LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

viernes, 5 de julio de 2013

El vuelo sin motor

La vida puede cambiar en un segundo.

La pared Sur de Horcados Rojos

Julio 1998.
La enfermera nos mira con cara alucinada. No entiende las bromas que nos vamos gastando entre nosotros desde las camillas, mientras nos lavan la sangre reseca, nos limpian las heridas y nos cosen. Fuera de contexto, nuestro humor seguramente sea difícil de entender.
Yo llegué hace un rato, no había nadie más, así que me atendieron directamente. Lo del hombro no es más que un arañazo, sangra bastante, pero sin importancia. En la mano izquierda un par de puntos y unos rasponazos. Lo peor está en la rodilla derecha: la herida tiene los bordes muy deteriorados y le está costando mucho enganchar los puntos: ya lleva trece o catorce… Por supuesto, sin anestesia. El efecto de la adrenalina dura bastante rato.
Cuando entró Javi por la puerta del centro de salud de Potes con los demás, yo creía que venían a verme, pero se subió rápidamente a otra camilla al lado de la mía: tenía la espinilla de la pierna derecha totalmente manchada de sangre: nada serio, cuatro puntos y listo.
En la cabina del teleférico, la gente se apartaba de mí como si tuviera la lepra. Estivi y yo charlábamos animados de nuestras cosas, procurando no comentar el hecho de yo fuera sin mochila, con la camiseta desgarrada en el hombro izquierdo, por donde se veía bastante sangre, igual que en las manos y sobre todo en la pierna derecha, arrollando desde la rodilla. En realidad no era nada grave, sólo rasguños escandalosos…
Los rápeles fueron bien, con cuidado yo rapelaba por una cuerda mientras Estivi me aseguraba por la otra. Sobre todo al principio, que era muy aéreo y no era cosa de que me diera un vahído. Las maniobras, bien miradas, no nos dieron problemas.
Cuando las cuerdas se tensaron de golpe me quedé colgando como un chorizo por debajo del desplome. Giraba en el aire sin tocar roca. Lo primero que hice fue revisarme el cuerpo. Había pegado varias veces y con distintas partes: en una inspección rápida confirmé que no había nada roto ni ninguna herida grave: en la rodilla tenía una buena boca abierta, pero no parecía demasiado profunda.
Estivi me llamaba a voces. Yo lo oía como desde muy lejos. No lejos en la distancia, pero era como si no estuviéramos en la misma situación juntos… Cuando me di cuenta le contesté que estaba bien, que no tenía nada grave, y que fijara una cuerda para que yo intentara subir por ella, mientras me aseguraba por la otra.
El largo iba más tieso de lo que esperaba, salí de la reunión colocando como indicaba el croquis un friend del 4 en una fisura horizontal. Desde ahí me remonté al muro, colocando otros dos friends en una fisura poco profunda. Estaba tranquilamente mirando los siguientes movimientos cuando de repente me vi en el aire: me había saltado una pequeña laja de la mano izquierda, aparentemente roca sana. Mientras estuve en el aire, sentí cómo los tres seguros saltaban. En el medio de esto, pegué una vez contra la pared de forma leve, y luego otra más fuerte a la altura de la reunión, y seguí hacia abajo. En realidad, esto es una secuencia que reconstruí posteriormente analizando los recuerdos que me quedaron de esos segundos en forma de fotogramas.
Fue un vuelo de unos veinte metros, quizá algo más. Menos mal que la pared aquí va bien tiesa: de caerte, mejor que sea en una vía dura…
La reunión no era gran cosa, un clavo que reforcé al llegar con un fisurero y un friend pequeño. Los largos anteriores me habían costado, pero la vía a partir de aquí ya aflojaba. La parte dura estaba hecha y la cabeza podía relajarse un poco. “Chico Problemático”, además de una canción muy buena de ACDC también es una vía no menos buena de Horcados Rojos. Muy buena e intensa. Pero ahora ya estaba, las travesías de los largos anteriores ya hechas. La tirada de placa expo del tercero fue resuelta con cuidado. Los nervios al empezar estaban superados. Sólo me quedaban dos tiradas, las más fáciles de la vía, para salir a la arista...

