7 Mayo 2022
Peña Vieja
(2.614 m), Espolón de los Franceses (600 m V más 400 m de arista)
Rubén Díaz
Después de un
invierno poco escalador y más esquiador, la primavera avanza con tiempo
variable. Apenas unos diez días atrás había caído una buena nevada, pero el sol
ya circula alto y había limpiado de nuevo. La cosa es que llevábamos meses sin
poner el arnés, y más aún sin escalar en roca.
Lo conveniente y recomendable habría sido ir a deportiva, o como mucho a las Peñas del Prado o a Fresnidiello, a acumular unos largos, habituar un poco el cuerpo a la roca, a los pies de gato y a la escalada después de tanto tiempo. La cosa es que, como tantas veces, nos tira más el monte, y nos pareció más apetecible una xatada de alpinismo de esas que te dejan el cuerpo fino.
Si a esto le
sumas, como va a ser nuestro caso hoy, que hay una buena cantidad de nieve en
esa parte superior, le añades la necesidad de subir piolet, crampones y botas,
lastrando la mochila en todo lo previo.
Y la dificultad
de moverte sobre el blanco por tramos, y en condiciones variables.
Alpinismo, en
resumen.
Yo no estoy para muchos trotes, así que convenzo a Rubén para entrar por Espinama, subiendo el coche hasta el Parador. La aproximación así queda mucho más ligera que si vienes desde las Vegas de Sotres. La otra opción era el teleférico, pero no nos fiábamos de las colas. La cuestión es que, por agenda familiar no podemos madrugar tanto como quisiéramos, así que son casi las diez de la mañana cuando aparcamos, preparamos el material, repartimos trastos y aquilatamos las mochilas. Salimos hacia el pie de vía y con todo, entre una cosa y otra aún echamos casi una hora y son las once cuando Rubén empieza la escalada en sí, intentando evitar en lo posible el nevero de la base.
Sube este primer largo más recto de la cuenta y a continuación yo tengo que hacer una buena travesía a la derecha para retomar la zona de roca marrón escachada por donde entra el recorrido.
Una vez en la
vía, seguimos alternando cabeza de cuerda por turno. La mochila se nota algo
escalando, pero no me molesta demasiado. No obstante, aprovecho las reuniones
para sentarme, anclar y posar la mochila y desatar los gatos. También me obligo
a echar algún trago de agua, y picar algo mientras aseguro. Estos gestos de
ahorro y avituallamiento seguro que los notaré más adelante.
Vamos superando
los distintos largos sin incidencias. Lo cierto es que algunos son realmente
bonitos. La roca es en general de muy buena calidad. Los seguros fijos son
pocos, pero están donde conviene para asegurar lo más difícil y sobre todo para
guiar. He hecho esta vía unas cuantas veces ya, y me sigue pareciendo
estupenda. En alguno de los tramos más aéreos la memoria me trae al “señor de
la gorra”, que no solo ha escaló a pelo, sino que también la destrepó… Vaya
máquina.
Cuando después de un tramo en ensamble llego al collado de los Gendarmes un gran tapón de nieve nos da la bienvenida a la segunda parte de la ascensión. Cambiamos entonces gatos por botas, friends por piolet, recogemos casi todo el hierro y nos ponemos un forro y los guantes. Salimos atados a media cuerda.
La nieve está
variable, en general hundimos un tramo, pero por debajo se nota dura. No hemos
puesto los crampones de momento. Lo peor es cuando se detectan huecos e
inconsistencias graves. Hay grietas de retracción y obliga a prestar atención.
Finalmente llegamos a la cumbre. Son cerca de las seis de la tarde. Nos ha llevado casi siete horas la escalada: algo más de cuatro para la vía y unas dos horas y media la cresta, a pesar de no haber parado de movernos en ningún momento. Sensación estupenda: estoy cansado pero contento. Luz espectacular. No hay nadie alrededor ni huellas recientes cercanas. Tenemos nuestra cumbre y las vecinas enteras para nosotros. Acompañados por las chovas, comemos, echamos un trago, sacamos fotos: 360 grados de panorama. Ahora sí, nos ponemos los crampones.
En las palas
iniciales de la normal la nieve se deja caminar cómoda y con seguridad.
Perdemos altura de forma continua y constante, a buen ritmo. Vamos derivando
hacia la derecha. Los perfiles de cumbres nos rodean. La bajada hacia el Vidrio
está perfecta. Grandes palas blancas nos acercan al camino de la canal. Ramasseando
con elegancia el último tramo de nieve salimos a la hierba, nos quitamos los
pinchos y echamos un trago en un arroyo cercano: está friísimo.
Entramos en la
canal en su zona tétrica: los restos de las instalaciones mineras nos hablan de
gentes trabajando en condiciones extremas. Vamos comentando lo que deberían ser
sus vidas, cercanas en el tiempo a las
nuestras, pero separadas de nosotros por abismos.
Poco a poco alcanzamos la gravera y la base de las paredes. La recorremos sobrecogidos bajo el Espolón de la Mina. Desde allí, Chalet Real y finalmente el Parador.
Miro el reloj: han sido diez horas de actividad. Estamos cansados pero muy satisfechos con el día de montaña que hemos tenido. El volumen, la variedad de escenarios, la conexión con el compañero.
El placer del alpinismo.
Salida desde el
Parador 10:00 h
Inicio de
escalada 11:00 h
Fin de Vía
(Gendarmes) 15:15 h
Cumbre 17:45 h
Inicio Canal
Vidrio 18:30 h
Parador 19:40 h
Que buena!!!
ResponderEliminarTron, ya sabes que para estas cuento contigo, pero andas todo el día enredao con la brújula...
EliminarQue guapo,...y vaya día pillasteis!!.
ResponderEliminarEfectivamente, estaba el día perfecto
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