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domingo, 17 de julio de 2011

Poltergeist y "El Reino de León" a Peña Santa de Castilla, Agosto 1999

La impresionante pared Sur de Peña Santa de Castilla

1 Agosto 1999
José Antonio Estévez
Peña Santa de Castilla, 2596 m, "El Reino de León" 600 m, 6c, 6a obligado

Poltergeist, según la Wikipedia y mi traducción del inglés, es un fenómeno paranormal que consiste en eventos que aluden a la manifestación de una entidad imperceptible. Dicha manifestación incluye objetos inanimados en movimiento o siendo lanzados, así como ruidos repetidos, y en algunas ocasiones, ataques físicos contra aquellos testigos del fenómeno. 

Nuestra experiencia, desde luego no encaja exactamente con la definición, pero desde el momento en que la vivimos, para mí quedó grabada en la memoria como nuestro Poltergeist de Picos.

Estivi y yo somos amigos desde hace muchos años, buenos amigos creo. Últimamente la vida nos está separando, pero en aquella época, y durante bastantes años más, pasábamos mucho tiempo juntos; entre semana entrenábamos, salíamos a tomar cervezas, veíamos diapositivas… Los fines de semana salíamos sistemáticamente de monte a escalar, a caminar, en bicicleta, a pisar nieve. Viajes varios a Alpes y Pirineos. Con él he compartido muchos de mis mejores momentos en montaña: espero que volvamos a vivirlos. 
El episodio del Poltergeist en Peña Santa es sin duda uno de ellos.

En esta ocasión, como cada fin de semana de verano, nos dirigíamos a Picos; esta vez al Cornión, a Peña Santa, era la cita de cada verano con este destino. Vega Huerta es un sitio mágico que exige un pateo de unas tres horas para alcanzarlo, por eso nunca hay demasiada gente. La pared de la cara Sur de Peña Santa de Castilla es una de las mejores de Picos, con una dimensión y un ambiente de montaña grande, de escalada de envergadura. Probablemente todo esto haga que sea mi sitio favorito de Picos: Peña Santa desde su vertiente Sur.

Nuestro objetivo es una vía muy reciente, 600 m de dificultad sostenida y en aquel momento con muy pocas repeticiones: “El Reino de León”.

Soto de Sajambre es un precioso pueblo de montaña, al que estoy muy unido, tengo suerte de que Paula tenga casa aquí. Además sus primos son mis amigos desde hace muchos años y pasan aquí todo su tiempo libre. Aparcamos junto a la bolera y nos echamos las mochilas al hombro, nos espera un buen porteo.
La sombra del bosque de Cuestafría nos protege del sol de agosto, pero aún así sudamos bastante. Charlando de mil cosas alcanzamos el límite de los árboles y salimos a la dura luz de la tarde, las cuestas nos frenan, haciendo eses vamos ganando altura. Después de unas tres horas soltamos el peso en las praderías de la Vega. Plantamos la tienda, cenamos y nos tiramos a dormir pensando en la vía de mañana.

Tras un desayuno rápido, mochila al hombro y media hora de aproximación a la base de la pared. Los nervios afloran, la zona de la entrada tiene algo de tétrico y el grado obliga a apretar desde el principio: hemos optado por la entrada directa. La inclinación de la tapia se trasmite directamente a los antebrazos. Poco a poco, largo a largo, la sensación mejora. 
En un superestético largo de canalizos de 6a, con sólo tres chapas, me tengo que parar en una de ellas a enfriar la cabeza: esto me fastidia, pero ya tendré tiempo de volver a encadenarlo en otra ocasión. Más arriba, el largo del camello, V+, chorrea mucha agua y la tensión es alta. Después de la pirámide, en el del pilar, con un muro de 6c, tampoco me  recreo y acero para acabar lo antes posible.
El cielo está tranquilo y vamos ganando altura sin más contratiempos que los lógicos de interpretación del recorrido, de sopesar si el siguiente distanciado es asumible, si tendré pila para alcanzar la reunión… Ir siempre de primero estresa, pero al mismo tiempo te da el cien por cien de la satisfacción del descubrimiento. A mí me gusta escalar, y creo que, estando en forma, no hay mejor modo de disfrutarlo que este. No obstante, también los embarques son todos tuyos; en un muro del largo doce o del trece, me confundo; no tomo la fisura correcta y termino teniendo que rapelar unos quince metros, abandonando un fisurero, para retomar el buen camino.
El cansancio va calando, los largos finales parecen interminables y la ansiedad por terminar aumenta. Por fin salimos a la arista, y después de una corta trepada hacemos cumbre. Son las siete de la tarde. 

