LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

lunes, 21 de octubre de 2013

Travesera de Redes BTT Versión 1.0

Sábado 12 Octubre 2013
Nando Del Pozo
Carlos Cabo
“Travesera de Redes BTT Versión 1.0", 54.6 km, >2.300 m desnivel acumulado

Faltando varios días ya estaba pensando en ello frecuentemente: está claro que le tengo ganas, pero a la vez me asusta el volumen. El recuerdo del año pasado pesa: lo intentamos y fallamos básicamente por mi culpa.
Es lo bueno de ir con gente más fuerte que tú. Te llevan a afrontar retos que, de otro modo, quizá no intentarías.


El verano se nos pasó sin encontrar la oportunidad. Ahora el otoño está entrando, la luz ha bajado considerablemente y este fin de semana parece que empieza a llegar el frío: la previsión para Caso habla de mínimas de un grado bajo cero y máximas de trece. En mi opinión es un buen rango para ciclar.
Me encanta la bicicleta de montaña. De siempre. Es una disciplina físicamente muy dura, pero que da unas satisfacciones muy grandes también: te permite recorrer mucha montaña en un día. Además, es sincera, aquí hay poca opción de hacer trampa. No hay muchas medias tintas ni posibilidades de escaqueo a la hora de subir a una collada o a un puerto. O lo haces o no lo haces. Por último, encaja muy bien en el medio. Es silenciosa y limpia, apenas deja huella de su paso.

El plan es madrugar bastante, salir con las primeras luces ya pedaleando, para intentar garantizar que el completar el recorrido no dependa al menos de la luz del día. Mis compañeros hoy son Nando “el Máquina” del Pozo y Carlos “la Locomotora” Cabo, ambos fuertes como toros. Sus bicicletas, más ligeras que la mía. Mi forma física, no en su mejor momento… Todo parece indicar que hoy me toca sufrir como un perro. ¡Qué aburrida sería la vida sin retos!
Como el año pasado, hoy tampoco llevamos GPS, ni tenemos el perfil de la ruta, ni falta (espero). Esta vez no llevamos ni siquiera el mapa pintado. Eso sí, hoy ya sabemos lo que me espera en las primeras siete horas…

Primera parada, aún con frío: los pies como tablas
Quedamos a las ocho y media en Rioseco, café y al lío. A las nueve salimos pedaleando al lado del embalse. Hace frío, apenas tres o cuatro grados, Tenemos unos pocos kilómetros para calentar antes de empezar en La Encrucijada con las fuertes rampas camino de la Felguerina y la Infiesta. Los prados blanquean sombríos. 
Durante varios kilómetros remontamos cuestas continuas, alternando hormigón y tierra, no sé qué es peor. La velocidad media está en un dígito… Reagrupamos a menudo, pero la tónica es la siguiente: Carlos y Nando delante, hablando mientras pedalean (salvo en los repechos más duros), y yo detrás descolgándome, dosificando el esfuerzo. Cuando llegamos al pilón donde paramos el año pasado a coger agua aún seguimos tiesos de frío: las manos y los pies de madera. Aprovechamos que empieza a darnos el sol para descalzarnos y masajear los pies. Yo voy de coulotte corto.  

Collada Canalina: 2 horas, +1.000 metros desnivel
Hasta el collado de la Canalina la cuesta se mantiene dura, pero ya hemos ganado la mayor parte de altura de la primera subida: apenas he tenido que posar el pie, me siento bien. En el collado paramos de nuevo y empezamos a comer: Nando y yo nos tomamos las primeras raciones de pizza. Ya llevamos unos 1.000 metros de desnivel directo desde el coche y conviene meter combustible al cuerpo. Hay que ser conservador con las reservas de fuerza que te quedan: una pájara de bicicleta es algo muy serio, sobre todo si estás en el monte. La idea de Nando de traer pizza para comer me parece muy buena: ocupa poco espacio en la mochila y aporta mucho alimento. Traemos una cada uno. Carlos va de barritas…

