Roto. Agotado.
Shattered
Reflexiones de alguien que lo ha dado todo por su pasión.
Un vídeo para pensar.
LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO
jueves, 14 de junio de 2012
jueves, 7 de junio de 2012
Ciclando por Quirós con las Unaauna
Sábado 2 de Junio 2012
La opción lógica era quedar en casa: la predicción de mi Web habitual para el sábado hablaba de más de veinte litros de precipitación distribuidos desde primera hora y con el punto álgido al mediodía en la zona de la ruta. El asunto es que se iban a juntar unos cuantos amigos, a algunos de ellos hacía tiempo que no los veía, así que finalmente me uní a la convocatoria.
En el trayecto en coche el cielo amenazaba e incluso cayó
alguna gota, pero no fue a más. Cuando llego al aparcamiento del embalse de
Valdemurio, punto de encuentro y salida, ya hay bastante gente preparándose:
nada más bajar saludo a Rosa, comentamos sus peripecias en la última expedición
al Annapurna.
Los hermanos Piñera, Nando, David y Patricia, Salva y Nico, Irene… todos amigos o conocidos que hacía tiempo que no veía, y también me presentan a otras cuantas chicas uniformadas con el maillot de las Unaauna, un grupo femenino de btt muy activo. Todos listos para un día de pedaleo, muy buen ambiente.
Los hermanos Piñera, Nando, David y Patricia, Salva y Nico, Irene… todos amigos o conocidos que hacía tiempo que no veía, y también me presentan a otras cuantas chicas uniformadas con el maillot de las Unaauna, un grupo femenino de btt muy activo. Todos listos para un día de pedaleo, muy buen ambiente.
En total somos un pelotón de dieciséis. Hacia las nueve y
media pasadas salimos por la orilla del embalse, por la Senda del Oso,
dirección Bárzana. Irene, que es la guía de la excursión, va delante charlando con
Rosa, ambas han impuesto un ritmo vivo que estira el grupo. Vamos calentando
motores en los falsos llanos de estos primeros kilómetros, adentrándonos en los
valles presididos por la gran Peña Rueda.
Pasado Ricabo, a la salida de la aldea de Bueidia hacemos
un reagrupamiento antes de las iniciar
las primeras cuestas serias del día: la pista que sube hacia Trobaniello. Comer
y beber, alguna foto.
Nos adentramos en el bosque: los árboles presentan un denso manto de verde nuevo. De las hojas recién salidas se desprende una luminosidad especial, tienen incluso un tacto especial, es el renacer de la vida. A esta sensación contribuye el hecho de que, contra lo pronosticado, el cielo no sólo aguanta sin llover, sino que a ratos incluso asoma el sol. Estos estímulos nos distraen, al menos en parte, del pedaleo cada vez más atrancado por la cuesta de pendiente creciente.
En un punto determinado nos reagrupamos de nuevo: vamos a
abandonar la ancha pista por la que veníamos, y tirarnos ahora por un camino
incierto, poco evidente, salpicado de grandes piedras en su tramo inicial, y
que pondrán a prueba nuestra habilidad y/o nuestra inconsciencia… Después de
esa primera zona algo trialera, circulamos por una media ladera espectacular,
en bajada casi siempre, aunque con algunos llanos o hasta repechos
intercalados. A pesar de ir bajando, la velocidad es lenta: el camino estrecho
sortea zonas de piedras, otras con arbustos o hierba alta, obliga a prestar
atención y a tocar los frenos frecuentemente. Con las bicicletas de suspensión
total, que predominan en el grupo, seguro que aquí se nota su factor diferenciador,
voy pensando mientras reboto una y otra vez.
El camino es una pasada: parece mentira encontrar un tramo tan largo como este, ciclable aunque técnico, con zonas tan variadas, en mitad de este paisaje espectacular. Gran trabajo exploratorio de nuestra guía de hoy, Irene.
