LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

miércoles, 26 de diciembre de 2012

El Verdon´96


Septiembre 96
Rafa Belderrain 
Cañón del Verdon                                                                                       
“La Demande” 320 m, 6a
“Le Pilier des Ecureuils” 240 m, 6b+

Se ha muerto Patrick Edlinger.
Cuando empecé a escalar con dieciseis años, allá por el 91, la escalada deportiva ya estaba muy lanzada, pero aún seguían muy presentes e influyentes los precursores de la escalada libre, y los lugares míticos donde esta había nacido.
Edlinger, junto con su tocayo Berhault, Kurt Albert y Gullich, Destivelle y Patissier, Moffat,  Kauk y Hill inspiraban mis primeros pasos en la escalada. Ya se han ido casi tantos como los que quedan de esta lista...
El Verdon era una de esas mecas a las que había que acudir. Pasados unos años desde que empecé, en 1994, de vuelta de Suiza de mi primera visita a los Alpes, pasamos por allí de turismo: me encantó el sitio. Más tarde, ya en el 96, Rafa y yo hicimos un pequeño viaje allí del que tengo un recuerdo muy especial.


En aquella época no perdonábamos fin de semana y mi libreta tiene muchas vías apuntadas en aquel verano. Juntos hicimos ese año “Rescate emocional” a Peña Santa de Castilla, también "Leiva" o "Cherokee Way" en Urriellu. Estábamos en forma y podemos decir que hacíamos cordada habitualmente. 


Rafa siempre llega tarde. A veces me saca de quicio. A la larga, me decía, sé que voy a tomar la decisión de no volver a quedar con él…Da igual si quedas para ir al Muro a hacer boulder, a Quirós a trepar un rato, a Picos para una vía larga, siempre llega tarde. Esta ocasión no es diferente, y eso que nos vamos para diez días a Francia a escalar. Cuando los nervios ya me están poniendo malo, por fin aparece por la esquina, al volante del bólido que nos ha de llevar tan lejos: un Ford Fiesta de matrícula Oviedo no sé cuántos de la S, vamos que tiene más de dieciocho años la joya. En estos momentos confiamos plenamente en él, a ver si la cosa va bien.
Con una hora y media de retraso salimos de Gijón con intención de avanzar el máximo posible esta tarde. Tenemos por delante unos mil trescientos kilómetros hasta nuestro destino elegido: la garganta del Verdon, meca de la escalada en roca ochentera, donde se cocieron las bases de la escalada libre, donde se elevaron los niveles de dificultad más allá de lo que se creía posible…


La velocidad de crucero del Forfi ronda los cien por hora, no le podemos pedir más. Por otro lado, la Autovía del Cantábrico está en fase conceptual, de momento vamos cruzando pueblos y adelantando camiones hasta que en Santander nos incorporamos a una vía rápida en condiciones. La opción de itinerario elegida va por el eje pirenaico español, hasta cruzar a Francia y ganar el Mediterráneo, para continuar hacia el norte y a la altura de Aix en Provence adentrarnos en los macizos prealpinos hasta encontrar el tajo producido por el río Verdon, dejando paredes calizas de gran calidad de hasta trescientos metros. 


Esto es un resumen rápido, pero el viaje cunde lo suyo: la primera noche la hacemos plantando tienda y todo en un apartadero de la carretera que serpentea al lado el larguísimo embalse de Yesa. La banda sonora de las muchas horas de coche la marcaron unas gastadas cintas de cassette grabadas de Extremoduro, Dover y Defcondos: "Deltoya""Devil came to me" o "Pánico a una muerte ridícula" sonaban repetidas, con fuerza y tesón.
A la mañana siguiente las nacionales nos van llevando poco a poco a nuestro destino. A última hora de la tarde entramos en uno de los campings de La Palud, el pueblo a la salida de la garganta. Apenas hay tiendas, estamos a finales de septiembre y la gente ha desalojado la zona. Está fresco.


El primer día de escalada, como toma de contacto, nos vamos al sector Luna Bong, en la cabecera del desfiladero. Allí nos acostumbramos al hecho de empezar las vías desde el final, desde arriba, rapelando hasta la base. 


