LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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domingo, 4 de diciembre de 2022

Merinas cantábricas

Lago de Luna (250 m, IV+), 1 octubre 2022, Rubén Díaz
No venimos con ningún objetivo concreto, únicamente pasar la mañana rodando un poco. No hay nadie en el aparcamiento cuando llegamos. Salimos prados arriba charlando sin prisa. Acercándonos a las paredes decidimos ir hacia la collada. “Lago de Luna” es una vía de las más fáciles de la zona, bastante larga, con un recorrido variado y algunos tramos realmente estéticos. Ambos la hemos hecho antes, pero nos parece buena opción para hoy. Nos ponemos la chaqueta, está fresco.
Sale Rubén delante al primer largo. Resuelve rápido. Cuando voy yo de segundo llego a un friend abandonado profundo en una fisura. Me peleo un rato pero desisto sin éxito. En la terraza de la reunión cojo los trastos y salgo a por el segundo.
Este comienza en placa, con algún separado, luego se interna en un diedro con fisura al fondo, y levanta unos cuantos metros por él, teniendo que mirar dónde pones los pies por momentos. Es un largo estupendo.
Ahora le toca a Rubén el tercero. Este es más feo, se trata de una travesía a la derecha, por tramos casi de caminar y descendente, que le quita continuidad a la escalada, pero que nos coloca en la vertical de la segunda parte de la vía.
El cuarto largo empieza por unos muros con formas, fáciles. Luego toma un espolón con pasos aéreos muy chulos. Se deja asegurar bien y de cuando en cuando aparece algún seguro fijo.
Vienes a un sitio en el que ya has estado muchas veces, a escalar una vía que ya has repetido también, y con un compañero habitual, pero el caso es que siempre hay cosas nuevas y sorprendentes. Por debajo de nosotros nos viene acompañando desde hace un buen rato un ruido poco habitual: un enorme rebaño de ovejas merinas se vienen trasladando desde el Oeste. Estas, blancas y marrones, alguna negra, por cientos, con sus varios mastines correspondientes ladrando de cuando en cuando, e imaginamos que con algún pastor (humano me refiero) aunque no acierto a divisarlo, se acercan al collado al pie de las paredes para luego seguir moviéndose poco a poco, como un ente único que fluye. De hecho, si abstraes la vista, talmente parecen un fluido que se va moviendo por las laderas. Rubén tira el siguiente largo, penúltimo. Se mantiene la tónica, el estilo, ambiente y calidad.
La última tirada es para mí, esta es más corta que las anteriores. Cuando el ángulo cede busco un punto cómodo, monto reunión y aseguro a Rubén. Hemos tardado unas dos horas en la vía.
Recogemos las cuerdas para acercarnos caminando a los rápeles, a unos ochenta metros al Este, en una ubicación mejor.
Tendemos las cuerdas: es un rápel este muy aéreo, desplomado por momentos. Salgo yo delante con un prusick de seguridad. El muro es realmente imponente. Quizá en parte también porque venimos de una vía fácil y tumbadita. Apurados los sesenta metros aterrizamos ya en terrazas desde las que sales andando para abajo, con algún destrepe fácil.
Al cabo de un rato recogiendo las cosas que dejamos al pie de vía. Hay ahora una cordada en nuestra vía, empezando. Nadie más.
Al cabo de otro rato estamos en el coche ya para tirar a casa, donde llegamos para comer con la familia. Un lujo las Peñas del Prado.

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