LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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domingo, 11 de diciembre de 2022

Bosque de Peloño con el gran Moi

Puente Vidosa (300 m),Viego (730 m), Collada Llomena (1.000 m), Mirador Les Bedules (1.080 m), Collada Granceno (1.194 m), Collada Guaranga (1.376 m), Majada Arcenorio (1.444 m), Collada Campa (1.534 m), Collada Yaete (1.400 m), Pío (750 m), Oseja (800 m), Puente Vidosa (300 m)
Nando, Miguel, Noelia, Mario, Moisés 12 Nov 22
Una de las vueltas clásicas del bosque de Peloño. El mismo recorrido yo lo había hecho ya varias veces, pero bastantes años atrás. El recuerdo era muy bueno, y la expectativa de colores otoñales en el bosque muy alta. La cosa empieza bien intensa desde el mismo coche: no hay espacio para calentamientos. En los primeros siete kilómetros y medio de asfalto se remontan 700 metros positivos. Pocas bromas.
Arrancamos abrigados pero a media subida Nando y yo nos paramos a quitar ropa. A pesar de reagruparnos en Viego el pequeño pelotón se estira. Cuando llegamos a la Collada Llomena, paramos a recuperar un poco, mientras miramos el recorrido en un mapa de la zona. Las vistas empiezan a ser buenas ya.
Comienza la pista de tierra, por tramos empedrada, y con ella el disfrute de la luz y los colores del bosque. A esta cota los colores son muy variados.
Al cabo de un rato alcanzamos la zona del Mirador de Les Bedules: hay unos cuantos coches aparcados. El cielo con nubes veloces y la luz de noviembre destacan los perfiles, desde los cercanos en el Beyo, los siguientes de Valdepino, Beza y Cabronero, y los últimos del Cornión, a mil quinientos metros más de cota. Al otro lado las cumbres emblemáticas de Ponga: el Tiatordos, la Llambria, el Colláu Zorro, etc. Todo un espectáculo. Sacamos fotos de paisaje y de grupo.
Retomadas las bicis seguimos ahora por un tramo ascencente, suave, sobre buena pista tapizada de hojas naranjas, amarillas y marrones. Por encima cielo azul y copas de hayas coloridas. El ciclar es más cómodo aunque sigamos subiendo de manera continua. La temperatura perfecta. Nos cruzamos con numerosos grupos de gente de paseo disfrutando el bosque. Después de unos kilómetros el paisaje se abre en las praderías que forman la collada Granceno. Decidimos hacer aquí una parada a comer algo. Nos tiramos en la hierba perfecta, corta como de campo de golf. Después de un rato relajados y de cachondeo, arrancamos de nuevo.
Desde aquí tenemos unos buenos seis kilómetros de bajada, rápidos, con curvas cómodas en mitad de este paisaje tremendo. Vamos parando a sacar fotos, a grabar vídeos, a comentar la jugada. Es desde luego una parte muy disgrutona del recorrido, que sin embargo, les comento a los amigos, se hace muy pesada cuando estás haciendo el recorrido en sentido contrario. Vemos el valle que remonta desde Víboli y Casielles, otra opción de entrada, esta mucho más dura. Como todo lo bueno se acaba, tocamos fondo para empezar a subir de nuevo, ahora hacia la collada Guaranga. El paisaje no cambia, sigue siendo precioso, la luz alucinante, los colores, todo igual, pero ahora cuesta arriba. Vamos delante Nando y yo apretando en los repechos, resoplando, dosificando. De repente se para, echa la mano a la espalda y dice “¡la mochila!”. Buf. Se la ha dejado olvidada… No tiene claro dónde, pero inmediatamente se da la vuelta. Moi, que viene con bici eléctrica, también se da la vuelta con él. No hablamos apenas antes de que desaparezcan cuesta abajo. Estamos sin cobertura de teléfono…
El resto, Mario, Miguel, Noelia y yo, después de comentar la situación preocupados, continuamos hacia arriba intentando buscar un sitio menos frío para esperarles, a la sombra del bosque y con el viento reinante perdemos calor rápidamente. Las cuestas son continuas y bastante duras en este tramo. Realmente se nos hace bien duro llegar a la collada. Una vez aquí, nos refugiamos del viento tras un talud a esperar. Miramos la hora, calculamos que como mínimo les va a llevar una hora entre ir y volver. Eso a pesar de que ambos están en plena forma.
El viento cada vez más frío agita fuerte las ramas por encima de nosotros. Estamos a más cota y aquí apenas quedan hojas. Aquí sentado reniego de la estúpida decisión de dejar el chubasquero en el coche. Desde luego, nunca te imaginas cuánto pueden cambiar las cosas en un día de montaña. Esa fina lámina que puede cambiar la cosa muy significativamente: te pones la capucha, te agachas, y entonces la vida cambia. Sin ella, mientras uno se enfría, se vuelve creativo. Vacío la bolsa de plástico de la comida, que meto directa a la mochila, y me la coloco entre el maillot y la chaquetilla: me he hecho una capa protectora de “AlimerkaTex”. Luego me pongo la mochila y así la espalda también está más abrigada. Vamos comentando que si la cosa se demora mucho tendremos que tomar la decisión de seguir ruta solos. Por fin, al cabo de un rato aparece Moi remontando las últimas rampas hacia nosotros. Miramos la hora; antes de lo que esperábamos. Nos informa de su aventura: finalmente no tuvieron que llegar a la collada Granceno: una chica que venía caminando cogió la mochila olvidada, y se la entregó cuando se cruzaron. Les ahorró un buen trecho, pero con todo se han metido un buen tute adicional. A los pocos minutos llega Nando. Viene fundido. Come un poco y retomamos el pedaleo. El olvido de la mochila nos ha costado una hora aproximadamente. Podría haber sido mucho peor, pensando sobre todo que tiene las llaves de uno de los coches… Desde la collada la pista hace una bajada muy fuerte hasta el río, con algún tramo hormigonado que no recordaba. Después de bajar vuelve a subir con la misma intensidad. También con rampas hormigonadas. Es aquí, cuando ya salimos del bosque y se abre el paisaje a las praderías de los puertos que bajan de Peña Ten y Pileñes, y que nos conducen hacia la majada de Arcenorio, alcanzo aquí el punto de máximo esfuerzo del día. A unos veinte metros del collado final, tengo que echar pie a tierra… Me aparto y pasa Miguel que viene como una moto, y tras él, Mario, que también viene fuerte. Los demás vienen caminando.
