Juan y Juacu Piñera
Los planes originales de subir a escalar a Picos, primero una pared grande, luego otra más modesta, se fueron modificando hacia la BTT por la meteorología. Ese mismo cambio me hizo pensar en distintos compañeros, de Luque pasé a los Piñera, todos ellos tan presentes en mis salidas al monte desde hace tantos años.
Después de jugar con el mecano de meter tres bicis dentro de un Megane (y que luego entren tres tíos), salimos de Gijón algo después de las ocho, con lluvia pero con la esperanza de que el tiempo mejore. Subimos hacia San Isidro, a ver si por León estaba mejor, aunque la nube era continua y nos seguía mojando mientras encajábamos de nuevo las piezas del mecano en Puebla de Lillo, que si esta rueda es tuya, que si pásame el sillín…
El plan estaba más que nada pendiente del cielo: arrancamos hacia Cofiñal sin saber cuándo nos daríamos la vuelta. Con esfuerzo coronamos el puerto de Las Señales con lluvia fina, viento frío y sensaciones incómodas, tiramos por la misma carretera hacia Tarna. Ya en el puerto, con el viento norte dejándonos helados, consultando entre tembleques el mapa informativo, mirando el bar de reojo, decidimos coger el PR que baja a Maraña, por matar el día.
Después de Riosol y de un pequeño collado, mientras nos acercamos al macizo del Mampodre, el cielo nos da alguna tregua. A ratos por pistas anchas, a ratos por estrechos senderos, comentando las muchas opciones que ofrece este grupo de montañas tan interesantes, esquí, caminar, escalar…
En Maraña se plantea otra vez la opción de entrar al bar, señal de que tenemos frío y pocas esperanzas, pero decidimos seguir hasta Acebedo: el camino cruza ahora enormes praderías donde centenares de ovejas pastan, y los mastines nos miran de lejos con desinterés. Aunque nos demos la vuelta aquí ya habrá merecido la pena, la luz de montaña, el frío pasado y las duras pedaladas compartidas me hacen sentir muy vivo…
Al llegar a Acebedo el cielo parece que clarea. El bar que encontramos abierto nos ofrece un café con gotas para entrar en calor (aunque de entrada las rechazamos, luego todos nos echamos un lingotazo), y las amables explicaciones del paisano, que nos invita a tirar hacia Lois por el collado de las Cerezales: “en hora y media estáis allí”. Es temprano, apenas la una y media, así que decidimos intentarlo.
La pista perfectamente señalizada nos sube, entre imponentes hayas aún verdes, hasta la collada a más de mil seiscientos metros. A costa claro está de apretar los pedales. Saco la cámara para tirar alguna foto ahora que la luz es buena, pero estoy sin batería… A ratos te sobra toda la ropa, a ratos necesitas el chubasquero. En la bajada, los robles, los roquedales de cuarcita, los arroyos… Una pasada de descenso bajo un cielo amenazante.
Lois es un pueblo encajado entre cordales, con casas de piedra muy arregladas y una pedazo iglesia de mármol rosa que luego sabremos que es catedral: las detalladas explicaciones de la señora que actúa como guía nos dejan claro en la breve visita que aquí había mucha pasta, ya en mil setecientos y pico se empezó la obra a costa de una familia de potentados. Nos quedamos asombrados de tanta riqueza cultural y monetaria. Orientarse para salir del pueblo exigió de nuevo preguntar en un bar ¿dónde si no?, cargando pilas con otro café: son las tres de la tarde y queda mucho que ciclar…
Nuestro objetivo es Solle, y para llegar tendríamos que coronar de nuevo varias colladas en torno a los mil quinientos metros. El cielo aguanta excepto por ligeras rachas de lluvia. Nos retorcemos sobre las bicis en las intrincadas curvas de las cuestas, los kilómetros pasan factura. También nos relajamos en las bajadas y los terrenos sube-baja: puertos con praderías, las dudas en los cruces y las portillas de cierre para el ganado se alternan mientras va pasando las horas. La belleza del paisaje no decae.
Finalmente divisamos casas a lo lejos, la bajada es larga y para cuando llegamos nos damos cuenta de que no espasmo en Solle sino en Reyero: en alguno de los muchos cruces tomamos el ramal izquierdo en lugar del derecho… No importa, sólo queda pedalear carretera, eso sí, más de diez kilómetros.
Los tramos finales, con el Susarón en frente, se me hicieron realmente duros: el viento en contra, la deshidratación de todo el día por beber poco con el frío, la falta de entreno… Yo llegué al coche con la luz de la reserva encendida y la aguja abajo del todo.
Manguerazo a las bicis en la gasolinera, un bocado de empanada sobre el capó del coche y de vuelta para casa, con lluvia casi todo el camino.
Sin GPS, sin conocer casi nada del recorrido, sin info previa, sin cámara de fotos(las mostradas son de otra salida por San Isidro años atrás)… a la antigua. Calculamos a ojo que serían unos sesenta kilómetros, de los que bastante más de la mitad fueron por pista en un paisaje espectacular. Hemos disfrutado mucho de la ruta, que sin duda se convertirá en una clásica de nuestras salidas de BTT del año.
Puebla de Lillo-Cofiñal-Puerto Las Señales (1625 m)-Puerto Tarna (1492 m)-Maraña-Acebedo (1100 m)-Collada Cerezales (1550 m) -Lois-Collada Lois-Reyero-Puebla de Lillo.
8:15 h Gijón
10:00 h Puebla de Lillo
10:15 h Inicio pedaleo
13:15 h Acebedo (1.100 m), café con gotas
15:00 h Lois, visita catedral, café, indicaciones
17:30 h Reyero
18:00 h Puebla Lillo
20:00 h Gijón
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