Hemos conseguido completar sin mayores problemas la tercera o cuarta repetición de una vía potente, que los años convertirán en una clásica de Picos, una clásica de escalada moderna. La he tirado entera delante y estoy muy contento. En aquel momento me pareció más dura que "Rescate Emocional" o que "Manantial de la Noche", y también más dura que "Leiva", "Murciana" o "Rabadá" al Picu, o las "Placas" a la Olvidada. 
Tengo muchas ganas de volver a repetirla (esta vez a largos), a ver si le quito algún acero o reposo, o si por el contrario me doy cuenta de que estaba como una moto...

Estévez, asegurador atento ...y yo doy fe
La escalada nos ha llevado unas diez horas, es domingo a media tarde y aún tenemos que bajarnos de aquí, recoger la tienda y los trastos y pegarnos el pateo hasta Soto, una vez allí otras dos horas de coche hasta casa: está claro que vamos a llegar tarde. 
Comemos algo y bebemos lo que nos queda de agua, el calor ha apretado y apuramos la botella resignados a seguir con sed. Nos sacamos una foto de cumbre, en la vía apenas hemos tirado alguna (no tengo copia de ninguna, todas las que pongo son de otras ocasiones).
Recogidas las cosas arrancamos por la arista dirección a la brecha Norte. Estivi viene algo retrasado, y yo destrepo más rápido, no paro a esperarlo y decido continuar hasta el primer rápel de la Estrecha. 

En 2007 en la Sur Clásica, en el día Gijón-Gijón
Una vez allí, y a pesar de que yo siempre destrepo la canal para ganar tiempo, sabiendo que Estivi prefiere rapelarla, instalo mi cuerda en la reunión, estirando sus treinta metros, y me recuesto a esperarlo en la terraza.