Al fondo los prados de Brañagallones, una isla en el mar de bosque
Nuevos collados, sube baja, piedras sueltas, arena de cuarcita. El día está espectacular. A nuestra izquierda el Cornión se recorta preciso en el aire límpido de la mañana. Más cerca, el Canto del Oso, el Tiatordos, y justo sobre nosotros los contrafuertes que bajan de la Peña del Viento y del lago Ubales. Por debajo, la alfombra boscosa parece eterna. Seguimos a ritmo, luchando en las subidas hasta llegar a desmontar en algún tramo corto, cuando el ángulo y el terreno ya no lo hacen razonable. Hay que guardar, que el día es largo…

Braña de Mericueria: increíbles sensaciones al ciclar por aquí
La bajada por las praderías de Mericueria es simplemente espectacular. Luego, una vez en el bosque, la luz se atenúa y los colores se suavizan. Vamos parando frecuentemente a sacar fotos: no queremos que se nos escape lo que estamos viendo. 



El tramo que sigue hasta Brañagallones se hace largo, varios kilómetros de falso llano (muy falso, vas subiendo casi todo el tiempo). Por fin llegamos a la majada. Nando y yo tiramos las bicis en la primera cabaña. Carlos, que viene absolutamente sobrado, acelera de forma tremenda para acercarse a saludar a unos conocidos. Nuevamente nos ponemos a comer: aquí será la principal parada del día. Dos raciones de pizza, un plátano, bebida de fruta y más agua. Estoy siendo concienzudo con la comida: el año pasado me vacié del todo y no quiero repetir el error.

Brañagallones
En la bajada hasta Bezanes cruzamos bastantes coches de gente local. Llegados al pueblo, donde ya podríamos dar por concluida una gran excursión de bicicleta (de las de recordar siempre), nos tomamos una coca cola (por la cafeína, para metabolizar grasas según Nando) en la terraza de uno de sus bares. Aún nos queda aproximadamente media excursión.
Kilómetro 34.5, nada más pasar la Foz abandonamos la carretera de Tarna. Empieza la rampa de hormigón blanco que nos subirá hasta el Collado Xuaco. Dos aldeanos en un tractor suben a nuestro ritmo el primer kilómetro. Nos animan a su manera (seguro que no entienden bien estos esfuerzos baldíos nuestros…). El trío se estira: Carlos, que está como el vinagre, se escapa. Nando me va esperando de cuando en cuando. Yo me retuerzo sobre la bicicleta. Me paro cada varios cientos de metros a bajar de pulsaciones, pero vengo pedaleando todo con la excepción de unos cincuenta metros de tierra demasiado suelta para mí. En un momento dado, en un repecho de hormigón en curva especialmente tieso, tan despacio voy que, en uno de mis agónicos giros luchando por seguir subiendo, pierdo el equilibrio. No me da tiempo a soltar el pedal automático y me desplomo como un saco sobre el brazo izquierdo, la bicicleta se me viene encima y arrastro un par de metros sobre el cemento. Me levanto a rastras y me reviso el rasguño del codo mientras Nando aparece alarmado por el ruido.  Nada grave, seguimos para arriba.

el  paisano no va más
Supero varios tramos donde el año pasado tuve que tirarme en el suelo a descansar, y empujar la bicicleta caminando. Me veo claramente mejor (en la pura agonía, peor mejor), pero el collado parece no llegar nunca. Por fin, doy un giro y veo a mis amigos sentados esperándome, dándome ánimos. Exprimo las últimas pedaladas y los alcanzo: estamos en el collado Xuaco. La subida desde la carretera de Tarna es realmente dura: apenas llegará a 3 kilómetros, pero remonta unos seiscientos metros.

Cabaña en la Collada el Xuaco
Los chavales de tertulia


Collada Capiella mirando a Conforcos
El día está totalmente despejado y hoy, a diferencia del año pasado, vemos claro por dónde tenemos que seguir por entre los altos helechos y escobas hasta el collado Capiella, unos 200 metros de desnivel por encima. Este tramo no es ciclable, así que Nando y yo nos hacemos un invento con cintas para colgar la bici parcialmente de la mochila: aunque no queda perfecto sí que es mejor que llevarla al hombro. Media hora más tarde estamos tirados en la hierba observando el valle que debemos descender ahora dirección a Conforcos primero y Orlé después. 