Hacemos un par de ellas, de tres o cuatro largos, buscando aquellas que la guía indica como recomendadas, equipadas y en nuestro grado. Sumándole las maniobras y los tiempos para ubicarnos, el día se fue pasando. Disfrutamos la escalada. El paisaje es muy bonito, el cañón profundo y estrecho, el turquesa rápido del río por el fondo. No apunté los nombres de las vías, y revisando la guía no recuerdo cuáles fueron: aquello es un mundo de roca. 




En el camping, con la guía en la mano, he buscado la vía más larga del cañón: “La Demande”: qué suerte, es una clásica de grado asequible, máximo 6a. Pide llevar cacharros ya que el equipamiento es variable. Perfecto.
La mañana comienza con una serie de rápeles por otro sector cercano, que va enlazando varias terrazas intermedias cubiertas de densos bosquecillos de encinas. Al cabo de un buen rato de maniobras estamos en el suelo. Ahora hay que buscar la entrada de nuestra vía. Esto no es fácil, en un pie de vía en ladera empinada, con mucha piedra suelta en el suelo, y cubierto de arboleda densa que impide coger perspectiva de la pared. Al cabo de un rato damos con la entrada y después de los preparativos habituales empezamos a escalar. 


Llevamos alguna cordada por encima. Vamos alternando la cabeza de cuerda y disfrutando del trazado, que sigue la lógica clásica de la pared, buscando diedros, fisuras, chimeneas…





Después de unos diez largos salimos arriba, de nuevo en mitad de un bosque, en el que nos tratamos de orientar para localizar la carretera, y una vez en ella caminar hasta el aparcamiento donde dejamos el coche esta mañana.


La tarde-noche la pasamos en el pueblo, paseando por las calles. Cenamos en el solitario camping.
A la mañana siguiente, nos planteamos el día de descanso: hoy vamos a ir hasta la cabecera del valle, bajar al río y pasear por al lado del mismo a lo largo de un caminillo que recorre el cañón: el Sentier Martel. El paisaje es una pasada, el río tiene ese azul turquesa tan intenso que hemos visto en tantas fotos. Hay bastante gente haciendo el mismo paseo, pero no hay aglomeraciones. De cuando en cuando, tramos de pozas nos invitan a darnos un baño, pero aquí abajo no hace tanto calor, hoy sopla algo de viento y aunque no hace frío, tampoco es como para meterse al agua. No hacemos el camino completo, que son 14 kilómetros, ya que habiendo dejado el coche en la cabecera, quedaría demasiado largo, así que cuando llevamos unas horas de paseo nos damos la vuelta.

La línea de "La Demande"
En el pueblo hay una pequeña tienda de material de escalada. A falta de otras distracciones, trasteamos entre las cuerdas, los gatos, los libros… Mi economía es de pura subsistencia, así que sólo me da para comprarme una uña, skyhook, que siendo un poco más grande que las Chouinard que tengo, completará el juego.


Un nuevo día de escalada: otra vez arrancamos el proceso de forma inversa al habitual, rapelando para empezar. Hoy hemos escogido otra vía larga, algo más de doscientos metros, y de grado un poco más difícil, aunque en este caso parece que está totalmente equipada de chapas. Se trata de la muy recorrida "Pilier des Ecureuils": 240 metros, 6b+. La primera parte del descenso lo hacemos por las Dalles Grises, otra clásica más fácil, que en cuatro tiradas que nos posan en el bosquecillo intermedio de nuestra vía objetivo. De ahí para abajo vamos por la propia vía que pretendemos, con lo que el “a vista” se va convirtiendo más en “al flash”. 



Una vez en el suelo no hay nada que buscar, así que comenzamos a trepar directamente. Hoy Rafa nota el cansancio de los días pasados, y me deja delante algunos largos que le tocaban a él. La vía es una pasada de bonita.



