LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

miércoles, 22 de febrero de 2017

Ario, mirador excepcional

Sábado 21 Enero 2017
Nando del Pozo, Manolo Crespo
Jultayu (1.941 m) desde el lago Ercina


Después de 25 años pisando los Picos, aún me quedan sitios realmente básicos por descubrir. Me ha sucedido que, dado que yo estaba muy centrado en escalar, me han ido quedando sin conocer algunos sitios que no tienen asociadas vías de escalada reseñables.  Como últimamente escalo menos (muchísimo menos), mi atención se fija ahora en estas referencias pendientes para mí.
Hace un par de años, y porque ya me daba vergüenza, fui hasta el mirador de Ordiales. Fui solo y además del mirador ascendí a varias cumbres de la zona. Lo disfruté enormemente, entendí por qué es un sitio tan famoso.



Este sábado he tachado otro básico: Vega de Ario. Y de nuevo he flipado con el lugar.

El invierno ha llegado finalmente, y si bien ha habido poca precipitación y la nieve aún es escasa, la temperatura en cambio sí ha bajado considerablemente. Para cuando llegamos al parking a las ocho y media de la mañana, nuestro coche es el único junto con otros dos. Poca afluencia para una buena previsión meteorológica, aunque es temprano.
Arrancamos a caminar al lado del lago helado. La nieve está durísima y apenas marcamos con las botas.
Comenzamos a caminar por lo que siempre he escuchado, y ahora veo en directo, es un terreno de sube-baja, con pocas referencias evidentes. Está claro que por aquí, si entra la niebla estaríamos en problemas. El cielo del amanecer está mucho más nublado de lo que nos gustaría, tanto hacia el Este, como hacia el Oeste. Nubes oscuras cubren amenazadoras los perfiles de cumbres: comentamos que si es así, si se tuerce el día, nos daremos la vuelta sin darle margen al cielo a meternos en problemas.
Pasamos por majadas de cabañas y pequeños llanos, no hay apenas cuesta.
La nieve sigue dura como el hormigón, no hay ninguna huella que nos indique el camino, salvo algunas de animales que sí parecen seguirlo. Cuando enfrentamos un repecho más serio, paramos a ponernos los crampones.
Buscamos el mejor trazado mientras seguimos preocupados por el cielo, que hacia el Central aparece aún oscuro y de hecho nos suelta pequeños copos de nieve apretada de vez en cuando.
Por fin, después de unas dos horas y media, alcanzamos el collado que nos da vista hacia el macizo central: la estampa es espectacular.


Tras de unos minutos admirando las vistas, tando de los Urrieles como de las cumbres más cercanas y que quizá intentemos luego, nos dirigimos hacia el refugio de la Vega de Ario. Aún nos lleva otro cuarto de hora alcanzarlo. El refugio está cerrado excepto por el cuarto de entrada, habilitado estupendamente como vivac de invierno con unas plataformas de madera. Es realmente acogedor.


Después de comer y descansar unos minutos, volvemos a ponernos en marcha de nuevo, con intención de ascender a la cumbre más cercana y más fácil, el Jultayu. Para ascenderlo, aún tenemos que cruzar una buena distancia de terreno indefinido, con jous, subidas y bajadas. Afortunadamente la nieve sigue estando increíble, y se camina fenomenal.
El paisaje es fantástico, la pendiente va aumentando y cada vez hay que prestar más atención al pisar: un resbalón empieza a ser realmente peligroso. Además, hay que interpretar el recorrido, buscando el mejor camino.


Identificamos de cuando en cuando un hito que sobresale de la nieve, seguimos remontando y entrando en la sombra de la cara noroeste. Nando viene recuperando de una gripe, y en un momento dado prefiere darse la vuelta hasta un collado al sol. Manolo y yo seguimos subiendo.


El ángulo es llevadero, pero a ratos la superficie es hielo vivo: Manolo saca el segundo piolet, que yo no he traído… Salgo por fin a la arista y al sol. Mientras espero al colega me recreo con las vistas, son realmente tremendas: en frente el Central espectacular, antes el tajo del Cares con dos mil metros de desnivel, a la derecha alpino el Cuvicente, Robliza y demás, junto con la Peña Santa, espectacular. Hacia atrás toda la subida desde los Lagos y el mar de fondo…


Después de un rato en la cumbre decidimos bajar más hacia el norte, y claramente es más cómodo. Sigue estando muy helado, pero es menos expuesto que la pala por la que subimos. En unos minutos alcanzamos a Nando que nos esperaba. Desde aquí seguimos bajando.
El día ha ido mejorando, y el sol domina en el cielo.


Las perspectivas en el camino de regreso son muy chulas: a ratos veo a mis amigos circulando por enormes toboganes de nieve helada, donde los crampones no dejan marca, y al fondo aparece el mar.


Desde el collado hacia Vega de Ario hasta el coche, el camino es tan plano que prácticamente lleva el mismo tiempo de vuelta que de ida. Además, el sol va haciendo su trabajo y la nieve empieza a estar un poco más pesada.


Nos encontramos a mi amigo Rubén que sube con su mujer a disfrutar las vistas. Ya llegando a la vega del lago, vemos un montón de gente que ha subido a disfrutar la montaña a su manera (algunos salieron en el periódico a los dos días…).

