Domingo 26 Mayo 2013
Pablo Luque
A veces me cuesta encontrar compañero. Y no es de extrañar.
Estos planes no le apetecen a todo el mundo:
- la previsión meteorológica era regular tirando a mala,
- las referencias en cuanto a condiciones de la nieve muy pobres,
- las probabilidades de pegarse el madrugón, pegarse el pateo-porteo y
encontrarse con que finalmente no consigues hacer nada, eran muy altas.
- era mucho más inteligente ir a trepar en roca en alguna escuela leonesa
y cuando empezara a llover tirar para casa
…Pero la cabra tira al monte.
A las diez y media de la noche del sábado, haciendo la
mochila en el trastero, me llama Pablo para negociar: de la idea inicial de
tirar a Picos con objetivo poco claro (inicialmente al Neverón) me convence
para cambiarnos hacia Ubiña. Parece que el mal tiempo (que seguro va a llegar)
entra antes por el oriente, así que cuanto más hacia Galicia, más horas de
estabilidad. En teoría.
Con este cambio tampoco madrugaremos tanto. Hay menos
coche y menos aproximación.
A las siete en la Pola hay seis grados, no ha helado. A
las ocho en Tuiza hay ocho grados, y aquí tampoco ha helado.
Visto desde el parking hay menos nieve de la que
esperábamos encontrar, y con este calor previsiblemente estará blanda, aunque
nunca se sabe. Con idea de poder adaptarnos a la opción que se presente mejor,
llevamos hasta pies de gato. Con una cuerda cada uno, algo de hierro repartido,
los dos piolets, los crampones… llevamos una mochila de verdad: parece que nos vamos
al Trango. Al menos dejamos en el coche los tornillos (mis tornillos tienen
muchas horas en la mochila y muy muy pocas en el hielo), que ya vamos a pasear
bastantes trastos… quién sabe si para nada!
El Meicín llega pronto. De camino vemos en las laderas
las marcas dejadas por las grandes avalanchas de este largo invierno. Sabemos
que está Luis porque abajo aparcamos detrás de su coche, pero es temprano y no
queremos molestar, así que cargamos agua y seguimos para arriba. Seguimos ahora
en dirección a los Castillines.
La Norte clásica de Peña Ubiña parece que se podría hacer, pero la nieve que estamos empezando a pisar está algo blanda… no la íbamos a disfrutar. Seguimos hacia arriba pensando ahora en hacer la integral de los Castillines, y continuar luego si podemos en dirección a los Fontanes, para sumar alguna cumbre más.
La Norte clásica de Peña Ubiña parece que se podría hacer, pero la nieve que estamos empezando a pisar está algo blanda… no la íbamos a disfrutar. Seguimos hacia arriba pensando ahora en hacer la integral de los Castillines, y continuar luego si podemos en dirección a los Fontanes, para sumar alguna cumbre más.
La huella que venimos aprovechando es de bajada, y las
zancadas no le valen ni siquiera al 1.90 de Pablo. Charlando de la omnipresente
crisis, de la burbuja inmobiliaria y otros apasionantes temas, con esfuerzo
ganamos finalmente la línea que divide Asturias y León.
En el collado entre el Puerta de Arco y el primero de los Castillines hay poca nieve, vamos pisando entre la roca suelta y la gravilla. Cuando nos dirigimos a la segunda cumbre, un tramo de nieve helada nos obliga a poner los crampones. Aprovechamos ya para poner el arnés. La nieve dura se termina pronto y volvemos a pisar roca.
En la cumbre del segundo Castillín, la cosa se afila: los cortes hacia ambas provincias ya son de decenas de metros y los pasos empiezan a ser aéreos: nos encordamos a treinta metros y ahora sí, vamos disfrutando de la trepada: fácil pero aérea, con ambiente. Alternando la cabecera progresamos a ratos en una vertiente y a ratos en la otra, a veces en roca y a veces sobre nieve.
En el collado entre el Puerta de Arco y el primero de los Castillines hay poca nieve, vamos pisando entre la roca suelta y la gravilla. Cuando nos dirigimos a la segunda cumbre, un tramo de nieve helada nos obliga a poner los crampones. Aprovechamos ya para poner el arnés. La nieve dura se termina pronto y volvemos a pisar roca.
En la cumbre del segundo Castillín, la cosa se afila: los cortes hacia ambas provincias ya son de decenas de metros y los pasos empiezan a ser aéreos: nos encordamos a treinta metros y ahora sí, vamos disfrutando de la trepada: fácil pero aérea, con ambiente. Alternando la cabecera progresamos a ratos en una vertiente y a ratos en la otra, a veces en roca y a veces sobre nieve.
