Bautismo de acampada
Viernes 10 Sábado 11 Julio 2020
Taranes-Tiatordos-Taranes
Se me había escapado el verano anterior sin hacerlo, y tenía unas ganas de la leche. Sabía que iba a ser una experiencia estupenda para ellos, y así fue.
Lo hablamos Rafa y yo: sus niños y los míos son buenos amigos, e iguales de edad. Buscamos un buen fin de semana a efectos de coordinación de agendas. Cuando lo teníamos ya organizado se apuntaron varios sobrinos más de Rafa, eran dos y de catorce años, así que más autónomos que los nuestros. A última hora se nos unió otra sobrina más, de once años. Finalmente éramos toda una expedición: Rafa y yo de adultos, una niña de siete (Jimena), un niño de ocho recién cumplidos (Félix), tres de once (Carmen, Javi y Rafa), y dos de catorce (Jaime y Javi).
Buscar un sitio donde plantar unas tiendas de campaña para pasar la noche en una región como Asturias, donde la naturaleza es exuberante y la variedad y cantidad de paisajes idílicos es enorme, empieza a ser absurdamente complicado. Las restricciones de los distintos parques y territorios son muy grandes. En algunos casos rozando el absurdo. Es mi opinión.
Rebelde por naturaleza, tiendo a pasar de estos temas y hacer lo que me parece. Por supuesto siendo respetuoso con el medio y con la gente que lo habita. Simplemente me parece absurdo prohibir que alguien llegue a un sitio por la tarde, plante su tienda para pasar la noche, y la retire a la mañana siguiente.
Con los años acumulo experiencias sorprendentes, como que vivaqueando al pie de la canal de Pedabejo un guarda nos despierte a las siete de la mañana y nos obligue a levantarnos porque está prohibido vivaquear, mientras él subía en ese momento con cuatro cazadores a pegar tiros, que sí está permitido. Que yo no pueda vivaquear en Áliva, pero que sí puedan estar pasando los todoterrenos taxi durante todo el santo día por la pista... O que hablen de cerrar al tránsito remotas canales del Cares, pero a la vez organicemos carreras de montaña con cientos de participantes…
En algún punto de mi interior, me resisto a que me digan que no puedo tirarme a descansar en el suelo, ya sea en una tienda o incluso al raso. Me parece simplemente el colmo.
Lo cierto es que, al ir con unos cuantos niños, lo razonable era buscar un sitio “legal”.
Así las cosas, las opciones estudiadas por Rafa nos dirigían hacia Ponga. Esto nos hacía tener algo más de coche, pero podíamos estar más tranquilos con el plan. Ponga es un paraíso. El plan era:
Salir el viernes tarde desde Taranes (573 m), subir la Foz de la Escalada y seguir hasta la majada de Entregüé (1.350 m) para acampar. Esto nos daba unos 800 metros positivos para la primera jornada: más que suficiente para niños pequeños y para padres cargados más de la cuenta.
Al día siguiente el plan era subir al Tiatordos (1.951 m), es decir, otros 600 metros positivos. Luego volver a la majada, recoger las cosas que habríamos dejado allí, y bajar de vuelta al coche: unos 1.400 metros de bajada, que con los típicos acumulados adicionales andarían más por los 1.600…
Es decir, el plan era ambicioso, como nosotros.
Menos ambiciosa se me quedó la cara cuando antes de salir de casa pesé la mochila: rondaba los 18 kilos... Hace años que evito portear más de la cuenta: la cadera sufre mucho y con ella el resto del cuerpo. Lo cierto es que escalando en el monte, es más que habitual portear 12 o 13 kilos, especialmente en invierno cuando le sumas los piolets, los crampones y ropa adicional. Pero si hasta ese rango parece que lo llevo más o menos bien, estos 5 kg extra los voy a notar. Y cuánto!
El tiempo está algo revuelto: en el trayecto en coche ha llovido a ratos, y al llegar a Taranes el cielo está gris marengo y la nube baja no deja ver las cumbres. Tras un rato organizando mochilas, comprobando que todo el mundo lleva lo que tiene que llevar, y que no nos dejamos en el coche nada importante, arrancamos desde el pueblo en una cuesta intensa que no nos va a dar cuartel en mucho rato.
Los niños van frescos, y con ciertas maniobras de despiste con los más pequeños vamos cogiendo altura sin mayores protestas a pesar de ganar desnivel de manera continua. La primera parte, la Foz de la Escalada, tiene el camino empedrado y está resbaladizo. Hay que prestarle atención para no tropezar. Al salir de la Foz, cambiamos de desfiladero a bosque: un hayedo precioso en el que nuestro camino está absolutamente embarrado: esto, de nuevo, que a priori es un hándicap, resulta ser beneficioso porque despista a los niños respecto a la cuesta. La misma nube que nos envuelve y empapa, no deja ver cuánto queda, y eso siempre es mejor para la cabeza. No hace calor, pero el esfuerzo hace que vayamos cómodos en camiseta. Lo único malo los pies, que se van mojando.
