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lunes, 19 de febrero de 2024

Hirondelle

Escalar para mí, como para mucha gente imagino, es un conjunto de unas cuantas cosas. Desde luego no es solo el mero ejercicio físico, o los grados y los números. En realidad, va acompañado de muchas más cosas que me hacen evocar vivencias o soñar con ellas por adelantado.
A la hora de plantearme una vía, la inspiración suele venir por su estética, por su historia, por su estilo, pero desde luego también por su nombre.
Ya sea de escalada deportiva o una línea en una pared en montaña, desde que empiezas a pensar en ella, a soñar desde casa o desde el pie de vía, ya sea cuando ya la estás peleando, o después, cuando ya la has hecho (o te has retirado fracasando), su nombre siempre me ha parecido importante. Y siempre me ha influido que los nombres fueran inspiradores. El Rescate emocional, Amistad con el Diablo, London Wall, El Ruiseñor, Manantial de la noche, Antimateria, Océano sin límite, Directa americana, Rosa de Mayo, Espolón Marley, el Gaube, Rojo libanés, El Reino de León, la Fiesta de los Biceps, el Jardín de las nueces… Unas hechas, otras por hacer. Es cierto que también tengo recuerdos estupendos de vías con nombres infames, como el espolón Soplapollas en las Oseras por ejemplo. Pero cuando has estado soñando tiempo con una escalada, su nombre para mí también importa, y si es bonito pues mejor.
El fin de semana pasado estuve por dos veces en el sector de la Canal de Otura. La cuesta y la distancia de la aproximación son más que merecidas para el sitio: vías de estilo variado, vistas bonitas, ambiente tranquilo. Además los dos días he coincidido con gente que hacía tiempo que no veía, bastantes años en algún caso, y me ha encantado encontrármelos de nuevo en la roca.
Dentro de las vías que hicimos, varias de ellas muy buenas, para mí destacó sin duda un 6c de unos treinta metros de recorrido, sobre una roca excelente, con secciones de movimientos muy guapos. Después de escalarla, cuando buscábamos la siguiente a intentar, me fijé en su nombre en la guía y se completó la sensación que ya tenía: se llama Hirondelle. Ese nombre es para mí realmente evocador y me traslada de forma inmediata hasta la aérea arista Este de las Grandes Jorasses.
El nombre completó el efecto que ya había causado la escalada. En este caso, a posteriori, el nombre lo redondeó. Los nombres de las vías importan.

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