El vivac en Villa Ratón no es cómodo, todo piedras que se te clavan en la espalda mientras duermes, no hay agua lo que obliga a portear todo lo que quieras beber, pero el ambiente es excelente. Aquí nos juntamos cada fin de semana con nuestros amigos de Santander, y disfrutamos de los Picos y sus escaladas. Compartimos experiencias.
El día antes habíamos hecho una vía muy buena. Por la mañana, después de subir en el primer cable, remontamos con el mochilón las pedreras hasta la base de la vía de “Las Placas” de Peña Olvidada. Sacamos los trastos de trepar y dejamos el resto detrás de una piedra. Ya conocía la vía de unos años antes con Miguel y con Iñaky. Escalamos los cuatrocientos metros de la vía sin incidencias: fui siempre de primero y en libre, los diez largos, alguno de ellos con exposición o intrincado, pero eso me gusta. Estivi funciona como un reloj, nos entendemos bien como cordada y hacemos cumbre en un buen horario. Nos dirigimos a la normal para volver a la gravera, recoger las mochilas con los sacos y subir al vivac.

El muro por el que discurre "Las Placas" de Peña Olvidada
Un nuevo fin de semana nos vamos a Picos, a la zona de Fuente De. Llevamos un verano muy activo de escalada en roca. Las cosas están saliendo bien y últimamente siempre conseguimos hacer lo que nos planteamos.
Quizá la confianza estaba llegando a límites peligrosos.

Estuve con la rodilla vendada unos tres o cuatro días, curando los puntos que no terminaban de sellar. En el hombro me ha quedado un rayado muy decorativo, seguro que con unos tres o cuarto puntos, la cicatriz sería más discreta, pero aquella tarde no quería ver más agujas.
Javi, que bajaba mi mochila además de la suya, se coló por el borde de un nevero, y pegó con la espinilla en una laja de caliza, un pequeño corte.
En mi casa dije que me había caído en la canal de la Jenduda. Dije que bajando la canal, en una curva se me había ido una piedra de un pie, y que con el peso de la mochila había bajado rodando unos metros. No era cuestión de que se preocuparan más cada vez que me fuera a escalar. Cualquiera que conozca el sitio, sabe que esto es totalmente posible. Ahora, cada vez que bajo por allí, me obligo a prestar atención, no me vaya a suceder de verdad lo que por entonces me inventé.
Dos semanas después, aún con las postillas frescas, hice la “Casiopea” a la Norte de la Torre de Salinas. De nuevo entera de primero. Y el resto del verano continuó parecido.

Sin embargo, lo sucedido ese domingo fue un gran toque de atención, y desde aquel día me quedó más claro que en esto puedes hacerte daño. Desde entonces procuro fijarme bien en lo que me rodea, en las reuniones que monto, en los seguros que coloco, y en la roca a la que me cojo. Y a no caer en excesos de confianza.

Uno sólo escarmienta en cabeza propia.


(“Chico problemático” sigue en mi lista de pendientes)

miércoles, 19 de junio de 2013

"La Negra" a las Peñas del Prado

Sábado 15 Junio 2013
Nando del Pozo
Peñas del Prado, “La Negra” 200 m, 6c+ (6a/A0)


