Nando del Pozo, Joaquín Piñera
Arista Sureste Portillín Oriental (2.229 m, 400 m IV)
Primer día de invierno y primera retirada. Empezamos bien.
Y digo invierno porque es lo que dice el calendario, porque la realidad es que desde la gran nevada de finales de octubre no ha caído más. Y no solo eso, sino que las temperaturas parecen casi veraniegas.
Llevábamos mucho sin quedar, así que además de convocar a Nando, había llamado a Juaco: la actividad propuesta encajaba bien para los tres en todos los sentidos.
En el parking de Tuiza, además de disfrutar una espectacular luz de amanecer, coincidimos con Emilio, Julio y otro amigo que van con nuestra misma intención. No me preocupa porque es una arista tumbada, es decir, vayamos delante o detrás no hay riesgos. E imagino que si hay que adelantar, sea quien sea, no habrá tampoco problemas de espacio.
Salimos cuesta arriba con esfuerzo, a pesar de que vamos ligeros: somos tres y yo he decidido llevar una sola cuerda (algo que luego desencadenará decisiones).
Una vez debajo del corredor que da acceso a la arista, empezamos a trepar desencordados. Nando y yo llegamos al colladín en la arista y le echamos un cabo a Juaco que viene por detrás. La verdad es que el terreno aquí está un poco desagradable: nieve blanda, tierra resbaladiza y roca fracturada con hierbajos en medio.
Una vez agrupados nos ponemos los trastos y arranco yo atado en la mitad de la cuerda para dejar dos cabos a 30 metros a cada uno de ellos. Son las diez y media de la mañana: no hemos madrugado demasiado, y llegar hasta aquí lleva su tiempo (casi dos horas a buen ritmo). Vamos todos de botas, pero el terreno es ideal para esto: trepada muy sencilla entre bloques.
La roca, para ser Ubiña y ser los Portillines es realmente buena: ofrece bastantes fisuras en las que colar Friends y fisureros, así como múltiples bloques para lazar.
Vamos remontando la arista: es tumbada pero muy bonita. Yo que voy delante tengo buenas vistas de mis colegas y de la otra cordada recortados contra el vacío del valle Covarrubias, con el telón de fondo de la Mesa y el mar de nubes en los valles. A la derecha se levantan Cerreos y peña Ubiña, esta última grande y aún con algo de nieve en la vertiente norte. Continúa la vista hacia Puerta de Arco y los Castillines. El macizo es pequeño pero muy alpino.
Estiramos tramos ensamblados con pequeños largos. Vemos a Juaco algo desentrenado. Yo intento estirar más los ensambles, pero la cuerda se tensa a menudo, y siempre es más seguro tener una reunión montada.
La otra cordada viene en cuerda doble y estirando largos, pero no más rápido que nosotros. Mantenemos la distancia con ellos a pesar de lo lento de nuestro ritmo.
La escalada es bastante uniforme, y salvando algún paso puntual, la dificultad muy similar todo el tiempo. Llegamos a un tramo más tumbado que por unos cuantos metros nos deja en la base del tramo final, más aéreo, y donde se intuye el diedro que da el máximo grado a la arista. Tenemos intriga por cómo será. De repente, una voz de Emilio, la cordada amiga, nos anuncia que se retiran: van lentos y no lo ven claro. Nosotros, que les sacamos unos ochenta metros de arista, seguimos adelante. Pero pocos metros después, mientras espero con Nando a que llegue Juaco a un relevo, echamos cuentas de nuestra propia situación. Son las dos de la tarde. No hemos traído frontal. No traemos gatos. Venimos con una sola cuerda y el descenso les da respeto. Y Juaco viene extrañamente despacio desde hace rato.
Sumamos horas por tramos y el resultado nos da que vamos a bajar a oscuras…
Con Juaco confirmamos la decisión. Damos una voz a Emilio y Julio para que nos dejen las cuerdas en el rápel, que se las bajaremos nosotros.
Ahora nos queda bajar hasta allí.
Juaco se para antes de llegar a nuestro punto más alto, monta un bloque. Nando destrepa asegurado desde arriba por mí, y a continuación destrepo yo.
Ahora, sin perder tiempo, monto una reunión con dos Friends y ato la cuerda en simple. Baja delante Juaco y apurando hasta el último metro alcanza la reunión del rápel con las cuerdas de los amigos.
Nando rapela ahora colocándome seguros a mí, que tengo que destrepar.
Destrepo los sesenta metros de cuerda sin problemas: los seguros que me ha dejado Nando estaban perfectos. Antes de llegar yo, Juaco ya ha rapelado hasta los neveros, luego Nando y por último yo. Retiramos las cuerdas, las recogemos y bajamos hasta el Meicín para devolvérselas a nuestros benefactores.
En el refugio, mientras comemos algo, miro la hora: son las tres y media.
Después de todo, pienso, podríamos haber continuado. Se nota que no me gusta retirarme, pero a veces, una retirada es una victoria…
Juaco es uno de mis compañeros habituales de cordada desde hace veinticinco años, y va a seguir siéndolo. Voy a ponerlo a entrenar…
Una cordada es tan rápida como su miembro más lento.
La cordada es un equipo, y como tal funciona: para lo bueno y para lo malo.
Volveremos.
Piénsalo positivamente...así vamos dos veces...Y ya sabes que una retirada a tiempo es una victoria.
ResponderEliminarEn cualquier caso, fue una bonito día por el monte haciendo actividad!
Volveremos!
Nando
Esta claro, el monte no marcha y con todo fue un buen día!
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