Como colofón a nuestra visita al Verdon, el último día por la mañana, antes de iniciar el viaje de regreso, hacemos una versión de escalada muy practicada aquí: los moulinettes, que yo llamo “balconing”. Esta es una práctica habitual de los escaladores que se acercan al cañón. De hecho, hay bastantes que no hacen nada más que esto, y se trata de lo siguiente: desde uno de los sectores que sale justo a zonas de mirador de la carretera, donde hay aparcamiento y gruesas barandillas donde asomarse, se monta un toprope, se descuelga a un escalador, que escalará con la cuerda por arriba mientras los turistas le fríen a fotos.
Rafa me descuelga primero y hago una vía de 6b+ para calentar. Luego la hace él.
Después nos pasamos más a otra vía a la izquierda (mirando desde la pared), por la que Rafa me descuelga y yo voy pasando las express y la cuerda por sus chapas. En este caso se trata de un 7a de Jean Baptiste Tribout: “Je sui a legend”. Jibe Tribout, polémico de carácter, fue un escalador  mítico de la época dorada y de los primeros años de la alta dificultad, 8bs, 8cs, cuando de esos grados no había nada en el mundo… Pero ya no es solo por eso, sino que justo a la izquierda de esta vía está “Papi on sight”, un 7c también de los primeros. Recuerdo una foto de Gulllich apretando en esta vía. Está más que claro, digo yo, que calentaría en el 7a… Uno no es un idólatra, pero es que por estas gastadas hueveras seguro que también han pasado Edlinger, Moon, Berhault, Moffat, Patissier, Destivelle, Albert, Lafaille, Hill, Haston… y tantos y tantos máquinas, que no me resisto a darle un pegue, aunque sea en polea!!!
La caja no me da para encadenar ni siquiera de segundo: voy cansado, está pulida como el cristal y tengo que colgar a reposar en un par de sitios, pero cuando me agarro a la barandilla de la salida saliendo al mundo horizontal, además de hinchado de ácido láctico, estoy hinchado de contento.
Buena guinda para el pastel que ha sido esta semana en el Verdon.

Yo de aquella no tenía cámara: las fotos son todas de Rafa, y aunque no salieron muy bien sirven para revivir un poco las cosas:
Las pintas que tenía...
...no se libra nadie

Fue un buen viaje. Tengo un gran recuerdo. 
Ya han pasado unos cuantos años... igual Rafa ya no es tan tardón, voy a tener que llamarlo para quedar otra vez (y para devolverle las diapos).

jueves, 13 de diciembre de 2012

En la nube con esquíes

Sábado 8 diciembre 2012
Bene Santos
Pajares
El Cellón (2.029 m)
El Cuitu Negru (1.850 m)


Apenas tenemos visibilidad. De rodillas en el suelo, damos la espalda al lacerante viento norte. Con cuidado para evitar que nos arranque de las manos lo que vamos sacando de la mochila, intentamos abrigarnos. La chupa parece ser lo último que mis atontados dedos localizan, a pesar de no tener casi nada con lo que confundirme. Por fin, buscando la orientación en la que me favorece enhebrar las mangas, soy capaz de ponérmela: la sensación cambia sensiblemente. Intento tirar alguna foto con el teléfono, pero con guantes y con los dedos aturdidos todo es más complicado.


Es algo antes de las once. Hemos hecho la cumbre relativamente rápido, a pesar de venir charlando con las tablas en la mochila desde hace un buen rato (o precisamente por eso, no lo sé). La nieve está demasiado helada para subir con los esquíes, al menos para mí. Bene también estuvo de acuerdo en quitárnoslas cuando empezamos a perder seguridad. La costra helada soporta el peso, obligando incluso a dar buenas patadas. Si hubiera traído los crampones ya me los habría puesto. No sé cuándo se me ocurrió que no harían falta: nos esperábamos un paquete de nieve fresca de mucho más espesor, y desde luego no helada. Nunca sabes lo que te vas a encontrar, y los crampones son esenciales.



Cuando nos volvemos a poner las mochilas para emprender el descenso, las tablas hacen de vela, y nos tuercen hasta alcanzar un ángulo más cercano a la horizontal que a la vertical original. Las rachas son intensas. Una vez debajo de la arista, que está algo cornisada, la cosa cambia. Nos apretamos las botas, fijamos las ataduras y salimos para abajo, no sin antes esperar unos minutos a que la sangre se me abra paso por los capilares de las manos, recordándome el desagradable proceso.