Monta, desmonta, navega
Siguiendo las instrucciones de un paisano que encontramos en el Xuaco, una vez bajados los sillines para no salir volando por encima, nos tiramos por los prados de la izquierda del valle hasta entrar en el denso bosque. Aquí la incertidumbre nos domina por un rato, cuando no vemos el camino lógico en la densa selva de hayas. Finalmente los hitos nos ayudan y seguimos ahora alternando tramos cortos ciclados con otros muchos caminados. Pronto alcanzamos el camino empedrado que nos llevará primero a Conforcos y luego hasta el mismo pueblo de Orlé, donde se termina nuestro tramo de tierra. Esta técnica bajada empedrada es emocionante porque vamos rebotando continuamente. Suerte que está seca en gran parte, ya que de otro modo habría sido temerario ir subidos sobre la bicicleta.

Rebotando en el resbaladizo empedrado hacia Orlé
Como otras veces, comentamos lo increíblemente resistentes que son estas bicis: se construyen pocas máquinas que aguanten esta caña sin apenas rechistar. Desde siempre, a mis bicicletas les he dado un mantenimiento que roza el cero absoluto, y sin embargo nunca me han dejado tirado.

Llegados al asfalto, aumentamos desarrollos poco a poco y después de Campocaso y un par de túneles, llegamos a los coches.
Comentamos la jornada: ha sido una excursión espectacular. Dura de verdad y muy completa: subidas que parecían interminables, tramos trialeros, otros de bicicleta al hombro, bosques, prados, majadas… Una gran parte de la bajada final es muy técnica: no vale con dejarse ir, exige concentración y desmontar muchas veces (por el bien de tu dentadura…).

Después de más de veinte años de cuestas en bicicleta, esta excursión es sin duda de lo más duro que he hecho. No por los kilómetros (las he hecho bastantes más largas), ni por el desnivel acumulado (he hecho otras similares o superiores): tiene que ser por la combinación del desnivel, su concentración, y lo técnico de algunos tramos.



54.6 km
>2.300 m Desnivel acumulado
9 horas 45 minutos

9:00 h Coballes, Embalse de Tanes (500 m)
11:00 h Collada Canalina (1.550 m) 
13:00 h Brañagallones (1.200 m)
14:30 h salimos de Bezanes (650 m)
15:50 h Colllado Xuaco (1.244 m)
16:30 h Collada Capiella  (1.450 m)
17:30 h Conforcos
18:20 h Orlé
18:30 h Campocaso (600 m)
18:45 h Coballes, Embalse de Tanes (500 m)

Redes es increíble, y hoy hemos recorrido una parte muy guapa del parque. Consciente de que queda mucho más que lo recorrido hoy, no se lo he dicho a Nando pero ya estoy pensando la versión 2.0 (un poco más de todo) para la próxima temporada…

lunes, 14 de octubre de 2013

Una mañana en Gourette - Ravier al Pène Sarrière

Viernes 2 de Agosto 2013
Pablo Luque
Gourette,
Pène Sarrière, Clásica Ravier a la Cara Este, 200 metros, V+.




El tremendo calor en la vertiente española nos invitaba a pasar a Francia. El día antes, toda la tarde por el valle aplastados de calor, buscamos alternativa. Con la sabia recomendación de Chus y después de localizar en internet un croquis de calidad (de Luichy como es habitual), ya habíamos decidido el destino. 
La vía clásica a la cara Este del Pène Sarrière, en Gourette es una escalada de 200 metros, fácil de grado y totalmente equipada, con la firma de Ravier, garantía de calidad. Es lo que se viene llamando últimamente una “vía placer”.
Efectivamente fue un placer: el sitio y la escalada.

El Pène Sarrière y otras paredes mayores a su derecha
Al pasar el puerto, la mirada se escapa hacia el Midi, de donde ayer nos bajábamos poco después de empezar la escalada… Habrá más ocasiones. El paisaje, nada más empezar a bajar hacia el norte, es distinto. Por supuesto los pueblos son muy diferentes también.  Yo creo que hasta la gente es distinta, al menos en costumbres.
Llegados a Gourette, aparcamos en la misma plaza. Es el típico pueblo de esquí, y se hace raro ver los apartamentos, los montajes y las instalaciones de los remontes bajo este calor… Rebuscamos un rato sin éxito en sus librerías, a la caza de alguna guía de escalada de la zona. Al poco rato salimos hacia arriba, ya bajo un sol de justicia a pesar de ser temprano.
La aproximación es muy guapa, bosque primero, prados después. Las cumbres alrededor preciosas. Parece un sitio ideal para venir a esquiar.
Al cabo de unos cuarenta minutos empezamos a ver la pared: ya hay una cordada trepando y otra en la base. Apenas tenemos que hablar entre nosotros: activamos el "modo intimidatorio-adelantamiento”.

