7 Mayo 2022
Peña Vieja
(2.614 m), Espolón de los Franceses (600 m V más 400 m de arista)
Rubén Díaz
Después de un
invierno poco escalador y más esquiador, la primavera avanza con tiempo
variable. Apenas unos diez días atrás había caído una buena nevada, pero el sol
ya circula alto y había limpiado de nuevo. La cosa es que llevábamos meses sin
poner el arnés, y más aún sin escalar en roca.
Lo conveniente
y recomendable habría sido ir a deportiva, o como mucho a las Peñas del Prado o
a Fresnidiello, a acumular unos largos, habituar un poco el cuerpo a la roca, a
los pies de gato y a la escalada después de tanto tiempo. La cosa es que, como
tantas veces, nos tira más el monte, y nos pareció más apetecible una xatada de
alpinismo de esas que te dejan el cuerpo fino.
La Peña Vieja
junto con su vecina Olvidada se levantan imponentes desde las praderías de Áliva.
Es un contraste enorme el paso de los suaves y ondulados verdes a las paredes
de roca y nieve. Se elevan casi ochocientos metros.
La vía elegida
para hoy es el Espolón de los Franceses. Es una clásica de los Picos, abierta
por dos intrépidos jóvenes franceses allá por 1967. Una buena revisión
histórica de la misma por parte de
Fernandín: muy recomendable. La vía recorre
el espolón central de la pared, que quedó bautizado en recuerdo a estos dos
audaces escaladores, buscando la lógica y los puntos débiles del mismo. Esa
búsqueda del punto débil hace que en su entrada serpentee a izquierda y derecha
hasta colocarse sobre propio el filo del espolón cuando ya llevas unos cinco
largos recorridos.
A partir de ese
punto, una segunda parte de la escalada gana en elegancia, algo en dificultad y
sobre todo en aire. Se coge altura sobre el puerto y la sensación de grande-course
se instala. Son entonces otros cinco o seis largos, según cómo se apuren o no
las cuerdas, hasta llegar a la zona de las Torres Rojas y los Gendarmes.
Desde aquí, la
escalada da paso a la trepada: canales, crestas, aristas, flanqueos, rápeles.
Esta zona es más de ir atado en corto y en ensamble, o directamente desatados
si se va cómodo, para intentar controlar el tiempo total invertido. No conviene
subestimar este tramo de la ascensión: es largo, muy aéreo por momentos, con
roca variable que exige atención y lectura adecuada del recorrido. Después de
la vía en sí, según tu nivel de forma puedes llegar aquí algo cansado y no
conviene despistarse.
Si a esto le
sumas, como va a ser nuestro caso hoy, que hay una buena cantidad de nieve en
esa parte superior, le añades la necesidad de subir piolet, crampones y botas,
lastrando la mochila en todo lo previo.
Y la dificultad
de moverte sobre el blanco por tramos, y en condiciones variables.
Alpinismo, en
resumen.
Yo no estoy
para muchos trotes, así que convenzo a Rubén para entrar por Espinama, subiendo
el coche hasta el Parador. La aproximación así queda mucho más ligera que si
vienes desde las Vegas de Sotres. La otra opción era el teleférico, pero no nos
fiábamos de las colas. La cuestión es que, por agenda familiar no podemos
madrugar tanto como quisiéramos, así que son casi las diez de la mañana cuando
aparcamos, preparamos el material, repartimos trastos y aquilatamos las
mochilas. Salimos hacia el pie de vía y con todo, entre una cosa y otra aún echamos
casi una hora y son las once cuando Rubén empieza la escalada en sí, intentando
evitar en lo posible el nevero de la base.
Sube este
primer largo más recto de la cuenta y a continuación yo tengo que hacer una
buena travesía a la derecha para retomar la zona de roca marrón escachada por
donde entra el recorrido.