Hubo un tiempo, años y años, en el que yo miraba con desdén a esta y a otras zonas de escalada de la Cordillera Cantábrica.
Por aquel entonces escalaba mucho y muy a menudo en los Picos. Como zonas aledañas “homologadas” tenía el Agero y algunas otras del valle de Liébana. Están claras mis influencias de juventud. Fuera de estas zonas (me refiero a escaladas de montaña, de largos, no a deportiva), el resto no las veía importantes. No digo que las despreciara, pero casi.
Por aquella época, y a pesar de las muchas recomendaciones de ir a conocerlas por parte de Candi y de otros amigos, la verdad es que nunca pasé por allí. Tenía metidas a las Peñas del Prado dentro de un lote de zonas de escalada en roca secundarias, o poco interesantes. Dentro de ese lote aún mantengo algunas que todavía no he visitado: está claro que soy algo terco.
Con los años, las restricciones en el tiempo libre me hicieron ver las grandes ventajas que ofrecían sitios como las Peñas del Prado, el Melluque y algunas otras, para poder escalar vías de montaña (o casi de montaña) sin tener que pegarte grandes viajes ni aproximaciones.
Así he venido visitando periódicamente las Peñas del Prado y comprobando la gran calidad de vías como “La Historia Interminable”, “Desgaste emocional”, “Lobishome”, “Noches de Escuela”, “Venus”, y otras. Hoy tocaba una clásica que estaba pendiente: “La Negra”.
Salimos de Gijón a las ocho de la mañana con cielo nublado. Por la autopista y en cincuenta minutos estamos aparcados debajo de la collada Aralla. Un solo coche a parte del nuestro, seguro que vendrá gente más tarde. Tras el reparto de trastos arrancamos por entre la hierba alta en busca del mejor camino. La primavera, retrasada por un invierno que no se quería marchar, está estallando por todas partes: flores, brotes, colores y olores intensos nos acompañan.
En el aire fresco de la mañana, alterno las miradas a la pared con el bucólico paisaje hacia el embalse de Casares, un placer para caminar.


Después de situarnos desde lejos para coger perspectiva e identificar referencias, nos aproximamos al pie de vía donde dejamos mochilas y zapatillas. Se ve venir el calor. Nando que ya va en camiseta, sale delante en el primer largo, algo herboso aunque sin llegar a molestar.


Al poco rato me toca el turno y trepo hasta él. Salgo después delante a por el segundo largo por un pequeño diedro en el que marca 6a+: sin problema, son apenas dos pasos y con chapas, otro tema sería si tuviera que colocar los trastos. Para arriba es mucho más fácil, escalada agradable sobre buena roca. Sigue habiendo chapas de cuando en cuando, aunque también coloco algún seguro adicional.


Nando recorre el largo disfrutando, sonriente y contento como siempre (yo no lo he visto nunca enfadado). Le hago sitio en la reunión y me preparo para la siguiente tirada: es la más difícil de la vía y ya desde aquí anticipo aceros. Un pequeño desplome, con chapas y clavos a medio metro unos de otros indica la concentración de la dificultad: está cotado de 6c+. Después de unos breves momentos mirando la secuencia y acariciando presas (más paripé que otra cosa…), me agarro al primer clavo y hago tres aceros seguidos hasta colocarme de nuevo en posición de escalada. Salgo ahora en libre a terreno más amable, que se estira otros quince metros hasta el siguiente relevo. La secuencia de cuatro o quizá cinco movimientos concentrados, bloqueros, exigían un intenso apretón para el que no estoy preparado.



Nando resuelve sin problemas y me alcanza rápidamente: “con unos estribos hubiera ido como un señor”, me comenta. No los necesitó para nada. Por debajo, aún en el suelo, una cordada se prepara para nuestra vía, también hemos visto pasar a más gente y abajo en la carretera ya se ven media docena de coches.
Por encima tenemos ahora un largo sobre roca muy compacta, chapado, con pasos de adherencia típicos de la zona. Es apenas V, pero obliga a escalar, movimientos muy guapos.


Escalo después el último largo que comienza con un tramo vertical, aéreo, pero con muy buen canto. Después tiene un paso simpático en el que hay que levantarse de pies con poca cosa para las manos, hasta alcanzar buena presa de nuevo. Muy chulo. Llego a la reunión final y aseguro al amigo que llega rápidamente. Son las doce, hemos tardado dos horas justas y vamos bien para cumplir mi intención de escalar otra vía.
El aéreo rápel nos posa en unas terrazas desde las que vamos derivando hacia abajo.


Un vistazo a la fisura de “No hay caliza na Galiza” me hace pensar que necesito más trastos grandes que los que he traído, pero me quedo con la copla de su buen trazado para otro día. Su nombre también me trae recuerdos de Budiño, Galiñeiro, Monte Ferro… qué granito!
Llegamos al pie de vía, recogemos las cosas y nos vamos rápido para el sector de la Collada. Hay gente debajo de la “Lago de Luna”, la más evidente de la zona. A su izquierda comienzan tres o cuatro vías más, pero no vemos ningún seguro ni posibilidades evidentes para colocarlos sobre sus placas compactas. 