La pared Este: la cásica sigue la diagonal marcada del centro
 Llegamos bufando y saludamos.
“Hola”
“Hola”
“Buf, ¡vaya calor! ¿Verdad?”
“Sí, y dan riesgo de tormenta por la tarde…”
“No, a nosotros no creemos que nos vaya a coger”
Intercambio de miradas entre ellos.
“Uy, pero vais a tener que esperar mucho…”
“¿Tú crees? Nah, ¿por qué?” 
De nuevo, miradas de duda cruzadas entre ellos.

Ante los desconcertados chavales maños, después de ponerme el arnés, atarme, colocarme los trastos, calzarme los gatos y ponerme de nuevo la mochila, todo esto en un máximo de dos minutos (el nudo lo revisé por si acaso…) arranco a por los primeros muros de la vía (aún estoy sofocado de la cuesta final de la aproximación…).
Así  de sencillo fue como adelantamos a la cordada que ya estaba en el pie de vía desde que nosotros vimos la pared, esto es, como unos diez minutos antes de llegar a la base. Para nuestro descargo, decir que no habían empezado a prepararse...
Aún teníamos por encima a la otra cordada, en este caso de tres, en el segundo largo. El plan era mantener el “modo intimidación” y educadamente intentar pasarlos desde ya, empalmando los dos primeros largos en uno.


Sin disfrutar mucho de los movimientos, a causa de la velocidad, alcanzo a los dos segundos de la otra cordada, aún anclados en la primera reunión. Son franceses, saludos educados. Chapo un parabolt de su reunión y sigo para arriba. Después de un tramo fácil algo herboso alcanzo al primero de cuerda, que acaba de llegar al segundo relevo. Para entonces Pablo ya lleva un rato ensamblado.


El francés me mira indirectamente (a nadie le gusta que le adelanten, y lo digo por experiencia) pero a los pocos minutos ya charlamos de forma cordial: Pablo viene adelantando a sus segundos, así que ya tengo claro que nos van a dejar ponernos por delante. Ha sido un poco brusco, impuesto a la fuerza quizá…
A partir de aquí la vía recorre una placa más o menos continua, de buena roca, algo tumbada, con presas muy chulas, casi todas en forma de regleta. Pablo hace el tercer largo rapidísimo y pronto le alcanzo yo para volver a ponerme delante (venimos con el ritmo puesto).


El calor aprieta. Vamos disfrutando la vía: es fácil y muy guapa. No se necesita colocar nada, chapas todo el tiempo.
Nuevos relevos y tiradas en el mismo plan. Las otras cordadas están ya al menos tres largos por debajo.
Llegamos a la cima (es realmente una cima) apenas una hora después de empezar a escalar. 




De regalo, alguien se ha dejado olvidados unos gatos en buen estado (FiveTen en primera suela!), que después de cierto rifirrafe en plan de cachondeo con Pablo, pasan a mi poder: a él le faltan tres tallas al menos.
Tras unos pasos aéreos de arista cogemos un caminito poco marcado por entre llambrias. Este nos posa en los prados, y al acabar estos ya en las pistas de esquí y el bosque para entrar en el pueblo. Vamos de charleta relajada.
Al llegar al coche miro la hora: tres horas desde que salimos.
Buscamos una sombra entre las casas para comer y beber algo. Escapando del tremendo calor de la vertiente española, hemos pasado una agradable mañana escalando (aunque aquí también hace calor, seguro que menos) en el Pirineo. El pueblo y el valle son muy guapos. Las cumbres de alrededor igual.
Una mañana bien aprovechada.
Al rato cogemos el coche de vuelta a España. Un baño en la piscina del camping. Esa misma tarde estamos en casa.




Referencia: croquis de Luichy, lanochedelloro

jueves, 3 de octubre de 2013

Galicia Calidade

Una conversación con un amigo, unida a las noticias de incendios del verano me han traído el recuerdo.