Una vez en la
vía, seguimos alternando cabeza de cuerda por turno. La mochila se nota algo
escalando, pero no me molesta demasiado. No obstante, aprovecho las reuniones
para sentarme, anclar y posar la mochila y desatar los gatos. También me obligo
a echar algún trago de agua, y picar algo mientras aseguro. Estos gestos de
ahorro y avituallamiento seguro que los notaré más adelante.
Vamos superando
los distintos largos sin incidencias. Lo cierto es que algunos son realmente
bonitos. La roca es en general de muy buena calidad. Los seguros fijos son
pocos, pero están donde conviene para asegurar lo más difícil y sobre todo para
guiar. He hecho esta vía unas cuantas veces ya, y me sigue pareciendo
estupenda. En alguno de los tramos más aéreos la memoria me trae al “señor de
la gorra”, que no solo ha escaló a pelo, sino que también la destrepó… Vaya
máquina.
Cuando después
de un tramo en ensamble llego al collado de los Gendarmes un gran tapón de
nieve nos da la bienvenida a la segunda parte de la ascensión. Cambiamos
entonces gatos por botas, friends por piolet, recogemos casi todo el hierro y nos
ponemos un forro y los guantes. Salimos atados a media cuerda.
La nieve está
variable, en general hundimos un tramo, pero por debajo se nota dura. No hemos
puesto los crampones de momento. Lo peor es cuando se detectan huecos e
inconsistencias graves. Hay grietas de retracción y obliga a prestar atención.
Cuando se puede
nos salimos a la roca adyacente y preferimos trepar sobre algo más sólido.
Vamos superando canales, cresteos, flanqueos, colladinas. Hacemos un primer
rápel, parece más ágil… Posados en una horcada nevada, de nuevo seguimos alternando
zonas tremendamente aéreas con más flanqueos, trepadas, neveros, hacemos un
segundo rápel. Te posas otra vez en blanco, blanco empinado y de consistencia dudosa,
a veces vertiente Áliva, a veces vertiente Verónica. El cansancio se va
haciendo presente. Repetimos la secuencia varias veces más, aunque ya no
rapelamos más.
Finalmente
llegamos a la cumbre. Son cerca de las seis de la tarde. Nos ha llevado casi siete
horas la escalada: algo más de cuatro para la vía y unas dos horas y media la
cresta, a pesar de no haber parado de movernos en ningún momento. Sensación
estupenda: estoy cansado pero contento. Luz espectacular. No hay nadie
alrededor ni huellas recientes cercanas. Tenemos nuestra cumbre y las vecinas
enteras para nosotros. Acompañados por las chovas, comemos, echamos un trago,
sacamos fotos: 360 grados de panorama. Ahora sí, nos ponemos los crampones.
En las palas
iniciales de la normal la nieve se deja caminar cómoda y con seguridad.
Perdemos altura de forma continua y constante, a buen ritmo. Vamos derivando
hacia la derecha. Los perfiles de cumbres nos rodean. La bajada hacia el Vidrio
está perfecta. Grandes palas blancas nos acercan al camino de la canal. Ramasseando
con elegancia el último tramo de nieve salimos a la hierba, nos quitamos los
pinchos y echamos un trago en un arroyo cercano: está friísimo.
Entramos en la
canal en su zona tétrica: los restos de las instalaciones mineras nos hablan de
gentes trabajando en condiciones extremas. Vamos comentando lo que deberían ser
sus vidas, cercanas en el tiempo a las
nuestras, pero separadas de nosotros por abismos.
Poco a poco
alcanzamos la gravera y la base de las paredes. La recorremos sobrecogidos bajo
el Espolón de la Mina. Desde allí, Chalet Real y finalmente el Parador.
Miro el reloj:
han sido diez horas de actividad. Estamos cansados pero muy satisfechos con el
día de montaña que hemos tenido. El volumen, la variedad de escenarios, la
conexión con el compañero.
El placer del
alpinismo.
Salida desde el
Parador 10:00 h
Inicio de
escalada 11:00 h
Fin de Vía
(Gendarmes) 15:15 h
Cumbre 17:45 h
Inicio Canal
Vidrio 18:30 h
Parador 19:40 h