el aparcamiento, mientras hacemos las mochilas a la luz del maletero. Salimos hacia arriba con temperatura fresca, aunque todo parece apuntar que el día será caluroso.

Los blandos prados de Pandébano dejan paso al camino hacia Vallejo, y el collado da paso a la aérea y pedregosa bajada que conduce a las primeras zetas del tramo final de subida a la Vega. Hemos pasado a varios grupos que, como nosotros, también han madrugado, y ahora vamos dando alcance a una pareja: cuando estamos a unos treinta metros, nos reconocemos mutuamente: es Alberto Boza con una chica que, al pasar a su lado, me suena y no sé de qué. Continuamos juntos ahora en este tramo final, y nos metemos en la Canal de la Celada, manteniendo una charla animada en las zonas en las que la cuesta y nuestro ritmo vivo nos lo permite. Hace años que no nos vemos, aunque estamos más o menos al día el uno del otro.

Alcanzamos los vivacs de la Este a las nueve y veinte. Cuando nos reagrupamos, ahora sí ¿cómo no? reconozco a María, compañera de estudios universitarios, de beca en Sheffield, y de muchos amigos y vivencias comunes. Han pasado unos cuantos años desde la última vez que nos vimos, y sigue igual de maja que siempre. Lo sorprendente es vernos aquí, en Picos, y en compañía de otro amigo, Alberto; el mundo es un pañuelo.
Preparamos el material, comemos y bebemos algo y comentamos nuestros objetivos: ellos se van a hacer una de las vías de la parte izquierda de la Sur, aún por decidir, donde yo no he escalado nada. Nosotros vamos a la Nani-Marisi, una vía clásica del espolón Sureste del Picu, que yo no he hecho y que es muy adecuada para la primera vez de Chus.
Salimos hacia el cercano pie de vía donde, tras repasar las cuerdas algo tiesas por el poco uso, arranco hacia el primer largo por un diedro evidente, compacto y con una roca excelente. El trazado es muy lógico en estas primeras tiradas: estiro ahora empalmando el segundo y tercer largo en unos sesenta metros, metiendo pocos seguros para evitar el roce y perder recorrido de cuerda con los giros. Chus viene detrás disfrutando de la adherente roca del Picu, y de la emocionante experiencia de la primera ascensión. De nuevo escalando, ahora supero una zona de bloques que hacen algo de terraza, y me levanto por un murito compacto hacia los nichos característicos. La escalada, aunque es fácil, aquí no da apenas opciones de aseguramiento, salvo algún agujero rebuscado para un friend. La reseña marca la reunión en el nicho de la izquierda, pero me decanto por el otro más pequeño de la derecha, que con un clavo y dos puentes de roca algo cutres, está más en línea con el trazado del siguiente largo, y así le evito a Chus una travesía compacta.
El siguiente largo tiene un elegante tramo de placa de V+, bien asegurado con un clavo, y que una vez superado me conduce hasta debajo del bloque naranja característico. Este se flanquea por la izquierda hasta  remontarlo y buscar la reunión hacia la derecha, donde la lógica la pide, y donde de hecho está.

Abajo, grupos de gente van llegando desde la Celada, algunos caminan hacia la Collada Bonita, que parece del todo inaccesible desde nuestra posición, otros tiran hacia la Este y algunos más hacia la Sur. Sus voces, aunque hablen en tono normal, resuenan por todas partes con la acústica del Jou tras el Picu y todas las cumbres circundantes.

El tramo final de la vía recorre ahora dos largos de roca perfecta, que tienden primero ligeramente a la derecha y luego hacia la izquierda, y que terminan en una reunión en el filo de la Sur con la Este, desde la que vemos por primera vez el Anfiteatro. 
Estoy aquí asegurando a Chus, viendo salir a Alberto y María de la parte más tiesa de su vía, “Me refugio en la bebida”. También veo a otras cordadas saliendo de la Sur Directa, y a otra más que ya está bajando de cumbre, que por las formas parecen guía y cliente. Cuando se van acercando, la voz de uno de ellos me resulta familiar: es Martín, le llamo y me responde sorprendido. Al momento de saludarnos, otra voz conocida me llama desde la última reunión de la Sur, es César con la novia. ¡Curioso instante en el que todas las cordadas en esta zona del Picu somos conocidos! Comentamos la casualidad y cada cual sigue a lo suyo. 