Finalmente me decanto por “Sin aspiraciones a nada”, que va a la derecha de los otros chavales y donde al menos aflora algún parabolt. El primer largo es muy guapo, de canalizos. El segundo cruza un techito más aparente que difícil. Desde la segunda reunión, se ve el tercero como una muy estética placa de adherencia; Nando viene con dolores en un gemelo (tanta bici, tanta bici), así que decidimos evitarla derivando a la izquierda: El no llevar croquis y no conocer grados ni vías del sector, unido a la idea de volver pronto a casa, hace que al poco rato me ancle a una reunión desde la que en dos rápeles muy limpios nos vamos al suelo.


Recogiendo las cosas en el pie de vía observo con inquietud los dudosos progresos de un chaval sobre un primer largo a pocos metros de nosotros: pocos seguros y muy mal colocados. De repente, el único friend que había puesto en los diez metros que lleva se sale con el movimiento de la cuerda y baja hasta su asegurador. Segundos después, se le cae un fisurero que trataba de colocar. Nada que no nos haya pasado a todos alguna vez. Trasteando entre la hierba de una fisura bastante tiesa, sin protección alguna colocada, y hablando de otras cosas, lo que me extraña es su falta de preocupación (la suya y la de sus colegas): pura inconsciencia claramente. No soy muy amigo de dar consejos, pero no me callo una recomendación para que se centre en lo que está haciendo. Con poca gana de verlo bajar por el aire y estamparse en la terraza en la que estamos (no sería el primero ni el segundo que me toca ver en directo), nos despedimos y salimos dirección al coche.
De camino a casa nos sorprenden los muchos neveros que aún resisten a nuestro alrededor en cumbres modestas, e incluso en orientaciones sur… Hoy mismo varios amigos (Rafa, Jose, Iñigo…) están corriendo la Travesera de Picos, seguro que estará bien blanca. El puerto de Pajares lleva nuestras conversaciones hacia las muchas opciones de actividad a realizar.
A las cuatro en casa, contentos después de hacer una vía nueva de unos doscientos metros (Adrados es algo optimista en sus mediciones) y otros dos largos más de otra vía que habrá que venir a completar.
Las Peñas del Prado, una joya más de la Cordillera Cantábrica. Candi tenía razón.


lunes, 3 de junio de 2013

Fin de temporada en Ubiña

Domingo 26 Mayo 2013
Pablo Luque
Ubiña, Integral de los Castilllines y Siete (2.365 m)



A veces me cuesta encontrar compañero. Y no es de extrañar. Estos planes no le apetecen a todo el mundo:
  • la previsión meteorológica era regular tirando a mala,
  • las referencias en cuanto a condiciones de la nieve muy pobres,
  • las probabilidades de pegarse el madrugón, pegarse el pateo-porteo y encontrarse con que finalmente no consigues hacer nada, eran muy altas.
  • era mucho más inteligente ir a trepar en roca en alguna escuela leonesa y cuando empezara a llover tirar para casa
…Pero la cabra tira al monte.

A las diez y media de la noche del sábado, haciendo la mochila en el trastero, me llama Pablo para negociar: de la idea inicial de tirar a Picos con objetivo poco claro (inicialmente al Neverón) me convence para cambiarnos hacia Ubiña. Parece que el mal tiempo (que seguro va a llegar) entra antes por el oriente, así que cuanto más hacia Galicia, más horas de estabilidad. En teoría.
Con este cambio tampoco madrugaremos tanto. Hay menos coche y menos aproximación.
A las siete en la Pola hay seis grados, no ha helado. A las ocho en Tuiza hay ocho grados, y aquí tampoco ha helado.