Nos adentramos en el bosque: los árboles presentan un denso manto de verde nuevo. De las hojas recién salidas se desprende una luminosidad especial, tienen incluso un tacto especial, es el renacer de la vida. A esta sensación contribuye el hecho de que, contra lo pronosticado, el cielo no sólo aguanta sin llover, sino que a ratos incluso asoma el sol. Estos estímulos nos distraen, al menos en parte, del pedaleo cada vez más atrancado por la cuesta de pendiente creciente.
Cruzando una zona quemada de bosque bajo, por encima de
nosotros, a la altura de unos grandes bloques de cuarcita, despega un enorme
buitre: majestuoso economiza esfuerzos y optimiza la leve térmica de ladera
para planear.
El camino es una pasada: parece mentira encontrar un tramo tan largo como este, ciclable aunque técnico, con zonas tan variadas, en mitad de este paisaje espectacular. Gran trabajo exploratorio de nuestra guía de hoy, Irene.
El cielo se va nublando, las nubes vierten por encima de
los cordales que tenemos delante, y todo parece indicar que no nos vamos a
librar. Miramos a David para confirmar, con una mezcla de confianza y
cachondeo.
Un par de amagos de cañonazo me recuerdan que en bici te
puedes hacer daño fácilmente, y me lo tomo con más calma.
Seguimos ahora por otro tramo, ahora de barro chocolatoso
para dar color (color barro) a nuestra indumentaria y para echarnos unas risas.
La cosa vuelve a picar hacia arriba y nos toca remontar un tramo hormigonado que nos exprime: ya nos lo había anunciado Irene. Uno es competitivo por naturaleza, y aunque principalmente lo sea conmigo mismo, lo cierto es que me mido con los demás: empiezo el repecho intentando coger a Salva, que empieza (y termina) el primero, hacia la mitad de tramo me pasa Nando sin que pueda hacer nada por engancharme a él, y los últimos metros luchando porque no me adelante David: cuando por fin terminamos, a mí no me quedan piñones de reserva, y ya estaban a punto de encenderse los cuatro intermitentes... ¡Hay que ver cómo aprieta los pedales esta gente!
Después de está cuesta, le siguen unos cuantos kilómetros de camino estrecho, sube-baja, variado y divertido que nos va llevando de vuelta hacia nuestro punto de partida. Bosques de roble y haya en la parte alta, castaño y avellano más abajo.
La cosa vuelve a picar hacia arriba y nos toca remontar un tramo hormigonado que nos exprime: ya nos lo había anunciado Irene. Uno es competitivo por naturaleza, y aunque principalmente lo sea conmigo mismo, lo cierto es que me mido con los demás: empiezo el repecho intentando coger a Salva, que empieza (y termina) el primero, hacia la mitad de tramo me pasa Nando sin que pueda hacer nada por engancharme a él, y los últimos metros luchando porque no me adelante David: cuando por fin terminamos, a mí no me quedan piñones de reserva, y ya estaban a punto de encenderse los cuatro intermitentes... ¡Hay que ver cómo aprieta los pedales esta gente!
Después de está cuesta, le siguen unos cuantos kilómetros de camino estrecho, sube-baja, variado y divertido que nos va llevando de vuelta hacia nuestro punto de partida. Bosques de roble y haya en la parte alta, castaño y avellano más abajo.
La excursión no ha sido demasiado larga, unos cuarenta
kilómetros. Sin embargo sí que es intensa y algo rompepiernas; tiene desnivel,
tiene tramos técnicos, tiene paisaje y encanto. Quirós es una perla. Desde
luego, un itinerario para repetir.
El ambiente con la gente estupendo, da gusto encontrar un
grupo tan majo.
Al llegar al parking, pasadas las tres y media, empieza a
llover: primero unas pocas gotas, pero a los dos minutos es todo un diluvio. ¡Qué
suerte hemos tenido! Me despido de los amigos y conduzco de vuelta a casa,
encantado de la jornada.
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