19-26 Junio 2011
Pablo Luque
Piz Badile 3308 m, Val Bregaglia, Suiza, "Nordkante" Espolón Norte, 1000 m V
Arco di Trento, Dolomitas di Brenta, "Pantarei", 180 m 6b+
Tercera Torre Sella, 2696 m, Grupo Sella, Dolomitas, Cara Oeste "Vinatzer" 350 m, V+
Una vez más, de viaje a los Alpes. Una vez más, pero en esta ocasión de forma distinta: nada de paliza de conducción, nada de dormir tirado en áreas de descanso de la autopista con el oído atento al coche, no te vayan a robar… Esta vez en avión desde Santander a Bérgamo.
Dejar a Paula y a Javi en casa me ha costado bastante, es normal, desde que nació el niño no me había separado de ellos más de dos días.
El trayecto en coche a Santander es de charla animada y una vez llegamos al aeropuerto, después de ajustar los pesos de las mochilas para no pasarnos con ninguna, embarcamos y en poco más de dos horas estamos en Italia. Son las doce de la noche: cogemos un taxi al hotel reservado, mañana recogeremos el coche de alquiler y esta combinación todavía nos sale más barato que recogerlo al llegar. Perfecto.
El hotel nos sorprende por el nivel para el precio que vamos a pagar: tiene hasta hidromasaje! Aunque Luque se lleva un chasco cuando después de llenar la bañera se da cuenta de que no funciona… Inaceptable!
El Lancia Epsilon no va ni cuesta abajo, pero así vemos mejor el paisaje del lago de Como. En Lecco, pueblo mítico de escaladores legendarios como Ricardo Cassin, paramos a comprar comida y gas, y seguimos hacia Suiza.
El Piz Badile y el Piz Cengalo a la izquierda, con mucha nieve aún |
Nuestro destino está en Val Bregaglia, un valle alpino precioso, con bosques densos y montañas afiladas. Entre ellas nuestro objetivo, el Piz Badile. Al llegar a Bondo, el último pueblo, por fin lo vemos, y se nos cae el alma a los pies: está totalmente blanco desde nuestra perspectiva. La vía pretendida, la Cassin, es totalmente roquera y de placa, con lo que directamente no se puede hacer. Después de pensarlo, nos decidimos a subir para verlo de cerca. Peaje para una pista entre pinos y luego porteo de hora y pico por un camino con un desnivel tremendo, en medio de un calor húmedo tropical.
Refugio SASC Fura |
Después de una gran sudada llegamos al refugio Cabaña SASC Fura que está cerrado, pero la cabaña de invierno tiene de todo, cocina de leña, literas con colchones y mantas, platos, tazas… y nosotros porteando como burros.
Mucha más nieve de la esperada |
Tiramos los trastos y salimos hacia arriba con las botas y el piolet para ver de cerca el espolón norte, Nordkante, que se eleva altivo hasta la cumbre: es una vía sencilla, pero una opción interesante en las condiciones alpinas en las que está, con campas de nieve a varias alturas, con rimaya de acceso, con cornisas en la arista hacia cumbre... Tendremos que llevar botas duras, crampones y piolet. La línea es muy llamativa y quedamos contentos con el nuevo objetivo, a pesar de haber rebajado el reto.
De vuelta en la cabaña,nos encontramos a dos puretas suizos con la misma idea para el día siguiente: ambos la han hecho varias veces, así como también la Cassin, de la que nos confirman que hemos venido con unas cinco o seis semanas de adelanto… La ignorancia es lo que tiene.
Nos acostamos temprano y en mitad de la noche llegan otros dos tíos que se acomodan como pueden en los bancos y en el suelo. A las cuatro nos levantamos, desayunamos y a las 4:40 salimos hacia el monte.
El vecino Piz Cengalo al amanecer, con su atrayente espolón norte |
La hora y media larga de aproximación, de crampones en la parte final, nos colocan en el collado desde el que se entra al espolón y a la Cassin: podemos ver que la vira de entrada a esta última está delicada y expuesta a lo que va soltando la pared desde arriba.
