LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

martes, 26 de abril de 2016

Bajo la capota gris

Viernes 15 Abril 2016
Desfiladero de los Arrudos
Solo

Son las dos de la tarde y estoy en La Felguera. Llueve. Después de currar he venido a recoger dos pares de pies de gato que dejé reparando al zapatero (un artista). En el maletero la mochila con los trastos de escalar. Miro el parabrisas salpicado de gotas: los planes de trepar un rato se van al traste.


No me apetece nada ir al roco. Prefiero ir a dar un paseo, que me dé un poco el aire. Pienso en dónde ir por aquí cerca. Tiene que ser zona baja porque no tengo botas. A poco más de media hora de coche tengo el parque de Redes, un paraíso para caminar. Se me ocurre rápidamente el desfiladero de los Arrudos. Conduzco hasta Caleao mientras chispea lluvia.

Y llevamos casi tres meses así...
Son las tres de la tarde cuando salgo desde el mismo pueblo por el camino hormigonado. A los lados, en los prados las vacas me miran impasibles. Me pongo la chupa porque gotea casi de continuo, aunque no molesta. El río baja muy potente y se ve que el deshielo, sumado a la lluvia de estos días, está haciendo que su caudal se multiplique.


El camino va serpenteando con el río valle arriba, que se va cerrando cada vez más hacia el desfiladero. El río aumenta de potencia, encajonado entre las paredes de roca. Hoy no me estoy tomando la salida ni siquiera como entrenamiento. Simplemente vengo de paseo. Me paro cada poco a tirar fotos. Aunque la luz es bastante pobre, y los colores aún son muy invernales, lo cierto es que las estampas invitan a disparar: el agua bramando entre los bloques bajo el cielo plomizo.

Restos de una gran avalancha de nieve

El valle gira y el color de la roca va cambiando del gris de la caliza a los verdosos y rojizos de la cuarcita: incluso la misma vegetación parece variar. El andar es cómodo: a ratos se alternan repechos más duros, incluso escalonados, con otros tramos suaves de ladera, sobre buen camino. También hay pequeños tramos de bosque de hayas, aún desnudas, con sus troncos tapizados de musgo acolchado. En el suelo, en estas zonas, un profundo colchón de hojas marrones. Empiezo a pisar algún nevero, con cuidado de no mojarme.



Mientras camino, voy pensando en la última vez que había andado por aquí. Hace mucho tiempo ya. Fue también un día lluvioso, que no estaba para nada más. Recuerdo con quién estaba (eran Pablo y Juaco, con quienes sigo saliendo después de tantos años). Pienso también que seguramente habría pasado antes por aquí, con el grupo de montaña del colegio, de niño, en una de aquellas excursiones que tanto me gustaban y que me engancharon al monte.


No tengo un destino definido: simplemente camino por tiempo. Cuando den las cuatro y media me daré la vuelta. Así que sólo me ocupo de disfrutar del paisaje y de la soledad total.Digo soledad total porque no hay gente, ni tampoco animales. Bueno en realidad sí que los hay, pero no a mi vista. Los huesos relimpios que me voy encontrando de cuando en cuando por las cercanías del camino me hacen pensar en los lobos de cacería, tras algún corzo o rebeco, flaco del invierno.
Cuando llega la hora prefijada coindice que estoy en un cruce de caminos, relativamente cerca ya del lago Ubales, aunque sé que me quedaría bastante desnivel por remontar. Me como media chocolatina (lo único que he traído en la mochila), y echo un trago de agua directamente del torrente que baja del Valmartín.


Hasta aquí, hora y media de subida. A partir de aquí, otro tanto de bajada. No calculo bien la distancia, salen unos seiscientos metros de desnivel.
Ni un alma. Apenas me ha llovido con intensidad, así que he acertado con la decisión. Antes de las seis estoy en el coche.

Escocia? No! Asturias! Redes!
En el parking, sobre un montón de escombros, si nos diera igual para lo bueno...
Contento, conduzco para casa mientras pienso que barato me sale el tema: unas zapatillas, un chubasquero y unos bastones. No necesito gran cosa para pasarlo bien (aunque a la vez, estoy un poco cansado ya de tanta agua, necesito escalar de una vez!).


Otra vez más, una tarde de viernes aprovechada.

viernes, 8 de abril de 2016

A sort of homecoming

Domingo 13 Marzo 2016
Estivi
Peña Ubiña (2.417 m), Norte Clásica asturiana

Últimamente parece que sólo voy a Ubiña, pero la verdad es que con la meteorología de los últimos meses, está siendo la mejor opción de monte. En esta ocasión lo voy a disfrutar mucho por el hecho de ir acompañado, después de mucho tiempo,de mi colega Estivi. 


Estivi ha sido durante muchos años mi compañero habitual de escalada. Durante años y años entrenábamos juntos entre semana, o quedábamos a ver diapos o a tomar birras. Y los fines de semana nos íbamos sistemáticamente al monte a hacer lo que tocara: caminar, escalar en roca o en hielo, andar en bicicleta, o a ver llover. Juntos hemos viajado a Alpes, Pirineos, la Pedriza, Galayos, y Picos, sobre todo Picos... Hemos pasado sed, frío, calor, hemos tenido algún susto...pero sobre todo lo hemos pasado muy bien.
En los últimos años, por circunstancias tanto suyas como mías no estábamos quedando. De hecho apenas nos vemos. Echando cuentas nos salían unos seis años sin ir de monte juntos. Finalmente, este domingo nos reunimos.



Con el gran DeDeus
Uno nota que alguien es un verdadero amigo cuando después de mucho tiempo sin verse, apenas unos minutos después de quedar, es como si nada hubiera cambiado, como si siguiéramos viéndonos a diario. Es la confianza adquirida.
Entre el ir con Estivi, y el ir a Ubiña, era como una especie de vuelta a casa, como cantaba U2 "A sort of homecoming"



El día prometía, frío y despejado. Después de semanas de temporal esto suponía que iba a haber bastante gente. El objetivo era la norte clásica a Peña Ubiña. Cogimos una cuerda y algún cacharro, no fuera a ser…
Después de pasar por el Meicín, donde había un montón de gente, seguimos hacia Covarrubias disfrutando del paisaje y de la cuesta. En la entrada vimos que teníamos por delante al menos diez o doce personas.


 La nieve estaba dura en algún sitio, de crampones, pero la norte estaba en general sin transformar. Fuimos pasando a toda la gente para terminar nosotros delante abriendo huella en el último tramo para llegar a cumbre. 
Por el camino saludamos a Edu, a quien también hacía tiempo que no veíamos, y que estaba dando un curso de alpinismo a unos chavales.




Con la cumbre para nosotros, comimos algo, nos sacamos una foto de recuerdo y salimos por la arista para abajo.



El descenso lo hicimos charlando sin parar de mil cosas. Pasamos de nuevo por el Meicín atestado de gente.
Llegamos a casa poco más tarde de las tres y media.

Un día disfrutado.
Quedamos emplazados a salir de nuevo, pronto, al monte, como siempre.