Revolviendo entre las fotos, me encontré una haciendo bloque junto a la mar. Se trata de una diapositiva que me tiré en autorretrato (con la correspondiente carrera), pero que con todo quedó bastante bien.

Haciendo bloque cerca de casa:  Santa María de Oia

Hace unos diez años estuve viviendo una temporada en Galicia por motivos de trabajo.
El destino laboral, Porriño, está en medio de una zona preciosa, de las muchas que hay en Galicia. Estuve viviendo en Bayona, y durante un año y medio disfruté de las Rías Bajas, que son espectaculares. Además, por aquí está la mayor concentración de zonas de escalada.
A los pocos días de llegar me puse a investigar acerca de mis posibilidades para escalar o al menos entrenar: en Vigo, en la tienda de material de montaña Terra, gente maja, me dieron el contacto del tablón de Vigo. En ese pequeño local, instalado en un entresuelo entre una peluquería y un despacho de abogados (o algo así) pude entrenar muchos días, pasándolo en grande con la motivación reinante, y hacer amigos a los que hace mucho que no veo, pero de los que tengo un gran recuerdo: César, Fonso, Gitos, Jacobo… 
Con ellos y con otros compañeros varios como Juanín Crespo y Laurinda pude hacer boulder y escalar muchas veces en Budiño, en Galiñeiro, en Monteferro, o en Santa María de Oia que me quedaba muy cerca de casa.
El granito es buenísimo, y los tipos de escalada muy variados: 
En Budiño hice bastantes vías muy guapas, de hasta 150 metros, en cuatro o cinco largos, con los pitones característicos, tanto con chapas como de cacharros. Una pasada de sitio.

Los perfiles de Budiño
En Galiñeiro, con sus vías explosivas y técnicas, unas de chapas y otras a proteger. Preciosas vistas.
En Monteferro con los romos y los desplomes, ¡qué sensación la de escalar con la mar rompiendo las olas justo detrás de la espalda! 
Los circuitos de boulder en distintos sitios, variados tanto en estilos como en dificultad…


Además, detrás de mi casa en Bayona se abría un escenario perfecto para la bicicleta de montaña o para correr: estupendos montes cubiertos de pinares, con pistas y caminos, fáciles o trialeros, todo un lujo de atardeceres con el sol poniéndose sobre el Atlántico.

Vista privilegiada desde la ventana de casa
Por último y mucho más importante, la gente. Estar fuera de casa siempre es un incordio. Fueron muchos los kilómetros conducidos de vuelta cada fin de semana, y sin embargo allí nunca me sentí solo. Apenas tengo fotos, pero sí tengo grandes recuerdos de aquella época.


Sin duda alguna, Galicia Calidade.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Las Bóvedas de Teverga - Sesión deportiva express

Sábado 21 de Septiembre 2013
Pablo Luque, María

Con la sonrisa boba me fui conduciendo todo el viaje de vuelta para casa.
Sólo estuve por allí tres horas por la tarde, pero se me juntaron varias cosas que me alegraron el día.
Lo primero fue el hecho mismo de escalar. Con lo poco que le dedico a la deportiva (segunda vez en lo que va de año), cada vez que voy, disfruto un montón. El gesto, el tacto de la roca, la acción de escalar por sí misma.
La segunda cosa fue encadenar.  Mi intención era simplemente rodar un poco. Desde luego, flashear un 6c+ y un 7a, no entraba en mis planes... Sin apenas trepar ni entrenar, está claro que sonó la flauta, pero me puse muy contento. Por supuesto también me quedaron deberes pendientes: eso es parte necesaria del juego.
La tercera cosa, tan importante o más que las anteriores, fue encontrarme con amigos que hacía tiempo que no veía. Brojos, Cristina, Virginia, Johnny... Con algunos fue apenas un saludo, algunas palabras cruzadas, con otros fue un abrazo. 
Me encantó  el ambiente general que vi: había bastante gente pero sin agobios, buen rollo, muchas chicas y escalando de primero, niños con sus padres...
Las vías, recomendadas por Pablo, buenísimas. No sé los nombres, pero no importa: las recordaré para repetirlas. 
Teverga. La Bóveda de Arriba: Pablo, María y Johnny
Tengo que intentar ir más a menudo. Sin duda la escalada deportiva es un placer.

viernes, 13 de septiembre de 2013

Disfrutando en Urriellu: la Rabadá desde casa

Domingo 1 de Septiembre 2013
Martín Moriyón
“Rabadá-Navarro” al Picu Urriellu, 750 m 6c+/A1


“Aquí sólo hay dos vías que realmente significaron un salto cualitativo: la de 1904 y la “Rabadá-Navarro”. El resto son totalmente secundarias frente a estas.”  