Sacamos el material, nos encordamos e iniciamos la escalada en ensamble y con botas en los primeros cuatro o cinco largos, en los que sorprendentemente hay bastantes seguros. En un paso fino de placa me cambio de botas a gatos y nos montamos en el filo del espolón. Desde aquí vamos alternando la cabeza, empalmando largos y estirando las tiradas a 90, 100 o 120 metros. La roca tiene una calidad excelente, llevamos por encima a las otras dos cordadas que han escalado sin cuerda bastantes largos, y que siguen de botas, gente muy fina. Una vez más compruebo cómo los locales nos marcan la diferencia en los terrenos sencillos, los de botas, donde se nota la experiencia de vivir estas montañas todo el año.
La vía es interesante, moviéndonos a un lado y otro del filo, cuando estamos a la sombra el frío se nota, aunque son momentos breves. Estamos en el día más largo del año y el sol va muy alto, nos va dando casi todo el tiempo a pesar de la orientación 100% norte. En la Cassin, mucho más Noreste, por la mañana no hay ni una sombra.
Hacemos un flanqueo bajo un desplome hacia la sombra, donde pisamos nieve, desde aquí Pablo tira el único largo de V de la vía.
Tramos mixtos, buscando clavos no tapados, sobre roca mojada |
Alcanzamos y superamos la salida a la arista de la vía clásica de Cassin, y continuamos otros cuatro largos aproximadamente hasta la antecima; aquí decidimos dar la vuelta ante el mal aspecto de la nieve inestable que hace falta cruzar hacia la cumbre. Estamos literalmente al lado, pero está delicado.
Hemos tardado cuatro horas para los mil metros de vía, son las once menos cuarto: comemos y bebemos algo e iniciamos lo que será una enorme secuencia de destrepes y rápeles de vuelta abajo.
En la antecima |
En los rápeles, algunos van perfectos, otros con leves atascos, y alguno con atasco serio de cuerdas, aunque nada que no se resuelva con algo de paciencia e imaginación. Algún rápel lo montamos sobre cintas en dientes de roca, al tapar la nieve las instalaciones fijas.
Un error mío con una cuerda enganchada nos hace desviarnos del espolón por tres largos, nos buscamos la vida por la Noreste con instalaciones menos fiables. Una corta trepada posterior nos pone de vuelta en el espolón: no hemos perdido demasiado tiempo, porque los suizos están aún al lado.
Con algunos tramos de destrepe llegamos a la base de la vía a las cinco horas de empezar el descenso: nos ha llevado una hora más que la escalada. Son las cuatro de la tarde.
Aquí tendré que volver para hacer la clásica de Cassin, que se ve muy guapa, y la cumbre, que ha quedado pendiente.
Luque, que también vino, aunque no salga en las fotos |
Como hemos decidido quedarnos a dormir aquí (para mañana dan mal tiempo), nos tomamos la tarde con calma, charlamos en el refugio con los suizos y con la otra cordada que llega más tarde, y que resultan ser dos aspirantes a guía austriacos haciendo méritos: no hemos ido mal pensando con quién nos comparábamos…
El miércoles amanece feo, conseguimos llegar al coche sin mojarnos, pero desde ahí, el resto de la jornada está lloviendo sin parar o muy nublado. Una pena porque estamos pasando por sitios muy guapos: San Moritz, el paso Bernina, o Madonna di Campiglio, donde apenas podemos entrever las enormes paredes y torres de los Dolomitas del grupo Brenta. Seguimos hacia Arco di Trento, una zona de escalada mítica de los 80, más lejos de la montaña y donde la meteo da mejor previsión. Arco es un sitio muy bueno para estos periodos entre ventanas de buen tiempo en el monte. Dentro de unas semanas se celebrará aquí el famoso master de escalada en el que participan gallos de la compe y la deportiva de nivel mundial.