Van a ser unos pocos giros: la nieve tiene propiedades cambiantes, pasando por zonas lisas muy heladas, otras bacheadas y otras más esquiables. Los disfrutamos igualmente. Pronto nos estamos quitando de nuevo los esquíes para el tramo de embudo empinado hasta coger la pista: sigue muy helado. Una vez en la pista nos encontramos a la primera pareja, comentamos la jugada. Luego cruzaremos a otros muchos, incluso grupos grandes. La pista, a pesar de los baches de las huellas, se baja rápida, y a las doce ya estamos de nuevo en la furgo: vamos a subir al Brañilín a hacer otra cumbre y estirar algo más la jornada.
La estación está abierta, pero la crisis se nota: aunque tenemos que dar una vuelta, encontramos una plaza para aparcar la furgo bastante arriba.


La intención era subir a Celleros, pero la nube sigue enganchada y la visibilidad muy limitada: optamos por el seguro Cuitu Negru. Paralelos a la silla parada, vamos remontando las cuestas. La nieve sigue muy dura y llegando arriba nos tenemos que quitar otra vez los esquíes. Coronamos, y después de volver a apretar las botas, nos tiramos por las pistas abajo, rodeados de un montón de gente que disfruta, aquí sí, de una nieve de calidad.
Hemos acumulado un desnivel modesto, poco más de mil metros, y una parte importante del mismo con las tablas en la mochila, aunque seguro servirá de entrenamiento.
Antes de las cuatro estaba en casa con la familia. Un buen día de montaña. Aunque no viéramos casi nada.
Compartir con Bene estos momentos, como siempre un placer.


Esta misma tarde termino el libro que estaba leyendo: "El sonido de la gravedad", de Joe Simpson. Muy bueno. Las primeras noventa páginas son simplemente tremendas: consigue transmitir una sensación de agobio que casi te hace tener un nudo en el estómago. Y por supuesto, hay algunas grietas de glaciar.


Al día siguiente, sol y cielo azul. Disfrutado con Paula y los niños en el parque de la Providencia de una  espectacular luz de invierno. 

Gijón 7:30 h
Arbás del Puerto (1.350 m) 8:45 h
Cellón (2.029 m) 11:00 h
Arbás del Puerto (1.350 m) 12:00 h
Brañilín (1.480 m) 12:30 h En esquíes 13:00 h
Cuitu Negru (1.890 m) 14:00 h
Brañilín (1.480 m) 14:30 h
Gijón 15:45 h

jueves, 6 de diciembre de 2012

Un ideal hecho realidad

La montaña, la vía y el estilo: el Cerro Torre, por la Ferrari y en estilo alpino.
Muy difícil de mejorar.

Con esta apuntada, Kiko y Eduardo ya podrían retirarse (seguro que van a seguir dando caña a tope...).
A la espera de las fotos y el relato detallado, de momento me conformo con lo que cuenta ya Edu y también Colin Haley, con quien coincidieron el mismo día.
Desde la envidia máxima, mis felicitaciones y admiración: máquinas totales.


viernes, 23 de noviembre de 2012

35 Semana de Montaña de Gijón 2012

Un año más, un nuevo cartel, y ya van 35, la Semana de Montaña de Gijón, Memorial Julio Bousoño, nos acerca personajes e historias relevantes del mundo de la montaña.
Una oportunidad de ver de cerca y escuchar en directo los relatos de algunos de los protagonistas de las noticias que leemos en los libros, en las revistas o en internet.

Este año tenemos:

  • Lunes 26: The Ridge, la intensa película sobre el intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza
  • Martes 27: Berta Martín, destacada escaladora deportiva
  • Miércoles 28: Simone Moro, el potentísimo alpinista italiano, vanguardia mundial
  • Jueves 29: Carlos Soria, referente del alpinismo nacional desde hace varias décadas
  • Viernes 30: Mireia Miró, esquiadora y corredora de montaña

Gracias a los patrocinadores, y por supuesto a Alejandro y compañía, que se lo curran bien, me acercaré a disfrutar de alguna de las proyecciones, y del excelente ambiente de la comunidad montañera.


domingo, 18 de noviembre de 2012

El Tabuyo en solitario, una pequeña aventura de dos horas

Fue por esta época hace unos años, en Noviembre, y las condiciones eran interesantes: como ahora, ya habían pasado dos borrascas con nieve, las dos primeras del ya deseado invierno, y habían manchado de blanco la cordillera después del largo periodo estival. La flexibilidad de horario de mi empresa me deja compensar de lunes a jueves las horas de la tarde del viernes, así que aprovechando este regalo, lo pensé, preparé los trastos y los metí al coche. Salgo del curro a la una y media, pero aún voy a comer con Paula a Colloto. Después de volver a dejarla a ella en su trabajo, a las tres arranco dirección Ubiña.