Fuera del bosque nos queda remontar hasta un collado y luego llanear algo hasta las cabañas.
Aún por debajo del collado nos cruzamos con un pastor, que con un perro y un mulo, viene de la majada de nuestro destino. Nos informa de que la nube lleva instalada allí varios días. También nos confirma que tenemos agua en la fuente. Esto nos relaja porque era una preocupación adicional para Rafa y para mí. Nos orienta de que nos queda aproximadamente hora y media.
Desde aquí las quejas y reclamaciones ya se generalizan. Excepto Rafa niño, Jaime y Javi, que van en cabeza tirando del grupo y esperando cada poco, los demás nos increpan, nos protestan, nos amenazan. El motín parece cercano…
Cuando ya afloja la cuesta, empezamos a verle color al tema. En pocos minutos llegamos a la majada de Entregüé en mitad de la niebla. Hemos tardado dos horas y media: ¡lo hemos hecho realmente bien!
Buscamos el punto óptimo para acampar y nos ponemos inmediatamente a ello. Nos abrigamos porque con la sudada, al parar se nota el fresco. Mandamos a los niños más proactivos en busca de la fuente (que no encuentran). Mientras, Rafa y yo montamos las tres tiendas. Tan pronto están listas nos metemos directamente cada uno en la nuestra.
El termómetro de Rafa indica 13 grados. Cambio de ropa integral para los niños: tienen los pies totalmente encharcados (los míos están bastante bien). Una vez cambiados y abrigados, el hambre es la siguiente necesidad a atender. Cenamos empanada, macarrones con chorizo, fuet, galletas, chocolate… Como limas. Llamada a casa para saludar a Mamá; a pesar de la mala cobertura lo conseguimos. Al terminar, un pis y para el saco. Entre una cosa y otra han dado las once de la noche y tras unas pocas risas intercambiadas entre tiendas, nos dormimos como lirones.
Amanecemos a eso de las siete, de nuevo entre risas. Es lo que tienen los niños, que se ríen mucho. Deberíamos copiarles algunos.
Seguimos medio metidos en la nube, pero ya se intuye el sol cerca. Después de desayunar y vertirnos, desmontamos las tiendas y metemos todas las cosas en el soportal de la cabaña del paisano de ayer.
Así, de ligeros, arrancamos hoy hacia nuestra montaña destino. El Tiatordos (1.951 m) es una montaña emblemática de la Cordillera Cantábrica. Su prominencia a pesar de la cota moderada, su espectacular caída en la vertiente Este, sus vistas, el entorno que lo rodea… lo convierten en una cima destino.
Salimos de la majada bordeando en subida suave, cruzando laderas de helecho, algún bosquecillo aislado, y camperas más abiertas. Pronto el sol nos acompaña, y por debajo de nosotros se extiende un espectacular mar de nubes que deja a los niños con la boca abierta.
Tras un rato de cuesta suave, nos enfrentamos ahora a la ascensión propiamente dicha, donde la pendiente vuelve a ser intensa. Tenemos que debatirnos entre frenar a los impetuosos, Rafa y Javi, y animar a los pequeños.
Un rebeco sobre un saliente rocoso se recorta contra el mar de nubes: los niños encantados.
Subimos muy bien y alcanzamos la cumbre sin sobresaltos. Las vistas son tremendas.
Llegan otros montañeros que nos saludan, especialmente a los más pequeños, que se sienten ufanos.
Comemos y bebemos, nos sacamos fotos, identificamos cumbres en la distancia… Lo clásico de hacer monte.
Al cabo de un rato emprendemos la bajada, con cuidado en las zonas más rocosas, y vamos recorriendo de vuelta el camino de hace un rato.
De regreso a la majada hacemos alguna parada breve a descansar. Cruzamos bastante gente que viene de la vertiente de Caso, Pendones, pero también algunos de nuestro lado, Ponga, Taranes.
En la majada, a mediodía ya, hacemos una comida copiosa y rearmamos las mochilas.
Un buen rebaño de vacas con toro incorporado nos acompaña, han venido a la majada a beber. La nube vuelve a bajar y para cuando salimos caminando ya estamos metidos en niebla otra vez.
La bajada se hace larga, especialmente para Jimena y Félix. Los demás van entretenidos con los resbalones en el barro, alguna culada, y su charleta.
Llegamos al coche cansados, yo tengo una buena fundida.
Nos cambiamos de ropa y calzado, totalmente embarrado, y nos vamos a tomar una cocacola-acuarius-helado-claraconlimón según el gusto de cada cual.
Ha sido una experiencia estupenda. Los niños lo han pasado fenomenal, y a pesar del cansancio ya nos van preguntando por cuándo va a ser la siguiente…
Fieras !!!
ResponderEliminarTotalmente Alejandro, a veces dan un miedo...
EliminarBueno, lo de fieras iba por tí y Rubén por la integral del Cornion q me equivoqué de sitio al ponelo, pero supongo q los guajes más de lo mismo ��
EliminarAh vale, bueno sí, Rubén también puede dar miedo en según qué circunstancias!
ResponderEliminarSaludos