Gente ordenada, escrupulosa y preocupada por la imagen |
Nos informamos de las opciones y nos vamos a un camping. En este valle estamos al pie de un mogollón de roca y paredes, con vías de todos los tamaños y estilos. Nos compramos una guía para aclararnos. Hay un montón de escaladores, pero también muchas familias con críos, gente con bicis a montón… sobre todo alemanes.
El jueves amanece muy nublado pero temprano nos vamos a trepar: salimos caminando desde el camping y en quince minutos estamos al pie de la vía elegida, “Concordia”, siete largos bien asegurados y bastante directos, para poder rapelar en caso de lluvia. Tal cual, cuando estoy llegando a la cuarta reunión me empieza a llover torrencialmente: rápeles y al suelo. Hace un calor tremendo y la roca seca rápido, así que esperamos un rato y volvemos a trepar otras cuatro vías, esta vez levantamos como máximo segundos largos, plaqueros y de mucha calidad, hasta 6c/6c+.
La tormenta anunciada vuelve, esta vez mucho más intensa. Volvemos al camping y el resto de tarde, sin lluvia ya, nos la pasamos paseando por las calles y plazas del pueblo, entrando en las muchas tiendas de montaña, algunas exclusivas como la de La Sportiva, o una de Salewa. Paseando por las calles y plazas, mientras intento robar conexión WiFi a algún incauto, voy pensando que por estas mismas sitios se habrán paseado Edlinger, Legrand o Moffat, o más recientemente Andrada o Sharma. No nos aburrimos.
Los montajes en el camping son espectaculares: autocaravanas con avances, mesas, parrillas, parabólicas. Por debajo de estos la categoría de las furgonetas, también con múltiples anexos, dispositivos, accesorios. Todos ellos con bicicletas, algunos con motos incluso. Luego están los que vienen en coche, pero con buenas tiendas chatet, con mesas para comer o jugar a las cartas... Por último estamos nosotros: todo está empapado de la última tormenta, no tenemos nada. Para cenar nos sentamos en el suelo sobre la bandeja del coche (esto fue idea de Luque, que está muy viajao), y miramos con tristeza nuestro hornillo con tortelinis, mientras nos llegan los olores de las barbacoas circundantes. Tenemos una cuchara para los dos, todo sea por la ligereza... La gente al pasar nos mira y nos sonríe, con una mezcla que yo interpreto como de educación, pena y de incredulidad ante lo precario de nuestra situación. Somos los parias del camping...
Cada día hablo con Paula y me cuenta cómo se las arregla para lidiar sola con el niño y el resto de cosas.
El plan para el viernes es escalar por la mañana y salir a medio día dirección a Dolomitas para escalar el sábado, que es cuando escampa el cielo. Así lo hacemos, madrugamos y a primera hora y con mucho calor escalamos la “Pantarei” en la pared de San Paolo: seis largos variados de hasta 6b+. Muy guapa. Hoy podemos acabarla sin mojarnos y volvemos al camping a por una ducha antes de coger el bólido.
Tres horas de carretera hacia el norte nos llevan hasta Bolzano y de allí a Wolkenstein, un sitio donde ya se te caen las pistolas al suelo con el paisaje de Dolomitas: enormes macizos de caliza con tapias impresionantes, rodeados de valles idílicos de prados y bosques, con instalaciones de esquí alucinantes, pueblos impecables… Esto es precioso.
El valle hacia Wolkenstein y Bolzano |
Impresionante Sassolungo |
La tapia por la que discurre la Miccelucci |
La carretera es una pasada y riadas de motos fluyen continuamente arriba y abajo. Subimos al Passo Sella, donde tenemos localizada nuestra cumbre objetivo: la Tercera Torre Sella. La torre en concreto es muy guapa, tiene una buena pared y la ventaja de una aproximación ridícula de veinte minutos. Otros objetivos que hemos comentado, la Marmolada o el Lavaredo, tienen demasiada nieve para la primera experiencia de Dolomitas, y para los días disponibles (y dan miedo).
