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lunes, 19 de agosto de 2024

Arista de Rochefort

29 Julio 2024, Rubén Díaz 
Aiguille de Rochefort (4.001 m): Travesía de las aristas.
Estamos acampados en el collado Flambeaux, casi a tiro de piedra. Desde aquí se ve perfectamente la huella que cruza el glaciar casi en horizontal hasta la pala final donde remonta a encontrarse con el bastión de roca del Diente del Gigante. Tirados descansando la tarde anterior nos sorprende el enorme estruendo de un desprendimiento masivo precisamente en ese contrafuerte rocoso. Nos da tiempo a ver la polvareda levantada por los bloques que se precipitan por cientos de metros sembrando el caos en la ladera por donde tenemos que remontarnos a la mañana siguiente. Se me repite el pensamiento mientras estoy tirado en el saco, girando por enésima vez incómodo por el frío que nos transmite el suelo nevado, que sumado al viento reinante que se cuela por debajo de la tienda aumenta la sensación de nevera… A las cinco pita el despertador y nos vamos activando sin prisa. Cuando me asomo al exterior veo ya múltiples puntos de luz de las frontales en la aproximación hacia el Diente del Gigante, pero también más arriba en el tramo de roca, e incluso algunos remontando ya el propio Diente. Con este frío esa roca no debe de estar nada apetecible. Desayunamos y nos preparamos los tres, aunque Nando ya nos ha dicho que no nos va a acompañar a la escalada. A las seis y media, con luz plena de día, salimos caminando con calma. Hasta cerca de la cuesta final vamos los tres, luego ya seguimos solos Rubén y yo. Tenemos gente a la vista por delante y por detrás, pero nadie cerca. En la rimaya buscamos el mejor paso siguiendo la huella. Una vez en la roca nos quitamos los crampones y nos desencordamos. Creemos que será más rápido así, aunque a Rubén no le hace gracia echar la cuerda a la espalda. El zócalo de roca se ve fácil aunque desagradable: roca fea, por zonas inestable. A la izquierda se intuye el canal por el que bajó lo de ayer, y eso nos mantiene alerta. Algún tramo de trepada más exigente, incluso alguna cuerda fija, pero son pocos metros. En general es caminar/trepar buscando el mejor paso. Se acumula gente en los estrechamientos. Muchos parecen guías con clientes: se mueven rápido y van a tiro fijo, sin dudas. Llegamos al hombro y paramos a comer algo, poner de nuevo los pinchos y prepararnos para la arista. Es temprano, apenas las 8 y media. Hace viento a ratos y frío todo el tiempo. Nos atamos en corto y salimos caminando tranquilamente.
Al poco rato de circular ya sobre el filo de la arista, paramos a poner ropa: yo me pongo el primaloft debajo de la chupa, y Rubén el plumífero: hace frío. Vamos con toda la ropa puesta, la capucha calada todo el rato y apenas te quitas un guante para tirar una foto se te queda la mano como el cartón. Como para escalar en roca estamos, pensamos los dos…
El recorrido es afilado pero sin exceso, la huella está buena y la nieve sustenta. Progresamos sin problemas. Vamos cruzando alguna cordada madrugadora que ya viene de vuelta, y casi alcanzamos a otras, pero el tráfico no molesta.
Se suceden los tramos, alguno más aéreo, alguno mixto, hasta que llegamos a un punto de destrepe donde hay un par de tramos de cuerda fija y hielo vivo. Bajo yo delante mientras me asegura Rubén.
Me ayudo de las cuerdas. En el seccionamiento nos reagrupamos y repetimos operación. Aquí hay algo más de atasco de gente, pero nada grave. Seguimos luego a por el tramo final de nieve hasta enfrentar la torre final ya de roca. 


El día ha calentado algo, pero aún así en la roca trepamos con los guantes salvo pasos muy concretos. 
La concentración de gente es mayor, hay adelantamientos varios y otra gente destrepando a la vez… Resolvemos sin problema ni contratiempos: nosotros no montamos reuniones ni paramos en ningún sitio.
Nos llega algún comentario de un guía al que le contesto sin contemplaciones: ellos avasallan sin preguntar, yo como en la Rula, no pregunto tampoco. Disfrutamos un rato de la cumbre al sol y al resguardo del viento tras unos bloques. Son las diez y cuarto de la mañana. Menos de cuatro horas desde el vivac.
Observamos cómo progresa por delante una veloz cordada que continúa dirección al Dome de Rochefort, la Calotte de lo mismo, y quizá hacia las Grandes Jorasses, que se intuyen a la vez lejanas y enormes.
A los diez o quince minutos decidimos arrancar de vuelta. Nos ponemos en marcha a la vez que tres cordadas de guías con clientes. Nos piden que tiremos delante de ellos, que vamos más rápido. Efectivamente no los veremos más.
El recorrido inverso es básicamente lo mismo, pero con otras vistas. Salvo la trepada del tramo de hielo, donde nosotros sacamos el segundo piolet (ya que lo hemos traído…), el resto es alpinismo fácil, pero muy estético.
Nos fijamos en un tramo de cornisa agrietada hacia la vertiente italiana, está a punto de caramelo.
Pero más impresionantes son las pendientes a la vertiente francesa, en algunos tramos realmente vertiginosas por cientos (¿miles?) de metros.
Llegamos de vuelta a la silla con el Diente del Gigante donde hay una gran animación de gente. Cordadas subiendo, otras rapelando, y algunas que entre grandes voces no se sabe bien qué hacen (españolas por cierto). Comemos y nos desencordamos (me guardo yo la cuerda en esta ocasión).
Salimos de vuelta a por el gran zócalo de roca desagradable, ahora en destrepe. Algunos pasos de duda al principio, pero después ya bien. Perdemos altura sin problema hasta llegar a la nieve. Salimos al glaciar y bajamos desatados y sin pinchos, con la calma, charlando. La nieve está buena y está muy cerrado. A medio camino nos encontramos con Nando que nos ha venido a buscar. A las dos de la tarde estamos de regreso en el vivac, descansando. Algo menos de ocho horas de actividad. Comemos, bebemos y hasta nos echamos una buena siesta tirados al sol.

  
Esa noche no hace viento y Rubén y yo decidimos vivaquear bajo las estrellas en la zona de roca. Gran decisión. Un placer. 



Actividad clásica totalmente recomendable. Nosotros la cogimos en muy buenas condiciones de nieve y huella, aunque con algo más de frío de lo deseable. Único punto delicado para nosotros es el tramo inicial y final de roca del zócalo del Diente: aquí con la tendencia a menos nieve cada año, y las temperaturas cada vez más altas, llegará el momento en que sea realmente peligroso.
Referencias: 
“El Macizo del Montblanc, las 100 mejores ascensiones” G. Rebuffat – Actividad 33
“Alpinismo fácil en el macizo del Montblanc” J.L. Laroche – F. Lelong – Actividad 10

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