Así opinaba Tomás la tarde del domingo, mientras charlábamos en la puerta del refugio. Y nosotros estamos de acuerdo. La original por lo que supuso en un escenario sin historia previa de escalada. Y la "Rabadá-Navarro" por el enorme salto en toda su concepción y contexto. Sólo hace falta colocarse en la travesía y en el posterior rápel del inicio de la segunda parte de la vía, para estremecerse pensando en sus aperturistas, que desde aquí salieron rumbo a lo desconocido en un paño de roca totalmente compacto. 

Ya había pensado esta actividad hace años. De hecho, cuando en 2011 hicimos la “Festa del Paca” en este mismo plan rápido, habíamos comentado hacer la Rabadá igual. Enredar a Martín sólo me costó dos breves wassaps: le gusta el lío cantidad. Sin embargo, el día antes en casa me asaltaban las dudas de si no sería demasiado pastel para mi estado de forma… Ahora ya estábamos en marcha.

El amanecer nos coge coronando el collado de Pandébano. No hace frío, no hay viento ni nubes, la previsión es favorable. Parece que tenemos a los dioses de nuestro lado. Subir sin apenas peso nos permite ir hablando aun manteniendo buen ritmo: sólo llevamos el material personal y unos pocos friends  y expreses para completar lo que Martín ya tiene en la Vega. La cuerda también está arriba. Esto es todo un lujo: tener amigos guías es así. En hora y media estamos en el cuarto de los guardas, rematando las mochilas.
La Oeste nos saluda: ya hay gente en la “Leiva” y otras dos cordadas caminan hacia la base. Confiamos que no vayan a nuestra vía. Sin perder tiempo arrancamos hacia la tapia: activamos el “modo intimidación” intentando adelantar a alguno de los rezagados para asegurarnos la pole. No hace falta, no vienen a la “Rabadá”.

Después de atarme, colgarme los trastos y calzarme, miro para arriba y… mariquita de mí, me desato para decirle al Gallo que empiece él delante. Necesito calentar antes de ponerme de primero (sin duda mariquita). Son las nueve y media de la mañana: sin dudarlo Martín resuelve el primer y segundo largos empalmados en uno, como es habitual hacer.


Martín empezando la secuencia dura del largo 3
No hace frío y el tacto de la roca es bueno, aunque se nota pulida. Con los aceros de rigor llego a la reunión donde vuelvo a pasarle el material al colega para que tire el largo más duro de la vía con diferencia: el tercero. Si no tiré en el primero no voy a tirar aquí… Aquí, el guide se centra en encadenar: se toma su tiempo, resuelve la secuencia dura con seguridad, colocando buenos cacharros y mirando bien cada paso. Da gusto verle escalar. Ya está saliendo cuando me sorprende parando a reposar en uno de los clavos que dan paso ya a una zona más llevadera. Una pena, ¡tendrá que volver otra vez para encadenar! Yo sufro como un perro a pesar de ir colgándome a reposar de casi todos los trastos…


La 3ª vez que hago el largo, la 1ª vez que voy de 2º, la peor sin duda!
Menos mal que esto afloja: superada la lastra me pongo por fin de primero para una tirada larga. Llevamos una cuerda simple de setenta metros, y con esta puedo enlazar el murete de 6a del largo seis con los dos largos de la Cicatriz. Queda así un largo absolutamente espectacular, increíbles sensaciones, sesenta y cinco metros alucinantes.



Las otras cordadas a nuestra derecha o bien están terminando “Sagitario”, o bien se han retirado de “Leiva”, ya no hay nadie.


Martín retoma la cabeza para el largo hasta la Cornisa del Entreacto, y monta la reunión ya superada la oficial del nicho, asomando a la Travesía. Qué suerte tengo que me toca a mí este largo mítico: de nuevo, un disfrute total.

