Dos semanas y media después aún
tengo alguna herida supurando, pendiente de cicatrizar.
Ya hacía tiempo que no me caía.
Puede que lo peor sean esas décimas
de segundo que estás en el aire y que eres consciente de que te vas a dar un
buen leñazo.
Bueno, qué coño, en realidad es
mucho peor el leñazo, para qué nos vamos a engañar.
O quizá peor incluso que el leñazo
en sí, que al fin y al cabo es sólo un rato (jodido, pero un rato), son los
días siguientes de dolores varios.
En cualquier caso es verdad que esos
breves instantes en el aire anticipando el golpe son de lo másdesagradables.
Lo más peligroso en todo es el
exceso de confianza. Te hace bajar la guardia y es cuando te la das. Por
supuesto, con la atención al cien por cien,también puede ser que algo falle y
te caigas. Siempre hay imponderables, pero así es mucho menos probable. El caso
es que en esta ocasión, al igual que la última vez que me había caído en bici o en esquíes (hablo de caídas dolorosas), la bajada en el nivel de atención
estuvo muy presente.
Me viene a salir una ostia cada
seis o siete años. Ni tan mal.
Había rodado el día antes, así que
la salida era para un entreno corto, de una hora. Llegando arriba de la primera
cuesta me reventó la cadena por desgaste (bueno, por desgaste y por falta de
aceite). Resignado, sin troncha para repararla, me di la vuelta consciente de que
algo iba a tener que remar, aunque tampoco estaba muy lejos.
La pista de bajada la conozco
perfectamente, la utilizo de forma muy habitual en los circuitos de entrenamiento
corto desde casa y solo este año habré pasado por ella decenas de veces. No
tiene complicaciones ni riesgos especiales, es una pista de tierra ancha, quizá
con bastantes piedras sueltas, pero nada más. Pero claro, bajando, aunque no
vayas muy rápido, digamos a treinta por hora, si te caes, pues te rascas bien.
Y eso fue lo que pasó.
Hacía poco que le habían dado algo
de mantenimiento, arreglando algunos baches y asentando un poco los regodones
gordos que tenía hace unos meses (y que te hacían frenar). Con esto, ahora podías
ir más rápido. También habían arreglado las canales en diagonal para desviar el
agua de escorrentía. Estas, canales, cada cuarenta o cincuenta metros, las hay
que tener en cuenta para saltarlas o estar listo para absorber su impacto. Las
primeras estuve atento, pero se ve que algo me hizo despistarme…
No hubo margen de reacción. De
repente la bicicleta se puso casi paralela al suelo, y ahí, en ese instante es
en el que piensas “mierda, vaya ostia me voy a calzar”. Lo siguiente fue el primer
impacto con la parte baja de la espalda, luego roté (o reboté, no sé) y seguí
arrastrando ya cerca del hombro y con la cabeza, para terminar después unos
metros más de manos y codos.
Me levanté en estado de shock,
respirando acelerado, bombeando adrenalina por un tubo, mareado del impacto y de
la impresión. Me costaba caminar. Los primeros segundos (o minutos, no sé) son
para intentar centrar el tiro, comprobar que no hay nada roto (de huesos) ni
ningún corte complicado (de sangre). Me duele todo, pero especialmente la
espalda: me llevo la mano atrás y noto el maillot y el culote destrozados,
agujereados, ensangrentados, llenos de gravilla y polvo… En el lado derecho pero
cerca del hombro pasa lo mismo: boquete y rasponazo con bastante sangre y
suciedad en la herida. El codo derecho ídem,se le ve un agujero feo, ya está
hinchado apenas un minuto después. Tambiénsangro por el otro codo, por las
muñecas. En el tobillo derecho me he clavado cuatro dientes de catalina… Un
cromo.
Menos mal que llevaba guantes y al
menos las manos no habían sufrido apenas (el pulgar derecho me dolía por dentro
como si lo hubiera doblado más de la cuenta…).
En total calculo que entre volar y
arrastrar sumarían unos diez metros (los de volar no duelen, los de arrastrar
sí).
Aun respirando acelerado me di
cuenta de que no había nada grave, estaba entero y una vez más había tenido muuuuuuucha
suerte.
En el bolsillo trasero izquierdo
del maillot el móvil tenía la pantalla estallada en mil pedazos y estaba
rodeado de un montón de piedrecillas y polvo. Intenté encenderlo y la batería
empezó a echar humo negro, así que la quité. Como para necesitarlo para pedir
ayuda, pensé.
En el bolsillo central llevaba la
cadena rota, que en el impacto me había “amortiguado” el principal golpe contra
el suelo: yo creo que me quedaron los eslabones en bajorrelieve en el llombu.
Del bolsillo derecho, casi
inexistente ahora, sobresalía la bomba casi entera.