A las cinco llegamos al coche.
Ocho horas de pateo, la mitad de crampones, disfrutando de una nieve y unos paisajes espectaculares. He conocido una cumbre nueva para mí, un refugio nuevo para mí, y he tachado quizá el más sangrante de los sitios básicos de los Picos que no conocía. Volveré.
Como siempre, con Nando y Manolo, muchas risas.
Estupendo día de montaña.



lunes, 13 de febrero de 2017

Peña Ubiña - Corredor de la Aguja

Peña Ubiña (2.417 m) Corredor de la Aguja (300 m, +250 m arista)
Miguel Rodríguez
Bene Santos
Enero 2009

Bene y Miguelón, grandes amigos, disfrutando el momento

En las montañas cantábricas, las cotas por encima de los dos mil cuatrocientos metros están muy localizadas. El macizo de Ubiña es una de esas zonas. Es este un macizo muy alpino, pero a la vez muy cómodo y accesible: a diferencia de los Picos o de la montaña Palentina, las aproximaciones aquí son mucho más llevaderas, y en poco más de una hora y media estás ya intentando cumbres que superan los dos mil trescientos metros. Además, el trayecto de coche desde mi casa es también breve. Si bien la roca no es la mejor del mundo, sí se pueden hacer cosas. Personalmente, cuando realmente me gusta es en invierno.


Debido a la particular orientación de la línea de cumbres que va de Peña Ubiña hasta los Fontanes, sucede que hay vertiente norte en las dos provincias, Asturias y León. Es algo bastante chocante que en la Cordillera Cantábrica y en cumbres que hacen frontera, escales en cara Norte estando en León, pero así es.





Desde Torrebarrio el acceso es a través de una pista ancha y de desnivel suave, que permite acceder a los pies de Peña Ubiña en poco más de una hora. Después, para llegar a la entrada de las vías, aún se tarda otro rato, pero en cualquier caso es rápido.





Dentro del gran abanico de posibilidades que ofrece la abierta cara norte, algunas líneas se marcan más características que otras. Es el caso del corredor de la Aguja, que como su nombre indica es un corredor y además tiene una aguja asociada que le da nombre. Se trata de un corredor de unos trescientos metros y de inclinación variable. Como casi siempre en invierno, el grado de dificultad varía mucho en función de las condiciones. Al comienzo del mismo se hacen unos ochenta o cien metros fáciles, hasta alcanzar la base de un resalte, paso clave, que puede presentar dificultades si la carga de nieve/hielo es escasa. A continuación se suceden otros tres largos más, en los que el corredor es más ancho, con pequeños resaltes que variarán de nuevo de dificultad en función de la carga y calidad de la nieve o hielo, hasta poder pasar prácticamente desapercibidos. Al ser una de las primeras vías desde el espolón Oeste, sucede que desemboca en una arista que hay que seguir durante un buen trecho hasta hacer la cumbre, pero dicha arista, si bien no tiene gran entidad en sí misma, le aporta envergadura y le da también gran ambiente a la ascensión.



El material instalado es más bien escaso, apenas algún clavo en los puntos clave, que varían con los inviernos. No obstante, casi siempre se puede colocar algún seguro flotante, o en último extremo, clavar uno mismo.
Siendo un corredor clásico, estando la nieve en condiciones, y siendo fin de semana, lo normal es encontrar gente. Aunque habíamos adelantado a varios en la aproximación, y a pesar del ritmo intenso, no fuimos los primeros y en la boca del corredor coincidimos con dos chavales. Se veía más gente hacia las otras clásicas como el Elixir de la Suerte.
Miguel viene rápido como siempre, aunque algo protestón comentando la falta de forma. Lo justo, pienso, cuando le digo que el largo duro es para él: tal y como esperaba, no lo duda y tras colocarse los trastos, sale poco después del segundo de la cordada que nos precede. El corredor hace un embudo y se pone tieso, a unos 80º al menos por dos o tres metros. El espesor de hielo no da demasiada confianza, en su base, después de pelear un rato, Miguel se arregla para meter un clavo. Después de esto, con un par de bufidos característicos se remonta encima del paso y a partir de aquí la cuerda corre rápida por la placa de seguro. Una voz de aviso nos pone a Bene y a mí en movimiento. 


Desde aquí a la cumbre es un placer de recorrido, con buena nieve que permite moverse con seguridad, rodeados por nubes que entran y salen por las aristas, ocultan o muestran las cumbres vecinas. Es en ese tipo de momentos en los que más claro tengo por qué me gusta el monte: ¡qué ambiente!

 


En la espera se me han enfriado los pies, pero calentarán pronto. Paso el último por el resalte, ya escaso de materia para pichar, y Bene me tira una buena sesión de fotos. Cuando llegamos a la reunión cojo el material y salgo a por la siguiente tirada: variada y entretenida, aunque mucho más fácil que la anterior. Después de aquí se mantiene la tónica y pronto alcanzamos la collada con la arista Oeste.








Ya en la cumbre, unas fotos, algo de comer y para abajo. Está frío y no invita a mucho regodeo. 


La bajada hasta el collado Terreros, con la Pequeña delante, de charla variada con los amigos y buscando el mejor itinerario. Gran jornada.
(las fotos buenas, de Bene, se nota)

Miguel y yo hablando de ello: seguro que me estaba contando sus últimos planes... Un crack!
Una de mis últimas escaladas con Miguel. Gran maestro, visionario, alpinista, pero sobre todo, Amigo.