La mítica Travesía




Seguimos después con las maniobras de rápel y la travesía hasta la base del Gran Diedro. Una cordada que entró más tarde que nosotros está terminando el largo 7 de la “Murciana”: ¡qué roca increíble se ve!

Arqueología de escalada, será de los maños?

Súper ensamblada con Martín delante: todo el Gran Diedro y bajada hasta Rocasolano de una vez. Algo más de cien metros sin parar. 

La caliza que hace famoso al Picu
Bebemos y comemos algo en la terraza, y vuelvo a salir yo de nuevo delante para enlazar otros dos largos en uno: sesenta metros de rocaza, ambientazo y placer.




Cuando llega el Gallo, después de una buena pelea para sacar un “fisurero-parabolt” que metí yo, arranca a por el que será nuestro último largo. Hace un empalme de tres tiradas de croquis en una, con un ensamble de unos quince metros.
La roca aquí está más fría, se nota la orientación norte, aunque los dos vamos en camiseta. Se oyen voces provenientes de abajo y del norte, de la Pidal probablemente. Estamos disfrutando como enanos de los últimos metros de la vía: no la recordaba tan bonita, es realmente una joya.


Una vez en la cumbre, estamos solos. Hemos tardado siete horas y media, un tiempo muy modesto (en el 94 con Iñaky tardamos sólo 8 horas y éramos unos novatos), pero esto nos ha permitido disfrutar enormemente de la escalada. En total hemos hecho diez largos para los setecientos cincuenta metros de vía. ¿Cómo? Pues con unos cuantos ensambles.
Durante un buen rato observamos el paisaje que nos rodea: grandes neveros han resistido el verano, el corredor de la Morra casi parece en condiciones… Comemos, bebemos, nos sacamos la foto de cumbre.
Destrepes de Anfiteatro y un par de rápeles más de los habituales (vamos sólo con la cuerda de 70, no sacamos el cordino), pero estamos solos y acabamos rápido. Bajamos la canal de la Celada y a la Vega.
Rodeando el Bicho te das cuenta de que no tiene una cara fea...

Cara Sur y Sureste
Cara Este
Cara Noroeste
En la terraza del refugio nos demoramos más de una hora en una charla animada con Tomás y con Sergio, y con más gente que anda por allí. Al rato llega la cordada de la "Murciana", se liaron en las últimas tiradas, y además hay que bajar, y es su primera vía al Picu. Les recomendamos otras vías en Peña Santa.

La Oeste
La bajada hasta el coche la hacemos en la luz del atardecer, con mar de nubes en la costa, perfiles recortados y una sonrisa en la cara que no se nos va. A las nueve y media arrancamos en coche para casa.
Gran día de montaña, de los que hacen afición. Seguro que lo voy a recordar mucho tiempo (los primeros cuatro o cinco días seguro… ¡por las agujetas!).


Pensar que saliendo de mi casa por la mañana, puedo hacer una Superclásica como esta y volver a dormir en el mismo día, vuelve a confirmarme algo de lo que ya estaba convencido: esto es un PARAÍSO (hay otros, pero yo vivo en uno bueno!).

Primer y segundo largos en uno: Martín
Tercer largo: Martín
Cuarto y quinto largos en uno: Martín
Sexto, séptimo y octavo largos (murito y Cicatriz) en uno: yo
Noveno, décimo y undécimo largos en uno (hasta la cornisa del Entreacto): Martín
Largo doce (Travesía): yo
Rápel
Largo trece (hasta la base del Gran Diedro): yo
Largos catorce, quince, dieciséis y diecisiete en uno (Gran Diedro y hasta Rocasolano) en uno: Martín (con ensamble de unos treinta metros)
Largos dieciocho y diecinueve en uno: yo
Largos veinte, veintiuno y ventidós en uno: Martín (con ensamble de unos quince metros)


El croquis es de mi amigo Miguel Rodríguez, de la guía "Escalada en roca en los Picos de Europa", de Angel Bengoechea y el propio Miguel.

Gijón:                                          5:00 h
Pandébano, a caminar:                 7:15 h
Vega Urriellu:                              8:45 h
Inicio escalada:                            9:30 h
Fin escalada:                             17:00 h
Pie de cara Sur:                        18:30 h
Vega Urriellu:                           19:00 h
Pandébano:                              21:20 h
Gijón:                                       23:30 h

viernes, 6 de septiembre de 2013

Gente de otra pasta

Algunos están hechos de otra pasta. No hay duda.

