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jueves, 12 de agosto de 2021

Circular al Macizo de Ubiña en BTT

27 Junio 2021
Circular al Macizo de Ubiña en BTT (64 Km, +2.400 m) 
Juan Piñera, Noelia Rojo, Nando del Pozo


Juanín es un fenómeno en esto de la bicicleta de montaña. Ya había hecho este recorrido en solitario y cuando me lo contó, me llamó mucho la atención por lo muy montañero del mismo. Cuando un recorrido es muy montañero para mí, suele significar que: 
  1. Tiene mucho desnivel
  2. Tiene poca pista

Esta combinación de factores, suele redundar en un porcentaje bajo de terreno ciclable, y en un porcentaje alto de porteo de bicicleta al hombro o similar. Y así fue la cosa.


Lo pasamos fenomental, principalmente porque los cuatro somos gente que nos gustan estas cosas, que sabemos a qué venimos y a qué nos vamos a enfrentar.


El recorrido pasa por sitios realmente fantásticos. El día acompañó dándonos de todo: primero un buen mar de nubes, luego sol pero sin agobios, más tarde niebla fresca, y por último frío intenso. 




Tuvimos ascensos y descensos técnicos, porteos aéreos, cruces varios de llamargas y arroyos, bajadas endureras, enganchones con escobas y escayos malditos. Hasta tuvimos un encuentro con unos cazadores buscando excusas para disparar a los rebecos, y culpando a los lobos de causar grandes problemas...


Hubo hambre y sed, roturas de zapatillas y cero problemas técnicos de estás máquinas que son las bicicletas de montaña, que día tras día no dejan de sorprenderme por su dureza y resistencia. 






Cuando después de un café recuperador en San Emiliano nos enfrentamos a la última subida del día hasta la Casa Mieres y el Puerto de la Cubilla, yo parecía que había revivido tras la crisis de Melluque.
La bajada final fue con toda la ropa puesta, la niebla cerrada y fría nos dejó tiesos al regreso a los coches, doce horas más tarde de haberlos dejado.




El paisaje espectacular del macizo de Ubiña no deja de sorprenderme. Tremendas majadas, bosques, cumbres alpinas, ganado en pastos de altura a la antigua usanza. Comentábamos lo poco que tenía que envidiar a otras zonas más famosas. Con la enorme ventaja para nosotros de tenerlo a apenas una hora de coche desde casa.


Lo mejor del día, la compañía. Con esta gente a donde haga falta. Un placer.

sábado, 7 de agosto de 2021

Cosas que no le importan a nadie

Uno se pone sus propios retos personales. Sus propios objetivos. Unos a una escala y otros a otra. Unos a largo plazo y otros a corto. Unos como grandes realizaciones personales, otros realmente insignificantes. La mayoría de ellos te los planteas en solitario, porque en muchos casos son simples hitos de entrenamiento.

Ninguno de ellos le importa a nadie. Son cosas que, salvo a amigos íntimos con inquietudes similares, la mayor parte de las veces el resto de la gente simplemente ni las entiende ni las valora. En realidad pueden llegar a verse como auténticas estupideces.

Subir a tal o cual pico por debajo de un tiempo determinado, cuando ya has subido decenas de veces. Remontar un tramo de cuesta con un desarrollo concreto de la bicicleta. Encadenar la travesía de boulder que llevas haciendo muchos años. Bucear la piscina completa del tirón… Son cosas que no le importan a nadie. Salvo a ti mismo.

La cuesta X está a medio camino de una de las salidas de bici más largas que hago desde casa. Para llegar a ella ya llevo unas buenas rampas, y después de ella me quedan otras peores. Pero el tramo en cuestión es sin duda el más duro del recorrido. Se trata de un tramo corto que la gente evita, no hace falta hacerlo, tiene alternativas que, si bien son algo más largas, son mucho más suaves. Distinto es bajando, que sí es más habitual.

Es una cuesta muy dura en lo que respecta a desnivel, pero lo habitual es que no sea eso lo que la hace infranqueable, sino las condiciones del terreno: la tierra suelta, las rodadas profundas, el grijo que resbala, las piedras gordas, a veces también el barro… Tiene el ángulo suficiente como para que cualquier incidencia, por menor que sea, te haga fracasar.

El caso es que yo llevo intentando subirla desde siempre. Y desde siempre fracasando. Es algo que no le importa a nadie más que a mí. Sabiendo que se podía hacer, por supuesto, cómo no. De hecho mi amigo Rubén, que ha sido un ciclista de montaña y de carretera muy fuerte, la había hecho. Es decir, imposible no era.

La cuesta X es corta y tiene dos partes diferenciadas: un primer tramo hormigonado hasta el depósito de agua que le da nombre (se lo da para mí). Ese primer tramo ya es duro y ya lo haces con todo el desarrollo metido, para intentar guardar fuerzas. Incluso esta parte en hormigón, en ocasiones presenta tal cantidad de arena, grijo y piedras gordas, que pueden hacerte fallar. En esas ocasiones simplemente me bajo y resignado continúo caminando, empujando la bici. Resignado porque, si en el hormigón ya no vas, qué esperas hacer cuando este termine…

Una vez termina el hormigón, la pista hace dos o tres curvas, primero a derechas, luego a izquierdas, y otra más a derechas para coronar. Las curvas son suaves pero el ángulo de la cuesta no: para mí está en el límite de lo ciclable en tierra. Todo este periplo, sumando hormigón y tierra, no creo que supere los trescientos metros. ¡Pero qué trescientos metros!

