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jueves, 3 de noviembre de 2022

El Evidente

"At either end of the social spectrum there lies a leisure class”

Hay alguna gente, poca, tan valiente que es capaz de bajarse de la rueda del hamster en que vivimos.

Conocí a Emilio desde el principio de mi trayectoria escaladora. De guaje en la playa, en las travesías de búlder. En aquellos momentos, para mí él era otro más de los extraños ejemplares de la especie escaladora, singular, como tantos otros. Siempre andaba por allí con su calma, con gana de charla, con sus interesantes conversaciones. Con el tiempo lo fui conociendo más, y desde siempre me cayó bien. Claramente estaba a otra velocidad.

Hace mucho ya que consiguió salirse de la norma, dar la espalda al sistema, y vivir con menos. Aprendió a optimizar los recursos al máximo. Supo exprimir cada euro hasta su último céntimo, y disfrutar de aquello que es realmente incomprable, impagable. De agudo ingenio, maestro en la reparación del material, en la optimización de los medios, en sacar el máximo provecho a cada objeto, y disfrutar de la vida a su manera. Involuntariamente se adelantó décadas a las teorías de reducir tu huella. Buscó la riqueza de disponer de tiempo, de estar cerca del suelo, de la huerta. Y le dedicó ese tiempo disponible a las cosas que le gustaban y que realmente le importaban.

Emilio, “el Evidente”, como pronto aprendí que lo llamaban, por su expresión cuando orientaba al primero de cuerda en momentos de duda escalando en el monte, con esa instrucción casi siempre acertada: “¡por lo evidente!”.

Con su aspecto de hippy, su mirada intensa, siempre en bicicleta, siempre con su sonrisa socarrona, con sus teorías para el debate. Aprendiz de mucho, maestro de algunas cosas, practicaba la espeleología, la escalada, el ciclismo; disfrutaba mucho la montaña.

Emilio para mí además estaba en una categoría especial, la de los amigos íntimos de Miguel. Esa categoría, por el mero hecho de pertenecer a ella, lo colocaba en un nivel seleccionado para mí. Pocos accedían a la misma. Especialmente en los últimos años de Miguel, junto con Larry, Dani y algunos más, él era uno de sus compañeros en las andanzas, escaramuzas y aventuras varias. De hecho, me consta que era de los que le ponían un poco de cordura a las ideas y propuestas de "el de la gorra", que buena falta le hacía, por geniales que parecieran. Lo recuerdo muy triste el día de su funeral. Nos tomamos juntos una cerveza con Estivi y Javi, al pie del árbol plantado por Miguel en el Agero.

Esos días de su fallecimiento me llegaron varias anécdotas de amigos sobre él. Y comentarios cariñosos de gente muy variada del mundo de la montaña local. Eso es sin duda la mejor señal. Muchos de sus amigos no llegaron siquiera a enterarse a tiempo de su enfermedad y su fallecimiento. Así de discreto fue hasta el final.

Un recuerdo especial también para Julia, con quien estuvimos charlando un rato Estivi y yo en esos momentos tan duros, recordándolo sin escatimar risas, que es lo mejor.

Por lo que ella nos confirmó Emilio irá a unirse a la montaña para siempre en un sitio especial para él: los puertos de Agüeria, en Quirós. Un sitio realmente mágico que en adelante tendrá para mí una nueva significación adicional.

El otro día, paseando al atardecer por la Lloca, viendo a varios chavales haciendo traves en el Muro, recordé viejos tiempos y amigos...

Con su discreción y su bajo impacto, se le echará de menos.

2 comentarios:

  1. Que bonita entrada! En la trave de la Lloca queda un hueco inocupable con su ausencia

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    1. Gracias amigo. Es cierto, para algunos veteranos, él y alguno otro más siguen allí presentes. Abrazo

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