Con el corazón bombeando por el esfuerzo nos quedamos todos extasiados ante el panorama. Prados en sol y sombra de nubes que pasan veloces, con ganado pastando tranquilo, algunas cabañas diseminadas, y todo enseñoreado por las enormes moles de las peñas Ten y Pileñes. Más a la izquierda asoma la Peña Mora, la collada Yaete, última subida que nos espera, y el Pico Pozálón cerrando por el otro lado. En el medio la campera con las cabañas de la majada, incluida la ermita. Paisaje simplemente tremendo.
Nos dejamos rodar por los acolchados prados hasta el bebedero donde cogemos agua, y desde este bajamos aún más hasta la ermita. Arcenorio es un sitio mágico, histórico. Cuesta imaginar las motivaciones que llevaron a construir esta capilla en un sitio tan remoto: lugar de paso en las peregrinaciones comerciales entre comarcas, puertos ricos para el ganado, romerías y fe. En este momento tiene escombros apilados a la puerta: han estado rehabilitándola y falta retirar lo que sobra. Habiendo estado aquí unas cuantas veces ya, caminando, en bici y en esquíes, la verdad que no me canso del sitio.
Nos queda una última subida. Salimos otra vez ciclando por las praderías, primero cómodo casi llano, luego poco a poco picando arriba. Hasta que nos toca a todos posar pie entre las escobas.
Portear la bicicleta es para mí parte intrínseca del mountain bike. No creo que una ruta sea completa si no hay que echársela al hombro un rato. Imagino que es un tema cultural y de influencia en mis comienzos.
Son unos minutos, luego volvemos a subir al sillín, y con breves interrupciones por pasos delicados entre bloques, resoplando culminamos el último repecho serio del día: la collada Campa, el punto más alto de la ruta, a más de 1500 metros.
Este es otro sitio especial: da vistas al valle de Sajambre, tan especial para mí, abriendo además el panorama a los Picos y a Valdeón: el Cornión pero también el Central. En medio una enorme mancha boscosa en colores rojizos.
Aquí empieza un camino estrecho que serpentea entrando en el bosque, primero delicado, desdibujado y trialero, para después hacerse mejor pista, justo en la Collada Yaete. También este sitio histórico: aquí arriba trabajaban en una mina gentes duras que completaban lo que el ganado y la tierra les daba extrayendo mineral para compañías extranjeras. Como tantas veces. Desde aquí la bajada es tremenda: perdemos casi setecientos metros hasta Pío de Sajambre. Mientras bajamos, se me va la cabeza aquí a épocas anteriores cuando no había buenas suspensiones ni estupendos frenos de disco. Recuerdo tener que parar cada pocas curvas simplemente a descongestionar los antebrazos… En Pio llamo a Iñaki; he confundido Pío con Ribota, donde realmente él vive. No está en casa, sino trabajando por Valdeón con cazadores. Es la época. Quedamos emplazados para vernos en la próxima visita que haga a Soto. Retomado el asfalto solo nos queda remontar a Oseja, que se hace bien de rogar, y ya desde aquí nos dejamos caer rápidos. El tramo hasta Covarcil no damos un pedal. Desde aquí sí, pero realmente rápidos: la carretera sigue bajando. Voy ciclando solo. Por delante Mario, Nando y Miguel. Por detrás vienen Noelia y Moi. A esta hora no hay tráfico, es un placer recorrer el desfiladero desde la perspectiva de la bicicleta. Los puentes, las vistas a las enormes paredes y escaladas hechas a lo largo de los años… primero aparece el Frailón, luego el espolón Angollu, , el Pilar del Sella… Recuerdos de vivencias verticales.
Llegamos al coche y pronto estamos todos juntos celebrando la estupenda excursión. Nos cambiamos y conducimos hasta uno de los bares del desfiladero donde rehidratamos convenientemente. Comentamos las anécdotas de la jornada, especialmente la operación de rescate de la mochila. Gran día de bicicleta de montaña, en un paisaje espectacular, disfrutado con buenos amigos.
La vida es una mera casualidad. Un precario castillo de naipes a un paso de desmoronarse súbitamente, sin previo aviso. Hay que tratar de disfrutar y ser felices. Grande Moi. Se te echará de menos.

4 comentarios:

  1. Qué bien escribes jodío! El último párrafo me ha dejado roto...Un fuerte abrazo y a seguir adelante Diego.

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    1. Gracias hombre. Es increíble cómo puede cambiar tan rápido todo. A seguir dando leña

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  2. Un día de actividad estupendo, pese a los contratiempos,...paisaje, amigos, esfuerzo y montaña un coctel que pocas veces falla.
    Recordaremos este día al pensar en Moi...pudo disfrutar de lo que más le gustaba hasta casi el ultimo momento...

    Nando

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    1. Efectivamente. Hay que intentar aprender de estas cosas en lo que se pueda. Disfrutar de lo que te gusta, porque nunca se sabe cuál es la última.
      Salud y montaña

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