La vía elegida es una clásica de los años treinta (ojo al dato), la “Vinatzer” tiene unos 350 metros, máximo V+. El descenso tiene algo más de incertidumbre, con destrepes y rápeles, y esperemos que sin nieve porque aquí vamos de playeros.
La Tercera Torre en el centro de la imagen, la vía por el centro de la pared |
Bajamos a dormir a Canazei no sin parar varias veces por el camino a admirar las tapias del Sassolungo, el resto del grupo Sella, la Miccelucci, el Cattinaccio, a lo lejos, muy nevada, la Marmolada… Esto es enorme. En el pueblo buscamos el camping, que se llama “La Marmolada” y salimos a pasear un rato mirando al cielo, confiando que no vuelvan las tormentas. Aún así nos caen algunas gotas sueltas. Los moteros lo tienen invadido todo, parece que regalasen las bemeuves de mil.
Sábado: seis de la mañana en pie, salimos del camping y conducimos hasta el collado mirando el termómetro: cuando cogemos las mochilas marca 1ºC. En la misma carretera hay otras dos cordadas cogiendo los trastos, salimos delante para ganar la posición. A medio camino de las torres nos cruzamos a dos fulanos que vienen de vuelta, se retiran por el frío… Luque y yo nos miramos desde debajo de la capucha y con los guantes puestos. Seguimos hacia el pie de vía.
Cruzar de playeros el empinado nevero de la base exige atención; está helado y la rampa de doscientos metros no apetece patinarla a esta hora. En la terraza encontramos un clavo y empezamos a mirar los 3 croquis que traemos sin encontrar similitudes entre lo que vemos en la roca y en el papel. Esperamos a los italianos que llegan, y que conocen la vía, les dejamos ir delante. Van muy lentos, pero los tenemos de referencia todo el rato.
En una reunión con Luccio, treinta y pico años escalando en Dolomitas |
La vía va pasando por las zonas lógicas de una apertura de la época, diedros, fisuras. Es bastante aérea pero fácil en general y se asegura muy bien. Hay clavos de cuando en cuando, que parece ser lo único que chapan los italianos; nosotros metemos cosas por el medio. La roca es una caliza muy vieja y gastada, con aspecto desagradable y fracturado en muchos sitios, sin embargo en realidad es muy sólida.
Algún resalte y desplome y otras tiradas más nos dejan en la vira intermedia por la que va el descenso.
En frente, en la segunda torre, observamos a varias cordadas progresar por vías como el Spígolo Demetz o la Messner, y alguna más: es un espectáculo verlos escalar.
Hace frío y llevamos puesta toda la ropa: aquí en la vira tenemos que esperar una hora hasta que los italianos resuelven el largo clave: una fisura de unos doce metros que termina contra un techito y sigue luego otra vez por fisura-diedro. Es V+, nada del otro mundo, pero estos bufan bastante: para cuando me toca a mí, estoy frío, pero en cuanto arranco lo veo fácil. Se asegura muy bien y tiene canto. Salgo tranquilo a la reunión, que aún tiene mucho tráfico.
De ahí para arriba, otros cuatro largos de III y IV nos dejan en la cumbre. En el medio de esos cuatro largos, estando en una reunión asegurando a Luque, cojo el mosquetón de la cámara como tantas veces para tirar una foto y se me sale la cámara: vuela por muchos metros antes de pegar una, dos y tres veces, y vuela más hasta llegar al nevero de la base. Me cago en todo: todas las fotos de la semana (y algunas eran muy buenas) se han ido al garete. Aún así intentaremos buscarla para ver si la tarjeta de memoria no se ha roto…
Llegamos a la cumbre a las seis horas de empezar, mucho tiempo para 350 metros relativamente fáciles, pero el frío y el atasco de cordadas han hecho su parte. Hemos disfrutado mucho de nuestra primera vía de Dolomitas, desde luego un destino para repetir.