Antes de Pola de Lena un pitido me anuncia la entrada de la reserva del coche, pero ahora no puedo perder tiempo parando a echar gasoil...
El puerto de la Cubilla se hace largo. Llegando arriba hay un par de curvas típicas en las que con cuatro copos de nieve el puerto se queda cerrado para los coches normales, pero hoy tengo suerte: no ha nevado lo suficiente. Una vez en lo alto, cojo a la izquierda la pista hacia los puertos de la Vallota. Aunque en general los prados están despejados,  la nieve empieza a aparecer más, y en una pequeña cuesta me atasco en un nevero formado por el viento: tiene unos treinta centímetros de profundidad y ocupa el ancho de la pista. Voy justo de tiempo y con esto puede torcerse el plan… Me bajo del coche de camisa y con zapatos de calle, busco unas piedras y las coloco bajo las ruedas, prueba y error, adelante y atrás, finalmente consigo sacarlo, pero he perdido un buen cuarto de hora… Tiro otros cien metros hasta otro nuevo nevero, pero ahora ya no arriesgo más, aquí ya no meto el coche, maniobro, le doy la vuelta y lo aparco.
Aún estoy lejos de la portilla que divide las tierras,  en el colladito que da a la majada de las cabañas: ya son las cuatro y media. Por fin me cambio de ropa a toda leche, agarro la mochila y salgo corriendo (literalmente) ladera arriba. Si quiero hacer la vía tengo que espabilar: tengo poco más de dos horas de luz.
Paso las cabañas de pastores por encima, he ido ganando altura, no hay nadie. Al alcanzar el collado, una bocanada de viento frío me pega en la cara. La nieve acumulada por ese mismo viento tapiza la pendiente, los playeros resbalan en mi trote hacia el pie de vía. Llego a la base, con nieve sobre la gravera, y empiezo a sacar el material. Mientras me pongo el arnés, echo vistazos a los remolinos de nieve que se levantan en la soleada pared de detrás, soleada no como la mía que está en sombra. Hay un ambiente muy guapo de montaña, que a la vez impone respeto.
Monto la reunión con un fisurero, un friend y un diente de roca, todos orientados para trabajar en tracción ascendente. Anclo la cuerda de 9 mm y la paso por la placa seguro en el arnés; entonces le hago nudos cada cuatro metros, a la vez que la voy metiendo en la mochila.
Todo está listo, miro la hora en el móvil: son las cinco y me estoy quedando sin batería.
No sé si no estaré prestando atención a las señales que me llegan: el coche en reserva, atasco en el nevero, el móvil sin batería… Escuchar a esas señales me ha hecho abortar algún plan antes de empezar, pensando que se iba a torcer: nada, pienso para mí, son las dudas típicas del pie de vía. Además, esta vía ya la había hecho en solitario unos años antes y no tiene por qué dar problemas.
Última mirada al tinglado, todo correcto, me pongo la mochila y empiezo a trepar: la roca está fría, voy poniendo algún friend, chapando los clavos de la primera repisa (reunión falsa) y remonto una panza de roca dudosa hasta la primera reunión oficial. Hasta aquí todo bien, solo hay que prestar atención a la roca y evitar pisar la nieve de las repisas.
El sistema de autoseguro funciona bien, así que chapo la reunión y continúo hacia el largo de V+: el terreno aquí se hace un poco más vertical, la roca está algo pulida y tiene unos pasos de placa y equilibrios hasta coger las fisuras de la derecha, pero hay seguros fijos cerca y con concentración, siempre en libre, lo resuelvo bien. La dificultad afloja y estiro los últimos metros del largo (y de la cuerda) para alcanzar la segunda reunión de la vía. Me anclo yo, anclo la cuerda, me quito la mochila y empiezo a rapelar: tengo que volver a la base, desmontar la reunión y volver a subir hasta aquí para poder continuar.
Mientras rapelo, retirando parte de los seguros y dejando otros que guíen la cuerda, voy pensando en lo aislado de mi situación. Pese a ver las casas y los pueblos del valle relativamente cerca, lo cierto es que no queda mucha luz, la temperatura ha empezado a bajar y no he dicho a nadie a dónde iba: no me puedo permitir errores. En realidad, esto es lo que vengo buscando, algo de aventura para un viernes por la tarde.
Llego a la base, desmonto la reunión y empiezo a trepar de nuevo. Pronto estoy de vuelta en la segunda reunión de la vía, que ha sido la primera para mí.
Me organizo el material en el arnés y vuelvo a hacer la maniobra de la cuerda; nudos cada cuatro metros y a la mochila, la paso por la placa seguro después de fijarla al punto central de la reunión. Empiezo a escalar ahora por el filo del espolón, bloques aéreos aunque fáciles, en los que el ambiente es espectacular. Después de unos doce o quince metros la cosa empieza a tumbar y simplemente continúo estirando la cuerda, y cuando se va terminando, busco emplazamiento y monto la reunión abrazando con la propia cuerda varios bloques grandes del filo del espolón. Repito las maniobras: bajar, retirar las cosas y volver a subir. Llevo dos largos de cuerda, que equivalen a unos tres largos aproximadamente de los originales de la vía.
En este punto las dificultades han bajado, así que recojo la cuerda, la meto en la mochila y continúo en solo. Estoy trepando tranquilo, a unos quince metros desde que empecé sin cuerda, cuando oigo un beep-beep procedente de la tapa de la mochila, el móvil se ha muerto. Ahora sí ya estoy solo de verdad.
Un poco más arriba, me asaltan las dudas en un paso en una pequeña panza (algunos croquis marcan IV+, otros V), mosquetono un seguro con una cinta larga unida al arnés, y con esta seguridad salgo para arriba sin problema.
Llego a la cumbre; una capa de nieve de treinta centímetros tapiza las llambrias, ocultando agujeros en los que cuelo algún pie. Me quito el arnés y los gatos y lo meto todo en la mochila. Sin móvil no tengo hora, y he quedado con Paula en Gijón a las ocho y media para hacer la compra,  así que salgo a toda leche hacia la normal: después de medio torcer un tobillo en un destrepe (uno se relaja después de lo difícil y entonces es cuando rompes un pie, y te ves a kilómetros de nadie, sin móvil, anocheciendo, con nieve alrededor...): ojo, atención, me recuerdo.