Visto desde el parking hay menos nieve de la que esperábamos encontrar, y con este calor previsiblemente estará blanda, aunque nunca se sabe. Con idea de poder adaptarnos a la opción que se presente mejor, llevamos hasta pies de gato. Con una cuerda cada uno, algo de hierro repartido, los dos piolets, los crampones… llevamos una mochila de verdad: parece que nos vamos al Trango. Al menos dejamos en el coche los tornillos (mis tornillos tienen muchas horas en la mochila y muy muy pocas en el hielo), que ya vamos a pasear bastantes trastos… quién sabe si para nada!
El Meicín llega pronto. De camino vemos en las laderas las marcas dejadas por las grandes avalanchas de este largo invierno. Sabemos que está Luis porque abajo aparcamos detrás de su coche, pero es temprano y no queremos molestar, así que cargamos agua y seguimos para arriba. Seguimos ahora en dirección a los Castillines.



La Norte clásica de Peña Ubiña parece que se podría hacer, pero la nieve que estamos empezando a pisar está algo blanda… no la íbamos a disfrutar. Seguimos hacia arriba pensando ahora en hacer la integral de los Castillines, y continuar luego si podemos en dirección a los Fontanes, para sumar alguna cumbre más.
La huella que venimos aprovechando es de bajada, y las zancadas no le valen ni siquiera al 1.90 de Pablo. Charlando de la omnipresente crisis, de la burbuja inmobiliaria y otros apasionantes temas, con esfuerzo ganamos finalmente la línea que divide Asturias y León. 



En el collado entre el Puerta de Arco y el primero de los Castillines hay poca nieve, vamos pisando entre la roca suelta y la gravilla. Cuando nos dirigimos a la segunda cumbre, un tramo de nieve helada nos obliga a poner los crampones. Aprovechamos ya para poner el arnés. La nieve dura se termina pronto y volvemos a pisar roca. 




En la cumbre del segundo Castillín, la cosa se afila: los cortes hacia ambas provincias ya son de decenas de metros y los pasos empiezan a ser aéreos: nos encordamos a treinta metros y ahora sí, vamos disfrutando de la trepada: fácil pero aérea, con ambiente. Alternando la cabecera progresamos a ratos en una vertiente y a ratos en la otra, a veces en roca y a veces sobre nieve.




Llego al colladito entre el segundo y el tercer pico: escarbando un poco en la nieve encuentro una reunión con un par de clavos. Me anclo y recupero cuerda hasta que aparece Pablo. Por encima tenemos ahora un paso de A0 para salir después a unas llambrias con canalizos que dan a la cumbre del Tercer Castillín.
Da pereza, pero habiendo traído los gatos sería tontería no usarlos. Haciendo equilibrios me quito las polainas. Luego una bota, me calzo un gato. Ahora otra bota, me calzo el otro gato… Menos mal que hemos sacado la otra cuerda, porque aunque no haga falta, porque si me tengo que levantar por aquí con ese petate y con el peso añadido de las botas… Son solo dos movimientos de A0: primero me agarro a un clavo que ya era viejo cuando Udaondo empezó a escalar, y estirando a tope llego a chapar un spit también con solera. De ahí para arriba es fácil y está muy clavado. A los pocos metros llego a la reunión y recupero cuerda. Las manos se quedan algo tiesas al contacto con la roca.




El cielo empieza a tener una capa de nubes altas cada vez más densa. Por debajo, el mar de nubes antes sólo en el valle, también va ganando cota. Estamos en una franja limpia, que se supone que desaparecerá a eso de las dos de la tarde. Sin viento ni frío, disfruto de las vistas.






Llega Luque que continúa trepando hasta la cumbre buscando la reunión para rapelar hacia el collado con el Siete. No se ve bien, pero yo creo recordar dónde está: la localizo y empiezo a montar el rápel. Salgo delante colocando las cuerdas. Una plancha de hielo de varios metros se desprende cuando la piso: “el invierno se acaba ya” pienso. Como precaución contra atascos, hacemos dos rápeles de treinta metros. En el collado con el Siete recogemos los trastos. La tentación de echarnos hacia el valle nos asalta, pero es pronto y podemos hacer algo más aún.



Después del Siete yo creía que podíamos coger bajada antes de llegar al Crestón. En la arista, nos asomamos sobre Cuevapalacios: primero tenemos grandes cornisas de nieve húmeda, después unas palas inclinadas de nieve pesada con solución incierta, eso unido a un cielo cada vez más cubierto nos hicieron pararnos en seco. Las opciones eran claramente dos: seguir hacia el Crestón y los Fontanes, o darnos la vuelta y volver a hacer cumbre en el Siete por terreno conocido. El estado de la nieve no parecía bueno como para tirar al Pasu Malu, así que en poco más de un minuto teníamos clara la decisión y ya retrocedíamos.




