LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 23 de noviembre de 2012

35 Semana de Montaña de Gijón 2012

Un año más, un nuevo cartel, y ya van 35, la Semana de Montaña de Gijón, Memorial Julio Bousoño, nos acerca personajes e historias relevantes del mundo de la montaña.
Una oportunidad de ver de cerca y escuchar en directo los relatos de algunos de los protagonistas de las noticias que leemos en los libros, en las revistas o en internet.

Este año tenemos:

  • Lunes 26: The Ridge, la intensa película sobre el intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza
  • Martes 27: Berta Martín, destacada escaladora deportiva
  • Miércoles 28: Simone Moro, el potentísimo alpinista italiano, vanguardia mundial
  • Jueves 29: Carlos Soria, referente del alpinismo nacional desde hace varias décadas
  • Viernes 30: Mireia Miró, esquiadora y corredora de montaña

Gracias a los patrocinadores, y por supuesto a Alejandro y compañía, que se lo curran bien, me acercaré a disfrutar de alguna de las proyecciones, y del excelente ambiente de la comunidad montañera.


domingo, 18 de noviembre de 2012

El Tabuyo en solitario, una pequeña aventura de dos horas

Fue por esta época hace unos años, en Noviembre, y las condiciones eran interesantes: como ahora, ya habían pasado dos borrascas con nieve, las dos primeras del ya deseado invierno, y habían manchado de blanco la cordillera después del largo periodo estival. La flexibilidad de horario de mi empresa me deja compensar de lunes a jueves las horas de la tarde del viernes, así que aprovechando este regalo, lo pensé, preparé los trastos y los metí al coche. Salgo del curro a la una y media, pero aún voy a comer con Paula a Colloto. Después de volver a dejarla a ella en su trabajo, a las tres arranco dirección Ubiña.