Mientras voy trotando por la media ladera de hierba hacia el coche, lanzo alrededor miradas de medio segundo cada una: con estos breves fotogramas me deleito con el paisaje: las praderías se sumergen en la sombra, mientras más arriba, las aristas y las cumbres más altas aún tienen un haz de esa luz otoñal que anuncia el frío que está por llegar.
Cuando llego al coche, sin apenas luz, miro la hora y veo que son las 7:00. Todo el periplo en poco más de dos horas!
Mientras conduzco para casa (parando a llenar el depósito en Pola Lena) rememoro algunas escenas y pienso en lo intenso de la experiencia: según en qué condiciones, cualquier vía puede ofrecer una aventura.
Más tarde, haciendo la compra, en la cola en la charcutería, la cabeza volvía inevitablemente a las escenas de un rato antes: Ubiña, alta montaña al lado de casa, ¡qué lujo!

Esto ha sido para mí esta tarde en el espolón Tabuyo a la Mesa, una pequeña aventura de dos horas.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Nanga Parbat 1970, la película

Finalmente, con años de retraso, gracias a mi amigo Dani, he conseguido ver la película.
Me ha gustado mucho. La historia, que narra una de las épicas que han marcado el alpinismo en las últimas décadas, y que es mejor que cualquier guión de ficción, me enganchó desde el primer minuto.
El ritmo se mantiene con la alternancia de los paisajes, de Dolomitas a Pakistán, a la inmensa y espectacular pared del Rupal, décadas adelante y atrás en la vida de Messner.
Después de haber leído varios libros donde el italiano explica lo sucedido, me parece que han logrado ponerlo en imágenes.
Muy buena.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Combinada otoñal por Picos

Sábado 13 Octubre 2012
Salida ciclo-escaladora a Picos
Pablo Luque
Nando del Pozo
Peña Vieja, 2.613 m, “Espolón don Valentín” 600 m, un paso de V/V+