La bajada del Siete es aérea y conviene no despistarse. El tramo final para llegar a la nieve nos obliga a agudizar los sentidos: cara a la pared destrepamos un diedro de roca de calidad dudosa, mojado a tramos por chorretones de nieve fundida. Vamos encontrando primero un clavo con un cordino (parece un descuelgue), luego un puente de roca equipado, luego otro clavo: sin duda estamos destrepando un largo de escalada…
Una vez en la nieve la única preocupación es no fastidiar una rodilla en esta masa tipo pescadería. Finalmente no está tan mal y perdemos altura rápidamente.
Inmersos en la nube llegamos delante del refugio, donde nos encontramos con un chaval, el primero que vemos en el día. Viene ataviado de Trail runner hasta el último detalle, con bastones y tal. Nos saludamos y sale trotando grácilmente por delante de nosotros. Desaparece engullido por la niebla de la bajada. Sorprendentemente llegamos al pueblo casi a la vez. Por lo bajini comentamos que si yendo charlando, con botas de invierno, diez o doce kilos de mochila y mi hándicap de cadera, nos ha sacado apenas medio minuto, como lo hubiéramos cogido hace una temporada y en plan ligero, de la pasada le arrancamos las pegatinas de Salomón... Claro que el tipo igual venía desde el Espigüete, eso no lo sabemos… ¡Qué boca tenemos!
En el parking reconozco algún coche: sé que hoy está por aquí Rosa, con las Unaauna, y con compañeros y amigos míos que han venido a la Ubiña. Seguro que lo están pasando bien.
Quitarse las botas húmedas, un placer barato.

1.100 metros desnivel, algo de nieve, algo de roca, algo de incertidumbre. Aunque Pablo reniegue ahora, sé que la próxima vez picará de nuevo: lo pasamos como los indios. Si es que, como dice uno que yo me sé, a los que nos gusta el barro…

Gijón 6:40 h
Pola Siero 7:00 h
Tuiza 8:00 h
Inicio pateo Tuiza (1.230 m) 8:20 h
Cumbre Tercer Castillín (2.396 m) 12:15 h
Cumbre Siete (2.356 m) 13:00 h
Tuiza (1.230 m) 14:45 h
Gijón 16:30 h

viernes, 24 de mayo de 2013

El reencuentro con el parabolt


Ya había pasado demasiado tiempo. Sobre todo demasiado para alguien como yo, que se las da de escalador…
Festivo en el curro para mí, pero escolar o laborable para la familia, la opción era clara.
Inicialmente el plan era una buena ruta de bicicleta por Somiedo con dos amigos muy fuertes. Sin embargo, la previsión de bajas temperaturas y grandes precipitaciones, unido a la pertinaz nieve en los altos por los que íbamos a ciclar, forzaron la suspensión (el aplazamiento en realidad).
Últimamente priorizo mis pocas salidas centrándolas en el monte y he venido dejando de lado la deportiva hasta un punto de abandono tremendo.
Llamada rápida a Martín, cambio de plan resuelto.
Tampoco es que el día fuera el mejor para retomar el tema, pero es lo que hay. La temperatura  prevista para Teverga era inferior a los diez grados, la cota de nieve por debajo de los mil metros, y el porcentaje de precipitación muy alto. Un 15 de mayo un tanto extremo, como el resto de meses que llevamos de 2013., aunque luego no fuera para tanto.


En mi actual estado de forma, los desplomes y las covachas no son opción, así que me quedaba un único sitio: el Muro Techo.
El Muro Techo es único porque en ningún otro sector en Asturias tienes vías verticales largas, de hasta treinta metros, en grados y estilos muy variados, y en donde puedes escalar mientras por detrás de ti está cayendo la cortina de la lluvia sin molestarte. El voladizo del techo que da nombre al sector, de unos ocho o diez metros, te protege. Pero este sitio no es único solamente por esto: la calidad, el color y el tacto de la roca, el entorno en el que estás, tan cerca del pueblo y tan aislado y tranquilo a la vez, lo convierten en uno de mis favoritos.