Después de un tramo corto por la arista llego al rápel que Martín me indicaba, unas cintas alrededor de un bloque, que en veinte metros nos posará en el Anfiteatro. Aseguro a Chus desde la última reunión de la Teógenes, y una vez aquí, dejamos las cuerdas y nos vamos hacia la cumbre.
En la arista nos cruzamos con César y su novia, que ya van de bajada; después de compartir muchas sesiones de roca y de tablón, hacía tiempo que no nos veíamos. Nos cuenta que también está Luis en la Pidal. 

En la cumbre, solos, Chus encantado con su primera vez en el Picu, seguro que repetirá. Yo también estoy contento con la vía, aunque está claro que son emociones distintas.


Como siempre en una cumbre, recorro los perfiles con la mirada, de entre todas las cimas me fijo en la Peña Santa, más tarde sabré que por allí estaba en esos mismos momentos Pablo en la “Rescate Emocional”. 
Al poco rato llegan Alberto y María, compartimos un rato la cima e iniciamos el destrepe hacia los rápeles. 


Como en la Sur hay varias cordadas subiendo y bajando, me decido a ir por la Teógenes, aunque también allí coincidimos con una cordada de dos chavales vascos. Tres rápeles a dos cuerdas y uno final más corto nos posan justo en nuestro pie de vía.
Una cordada de vascos en la Teógenes

Otra vez en los vivacs recogemos las cosas, comemos y bebemos, y nos despedimos de los amigos. Me quedo con la copla de venir a repetir alguna de las vías de la Sur, varias de ellas de mucha calidad por lo que me confirma Boza. Salimos para abajo en medio del calor de la tarde.

En el camino mucha gente subiendo y algunos otros bajando. A ratos hablando y a ratos cada uno a nuestro aire, llegamos al coche contentos de la jornada: ha sido un día de primeras, para Chus la primera vez al Picu, para mí la primera vez de la Nani, ambos hemos disfrutado mucho.

Poderío local campeando por Pandébano
 A las siete y media de la tarde ya estaba en casa, para disfrutar con la familia: un día bien aprovechado. 

4:45 h despertador
5:30 h gasolinera Villaviciosa
7:10 h empezamos a caminar en Pandébano
9:20 h vivacs de la Este
9:30 h inicio escalada
13:00 h fin de vía, rápel al anfiteatro
13:30 h cumbre
15:30 h vivacs de la Este
15:15 h aparcamiento Pandébano
19:30 h Gijón

domingo, 4 de septiembre de 2011

Saber sufrir

El sufrimiento físico es algo que, en mayor o menor grado, nos acompaña desde siempre. Siempre está presente, aunque normalmente en dosis muy bajas.
El saber sufrir, conocer tu cuerpo y tu mente, y cómo estos se interrelacionan, es algo que ayuda en muchas situaciones de la vida; de forma directa para la práctica de la montaña, pero también de forma muy importante en algunas totalmente dispares y separadas del deporte o del ejercicio físico.

Kelly Cordes reflexionaba reciéntemente sobre el tema, mezclando como siempre el profundo análisis con la ironía y la sorna que le caracterizan. Una entrada muy buena:  To suffer well

Por supuesto, siempre hablando del sufrimiento relacionado con el deporte. Como dice Kelly Cordes, "en cierto sentido, se trata del sufrimiento autoinfligido de los privilegiados".

A saber sufrir solo llegas a base de acumular callo. Para eso necesitas acercarte a tus límites, probarte. Necesitas repetir situaciones en las que el cuerpo te pide parar, abandonar, dejarlo, y en las que sin embargo te obligas a seguir. Correr es un ejemplo claro de una situación en la que, desde que empiezas, el cuerpo te pide parar. Si además de correr, lo haces cuesta arriba, la voz interior sube de volumen de forma exponencial.

El sábado por la tarde me fui con mis amigos Chus y Tito hasta el Centro Asturiano de Oviedo, para correr la edición de este año de su Carrera de Montaña al Naranco. Por distancia y desnivel se trata de una opción muy buena para iniciarse en las carreras de montaña. 
Las cinco de la tarde. Bochorno. Unos cien corredores en un ambiente excelente. Algo menos de diez kilómetros. Algo menos de quinientos metros de desnivel. Cincuenta y cinco minutos. La mayor parte de ellos sufriendo. 
Llegué a la meta esprintando, con el corazón en la boca y los ojos inyectados. Tardé cinco minutos en recuperar el resuello.
Es parte del eterno aprendizaje. Ya tengo ganas de la siguiente...