En el último número de la Alpinist, el 43, que me llegó hace unos días, hay una extensa entrevista a un tipo de esos que rompió el molde: Wojciech Kurtyka.
Este polaco flaco de mirada directa es de los que abruma con su historial, tanto por lo extenso como por lo impresionante de las realizaciones, no hay más que ver el resumen de su trayectoria en la Wikipedia.
Como siempre, los gallos terminan juntándose entre sí (porque si no a ver quién les sigue el ritmo) y por eso ha tenido como compañeros a gente del tipo Jerzy Kukuczka, Doug Scott, Alex McIntyre, Reinhold Messner, Erhard Loretan y otros mancos del estilo.

El tío fue precursor en los años setenta y ochenta de estilos ligeros y de compromiso (medio en pelotas) en montañas muy grandes, en las que la moda hasta entonces era aprovisionar media docena de campamentos, colocar unos kilómetros de cuerdas fijas, y equipos de alpinistas estilo pelotón militar. Trasladó la forma de escalar en Alpes, con un colega y con lo puesto, a montañas y paredes mucho más grandes. Y lo hizo con éxito. Siguió haciéndolo hasta entrados los noventa cuando se alejó de las grandes cordilleras.

Una de sus más reconocidas ascensiones es la cara Oeste del Gasherbrum IV en estilo alpino junto con el austriaco Robert Schauer en 1985. Considerada entre las mejores escaladas del siglo 20, algo de lo que Kurtyka reniega: "nadie la ha repetido para poder confirmar si es tan buena como nos pareció a nosotros, y por otro lado, es como clasificar un poema como el mejor del siglo 20, no tiene sentido".

A veces uno se imagina a esta gente de las montañas grandes como un ochomilista de caminar y poco más (bueno, eso ya es la leche), pero nada de eso. Como tantos otros de estos máquinas de las alturas, es un escalador de roca fuera de serie (como fueron Tomo Cesen, Tomaz Humar, Lafaille, Loretan, etc.). Baste decir que a los 46 tacos, ya retirado de la primera línea, se hizo en su Polonia natal un 7c+ en solo integral. Una diferencia con muchos de estos otros es que él sigue vivo: a pesar de hacer e intentar líneas extremas, ha sabido darse la vuelta cuando tocaba: su lista de intentos frustrados y retiradas es larguísima.

Kurtyka desde hace años no suele conceder entrevistas: se considera a sí mismo de la generación de los Dinosaurios, y cree que es mejor mirar al presente y a sus protagonistas, y al futuro, en lugar de seguir hablando de sus históricas escaladas.

Lo que más me ha gustado de la entrevista es que, a pesar de sus diez páginas de revista, no habla en ningún momento de grados de dificultad, ni de ángulos de pared o de metros de vías. Habla con pasión de cosas como la importancia de la verdad, la amistad, la calidad en las cosas, el perfeccionismo, el peligro del ego, el conocimiento interior y hasta de la no-existencia de dios. Todo esto desde un punto de vista actualizado, frente a la sociedad de hoy día, y con un punto de ironía, acidez, y de permanente autocrítica.

La última pregunta de la entrevista es si alguna vez ha pensado en dejar de escalar: Kurtyka responde que no, nunca, argumenta unas cuantas cosas y termina la explicación diciendo:

“The Mountains are my breath”

Pues eso. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

De Rabadá en Rabadá... y tiro porque me toca

Con apenas un mes de diferencia, he disfrutado de estas dos tremendas vías.
El 30 de Julio, la Rabadá-Navarro de referencia en Ordesa, con Pablo: una zona nueva para mí, una vía nueva para los dos.
Ayer 1 de Septiembre, con Martín en Urriellu. En este caso ya la habíamos hecho antes los dos. En mi caso ya hacía demasiado tiempo desde mi primera vez,  aunque tampoco fue porque no lo intentara en el medio (con retirada forzada por la lluvia).
En este caso, lo especial fue el hacerla ida y vuelta en el día desde casa.
En las dos vías destaca la audacia, la elegancia y el buen estilo imprimido por dos escaladores que fueron sin duda, a nivel nacional, unos adelantados a su tiempo.
En ambos casos han sido días intensos y muy disfrutados.