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jueves, 24 de marzo de 2022

The Alpinist

Impresionante documental.

El otro día no me resistí más, pagué en la plataforma de turno y compré la película. Dinero bien gastado.

Me lo habían dicho mis amigos David y Rubén y es verdad que hay que verlo. Se te caen las pistolas...

Es difícil, incluso para un escalador y alpinista (aunque uno lo sea de andar por casa), poner en contexto el nivel de las actividades hechas por Marc André Leclerc. Las mostradas en este documental y otras casi ni siquiera mencionadas de pasada.

El reportaje va de menos a más. Las escaladas en roca, siendo impresionantes, me resultan fáciles en comparación a las mixtas y las de hielo. Y estas, a pesar de lo evidente del riesgo asumido, también me parecen menos tremendas que las realizadas en montañas remotas. Acometer en solitario y en invierno La Emperor face al monte Robson, o la Torre Egger en Patagonia, simplemente son otra escala.

Las tomas desde dron, acercándose y alejándose, girando, dan una perspectiva que las películas tradicionales o una GoPro no consiguen ni de lejos.

Hay partes del documental en las que se muestra de forma totalmente cruda secuencias de escalada a pelo simplemente sin retorno. Tanto en mixto, en drytooling o en hielo. Algunas en las que todo (la vida del protagonista) depende literalmente de unos pocos milímetros de acero apoyados en leves muescas de roca, o clavados en fráfiles formaciones de hielo. Cambios de posición, piolet al hombro o dejado apoyado en la roca, gancheos imprevisibles, simplemente espeluznantes. Un fallo mínimo y no habría vuelta atrás.

Cuando veo cosas como estas, intento huir de conclusiones fáciles del tipo “este tío está loco”. Aunque como a los demás, es lo primero que me viene a la mente. Una vez lo analizas, lo que demuestra es un grado de excelencia en su disciplina que simplemente roza la perfección. Un piloto de motociclismo, echándose al suelo para trazar una curva a doscientos kilómetros por hora lo que demuestra no es locura, sino perfección. En el alpinismo, a diferencia de otros deportes o disciplinas en las que la velocidad extrema es la protagonista, aquí las cosas suceden despacio (aunque esta gente vaya a toda caña). Cada movimiento y cada paso está meditado, sopesado, razonado. Hay tiempo para esto. Y es precisamente ese tiempo disponible el que todavía hace más impresionante el proceso. Sobre todo porque también el tiempo de exposición a la situación estresante también es muy prolongado.

Dejando de lado estas secuencias, la dificultad pura, la fuerza y la técnica de los movimientos requeridos para estas ascensiones, lo más impresionante para mí es la parte relativa al aislamiento, a la lejanía, a la exposición enorme que suponen estas actividades realizadas en solitario y en invierno en macizos y cumbres tan remotas.

La sensación de estar solo en la montaña en invierno es aplanante. La presencia enorme del poder de la naturaleza, omnipresente, circundante, mostrada en forma de su escala, de los fenómenos meteorológicos y de la exposición total a los mismos, la vulnerabilidad absoluta, total, ejerce una presión que te lamina. Te sientes diminuto. Fuera de sitio. La fuerza mental requerida para sobrellevar todo esto es simplemente tremenda.

Estas cosas también se sienten cuando se va acompañado. Pero no es comparable. Con un compañero se comparten las decisiones, las penurias y los miedos. Y eso lo hace infinitamente más fácil, más llevadero. Desde el punto de vista mental y por supuesto desde el punto de vista físico: compartes cargas, largos, vivacs... Nada que ver.

Siendo escalador y alpinista, habiendo enfrentado solo y en invierno la montaña algunas veces, habiendo escalado en solitario y sin cuerda en ocasiones, salvando las distancias por supuesto, a uno le cuesta concebir el grado de control, valentía y maestría aquí mostrados.

Preparación exhaustiva, entrenamiento sistemático, selección minuciosa de material, evaluación de las condiciones de la montaña y la vía, elección del momento, capacidad de concentración, ejecución precisa, sin fallo, sin flaquear. Todo esto no es lo que hace un loco. Sino un maestro.

Cuando hace unos años vi la película de la escalada de Honnold al Capitán (quien por cierto sale hablando varias veces en este documental), me quedé convencido de que esa era la escalada en roca más impresionante de todos los tiempos. Algo realmente estratosférico. Y lo sigo pensando (la película en sí también me pareció de una calidad excepcional). Pero como bien dice Honnold, al fin y al cabo la roca es roca. Es sólida, es fiable. Es estable. El medio en el que se movía Marc André Leclerc es mucho más variable, efímero e impredecible. Y además mucho más remoto.

La fuerza mental necesaria es tremenda. Si este hombre hizo esas cosas con la cámara grabando, qué no habrá hecho sin ella delante…

Es una pena que, como tantos otros como él (Lama, Lafaille, Steck, o recientemente Korra Pesce), se haya ido tan joven. Y como muchos de estos, por un riesgo objetivo y fuera de su control, pero que también forma parte del juego. Una parte importante.

Qué difícil tiene que ser levantar el pie del pedal a tiempo. Y aquí pienso en los Bonati, Twight, House, Messner, Blanchard, Anker, y otros que han sabido sobrevivir a su propia maestría, y pese a ella, saliéndose de la ruleta antes de acertar con la bala.

Volviendo al documental en sí, gran trabajo de grabación y fotografía. Buena narración. Sin duda alguna, es una película imprescindible.

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