Julio 2004
Aiguille de Chardonnet, 3.824 m, Espolón Norte, 600 m AD+
Javi Sáenz
La Aiguille de Chardonnet, arista Forbes a la izquierda, el espolón Norte en el centro, marcado en rojo |
Comiendo cerca de Ortaz |
Pues nada, la Meteo es regulera tirando a mala, pero habrá que arriesgarse, si luego llegamos allí y se hay que retirar, al menos lo habremos intentado.
La Chardonnet es una cumbre esbelta por casi todas sus vertientes. Supera los tres mil ochocientos metros. La cara norte está dividida en dos por un espolón de unos seiscientos metros, con zonas de roca, partes mixtas a media altura, y más nevado en la zona somital. Este iba a ser nuestro objetivo.
El glaciar de Le Tour |
Vamos subiendo con calma, pero aún así alcanzamos el refugio pronto, nos queda la tarde para disfrutar del paisaje. Hay un montón de gente en la zona, aunque muchos parecen más turistas que montañeros: desde aquí se hacen varias travesías clásicas hacia otros refugios, cruzando collados y glaciares. Por este refugio cruza la Chamonix-Zermatt. También se hacen varias cumbres fáciles. Para los escaladores, las opciones son variadas: la arista Forbes es una clásica que algún día habrá que hacer, también las goulottes Escarra o Charlet-Bettembourg. Sólo pienso en no tener cordadas con las que disputarnos la vía.
“Tú, mira a quién tenemos ahí” me dice Javi por lo bajo. Yo miro al otro extremo de la mesa del comedor y veo a un tipo veterano, con la cara curtida de la intemperie, que nos mira sonriente, su rostro desprende confianza y cercanía. Está con dos personas algo mayores que él, con ropa más vistosa y más nueva, seguramente sus clientes. El tipo lleva ropa gastada, con unos guantes parcheados de cinta americana manipula el cazo en el que calienta una bebida sobre el hornillo. El caso es que me resulta familiar, pero no caigo. “Patrick Gabarrou, tío, es Patrick Gabarrou”. Increíble, una leyenda viva del alpinismo contemporáneo, autor de tantas primeras de hielo y roca que marea (como ejemplo Divine Providence en el 84). Así es Chamonix, puedes compartir mesa e incluso conversación con gente de la que llevas quince años leyendo en las revistas…
Nos acostamos en un dormitorio atestado, donde pronto empieza la sinfonía de ronquidos, toses, pedos… tengo calor, poco sitio, así no hay quién duerma. El despertador nos pone en movimiento, nos vestimos con cuidado, hay gente que se levanta más tarde. Un vistazo desde la puerta nos da un mal panorama; el cielo está encapotado, aunque por alguna zona se ven estrellas… Habrá que confiar.
Después de desayunar, nos terminamos de vestir y repasamos las mochilas. Salimos al exterior para sorprendernos con la alta temperatura. Iniciamos el ascenso por el glaciar de Tour hacia nuestro objetivo. Se intuye cercano, pero en montaña las dimensiones siempre engañan, y no pasa menos de hora y media de rápido caminar para cuando situamos en la base del espolón. La rimaya se cruzará sin problemas, hay una zona de un extraño hielo gris, sucio, durísimo: hielo fósil, según me dice Javi mientras nos encordamos.
Una cordada ya está unos sesenta metros por encima de nosotros. El cielo ha ido empeorando, ahora a ratos incluso llueve. Javi no hace ni caso de estas señales y arranca a toda velocidad por la pala arriba. No lleva ni veinte metros cuando empiezan a caer piedras a escasos dos metros de mí: ¡son piedras del tamaño de un puño! Joder, a ver si salgo de aquí rápido, porque estoy en mitad de una bolera, y yo soy el único bolo…
Apuradas las cuerdas arranco para arriba sin mucha confirmación de si Javi montó reunión o no.
El terreno es fácil así que no me preocupo mucho, con tal de salir de mi posición de diana. El caso es que yo creo que ya llevo un buen rato sin parar y no alcanzo a este elemento. Pronto me doy cuenta mientras desmonto un cintajo que enhebra un bloque de granito rojizo, de que vamos en ensamble ganando metros a gran velocidad. Alcanzo y supero al segundo de la otra cordada, un tipo grande y alto que, manda narices, es de Oviedo.