Se define el hombre del Renacimiento, o erudito, como una persona que es experta en varios campos o disciplinas múltiples, y que tiene una amplia base de conocimientos. El hombre del Renacimiento por excelencia fue Leonardo Da Vinci, quien fue un maestro de arte, un ingeniero, un experto en la anatomía y que también lleva a cabo muchas otras disciplinas con gran éxito y aplomo: "...el artista en este contexto social no debe ser un simple artesano, sino un intelectual preparado en todas las disciplinas y en todos los terrenos".
A los efectos, y en lo que a mí respecta, esta excelencia me queda muy lejos. Para mí se traduce más bien en “aprendiz de mucho, maestro de nada”, o también, “el que mucho abarca, poco aprieta”. Las dos me aplican.


La idea fue mía. La ociosidad es la madre de todos los vicios. A uno, que le pican varias disciplinas, y que no tiene tiempo para atenderlas a todas convenientemente, pues busca la forma de combinar. Si a esto le sumas que tienes amigos que se apuntan a un bombardeo (estos no sé si son del Renacimiento, del Barroco o del Jurásico…), en realidad no es difícil meterte en estas cosas. “¡Vaya refalfiu  que tenéis!”, que diría mi abuela.
Por fin está llegando el otoño. Después de una sequía tremenda, la previsión del tiempo empezaba a cambiar. El fin de semana era de tres días, pero sólo el sábado parecía dar opción, así que para ese día nos coordinamos.



Llevar bicicletas complica la logística en el coche, pero no arreglamos bien. El trayecto hasta Sotres pasa rápido mientras charlamos. Al bajarnos en la Curvona, la temperatura es fresca. Nos redistribuimos el material y comprobamos que las mochilas pesan parecido: mucho para pedalear cómodos, pero a esto hemos venido. Son las nueve cuando, después de hinchar alguna rueda y los ajustes finales arrancamos por la pista dirección a Aliva.
El primer tramo es cómodo, bastante llano, con buena pista. Fresnidiello aparece por entre las nubes totalmente chorreado de agua de arriba abajo, pero confiamos que la cosa vaya secando. A partir de las Vegas de Sotres, la pista pica arriba de forma intensa y la mochila se hace muy presente, sobre todo en los lumbares. Pesa lo suyo, pero es que claro, llevamos cada uno una cuerda o material, arnés, gatos, las zapatillas para caminar, comida, algo de ropa… Seguro que ronda los diez kilos.
El día va levantando, la luz aumenta, y las nubes también parece que se disipan. Por entre ellas vemos la caliza alta del Oriental y está seca. Yo tengo confianza en que vayamos a tener suerte. Los tramos de cuesta se alternan con otros más suaves. Paramos a reagruparnos de vez en cuando.



Superamos la portilla entre provincias, la piedrona de la llomba del Toro, y por fin vamos encarando Aliva.
El tiempo pasa, superamos el hotel, y para cuando llegamos al Chalet Real, entre paradas y demás, casi llevamos dos horas desde que empezamos: son nueve kilómetros, y más de setecientos metros de desnivel.
Ahora toca escalar: nos cambiamos de ropa, de zapatos, candamos las bicis y salimos dirección a la pared de Peña Vieja. La suerte se tuerce y por un buen rato estamos envueltos en una densa niebla. No vemos nada. Menos mal que el terreno es conocido, y al cabo de unos minutos estamos encordándonos en el pie de vía. 



Hemos elegido una escalada nueva para los tres, el “Espolón Don Valentín”. Se trata de un recorrido fácil, con tramos largos de trepada en III, y unos cinco o seis largos de escalada en IV y algún V aislado.
Son casi las doce cuando empezamos a escalar. Arranco yo delante buscando el recorrido lógico y ayudándome de una excelente descripción sacada de Foropicos. 



Paso la primera reunión (relativamente pronto) y sigo para arriba. Mis compañeros ensamblan unos metros hasta que llego a la segunda. Seguimos con esta dinámica por otros dos largos más, muy fáciles y por terreno poco atractivo hasta llegar a un hombro en la base de las tiradas de canalizos. Es la cuarta reunión del croquis, la tercera para nosotros.