Algunas de sus vías las vengo haciendo desde hace casi veinte años, cuando empecé a frecuentar la zona. Por entonces fui testigo de cómo gente generosa como Javier o Tito equipaban gran parte del sector. Otra gente generosa (o quizá ellos mismos!) han reequipado gran parte de las vías, sustituyendo aquellos parabolts y descuelgues de entonces por otros nuevos. Y además lo han hecho sin alterar el carácter de las vías.
En la subida, el famoso barro de su aproximación no estuvo tan abundante como esperábamos. Subimos en zapatillas sin problemas. Tampoco nos llueve ni al subir ni al bajar.



Las vías aquí no regalan nada y obligan a escalar con atención: en total hicimos ocho o nueve largos, de entre 6a y 6b+, de estilos variados y con alguna alegría entre chapas. Lo ideal en mi caso para retomar el asunto: aunque algunas me costaron bastante, salieron todas. Martín, mucho más fuerte, como es un buen amigo se adecuó a mi nivel.


Mirando hacia líneas como Ambigut u Ojo Mágico, que a base de años y esfuerzo fui encadenando, ahora las veo como imposibles. Como dice mi amigo Pablo, “este año, a ponerse fuertes”.
El Muro Techo, un sitio único para mi reencuentro con el parabolt.

viernes, 10 de mayo de 2013

No sólo de pan vive el hombre


Do you fight cracks in your sleep, frontpoint brittle ice or hook invisible edges? In your dreams do you hear clinking carabiners, the thunk of ice tools or the whisper of rope running over stone?
We do.
We understand the bonds of rope partners, the joy of the summit and the acrid taste of failure. We know the fear of leading over poor protection, and the compassion of support shouted from the belay.
We are Alpinist Magazine. Welcome Home.

¿Luchas con fisuras mientras duermes? ¿cramponeas sobre hielo frágil o gancheas regletas invisibles? ¿En tus sueños oyes el tintineo de los mosquetones, el sonido de los piolets al clavarse, o el suave roce de la cuerda sobre la roca?
Nosotros sí.
Nosotros entendemos el vínculo entre compañeros de cordada, la alegría de la cumbre y el amargo sabor de la derrota. Sabemos lo que es el miedo de escalar por encima de seguros malos, y lo que ayudan las voces de apoyo desde la reunión.
Somos la revista Alpinist. Bienvenido a Casa. 

Así me saluda el número 42 correspondiente a primavera 2013.
Me suscribí el año pasado, y trimestralmente tengo esta alegría en el buzón. Artículos y relatos muy cuidados, de actualidad e históricos, de realidad y de ficción, junto con una fotografía impecable.
En este número, un artículo espectacular de Pakistán, K7 y Ogro, o un divertido análisis de la evolución del saca-fisureros.
Aunque es cara, sin duda merece la pena.


martes, 23 de abril de 2013

Canal Ancha al Friero


Sábado 20 Abril 2013
Pablo Luque
Torre del Friero, 2.448 m, Canal Ancha, 1.000 m, III, 2.


El invierno se había pasado ya, y también casi un mes de primavera consumido para que las condiciones se dieran. Por fin el anticiclón estaba asentado, la nieve estaba helada y lo que tenía que caerse ya se había caído. Todo esto lo sabía gracias a Martín, que el martes había hecho el corredor clásico con Fernando y con clientes. La información es poder.
Organizamos la salida para el sábado con ese mismo objetivo. De camino a Valdeón, algo más de dos horas de coche, nos planteamos otras opciones, pero no cambiamos de cumbre.
En Cordiñanes, a unos cero grados, nos vestimos y seleccionamos el material imprescindible: una cuerda de 8.1 mm, cuatro friends, tres tornillos, un juego de figureros, dos clavos y unas cintas. Hay varios coches aparcados cerca del nuestro susceptibles de ser de escaladores (pegatinas de marcas típicas y tal). Comenzamos la aproximación a las ocho y media de la mañana.