Llego al colladito entre el segundo y el tercer pico: escarbando
un poco en la nieve encuentro una reunión con un par de clavos. Me anclo y
recupero cuerda hasta que aparece Pablo. Por encima tenemos ahora un paso de A0
para salir después a unas llambrias con canalizos que dan a la cumbre del
Tercer Castillín.
Da pereza, pero habiendo traído los gatos sería tontería
no usarlos. Haciendo equilibrios me quito las polainas. Luego una bota, me
calzo un gato. Ahora otra bota, me calzo el otro gato… Menos mal que hemos
sacado la otra cuerda, porque aunque no haga falta, porque si me tengo que
levantar por aquí con ese petate y con el peso añadido de las botas… Son solo
dos movimientos de A0: primero me agarro a un clavo que ya era viejo cuando
Udaondo empezó a escalar, y estirando a tope llego a chapar un spit también con
solera. De ahí para arriba es fácil y está muy clavado. A los pocos metros
llego a la reunión y recupero cuerda. Las manos se quedan algo tiesas al contacto
con la roca.
El cielo empieza a tener una capa de nubes altas cada vez más densa. Por debajo, el mar de nubes antes sólo en el valle, también va ganando cota. Estamos en una franja limpia, que se supone que desaparecerá a eso de las dos de la tarde. Sin viento ni frío, disfruto de las vistas.
Llega Luque que continúa trepando hasta la cumbre buscando la reunión para rapelar hacia el collado con el Siete. No se ve bien, pero yo creo recordar dónde está: la localizo y empiezo a montar el rápel. Salgo delante colocando las cuerdas. Una plancha de hielo de varios metros se desprende cuando la piso: “el invierno se acaba ya” pienso. Como precaución contra atascos, hacemos dos rápeles de treinta metros. En el collado con el Siete recogemos los trastos. La tentación de echarnos hacia el valle nos asalta, pero es pronto y podemos hacer algo más aún.
Después del Siete yo creía que podíamos coger bajada antes de llegar al Crestón. En la arista, nos asomamos sobre Cuevapalacios: primero tenemos grandes cornisas de nieve húmeda, después unas palas inclinadas de nieve pesada con solución incierta, eso unido a un cielo cada vez más cubierto nos hicieron pararnos en seco. Las opciones eran claramente dos: seguir hacia el Crestón y los Fontanes, o darnos la vuelta y volver a hacer cumbre en el Siete por terreno conocido. El estado de la nieve no parecía bueno como para tirar al Pasu Malu, así que en poco más de un minuto teníamos clara la decisión y ya retrocedíamos.
La bajada del Siete es aérea y conviene no despistarse. El tramo final para llegar a la nieve nos obliga a agudizar los sentidos: cara a la pared destrepamos un diedro de roca de calidad dudosa, mojado a tramos por chorretones de nieve fundida. Vamos encontrando primero un clavo con un cordino (parece un descuelgue), luego un puente de roca equipado, luego otro clavo: sin duda estamos destrepando un largo de escalada…
El cielo empieza a tener una capa de nubes altas cada vez más densa. Por debajo, el mar de nubes antes sólo en el valle, también va ganando cota. Estamos en una franja limpia, que se supone que desaparecerá a eso de las dos de la tarde. Sin viento ni frío, disfruto de las vistas.
Llega Luque que continúa trepando hasta la cumbre buscando la reunión para rapelar hacia el collado con el Siete. No se ve bien, pero yo creo recordar dónde está: la localizo y empiezo a montar el rápel. Salgo delante colocando las cuerdas. Una plancha de hielo de varios metros se desprende cuando la piso: “el invierno se acaba ya” pienso. Como precaución contra atascos, hacemos dos rápeles de treinta metros. En el collado con el Siete recogemos los trastos. La tentación de echarnos hacia el valle nos asalta, pero es pronto y podemos hacer algo más aún.
Después del Siete yo creía que podíamos coger bajada antes de llegar al Crestón. En la arista, nos asomamos sobre Cuevapalacios: primero tenemos grandes cornisas de nieve húmeda, después unas palas inclinadas de nieve pesada con solución incierta, eso unido a un cielo cada vez más cubierto nos hicieron pararnos en seco. Las opciones eran claramente dos: seguir hacia el Crestón y los Fontanes, o darnos la vuelta y volver a hacer cumbre en el Siete por terreno conocido. El estado de la nieve no parecía bueno como para tirar al Pasu Malu, así que en poco más de un minuto teníamos clara la decisión y ya retrocedíamos.
