1 Noviembre 2020
Fernando Calvo y Kico Cerdá
Cueto de Peña Castil, "El Centenario ruidoso" (280 m, 6a)
Croquis del excelente blog, enlavertical |
Nos iban a encerrar. No sabíamos hasta qué punto, porque en realidad ya había bastantes restricciones, pero nos temíamos lo peor. Tampoco sabíamos cuándo, pero teníamos la sensación de inminencia. La curva estaba entrando en valores inasumibles, y la única solución probada para frenar la expansión del bicho era la reducción drástica de la vida social. Así pues, lo tomamos (yo al menos) como el último cartucho.
Uno de noviembre no suele ser fecha ya para andar escalando en roca por los Picos. Esta época, el tiempo suele estar frío, inestable, las horas de luz ya son pocas... Yo había hablado con Fer de ir al Cueto de Peña Castil, donde no había escalado nunca, a hacer la vía "El Centenario ruidoso", de los vascos Orbegozo y Ruiz. Él sí había escalado por aquí, pero esta vía no la conocía. Con el objetivo fijado, se nos había unido Kico.
A las seis, con el toque de queda (manda narices a lo que hemos llegado) recién levantado recojo al argentino debajo de su casa, y mascarilla en ristre arrancamos hacia Cabrales. Para ser un fin de semana de tres días y con buen tiempo relativo, apenas nadie en la carretera. Una vez en Arenas, a eso de las siete, nos juntamos con Fer en su todoterreno y poco a poco remontamos hasta las Vegas de Sotres.
Nos repartimos el material con bastante cachondeo por la cuerda que ha traído Kico: tan fina que parece un cordino auxiliar. Arrancamos a andar a las ocho de la mañana a por las dos horas de aproximación.
El amanecer es claro, pero se ven algunas nubes por zonas. Cuando enfilamos la pared, poco a poco identificamos de lejos la entrada de la vía: se ve bien, va por una chorrera bien marcada, que resulta ser de agua viva como comprobamos al llegar. Antes, un zócalo de II/III que en otra circunstancia habría sido ya un primer largo.
Yo atecho para arrancar, y Fer se pone delante voluntario. Kico viene de un episodio delicado hace unos días... Fer resuelve sin contemplaciones y canturreando a pesar de la humedad. Cuando llegamos al relevo me invitan a ponerme delante: de mano me resisto, el segundo largo arranca tieso (para mí) y mojado (para todos). Después de unas dudas me decido. Es mejor así.
Arranco en mojado V+, pero luego salgo a seco, y salvo por alguna zona de hierbas amazónicas, voy pasando bastante bien. Se deja asegurar y llevo un auténtico arsenal con números repetidos que no me corto en colocar. A los cincuenta metros llego a la reunión. Contento con la tirada aseguro a los colegas, que llegan charlando animados.
Se pone Kico delante a por la tercera tirada, de IV, bonita y fácil. El cielo se ha ido torciendo y al fondo vemos con preocupación cómo Peña Vieja y los Tiros Navarros están envueltos en cortinas de agua... y parece anvanzar hacia nosotros.
El tercer largo es el más difícil de la vía, 6a con algo de navegación para encontrar las secuencias, así como para colocar seguros, porque fijo hay muy poco. Fernandín resuelve muy bien. De segundo el largo me parece fino de escalar.
Una vez en la reunión mandamos a Kico delante de nuevo, y este empalma dos largos en uno: el primero empieza en ligero desplome de canto, V, y luego se estira en canalizos de una rocaza tremenda.
Las voces de Kico nos ponen en marcha pronto, pero parece que empieza a chispear... Mientras hacemos los dos largos parece mejorar algo el tiempo.
Salgo yo delante ahora a por el penúltimo largo. Empieza por zonas fáciles de canalizos, luego tumba y se abre a un mar de placas. Tras algunas dudas navego hacia la izquierda con pasos de adherencia en roca muy compacta. Dos pequeños puentes de roca sin equipar, marcados en el croquis, me dejan proteger el tramo. Continúo hasta entrar en una canal bajo una chimenea que es el último largo de la vía. Asegurando a los guides disfruto el panorama: la parte baja del valle de las Moñetas, las Vegas de Sotres, el Macizo Oriental de los Picos casi entero, la línea de costa...
Cuando llegan, Fernando toma de nuevo el liderazgo y sale a por el último largo: una chimenea vertical. Lo perdemos de vista pronto, apura los sesenta metros de cuerda y nos asegura.
Sentados en el hombro, con unas vistas tremendas, comemos, bebemos, charlamos, y sobre todo disfrutamos el momento. ¡Qué privilegio!
La bajada resulta algo laboriosa, sobre todo al principio, y eso que estos dos se conocen bien por dónde hay que ir, que si no se puede echar un buen rato pululando entre canales, llambrias, pedreras... Volvemos hasta un colladete que da paso a la base de nuestra pared: estos dos se paran buscando nuevas líneas posibles e identificando las existentes.
Más abajo, justo antes de enlazar con el camino de Moñetas, paramos a ver una majada troglodita: prados con agua y con unos bloques enormes que los pastores habilitaron en su día como viviendas para sus temporadas en altura. Gente dura. Pensando en lo que sería su vida, comparando con la nuestra: somos unos margaritos.
Coche, mascarillas, birra en Arenas en el "café bar los guías": no podía haber mejor sitio yendo con estos dos elementos...
Gran día con estos dos máquinas. Lo bien que lo pasé.
Fotos de los tres
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