Son las diez menos cuarto cuando llegamos a la base del espolón norte: por encima de nosotros podemos ver a unos cientos de metros a dos tíos parados, preparándose para el corredor. Estaba claro que al menos íbamos a tener a una cordada por encima, y por la calma que se tomaban, previsiblemente a más.
Habiendo hecho los dos la vía clásica varias veces, después de meditarlo unos minutos mientras nos poníamos el arnés y los pinchos, y alucinábamos con cómo se nos quedaban las manos como el cartón, finalmente nos decantamos por la canal Ancha.


La Canal Ancha era otra posibilidad, que siendo más fácil y quizá de menor interés, no conocíamos. En el único parche de sol a nuestro alcance, nos paramos a recuperar un poco la temperatura y mirar el objetivo: desde abajo se ve guapa, larga, serpenteante.




Comenzamos a las diez lo que iban a ser unos cuantos cientos de metros fáciles, con marcas de haber bajado grandes coladas/avalanchas y huellas de gente de días previos. La nieve está totalmente helada y progresamos rápidos. La canal no presenta dificultades más allá del esfuerzo por la pendiente constante, suave pero constante. Algún estrechamiento, algún corte parecido a rimaya en resaltes cercanos a bloques de roca, claramente pelados por los aludes.



Con los gemelos algo más calientes que al empezar llegamos a un collado que nos sitúa en la arista oeste. Nos paramos a comer y beber algo, son las once y veinte. A partir de aquí, las huellas que veníamos siguiendo desaparecen. Tal parece que hubieran destrepado la canal. Para arriba el terreno se vuelve más alpino: unos metros por encima decidimos encordarnos. 




Después de trepar algo entre bloques (creo que aquí nos despistamos un poco), volvemos a coger una zona de corredores muy guapa. En tres largos a tope de cuerda en los que disfrutamos de nieve muy dura, montando reuniones a nuestro aire y encontrando algún clavo intermedio, alcanzamos un pequeño collado de nieve encajado entre grandes torreones de roca. Estamos girando el Friero hacia el sur, obligados por las paredes de las agujas que nos vigilan.




Después del collado esperábamos encontrar un fácil acceso a la cercana cumbre, pero el sol ha hecho su trabajo, eliminando totalmente la nieve: tenemos por encima lo que parece un largo de cuerda entero sobre roca, de dificultad difícil de evaluar. Por debajo, enormes palas de nieve soleada invitándonos a bajar hacia los pueblos, a la vista también. Sopesamos nuestras opciones: es muy temprano, apenas la una del mediodía, nos sobra tiempo para pelear un rato por la cima. Está claro que estamos muy cerca, a escasos cincuenta metros de desnivel: oímos voces de la gente que sale del corredor clásico. Por otro lado, estas mismas palas soleadas luego quizá se vuelvan peligrosas: también están muy marcadas de aludes. Buscamos por dónde tirar, flanqueamos otros dos largos hacia el Este, pero finalmente decidimos iniciar el descenso. Buscando la protección de roñones de roca vamos perdiendo altura rápidamente.





Cuando salimos de la nieve paramos a quitarnos el arnés, los crampones y a comer. Después seguimos hacia abajo entre cotollas. En el tramo final antes del pueblo, “disfrutando” el desbroce en una franja de bosque denso, levantamos a un grupo de cinco o seis corzos a solo diez metros de nosotros. Tremendo.
Llegamos al coche a las tres y media, siete horas desde la salida. Han sido casi mil quinientos metros de desnivel, una vía nueva muy guapa casi completada, y la cumbre casi alcanzada. Son muchos “casis”, pero el disfrute ha sido absolutamente pleno. Otra vía más conocida y recomendable.





A las seis y media de la tarde, sentado en el banco de la piscina, viendo a Javi con sus manguitos en su tercer día de cursillo de natación, se me hace increíble haber vivido todo esto en el mismo día. Definitivamente vivimos en el paraíso.

Gijón 6:00 h
Cordiñanes 8:15 h
Inicio aproximación 8:30 h
Pie Canal Ancha 9:45 h
Inicio canal 10:00 h
Fin escalada 13:15 h
Cordiñanes 15:30 h
Gijón 18:00 h