Sábado 23 Julio
Soto Sajambre (950 m) - Peña Beza (1963 m) – Soto Sajambre
1 h 50 minutos
En el curro, con toda la tarde por delante para estar sentado delante del ordenador, y el resto de la semana parecido (y dando gracias, que no está la cosa como para quejarse…), la perspectiva hace que la mente se escape hacia las cosas que me gustan.
El pasado fin de semana estuvimos en Soto. El sábado por la mañana fuimos hasta Vegabaño: subir con Javi a la espalda, cuarenta y cinco minutos para arriba, jugar un rato en la pradería y otros cuarenta y cinco para abajo, con sus doce kilos y pico más la mochila, unos catorce totales, sirven de recordatorio de lo que es portear mochilas. La vida es entrenar: entre semana tuve con Luque una buena sesión de escalada en la Manzaneda, a pesar de la lluvia, hoy en cambio toca cargar mochila, y luego por la tarde quizá correr un poco.
Hay muchísima gente paseando por todas partes, hoy el ambiente está muy agradable, la temperatura suave, el verano está retrasado (si sigue así vamos a pasar al otoño directamente) y el verde es aún primaveral.
El pasado fin de semana estuvimos en Soto. El sábado por la mañana fuimos hasta Vegabaño: subir con Javi a la espalda, cuarenta y cinco minutos para arriba, jugar un rato en la pradería y otros cuarenta y cinco para abajo, con sus doce kilos y pico más la mochila, unos catorce totales, sirven de recordatorio de lo que es portear mochilas. La vida es entrenar: entre semana tuve con Luque una buena sesión de escalada en la Manzaneda, a pesar de la lluvia, hoy en cambio toca cargar mochila, y luego por la tarde quizá correr un poco.
Hay muchísima gente paseando por todas partes, hoy el ambiente está muy agradable, la temperatura suave, el verano está retrasado (si sigue así vamos a pasar al otoño directamente) y el verde es aún primaveral.
Por la tarde, charla animada con Pedro que anda de paseo con su niño, Marino, casi igual que Javi: comparamos progresos.
Hacia las siete me cambio y salgo de casa cuesta arriba con intención de subir a Peña Beza, como tantas veces. Subo el primer tramo de pista hasta Los Collaos a buen ritmo, aunque regulando el esfuerzo. Una vez fuera de la pista, los lirios azules destacan entre la hierba y los arbustos, y distraen la mente de las sienes palpitantes, de los muslos que se quejan, y de la respiración acelerada. También están esos cardos azul eléctrico tan guapos.
En lo alto de la Canal de Misa (1700 m) miro el reloj, cincuenta minutos. Desde el pueblo hasta aquí la verdad es que nunca consigo correr demasiado, apenas algunos tramos aislados de pista, el resto es caminar rápido, pero es que el desnivel es demasiado para mí. Continúo ahora hacia arriba por la arista levantando manadas de cabras que, sorprendidas, salen corriendo en todas direcciones. Las trepadas finales se agradecen, ir a cuatro patas relaja el ritmo cardíaco y distrae.
Hacia las siete me cambio y salgo de casa cuesta arriba con intención de subir a Peña Beza, como tantas veces. Subo el primer tramo de pista hasta Los Collaos a buen ritmo, aunque regulando el esfuerzo. Una vez fuera de la pista, los lirios azules destacan entre la hierba y los arbustos, y distraen la mente de las sienes palpitantes, de los muslos que se quejan, y de la respiración acelerada. También están esos cardos azul eléctrico tan guapos.
En lo alto de la Canal de Misa (1700 m) miro el reloj, cincuenta minutos. Desde el pueblo hasta aquí la verdad es que nunca consigo correr demasiado, apenas algunos tramos aislados de pista, el resto es caminar rápido, pero es que el desnivel es demasiado para mí. Continúo ahora hacia arriba por la arista levantando manadas de cabras que, sorprendidas, salen corriendo en todas direcciones. Las trepadas finales se agradecen, ir a cuatro patas relaja el ritmo cardíaco y distrae.
Cumbre, miro el reloj, una hora y siete minutos: ocho menos que el mejor tiempo que recuerdo. Mirada rápida alrededor, los Picos no se dejan ver, cubiertos por una densa nube, de la costa se acerca una niebla rápida que sube trepando desde Amieva. Miro el buzón por costumbre, recojo una tarjeta de una gente que subió cinco días antes, y sin más arranco hacia abajo.
Entre jirones de niebla y vacas impasibles que me miran trotar cuesta abajo llego de nuevo a lo alto de la Canal de Misa: una hora y veintiún minutos. Sin parar sigo canal abajo, y desde su base derivo hacia la izquierda buscando el camino más directo para enlazar con la pista hacia Valdelosciegos. Como siempre, equivoco algún giro, y tengo tramos de cotolla.
Una vez en la pista, la cabeza ya puede relajarse y dejarse ir, el correr ya es más automático aquí, y el nivel de atención para sortear los pocos baches y las piedras sueltas se rebaja. Entro en el pueblo por en medio de los árboles de la fuente, con la luz ya baja, paro el crono en el puente: una hora cincuenta minutos. Cuarenta y tres minutos de bajada desde la cruz de la cumbre hasta la fuente. En el tiempo total diez minutos menos que mi mejor registro, pero es que la temperatura fresca de este mes de julio, que más parece octubre, unido al recorrido seco y sin excesiva vegetación, todo ha contribuido. Mil metros de desnivel para arriba y para abajo, en menos de dos horas, pienso lo mismo que antes, todo es entrenar. A ver si se nota en alguna escalada rápida este verano y en alguna carrera este otoño. Estiramientos delante de casa.
El domingo amanece lluvioso, a jugar con Javi, un plan difícil de mejorar...
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