El domingo pasado unos cuantos de mis amigos del grupo de bicicleta habían salido por la mañana. Cuando venían de regreso pasaron de bajada por esta cuesta, y Nando, viéndola en unas condiciones mucho mejores de lo habitual, se decidió a probarla junto con Miguel. Y ambos lo lograron: las condiciones eran ideales.

Cuando me llamó para decírmelo, no lo dudé. Después de comer salí para allá con la determinación de intentarlo a tope.

Para llegar a su pie ya tengo que remontar unos cuatrocientos metros positivos, así que me esforcé en reservar fuerzas, sabía que las iba a necesitar todas. Cuando llegué al sitio, sin dudar un segundo y sin parar, metí el piñón número uno y fui a por ella.

Desde el primer metro de hormigón me pareció más limpio de lo habitual, pero aun así me concentré en buscar el mejor trazado, en apoyarme lo más adelante posible del sillín, en pedalear uniforme y en economizar fuerzas. Superado el hormigón, la tierra también presentaba aparentemente muy buena condición, con menos surcos, menos piedras gordas y con el grado de humedad adecuado para dar la tracción justa. Concentrado leyendo el mejor trazado, con el corazón desbocado y las piernas al límite, serpenteando de lado a lado buscando el mejor paso, fui ganando metros.

Cuando me acercaba a la curva final recordé que Nando me había dicho que ahí era lo más difícil. Mantuve la concentración, tuve suerte, y conseguí completarla. La cuesta empezó a ceder y mi corazón empezó a bajar de la garganta a su ubicación normal. ¡Lo había conseguido! Veinticinco años de intentos por fin habían dado su fruto.

Seguí pedaleando pista adelante sin parar adentrándome en el bosque de pinos. Ahora iba a subir hasta el primer desvío a la izquierda para volver a casa: hoy no iba a por la cumbre, el objetivo del día era esta cuesta y lo había logrado.

En este tramo me crucé primero con una pareja en bicicleta que venía de bajada, y después con tres chavales en motos de Cross también bajando por mi pista. Todavía subiendo, mi cabeza arrogante y egocéntrica ya me había planteado el siguiente reto, una vez más absurdo e innecesario; intentar repetir la cuesta otra vez ahora mismo. Quería hacerla otra vez, para poder decir (a mí mismo o a otros cuando tocara) que sí, que yo la había subido varias veces (dos en realidad). Y el día era hoy, porque a saber cuándo vuelve a estar el terreno en tan buenas condiciones (elemento totalmente clave muy por encima de mi forma física).

Una vez más, iba a poner todo mi empeño en conseguir algo que no le importa a nadie.

Bajé en pocos minutos y me encontré justo en su comienzo con los tres chavales de las motos de Cross, parados hablando. Yo no me paré, pasé saludando y me metí de nuevo al hormigón.

Las fuerzas iban más justas, pero ahora sabía que se podía. Superé el hormigón y entré convencido a la tierra. A los pocos metros cometí un error de trazada, en mitad del esfuerzo límite derrapé y tuve que echar pie a tierra. Fracasado, con las sienes latiendo con fuerza y la respiración a tope, di la vuelta con cuidado a la bici (te puedes caer fácilmente en este ángulo) y bajé hasta su comienzo.

La arrogancia aún no se había agotado. Son cosas que no le importan a nadie, pero iba a intentarlo de nuevo.  A tope. Me senté ahora en un banco a descansar cinco minutos, recuperando fuerzas. Las dudas ya asomaban, pensaba que todo era un poco absurdo, en ese rato había pasado por la pista yo dos veces para arriba y una para abajo, y habían bajado otras dos bicis y tres motos, era cierto que la pista ya estaba peor que antes, pero aun así estaba mejor de como me la había encontrado jamás antes de hoy. Me autoconvencí, reafirmando mi intención.

Por tercera vez en apenas media hora arranqué otra vez a por esta cuesta, que no le importaba a nadie, pero que me iba a exigir exprimirme al máximo si la quería vencer.

Remonté el hormigón. Entré a la tierra y superé el punto de fracaso del intento anterior. Remonté bien la primera y la segunda curva en tierra. Enfrentando la tercera curva, apenas a cinco metros de salir de la cuesta, en mitad de mi túnel de visión, fallé. Apoyé un pie y me derrumbé sobre el manillar con el corazón y la respiración desbocados. Había llegado al 95% del tramo, había dado mi 100%, pero había fracasado.

Qué tontería querer vencer una cuesta. La cuesta es inerte, ni la vences ni te gana. En realidad, uno compite contra sus dudas, contra su confianza, contra sus límites de fuerza y de habilidad. Contra su arrogancia y su egolatría. Sobre todo, se compite contra uno mismo.

Cuando las pulsaciones bajaron y la visión se centró, di la vuelta a la bicicleta (con cuidado de nuevo) y me dejé bajar derrotado. Derrotado pero contento.

No todos los días consigue uno completar un reto que lleva intentando tantos años. No todos los días consigue uno hacer algo que ha intentando con tanta fuerza. Aunque no le importe a nadie más que a uno mismo.

Gracias Nando por la información y el ánimo (y al carbono de mi nueva bicicleta y los gramos ahorrados). 

Seguiré intentando hacer cosas de estas que no le importan a nadie. A nadie más que a mí.