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lunes, 14 de abril de 2014

La conexión mágica

Domingo 6 Abril 2014
Entreno BTT: Viesques-Pico Fario-Viesques

Yo la llamo así.
Aunque no con este nombre, se menciona en los manuales de psicología del deporte y en los de escalada más explícitamente. Hay libros dedicados al tema de forma específica (“Guerreros de la roca” por ejemplo). Otros lo tratan sin ser manuales, como “De qué hablo cuando hablo de correr” del multi maratoniano Murakami, que habla de ello desde su punto de vista personal.
También se lo leí hace muchos años a Castaneda, que lo explica muy a fondo y muy psicotrópicamente en “Las enseñanzas de don Juan”, “Una realidad aparte”, “Relatos de Poder” o “Viaje a Ixtlan”.
Para mí es muy difícil de entender, y mucho más difícil aún de alcanzar de forma voluntaria.
Sé que existe porque personalmente lo he experimentado algunas veces, pero desde luego cuesta encontrar el punto.

Son momentos en que parece darse una conjunción astral para que tú puedas lograr tu objetivo, o mejorar mucho tu nivel de forma puntual.
Casi siempre necesita que estés solo, o que al menos consigas aislarte de los que te rodean.
En esos momentos te liberas totalmente, dejas atrás las ataduras y las presiones, tanto interiores como exteriores.
No es que no te cuesten las cosas, pero desde luego parece que mucho menos de lo habitual.
Es entonces cuando alcanzas tus más altos niveles de eficiencia.
Pueden ser unos pocos segundos, unos minutos, o quizá algo más. A mí nunca me dura mucho.
Me ha pasado pocas veces en la vida, y casi siempre me he dado cuenta cuando ya se había evaporado la sensación.

Lo he sentido varias veces y muy claro escalando en deportiva.
En escalada deportiva la seguridad está prácticamente garantizada y te permite centrarte totalmente en la dificultad.
Sucede muy a menudo cuando estás apurando tu límite personal en una vía y ya llevas unos cuantos pegues (o muchos), que llega un momento en que la presión psicológica por lograr el encadene juega muy en tu contra. Esta presión llega a hacerte caer incluso cuando vas bien.
La conexión mágica me ha llegado algunas veces en estas situaciones. No sé muy bien por qué es, pero cuando por fin te despreocupas del fracaso, te olvidas del caer, del encadenar, de la gente que está mirando y demás,  entonces, click! sucede.
Puede que teóricamente ya no sea el pegue bueno del día. Puede que ya debieras estar demasiado cansado para lograrlo, y que incluso quizá en zonas fáciles inferiores no lo hayas hecho bien. Y sin embargo, sin saber por qué, sucede la conexión mágica (o la desconexión, no sé): entras en la zona dura y los movimientos fluyen, los pasos se suceden sin aparente dificultad (incluso los más duros). Parece que no eres tú el que los está haciendo. Y te sorprendes a ti mismo chapando la cadena.

Me ha pasado corriendo, aquí bastantes veces, aunque en este caso siempre por periodos de tiempo limitados dentro de carreras largas. Son momentos en que parece que no estás ahí, que no te cansas, que podrías seguir corriendo para siempre. Entras en conexión con el todo y tu carrera se integra en el paisaje, formas parte del conjunto.

El pasado domingo 6 me sucedió mientras pedaleaba. No me había ocurrido antes en bicicleta.



El fin de semana se me estaba escapando entre los quehaceres familiares. Eran las tres de la tarde del domingo cuando me senté a comer, con la intención de salir a rodar nada más terminar. Quería meterme algunas cuestas para entrenar un poco. No por eso me corté demasiado con los garbanzos con bacalao que Paula se había currado (estaban de escándalo). El caso es que, con la barriga bastante llena, me puse culot y maillot cortos (hacía calor) y cogí la bici. Hacia las tres y media salí de casa con el piloto automático hacia uno de mis recorridos habituales para entreno de volumen: la clásica subida al Pico Fario.

Tenía que estar de vuelta para llevar a Javi a natación a las seis y cuarto. Contando con unos veinte minutos entre ir al grupo, cambiarlo y llegar a la piscina, me establecí  un tope de hora para dar la vuelta, estuviera donde estuviese, sabiendo que en cuarenta y cinco minutos vuelvo a casa (salvo avería o cañonazo). El tope de hora eran las cinco de la tarde, y por tanto, todo parecía indicar que no me daba tiempo a llegar arriba: no suelo hacer la subida en menos de 1 hora 40 minutos, o 1 hora 35 como muy poco. Demasiado justo.
Los primeros cinco o seis kilómetros son casi llanos, bien para calentar. A partir de ahí las cuestas son casi continuas. Sólo hay algunos tramos cortos de carretera y alguna rampa de hormigón en repechos duros enlazando las pistas de tierra y los caminos trialeros. Hay que remontar casi 700 metros.

Como salí sin convicción de llegar, pero con intención de entrenar, desde el comienzo fui exigiéndome, apretando desarrollos y bebiendo periódicamente. Tampoco tenía claro si acabaría cambiando el recorrido hacia alguna variante más corta, pero cuando ya estaba a más de la mitad, me planteé simplemente continuar por el bosque de pinos hasta alcanzar el tope de hora, y entonces darme la vuelta. Y con esa idea me centré en ir encadenando los tramos.

Subir cuestas duras en bicicleta, cada uno en su nivel, exige tenacidad y concentración. Si son por terreno técnico o suelto, más aún. Yo soy bastante cabezota en cuanto a desarrollos por repechos conocidos, a la hora de cumplir mis referencias. Igual de terco con el “encadenar” sin posar el pie. Imagino que fue esa terquedad unida a la despreocupación por el logro en sí mismo, lo que hizo que me centrara en lo importante y alcanzara involuntariamente ese “estado de gracia”.

Cuando a falta de unos pocos repechos y el tramo final ya más suave miré la hora, me sorprendí enormemente por lo temprano. Entonces me apliqué en lo que restaba, ahora ya sí por recortar al máximo. Es evidente que no fue en ese tramo final en el que logré el ahorro principal de tiempo, sino en todo lo anterior que hice despreocupado por todo y concentrado en el entreno en sí mismo.

En la cumbre, para mis referencias futuras, tiré una foto y salí para abajo echando leches (tampoco iba sobrado).

Al llegar a casa tiré otra foto.



No estoy precisamente en mi mejor momento de forma, y sin embargo, rebajé mi anterior mejor tiempo de subida en casi diez minutos. La marca no es buena ni mala, pero es la mejor que he hecho en más de veinte años de subidas.
Estoy seguro de que hice ese tiempo gracias a esa fase, que el domingo me duró en torno a una hora, en la que volví a estar en “conexión mágica” con “una realidad aparte”.

Para referencia en futuros entrenos:
Tiempo de subida 1 hora 24 minutos
Tiempo de bajada 43 minutos
Desnivel positivo aproximado 700 metros
Distancia total aproximada 32 kilómetros

2 comentarios:

  1. Que fase y que fase...que tas como un jabalí, chaval!! Suerte que no fui contigo...
    Bueno ya sabes lo que tenemos pendiente,...pero eso si, con filosofia tranki!!

    Nando

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    Respuestas
    1. Chulo, yo creo que fueron los garbanzos con bacalao que tienen propiedades dopantes... Eso no debe de estar estudiado aún.
      Un saludo

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