Antes de Pola de Lena un pitido me anuncia la entrada de la reserva del coche, pero ahora no puedo perder tiempo parando a echar gasoil...
El puerto de la Cubilla se hace largo. Llegando arriba hay un par de curvas típicas en las que con cuatro copos de nieve el puerto se queda cerrado para los coches normales, pero hoy tengo suerte: no ha nevado lo suficiente. Una vez en lo alto, cojo a la izquierda la pista hacia los puertos de la Vallota. Aunque en general los prados están despejados,  la nieve empieza a aparecer más, y en una pequeña cuesta me atasco en un nevero formado por el viento: tiene unos treinta centímetros de profundidad y ocupa el ancho de la pista. Voy justo de tiempo y con esto puede torcerse el plan… Me bajo del coche de camisa y con zapatos de calle, busco unas piedras y las coloco bajo las ruedas, prueba y error, adelante y atrás, finalmente consigo sacarlo, pero he perdido un buen cuarto de hora… Tiro otros cien metros hasta otro nuevo nevero, pero ahora ya no arriesgo más, aquí ya no meto el coche, maniobro, le doy la vuelta y lo aparco.
Aún estoy lejos de la portilla que divide las tierras,  en el colladito que da a la majada de las cabañas: ya son las cuatro y media. Por fin me cambio de ropa a toda leche, agarro la mochila y salgo corriendo (literalmente) ladera arriba. Si quiero hacer la vía tengo que espabilar: tengo poco más de dos horas de luz.
Paso las cabañas de pastores por encima, he ido ganando altura, no hay nadie. Al alcanzar el collado, una bocanada de viento frío me pega en la cara. La nieve acumulada por ese mismo viento tapiza la pendiente, los playeros resbalan en mi trote hacia el pie de vía. Llego a la base, con nieve sobre la gravera, y empiezo a sacar el material. Mientras me pongo el arnés, echo vistazos a los remolinos de nieve que se levantan en la soleada pared de detrás, soleada no como la mía que está en sombra. Hay un ambiente muy guapo de montaña, que a la vez impone respeto.
Monto la reunión con un fisurero, un friend y un diente de roca, todos orientados para trabajar en tracción ascendente. Anclo la cuerda de 9 mm y la paso por la placa seguro en el arnés; entonces le hago nudos cada cuatro metros, a la vez que la voy metiendo en la mochila.
Todo está listo, miro la hora en el móvil: son las cinco y me estoy quedando sin batería.
No sé si no estaré prestando atención a las señales que me llegan: el coche en reserva, atasco en el nevero, el móvil sin batería… Escuchar a esas señales me ha hecho abortar algún plan antes de empezar, pensando que se iba a torcer: nada, pienso para mí, son las dudas típicas del pie de vía. Además, esta vía ya la había hecho en solitario unos años antes y no tiene por qué dar problemas.
Última mirada al tinglado, todo correcto, me pongo la mochila y empiezo a trepar: la roca está fría, voy poniendo algún friend, chapando los clavos de la primera repisa (reunión falsa) y remonto una panza de roca dudosa hasta la primera reunión oficial. Hasta aquí todo bien, solo hay que prestar atención a la roca y evitar pisar la nieve de las repisas.
El sistema de autoseguro funciona bien, así que chapo la reunión y continúo hacia el largo de V+: el terreno aquí se hace un poco más vertical, la roca está algo pulida y tiene unos pasos de placa y equilibrios hasta coger las fisuras de la derecha, pero hay seguros fijos cerca y con concentración, siempre en libre, lo resuelvo bien. La dificultad afloja y estiro los últimos metros del largo (y de la cuerda) para alcanzar la segunda reunión de la vía. Me anclo yo, anclo la cuerda, me quito la mochila y empiezo a rapelar: tengo que volver a la base, desmontar la reunión y volver a subir hasta aquí para poder continuar.
Mientras rapelo, retirando parte de los seguros y dejando otros que guíen la cuerda, voy pensando en lo aislado de mi situación. Pese a ver las casas y los pueblos del valle relativamente cerca, lo cierto es que no queda mucha luz, la temperatura ha empezado a bajar y no he dicho a nadie a dónde iba: no me puedo permitir errores. En realidad, esto es lo que vengo buscando, algo de aventura para un viernes por la tarde.
Llego a la base, desmonto la reunión y empiezo a trepar de nuevo. Pronto estoy de vuelta en la segunda reunión de la vía, que ha sido la primera para mí.
Me organizo el material en el arnés y vuelvo a hacer la maniobra de la cuerda; nudos cada cuatro metros y a la mochila, la paso por la placa seguro después de fijarla al punto central de la reunión. Empiezo a escalar ahora por el filo del espolón, bloques aéreos aunque fáciles, en los que el ambiente es espectacular. Después de unos doce o quince metros la cosa empieza a tumbar y simplemente continúo estirando la cuerda, y cuando se va terminando, busco emplazamiento y monto la reunión abrazando con la propia cuerda varios bloques grandes del filo del espolón. Repito las maniobras: bajar, retirar las cosas y volver a subir. Llevo dos largos de cuerda, que equivalen a unos tres largos aproximadamente de los originales de la vía.
En este punto las dificultades han bajado, así que recojo la cuerda, la meto en la mochila y continúo en solo. Estoy trepando tranquilo, a unos quince metros desde que empecé sin cuerda, cuando oigo un beep-beep procedente de la tapa de la mochila, el móvil se ha muerto. Ahora sí ya estoy solo de verdad.
Un poco más arriba, me asaltan las dudas en un paso en una pequeña panza (algunos croquis marcan IV+, otros V), mosquetono un seguro con una cinta larga unida al arnés, y con esta seguridad salgo para arriba sin problema.
Llego a la cumbre; una capa de nieve de treinta centímetros tapiza las llambrias, ocultando agujeros en los que cuelo algún pie. Me quito el arnés y los gatos y lo meto todo en la mochila. Sin móvil no tengo hora, y he quedado con Paula en Gijón a las ocho y media para hacer la compra,  así que salgo a toda leche hacia la normal: después de medio torcer un tobillo en un destrepe (uno se relaja después de lo difícil y entonces es cuando rompes un pie, y te ves a kilómetros de nadie, sin móvil, anocheciendo, con nieve alrededor...): ojo, atención, me recuerdo.



Mientras voy trotando por la media ladera de hierba hacia el coche, lanzo alrededor miradas de medio segundo cada una: con estos breves fotogramas me deleito con el paisaje: las praderías se sumergen en la sombra, mientras más arriba, las aristas y las cumbres más altas aún tienen un haz de esa luz otoñal que anuncia el frío que está por llegar.
Cuando llego al coche, sin apenas luz, miro la hora y veo que son las 7:00. Todo el periplo en poco más de dos horas!
Mientras conduzco para casa (parando a llenar el depósito en Pola Lena) rememoro algunas escenas y pienso en lo intenso de la experiencia: según en qué condiciones, cualquier vía puede ofrecer una aventura.
Más tarde, haciendo la compra, en la cola en la charcutería, la cabeza volvía inevitablemente a las escenas de un rato antes: Ubiña, alta montaña al lado de casa, ¡qué lujo!

Esto ha sido para mí esta tarde en el espolón Tabuyo a la Mesa, una pequeña aventura de dos horas.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Nanga Parbat 1970, la película

Finalmente, con años de retraso, gracias a mi amigo Dani, he conseguido ver la película.
Me ha gustado mucho. La historia, que narra una de las épicas que han marcado el alpinismo en las últimas décadas, y que es mejor que cualquier guión de ficción, me enganchó desde el primer minuto.
El ritmo se mantiene con la alternancia de los paisajes, de Dolomitas a Pakistán, a la inmensa y espectacular pared del Rupal, décadas adelante y atrás en la vida de Messner.
Después de haber leído varios libros donde el italiano explica lo sucedido, me parece que han logrado ponerlo en imágenes.
Muy buena.