Debí de estar unos cinco minutos
recomponiéndome antes de verme con ánimo de arrancar hacia casa. Ahora tenía
que volver a subirme a la bicicleta (jaja), sin cadena (jaja), completar la
bajada de la pista, y luego continuar hasta casa los seis kilómetros que me
quedaban sin poder pedalear (más jaja…).
Por el camino, miradas curiosas de la gente con la que me cruzaba, atraídas ya de lejos por el gesto de ir impulsando la bicicleta sin pedalear. Luego de cerca veían al pringao ensangrentado y de ropas hechas jirones, y claro, eso aumentaba la curiosidad (putos morbosos…).
Al legar a casa Paula me mandó,
acertadamente, al centro de salud a que me curaran (yo inicialmente no quería
ir).
Después de que me curaran me hice un
selfie, que están muy de moda, pero como tengo poca práctica me quedó muy
oscuro.
La primera noche fue muy incómoda,
sin haber tomado nada para el dolor y con la incomodidad al estar echado.
Después de bajar la adrenalina, el cuerpo iba pasando factura: primero temblaba
descontrolado de frío, luego sudaba como un pollo… Los siguientes días también me
dolía el cuello (imagino que de la tensión en la caída).
Una semana de curas (gracias
Begoña!), antibiótico para evitar infecciones, e ibuprofenos para los dolores.
Ya me estoy recreando… finalmente la
cosa no fue para tanto.
A los dos días comprobé en el
cuentakilómetros de la bici la velocidad máxima del día, que obviamente fue la
del momento antes del cañonazo, y me sorprendí con unos 47 km/h! Esto es como
10 más de lo habitual para mí en esa pista. Es decir, que me despisté varios
segundos para que cogiera semejante velocidad…
Bueno, Diego ¡Eso no es "ná pa" un hombre!.
ResponderEliminarMe alegro que todo salga bien y ya sabes... a la que pierdes atención ¡zas!. Te lo digo yo...
Un abrazo.
Carlos, de esto sabes tú más que yo seguro! Personalmente no me apetece repetir, jaja!
EliminarUn saludo
Si es que vais como locos! Como habrás oído tantas veces. Buena descripción del bombazo. La frecuencia de recurrencia de 6-7 años no esta nada mal para todos los km que haces últimamente, no?. Yo como ya llevaron años que hago pocos km casi me bajo hasta para bajar el bordillo de la acera.... Sólo hay una cosa que echo en falta en tu relato que sí hubiese sido yo le faltaría y es la mención de la consecuente bronca de la conyuge después de la preocupación inicial. Y en tu caso no se si es olvido u omisión.....
ResponderEliminarEn cualquier caso me alegro que ya estés "back on the track again"
Jajaja, no se me olvidó Danilo, la verdad es que no la tuve! Podría haber sucedido, pero no hubo. Ahora afronto yo también una fase de bajadas imserso way. Esperemos no coger confianza demasiado rápido... (por mantener la frecuencia básicamente)
EliminarUn saludo
Ufff! Me ha dolido leerte...
ResponderEliminarPensaba que había sido un "cerillazo" escalando, pero ya veo que la bici también te da "alegrías". Bueno, ahora a recuperar cuerpo y mente. Y que los fogonazos sean cada vez más esporádicos. Que eso de tenerlos cada 6-7 años tampoco es muy buen negocio....
Ánimo!
Estoy contigo, debería intentar distanciarlos más aún, o mejor no repetir! Pero ya sabes, tanto va el cántaro a la fuente...
EliminarUn saludo
La bici puede ser muy puñetera cuando mordemos el polvo Dieguín.
ResponderEliminarLo de bajar como un yayo me es muy familiar, pero ya sabes lo que dicen, siempre po lo segao, jajaja
A recuperarse bien
Saludos
Gracias chulo, ya hace tres semanas y ya no tengo nada y entreno normal de nuevo. Eso sí, bajando suavesito suavesito...
EliminarUn saludo para Barna
Chaval...vaya cuento...si no fue naaa!!! jajaja...
ResponderEliminarMi recomendación es que ahora que comienza la etapa nocturna,...no se te olvide cargar bien la batería, no sea que atropeyes a un jabali y la vuelvas aliar...
Nos vemos
Nando
Míralu oh, uno de los que se ríe de mis bajadas... El pasado domingo ya volví a ver jabalíes otra vez, y luego quedé sin batería, menos mal que llevaba la frontal... Yes como Rapel, adivino.
EliminarA ver si quedamos!
A pesar de hacerte mayor, siempre queda algo de intrépido. Lo que invita a la aventura. Todo bien. Suerte y continua así. Un abrazo.
ResponderEliminarAmigo Mon, te aseguro que estás muy alto entre mis referencias a ese respecto. Lo que yo entiendo como mantener un espíritu joven (que claramente cuenta mucho más que el físico).
EliminarUn abrazo,a ver si nos vemos