Domingo 6 Abril 2014
Entreno BTT: Viesques-Pico
Fario-Viesques
Yo la llamo así.
Aunque no con este nombre, se
menciona en los manuales de psicología del deporte y en los de escalada más explícitamente.
Hay libros dedicados al tema de forma específica (“Guerreros de la roca” por
ejemplo). Otros lo tratan sin ser manuales, como “De qué hablo cuando hablo de
correr” del multi maratoniano Murakami, que habla de ello desde su punto de
vista personal.
También se lo leí hace muchos años a
Castaneda, que lo explica muy a fondo y muy psicotrópicamente en “Las
enseñanzas de don Juan”, “Una realidad aparte”, “Relatos de Poder” o “Viaje a
Ixtlan”.
Para mí es muy difícil de entender,
y mucho más difícil aún de alcanzar de forma voluntaria.
Sé que existe porque personalmente lo
he experimentado algunas veces, pero desde luego cuesta encontrar el punto.
Son momentos en que parece darse
una conjunción astral para que tú puedas lograr tu objetivo, o mejorar mucho tu
nivel de forma puntual.
Casi siempre necesita que estés
solo, o que al menos consigas aislarte de los que te rodean.
En esos momentos te liberas
totalmente, dejas atrás las ataduras y las presiones, tanto interiores como
exteriores.
No es que no te cuesten las cosas,
pero desde luego parece que mucho menos de lo habitual.
Es entonces cuando alcanzas tus más
altos niveles de eficiencia.
Pueden ser unos pocos segundos,
unos minutos, o quizá algo más. A mí nunca me dura mucho.
Me ha pasado pocas veces en la
vida, y casi siempre me he dado cuenta cuando ya se había evaporado la sensación.
Lo he sentido varias veces y muy
claro escalando en deportiva.
En escalada deportiva la seguridad
está prácticamente garantizada y te permite centrarte totalmente en la
dificultad.
Sucede muy a menudo cuando estás
apurando tu límite personal en una vía y ya llevas unos cuantos pegues (o
muchos), que llega un momento en que la presión psicológica por lograr el
encadene juega muy en tu contra. Esta presión llega a hacerte caer incluso
cuando vas bien.
La conexión mágica me ha llegado
algunas veces en estas situaciones. No sé muy bien por qué es, pero cuando por
fin te despreocupas del fracaso, te olvidas del caer, del encadenar, de la
gente que está mirando y demás, entonces,
click! sucede.
Puede que teóricamente ya no sea el
pegue bueno del día. Puede que ya debieras estar demasiado cansado para lograrlo, y que incluso quizá
en zonas fáciles inferiores no lo hayas hecho bien. Y sin embargo, sin saber
por qué, sucede la conexión mágica (o la desconexión, no sé): entras en la zona
dura y los movimientos fluyen, los pasos se suceden sin aparente dificultad
(incluso los más duros). Parece que no eres tú el que los está haciendo. Y te
sorprendes a ti mismo chapando la cadena.
Me ha pasado corriendo, aquí bastantes veces, aunque en este caso siempre por periodos de tiempo limitados dentro de
carreras largas. Son momentos en que parece que no estás ahí, que no te cansas,
que podrías seguir corriendo para siempre. Entras en conexión con el todo y tu
carrera se integra en el paisaje, formas parte del conjunto.
El fin de semana se me estaba
escapando entre los quehaceres familiares. Eran las tres de la tarde del
domingo cuando me senté a comer, con la intención de salir a rodar nada más
terminar. Quería meterme algunas cuestas para entrenar un poco. No por eso me
corté demasiado con los garbanzos con bacalao que Paula se había currado
(estaban de escándalo). El caso es que, con la barriga bastante llena, me puse culot
y maillot cortos (hacía calor) y cogí la bici. Hacia las tres y media salí de
casa con el piloto automático hacia uno de mis recorridos habituales para
entreno de volumen: la clásica subida al Pico Fario.
Tenía que estar de vuelta para
llevar a Javi a natación a las seis y cuarto. Contando con unos veinte minutos
entre ir al grupo, cambiarlo y llegar a la piscina, me establecí un tope de hora para dar la vuelta, estuviera
donde estuviese, sabiendo que en cuarenta y cinco minutos vuelvo a casa (salvo
avería o cañonazo). El tope de hora eran las cinco de la tarde, y por tanto, todo
parecía indicar que no me daba tiempo a llegar arriba: no suelo hacer la subida
en menos de 1 hora 40 minutos, o 1 hora 35 como muy poco. Demasiado justo.
Los primeros cinco o seis
kilómetros son casi llanos, bien para calentar. A partir de ahí las cuestas son
casi continuas. Sólo hay algunos tramos cortos de carretera y alguna rampa de
hormigón en repechos duros enlazando las pistas de tierra y los caminos trialeros.
Hay que remontar casi 700 metros.
Como salí sin convicción de llegar, pero
con intención de entrenar, desde el comienzo fui exigiéndome, apretando
desarrollos y bebiendo periódicamente. Tampoco tenía claro si acabaría cambiando
el recorrido hacia alguna variante más corta, pero cuando ya estaba a más de la
mitad, me planteé simplemente continuar por el bosque de pinos hasta alcanzar
el tope de hora, y entonces darme la vuelta. Y con esa idea me centré en ir
encadenando los tramos.
Subir cuestas duras en bicicleta,
cada uno en su nivel, exige tenacidad y concentración. Si son por terreno
técnico o suelto, más aún. Yo soy bastante cabezota en cuanto a desarrollos por
repechos conocidos, a la hora de cumplir mis referencias. Igual de terco con el
“encadenar” sin posar el pie. Imagino que fue esa terquedad unida a la
despreocupación por el logro en sí mismo, lo que hizo que me centrara en lo
importante y alcanzara involuntariamente ese “estado de gracia”.
Cuando a falta de unos pocos repechos
y el tramo final ya más suave miré la hora, me sorprendí enormemente por lo
temprano. Entonces me apliqué en lo que restaba, ahora ya sí por recortar al
máximo. Es evidente que no fue en ese tramo final en el que logré el ahorro
principal de tiempo, sino en todo lo anterior que hice despreocupado por todo y
concentrado en el entreno en sí mismo.
En la cumbre, para mis referencias
futuras, tiré una foto y salí para abajo echando leches (tampoco iba sobrado).
Al llegar a casa tiré otra foto.
No estoy precisamente en mi mejor momento de forma, y sin embargo, rebajé mi anterior mejor tiempo de subida en casi diez minutos. La marca no es buena ni mala, pero es la mejor que he hecho en más de veinte años de subidas.
No estoy precisamente en mi mejor momento de forma, y sin embargo, rebajé mi anterior mejor tiempo de subida en casi diez minutos. La marca no es buena ni mala, pero es la mejor que he hecho en más de veinte años de subidas.
Estoy seguro de que hice ese tiempo
gracias a esa fase, que el domingo me duró en torno a una hora, en la que volví
a estar en “conexión mágica” con “una realidad aparte”.
Para referencia en futuros
entrenos:
Tiempo de subida 1 hora 24 minutos
Tiempo de bajada 43 minutos
Desnivel positivo aproximado 700 metros
Distancia total aproximada 32 kilómetros
Que fase y que fase...que tas como un jabalí, chaval!! Suerte que no fui contigo...
ResponderEliminarBueno ya sabes lo que tenemos pendiente,...pero eso si, con filosofia tranki!!
Nando
Chulo, yo creo que fueron los garbanzos con bacalao que tienen propiedades dopantes... Eso no debe de estar estudiado aún.
EliminarUn saludo