Penumbra de amanecer entre nubes |
Una cordada ya está unos sesenta metros por encima de nosotros. El cielo ha ido empeorando, ahora a ratos incluso llueve. Javi no hace ni caso de estas señales y arranca a toda velocidad por la pala arriba. No lleva ni veinte metros cuando empiezan a caer piedras a escasos dos metros de mí: ¡son piedras del tamaño de un puño! Joder, a ver si salgo de aquí rápido, porque estoy en mitad de una bolera, y yo soy el único bolo…
Apuradas las cuerdas arranco para arriba sin mucha confirmación de si Javi montó reunión o no.
El terreno es fácil así que no me preocupo mucho, con tal de salir de mi posición de diana. El caso es que yo creo que ya llevo un buen rato sin parar y no alcanzo a este elemento. Pronto me doy cuenta mientras desmonto un cintajo que enhebra un bloque de granito rojizo, de que vamos en ensamble ganando metros a gran velocidad. Alcanzo y supero al segundo de la otra cordada, un tipo grande y alto que, manda narices, es de Oviedo.
Alcanzando al chaval de Oviedo |
El vasco de la cordada que pasamos |
Aunque no lo conozco, en las pocas palabras cruzadas sí que nos damos cuenta de que tenemos amigos comunes. La escalada transcurre por hielo básicamente, con algún paso mixto entre bloques que la hacen más entretenida. Nunca difícil. En un momento en que se pone más aérea llego a la altura del líder de la cordada vecina: es un vasco en la cuarentena larga, se le ve tranquilo y con experiencia. Nos saludamos para no vernos más, el ritmo del Pequeño me aleja de esta gente mientras vamos ganando altura y la pendiente progresivamente va cediendo. Llevamos toda la vía con una sola reunión montada. A este ritmo vamos a hacer cumbre muy pronto y quizá nos libremos del mal tiempo que acecha.
Javi en la nube, en un tramo final en el que yo fui delante |
Cumbre, al fondo las nortes de Argentiere |
Ambiente alpino en la arista |
El viento y las nubes nos aceleran hacia la ruta de descenso, destrepando por la arista entre bloques y lenguas de hielo, en un ambiente alpino espectacular, vamos acercándonos a donde intuimos tienen que estar los rápeles.
Después de unas comprobaciones damos con ellos, en dos rápeles estamos posados en una terraza blanca. Desde aquí ya podemos destrepar fácilmente. Vamos pasando por debajo de las entradas de goulottes clásicas de hielo, como la Escarra, y la Charlet-Bettenbourg, que no estaban en condiciones en estos días. Quedarán para otra ocasión.
Con gran rapidez recorremos de vuelta el glaciar sin más contratiempos. Únicamente el hecho de que, una vez abajo me doy cuenta de que he perdido la cámara de fotos: la llevaba sujeta al arnés con un mosquetón y ya no está. Suerte que cambié el carrete en la cumbre y he podido salvar algunas fotos, aunque sean entre niebla.
Deberes pendientes... |
En el camino de vuelta a casa pararemos en los Pirineos, donde a mí se me ha antojado ir a ver el Midi D´Ossau, y si se puede, escalar algo (que se pudo). Javi es fácil de convencer… Haremos la Sudeste clásica, una vía preciosa de 450 metros, donde apreté bastante en sus fisuras y chimeneas de V, pero eso es ya otra historia.
Referencia:
"El Macizo del Mont Blanc, las cien mejores escaladas" G. Rebuffat
Actividad 43. Espolón Norte 600 metros, D Inf.
"Snow, Ice and Mixed, the guide to the Mont Blanc Range" F. Damilano
Actividad 41. Migot Spur. 500 m IV AD+
Se acaba el verano, y la mente ya empieza a pensar en blanco...
Buen relato y compi,
ResponderEliminareste verano me tomé una birra en Espinama con "el pequeño"....Hacia muchos años que no nos veíamos. Sigue con la misma mentalidad de siempre: ¡qué peligro!!!
p.d: cuando me mandaste el mensaje estaba por galicia trabajando; por eso no contesté.
Saludos
Brojos, en esto del monte, efectivamente Javi sigue siendo una fuerza de la naturaleza,
ResponderEliminarel otro día ya pensamos que estarías de viaje, o escalando por ahí, ya quedaremos, un saludo
Hola :
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Eliana Villarreal
Saludos Diego,
ResponderEliminarBuen Post y mejor Blog.
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Besos para Paula y Javi