Estivi destrepando, años después, a la Brecha Norte
El tiempo pasa y aquí no aparece nadie. Me parece que ya ha pasado un buen rato y sin embargo no se oye nada: doy unas voces llamándolo. Nada. “Joder, a ver si ha resbalado en un destrepe y está por allí con un pie roto…” Espero unos minutos más y nada. Decido subir algo, dando voces de nuevo. Sin respuesta. Ya me estoy poniendo nervioso. Tiro para arriba y llego hasta la Brecha Norte. Nadie responde a mis llamadas, esto es rarísimo. Estamos solos en la montaña, no hay nadie más, es domingo por la tarde y los móviles aún no existen, al menos para nosotros. La incertidumbre me invade, no sé qué hacer, sigo dando gritos sin resultado.
Ya es hora de bajar, si no aparece tendré que ir a buscar ayuda. Aprovecho la cuerda instalada y rapelo de la primera instalación. Después destrepo el resto de la Canal tan rápido como puedo. Alcanzo el nevero de la Forcadona y, bufando por el esfuerzo, con los ojos rojos de la luminosidad del día, los hombros cargados con la mochila con la mitad del material, con la sed resecando la boca y la mente gastada por la escalada y la inquietud, remonto hasta la collada. Desde la Forcadona me lanzo pedrera abajo a toda velocidad. Atajando las zetas alcanzo el camino que viene de Fuente Prieta, y por fin ya entre algo de hierba, continúo corriendo hacia Vega Huerta.
Los nervios bombean la adrenalina que me permite ir más rápido de lo que las piernas quisieran. Por fin, de repente, a lo lejos, veo una figura caminando a buen ritmo en la ladera de hierba cerca de la zona donde plantamos la tienda. A estas horas no hay ya casi nadie por aquí, espero que sea Estivi o alguien que lo haya visto. Al ir acercándome, mis esperanzas aumentan, doy unas voces y la figura se para, me contesta voceando también: ¡sí, es Estivi, menos mal! La tensión afloja y el nudo del estómago desaparece.
Los últimos cientos de metros hasta alcanzarlo en la tienda voy pensando qué puede haber pasado: “tiene que haber bajado por los Llastrales, no queda otra opción, es imposible que haya bajado por la Estrecha y que no nos hayamos visto… “
Cuando por fin nos encontramos, no damos crédito cada uno a la versión del otro: hemos bajado los dos por la canal Estrecha, Estivi no me ha visto a mí, ni ha visto la cuerda que yo instalé en la primera reunión nada más llegar, yo no le he visto a él, no le he oído mover ni una piedra, él no ha oído mis gritos… Esto es muy raro, cualquiera que conozca la Canal Estrecha sabe que hace honor a su nombre, no hay apenas espacio para pasar sin tropezar con quien esté por allí…
Concluimos que lo único que puede haber pasado es que mientras yo sacaba la cuerda para colocarla en el primer descuelgue, él llegara al paso, que no viéndome destrepara el largo y siguiera hacia abajo. En el tiempo que yo le esperé en silencio, y al no verme, él siguiera a toda velocidad intentando alcanzarme a mí, que sin embargo estaba sentado aún allí arriba. Para cuando yo empecé a gritar, Estivi ya no pudo oírme, y continuó hacia Vega Huerta. Ha sido esto… o un Poltergeist.
Mi cansancio por un lado y su concentración en el destrepe por otro nos jugaron una mala pasada. Él, que siempre rapela, tuvo que destrepar (renegando imagino), yo que siempre destrepo acabé rapelando… Manda huevos. Entre risas y cansancio, pasadas ya las diez de la noche salimos de las praderías de Vega Huerta. 
Con los petates cargados, bajo la oblicua luz dorada del final de la tarde, vamos remontando las cuestas que nos separan del Collado del Burro (como burros venimos cargados nosotros). En el Frade nos envuelve la niebla y en el bosque la oscuridad de la noche se hace más intensa. Como zombis vamos dando tumbos entre los árboles. Dejamos atrás Vegabaño bañado ahora por la luz de la Luna, sin tiempo ni gana para contemplaciones. 
Tres horas después de salir de Huerta y dieciséis horas desde que empezamos la caña del día, por fin alcanzamos Soto. Ese fin de semana adelgacé tres kilos. 

Con mi amigo Estivi en una foto de aquellos años mágicos, en la cumbre de la Canalona, tras encadenar tres vías seguidas en tres cumbres distintas
Sin perder un minuto arrancamos para Oseja, desde donde llamar por teléfono a casa para decir que todo está bajo control, que “sólo” se nos ha hecho un poco tarde. Nos pasamos el viaje de vuelta comentando sin creernos aún lo que para nosotros pasará a ser nuestro personal Episodio Paranormal de Peña Santa, nuestro Poltergeist de Picos. 
Llegamos a casa hacia las tres y media de la mañana, yo aún soy estudiante (mi último verano) y al día siguiente puedo folgar, pero Estivi curra… 

6 comentarios:

  1. Muy bueno diego, un saludo, nos vemos

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  2. Vaya bueno, de expediente X. Yo creo que te tuvo que adelantar antes de llegar a la Brecha Norte, si no tuvo que ver la cuerda (o caerle encima cuando montabas el rápel) en la Canal Estrecha.

    Un abrazu!

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  3. Pepe, yo creo que cuando llegué a la reunión me quedé traspuesto y él pasó sin verme, luego puse la cuerda, pero ya no la vio... como bien dices, de expediente X, a ver cuando quedamos para esa caña! Un saludo

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  4. joder, no sabia que a carlos baute le iba la clasica jaja

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