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domingo, 14 de noviembre de 2021

Urriellu otoñal: la Nani

16 Octubre 2021 Rubén Díaz Picu Urriellu (2.519 m) Vía Nani (250 m,V/V+) Urriellu es una meca de la escalada en España, y por algo es.
En el límite entre la cara Sur y la Este del Naranjo discurren varias vías, similares en grado pero distintas en su detalle. Mientras unas, como la Nani, buscan los puntos flacos de la pared (canales, diedros, fisuras), otras como la Why recorren los muros abiertos con una exposición mayor. También las hay que atacan zonas más verticales. En todas ellas la calidad de la roca es realmente excepcional, y salvo algunos tramos cortos muy concentrados, el disfrute es total.
Estamos en octubre y los días ya van acortando. Salimos de Pandébano a la luz del amanecer: para coger las cosas del maletero del coche tuvimos que encender la frontal. Hay bastantes coches y gente saliendo para arriba.
La temperatura es fresca, casi de guantes, ideal para caminar. Subimos hablando, disfrutando las vistas. El amanecer nos regala espectaculares rojos y naranjas sobre el Neverón de Urriellu y los Albos. Los colores del otoño temprano también van tintando ya los bosques que bajan hacia Bulnes. Hasta la entrada de la Celada se me hace rápido (no es que hayamos subido rápido), pero la canal parece no querer terminar. Cuando ganamos altura vemos varias cordadas en las clásicas de la Este: la Cepeda, la Amistad y en la Somoano: qué ganas tengo de repetir esta última. Al ganar vista hacia la Sur también vemos varias cordadas ya metidas en la vía normal y otras cuantas haciendo cola en la base. Afortunadamente no hay nadie en nuestra vía objetivo (hace dos años tuvimos que cambiar al Paso horizontal por tener dos cordadas ya metidas en la Nani al llegar).
Está el día fresco y decidimos escalar con la chaqueta puesta: la Peña Santa hace unas semanas ya nos hizo poner guantes… y aunque hoy la orientación es totalmente distinta, también han pasado unas semanas y el sol va más bajo. Dejamos todo abajo: no llevamos mochila, ni agua ni comida (salvo una chocolatina en la chaqueta). Ni las zapatillas. La Nani arranca apenas a cien metros de la Sur clásica, así que no hay distancia que recorrer en gatos.
Yo conozco la vía de hacerla con Chusín hace unos años: su primera al Picu, lo bien que lo pasamos. Invito a Rubén a salir delante. Sé que el tipo de escalada y el grado de dificultad son perfectos para él. Estira los dos primeros largos en uno de sesenta metros. La roca perfecta: pocos seguros en alguna zona compacta, pero la verdad es que si vas tranquilo, el tacto increíble: estás agarrado como con velcro.
Quiero que siga cogiendo confianza en sí mismo, así que lo vuelvo a mandar delante a por el tercero y cuarto largos, que vuelve a resolver unidos y sin problemas estirando de nuevo casi toda la cuerda. En estos cuatro primeros largos vas metido en un sistema que sigue una canal-diedro con tendencia ligeramente a la derecha (hacia la Este). Terminan en una pequeña terraza sobre unos bloques. Por encima está una tirada corta hasta unos nichos, más en muro abierto. Asoman varios cordinos nuevos que guían el recorrido hasta los dos nichos donde se puede hacer reunión. Mando a Rubén a por ello otra vez, y le digo que siga hasta el segundo de los nichos, que te deja mejor para el siguiente largo, teóricamente el más difícil. Duda un poco antes de empezar, pero una vez arranca lo disfruta mucho. Como le había dicho, hay buen canto y hay para proteger.
Llego yo y le vuelvo a recomendar tirar el siguiente, el más difícil, pero en este caso prefiere dejármelo a mí, algo tendré que hacer! En cuanto salgo lo recuerdo del año pasado con Boza y paso tranquilo, primero por el murito de V+ de la foto del libro rojo de Adrados (mítica de un tipo con barbas y gatos clásicos!). Después viene un tramo algo más atlético aunque corto y con muy buen canto. Se agradece el clavo a la mitad. Nuevamente la reunión (dos o tres clavos) está en una cómoda terraza.
Cuando llega Rubén, contento vuelve a salir delante a por el siguiente largo: más abierto y de navegación, conviene no enriscarse. Estira la cuerda bastante, no recuerdo si completa, y monta reunión en una gran oquedad. Desde esta posición se puede hacer travesía a la derecha y llegas al Rompetobillos de la Cepeda, salida clásica de las vías de la Este (lo que el año pasado hice con Alberto). Hay tráfico en la Cepeda, unos chavales nos preguntan por dónde ir, además yo prefiero continuar por nuestra vía. Vuelvo a decirle a Rubén que vaya delante, hoy está liderando casi toda la vía él. El largo remonta hacia la izquierda para ganar el borde con el Anfiteatro. A ratos parece que empieza a gotear. Después de pensárselo un poco en un pasito, continúa hasta la reunión. Desde esta damos vista a la Sur, vemos a las distintas cordadas progresar hacia arriba o hacia abajo por el rallado paisaje de canalizos. Escalo los quince metros finales hasta la reunión final que nos deja rapelar hacia el final de la Teógenes, justo donde el hueco de salida de la Cepeda. Por encima, la cresta empieza a tener roca más rota y hay demasiada gente alrededor para seguir por allí con el riesgo de soltar alguna piedra.
Nos ha llevado la escalada dos horas y media. Se notan los ensambles y lo coordinados que es escalamos (y que la vía es fácil). Rapelamos al Anfiteatro, recogemos las cuerdas, las dejamos en la última reunión de la Sur clásica, y salimos a por la cumbre. Por el camino cruzamos a un par de chavales muy majos (guía él clienta ella). Cumbre solitaria para nosotros dos. Vistas, fotos, charla: Rubén me dice lo bien que le ha venido tirar delante todos estos largos, comentamos lo mucho que cuenta la confianza en uno mismo y cómo condiciona el compañero con el que estés atado, incluso en la misma vía.
El día ha ido cambiando y amenaza lluvia, a ratos parece chispear. Durante la escalada me he acordado varias veces de Nani, el de la Corrada, que está pasando momentos difíciles. Destrepamos hasta las cuerdas, y muy en línea con el estilo de Rubén, las cogemos y decidimos no rapelar la primera tirada, sino destreparla también. Me viene a la cabeza cuando vine con Bene en invierno, y la nieve nos tapaba las reuniones… Dos rápeles sin problemas y estamos en el suelo. Bajada y vuelta al coche, cerveza en el Ortiguero charlando con los locales. La primera vez que subí al Picu tenía diecisiete años, fue en 1992. Lo hice por la Sur Clásica, la vía de los Martínez, lo hice escalando en cordada, yendo a largos de primero. Y lo hice con Rubén. El año que viene se cumplirán treinta años de esa mi primera escalada al Picu, con Rubén, y pretendo volver con él para celebrarlo.

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