La bajada del Siete es aérea y conviene no despistarse. El tramo final para llegar a la nieve nos obliga a agudizar los sentidos: cara a la pared destrepamos un diedro de roca de calidad dudosa, mojado a tramos por chorretones de nieve fundida. Vamos encontrando primero un clavo con un cordino (parece un descuelgue), luego un puente de roca equipado, luego otro clavo: sin duda estamos destrepando un largo de escalada…
Una vez en la nieve la única preocupación es no fastidiar
una rodilla en esta masa tipo pescadería. Finalmente no está tan mal y perdemos
altura rápidamente.
Inmersos en la nube llegamos delante del refugio, donde nos
encontramos con un chaval, el primero que vemos en el día. Viene ataviado de Trail
runner hasta el último detalle, con bastones y tal. Nos saludamos y sale trotando
grácilmente por delante de nosotros. Desaparece engullido por la niebla de la
bajada. Sorprendentemente llegamos al pueblo casi a la vez. Por lo bajini
comentamos que si yendo charlando, con botas de invierno, diez o doce kilos de
mochila y mi hándicap de cadera, nos ha sacado apenas medio minuto, como lo
hubiéramos cogido hace una temporada y en plan ligero, de la pasada le arrancamos
las pegatinas de Salomón... Claro que el tipo igual venía desde el Espigüete,
eso no lo sabemos… ¡Qué boca tenemos!
En el parking reconozco algún coche: sé que hoy está por
aquí Rosa, con las Unaauna, y con compañeros y amigos míos que han venido a la
Ubiña. Seguro que lo están pasando bien.
Quitarse las botas húmedas, un placer barato.
1.100 metros desnivel, algo de nieve, algo de roca, algo
de incertidumbre. Aunque Pablo reniegue ahora, sé que la próxima vez picará de
nuevo: lo pasamos como los indios. Si es que, como dice uno que yo me sé, a los que nos
gusta el barro…
Gijón 6:40 h
Pola Siero 7:00 h
Tuiza 8:00 h
Inicio pateo Tuiza (1.230 m) 8:20 h
Cumbre Tercer Castillín (2.396 m) 12:15 h
Cumbre Siete (2.356 m) 13:00 h
Tuiza (1.230 m) 14:45 h
Gijón 16:30 h
buena actividad de fin de temporada...Por cierto ahora a lo de la cadera se le llama hándicap...que ye por lo del golf...Saludos
ResponderEliminarEl golf debe de ser guapo... aunque hay poco barro para mi gusto
Eliminarun saludo
Si hay mochila, siempre se pueden sacar cosas. No por sencillo deja de ser bonito. Muy buena.
ResponderEliminarUn saludo.
Buenas y ciertas ambas frases.
EliminarDe la primera, a mayor mochila, más trastos metes, mejor pequeña, que cuando ya no cabe, piensas más.
De la segunda, totalmente de acuerdo, lo más llamativo para mí es tenerlo para nosotros solos... gran privilegio.
Un saludo
Buena actividad Diego. Siempre se pueden hacer cosas una vez que sales de casa. Pensé que habría más nieve.
ResponderEliminarRafa C.
Gracias. Rafa, a nosotros también nos sorprendió, y ahora debe de estar marchando rápido. Pero ojo que en Picos la cosa es diferente, y si no mira lo que cuenta Martín!
EliminarUn saludo
Qué guapo, qué guapo...!! Ya sabes que tengo amor por las crestas. Es algo a lo que se le resta importancia y en mi opinión es uno de esos terrenos que hay que dominar y saber manejar para ser mejor en la montaña! Gran relato, como siempre! Un abrazote!
ResponderEliminarGracias chulo, tengo alguna cresta pendiente, ya pensaré en ti cuando escampe esta nube permanente... un abrazo máquina
EliminarTitan no paras jejejej Un Saludo!
ResponderEliminarKIKO(Un Asturianin)
Kiko, gallo, gracias. Oye me debes una llamada, o mandame un email.
EliminarTenemos un tema pendiente.
Un saludo
Como me prestó encontrarme aquí a Pablo. Gran compañero te echaste para una de mis actividades favoritas que aún recuerdo que la hice con Toño Manuz en diciembre de 1983.
ResponderEliminarUn abrazo Pablo de mi parte. Pachín Argüelles
Pachin, gran elemento Pablo, y bonita actividad está. Desde el 83 ya llovió, seguro que vosotros entonces, como nosotros este año, lo disfrutasteis un montón.
EliminarLe paso tus saludos a Pablo, lo verás en bastantes entradas del blog, somos compañeros habituales.
Un saludo