La niebla ha seguido envolviéndonos, pero parece que el día va a despejar. La temperatura es buena para trepar con un forro fino. Para ahorrar tiempo, me siguen cediendo la cabeza de cuerda, así que sigo delante ahora por largos de excelente caliza y escalada agradable, donde de cuando en cuando aparece una reunión con clavos, o un clavo y un espit, generalmente en lugares cómodos. 






Los tres largos de canalizos, bonitos, nos dejan de nuevo en una zona de transición. Son dos tiradas largas, primero a la izquierda y luego a la derecha y con ensamble incluido, que nos dejan enfocados a los gendarmes del espolón de los Franceses. Aquí podríamos unirnos a esa vía sin ningún problema: me queda claro como me venían comentando Luque y Nando que la nuestra es un buen escape a Franceses si es necesario, ellos lo han hecho varias veces.



Tenemos un poco por encima el largo más difícil de la vía: otros treinta metros más de terreno fácil y monto la reunión justo al comienzo de la sección que aparenta más difícil, un pequeño embudo amarillo vertical. Monto reunión con un clavo y un puente de roca aseguro a los colegas, que vienen charlando sin parar, como desde el comienzo de la vía.



El comienzo del largo 12 (según el croquis) obliga a pensar más para colocar seguros, con un par de movimientos aéreos, de V+, salgo de nuevo a terreno fácil. Ha sido un paso aislado. Estiro la cuerda hasta una terraza cómoda donde monto reunión, aquí no hay nada. A la derecha está el largo de salida y el final de la vía.

Llegan los cicloescaladores y vuelvo a tirar el largo 13 según el croquis y 11 para nosotros. Estamos ya en el terreno de cresta de Peña Vieja. Hemos tardado unas tres horas y poco en la vía. Yo me desencuerdo, mientas que Nando y Luque siguen en ensamble. Sentado en el filo, comiendo un bocado, observo la progresión de mis amigos: el ambiente tan espectacular como siempre. Una pasada.



La arista se hace larga, pero finalmente, después de dos pequeños rápeles, hacemos cumbre. Son las cinco menos diez de la tarde, unas cinco horas desde que empezamos en el pie de vía.
Disfrutamos la cumbre unos minutos, acompañados por una descarada chova que come de la mano.



El descenso yo quiero hacerlo por la canal del Vidrio, que mis compañeros no conocen. Está despejado así que después de algunas dudas, decidimos ir por ahí, ahorrando tiempo respecto a la normal de Peña Vieja hacia Fuente De. 


El Vidrio, la mina, Aliva, la Llomba y Sotres
Paisaje espectacular de Picos, bajo una luz increíble las paredes del cordal de Juan de la Cuadra. Luque está fuerte y va tirando de nosotros: yo noto el poco ejercicio de los últimos meses, voy cansado.





En la parte final de la canal el paisaje es un poco tétrico, opresivo: pasando  por entre restos metálicos de las instalaciones de la mina de las Mánforas, vamos imaginando la durísima vida, cercana a la esclavitud, que seguramente llevaba la gente que aquí trabajó.
En poco más de una hora estamos preparándonos para coger de nuevo las bicicletas. El sol hace rato que se fue, se está levantando el viento del atardecer y la temperatura cae. Con los chubasqueros puestos comenzamos el descenso. Todo el sufrimiento de la mañana lo vemos ahora recompensado: no hace falta dar ni un pedal.









Tras una breve parada en el hotel a tomar una coca cola, retomamos la pista. Vamos solos, excepto algún caminante aislado y algún todoterreno, el paisaje es todo nuestro. Subidos sobre la morrena central de este valle glaciar, veloces, recorremos los kilómetros de vuelta al coche. A las siete y media, con la luz en declive, llegamos al coche, contentos por la actividad, satisfechos por lo completa, original y redonda que ha quedado. Volvemos a casa pensando ya en la siguiente.



Gijón 7:00 h
Curva Sotres 9:00 h
Chalet Real 11:00 h
Pie de Vía 11:50 h
Fin de Vía
Cumbre 16:50 h
Chalet Real 18:15 h
Curva Sotres 19:30 h
Gijón 20:45 h

Resumen
Bicicleta: Sotres-Aliva 800 metros aprox
Escalada + Arista: 800 metros aprox
Desnivel total 1700 aprox