Sigue haciendo frío, así que iniciamos el descenso con un rápel a la vertiente contraria. Desde ahí, destrepes muy aéreos aunque fáciles nos van llevando a tornillo alrededor de la torre. Alcanzamos la vira sin rastro de los italianos por detrás y continuamos bajando. Cruzamos a dos ingleses que inician la retirada a media vía, han entrado muy tarde, pero también los dejamos atrás en cuanto cogemos los rápeles de la canal con la segunda torre. En cuatro rápeles estamos en el nevero de la base. Recogemos los trastos y gastamos una hora buscando la cámara: la encuentra finalmente Luque en la nieve, está reventada como era de esperar, y está casi todo menos la tarjeta de memoria. Una pena.
Cogemos el coche y nos despedimos de Dolomitas camino de vuelta a Arco: preferimos tirar unas horas de viaje para acercarnos a Bérgamo y evitar sorpresas el último día.
Llegamos al camping a última hora de la tarde, nos registramos, montamos nuestro ínfimo campamento (se ve muy cutre al lado de los montajes de autocaravanas, californias, tiendas-chalet que dominan la zona), nos damos una ducha y de aquí nos vamos a cenar. La pizzería la Linterna está bajo las paredes, en la terraza disfrutamos de una pizza y un par de cervezas, el único lujo de la semana desde que dejamos el hotel de la primera noche, y es que Luque es un espartano de la leche.
El domingo por la mañana después de desmontar el chiringuito, les damos a la pareja alemana que tenemos acampados delante, y que también tienen un despliegue discreto, el cartucho de camping gas que nos va a sobrar y no podremos meter en el avión. Después de que se vayan hacia la piscina también les damos los dos paquetes de tortelini que nos van a sobrar (Luque tiene una obsesión con los tortelini y ha comprado paquetes como para parar un tren, pero cada uno tenemos lo nuestro...).
El domingo por la mañana después de desmontar el chiringuito, les damos a la pareja alemana que tenemos acampados delante, y que también tienen un despliegue discreto, el cartucho de camping gas que nos va a sobrar y no podremos meter en el avión. Después de que se vayan hacia la piscina también les damos los dos paquetes de tortelini que nos van a sobrar (Luque tiene una obsesión con los tortelini y ha comprado paquetes como para parar un tren, pero cada uno tenemos lo nuestro...).
El viaje a orillas del lago di Garda es una pasada: yates, tablas de windsurf, pueblos con estilo, italianos conduciendo a su manera... Más tarde paseamos por el centro de Bérgamo, muy guapo. Nos comemos un bocata de tirados en un parquecillo, mientras nos preguntamos si tendremos un aspecto muy marginal para los locales…
Entrega de coche, facturación al límite del peso y embarque de nuevo consiguiendo las plazas de puerta de emergencia de mitad del avión (con alguna truñida por Luque que es grande). El vuelo sin problemas, Santander y coche de vuelta a casa en mitad de unos calores tremendos, atascos hasta Torrelavega, ha sido día de playa para los castellanos.
A las once de la noche en casa.
Un viaje perfecto (a excepción de la cámara), he disfrutado mucho tanto los destinos, como los estilos y la compañía: hemos escalado cuatro días de los seis posibles, a pesar de haber llovido tres de ellos.
La vuelta a casa y el reencuentro con la familia mejores aún, si es posible.
La vuelta a casa y el reencuentro con la familia mejores aún, si es posible.
Muy guapo como siempre, una semana bien aprovechada.
ResponderEliminarUn saludo
Buen reportaje y mucha envidia sana, a los Dolomitas les tengo muchas ganas. Pena de fotos.
ResponderEliminarGelo, destinos muy recomendables, para repetir, un saludo pa Tineo
ResponderEliminarBene, lo de la cámara me dio mucha rabia, pero son gajes del oficio. Dolomitas espectacular, y eso que sólo vimos una esquinuca... un saludo
ResponderEliminarMe encanta, muy bueno, nos vemos, un saludo
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