LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

jueves, 31 de diciembre de 2015

Encadenamiento roquero navideño

Sábado 26 Diciembre 2015
Fernando Calvo, guiasdelpicu
Pico Valverde (1.947 m), Pilar del trasgu (250 m, V+) + Pico Torres (2.104 m), Directa (190 m, V)

¿Que por qué escalamos? ¡Pues porque lo pasamos muy bien!

Las ganas de monte arrasan. 
El caso es que teníamos negociado el sábado día 26, justo después de los fastos navideños, para escaparnos. En principio íbamos los tres, Martín, Fernandín y yo. Algo se le torció al recién estrenado papá, que se nos cayó de la convocatoria a las cinco y media de la mañana... Probín, ¡no le queda nada!

En este anticiclón casi permanente en que vivimos, la falta de nieve es prácticamente total, así que la opción sigue siendo la roca. A base de insistir, les había convencido con la opción de encadenar el Valverde y el Torres en San Isidro. Estando en uno de los días más cortos del año, esta actividad presenta grandes atractivos y hasta ventajas: no tiene apenas aproximación, con lo que aprovechas las horas de luz escalando. Si el día se tuerce, se puede escapar a media actividad sin grandes problemas. Y se pueden escoger vías fáciles, que a mí me viene perfecto. Así las cosas, las elegidas eran "El pilar del Trasgu" al Pico Valverde y la "Directa" al Pico Torres. La primera caliza, la segunda cuarcita. Dos cumbres esbeltas. Si todo sale bien, queda una jornada redonda, muy interesante y atractiva.

La pared Sur del Valverde
Cuando tenía unos catorce años, en las excursiones del grupo de montaña del colegio, venía con nosotros un guaje un poco más pequeño, que nos caía muy bien. También venía a veces su hermano pequeño, que no tenía más de seis o siete años. Este ya era muy pequeño para nuestro ritmo, pero no había problema, porque su padre también venía en las excursiones. El padre era un tipo muy majo, de barba, que llevaba una mochila minimalista comparada con nuestros petates (no sé qué llevábamos). Le gustaba ir ligero. Aquel paisano (cuyo nombre y el de sus hijos recuerdo perfectamente) se mató en aquella época escalando en el Pico Valverde. Fue la primera persona que yo conocía que se mataba escalando. Recuerdo que me impactó mucho, especialmente por la relación cercana que teníamos con sus hijos. Y con él también. Desde entonces tuve al Pico Valverde en concreto y a la zona de San Isidro en general como una zona maldita, a evitar.




Con los años, he escalado en tantos sitios en los que ha habido accidentes, que me ha quedado claro que lo que pasa es que escalar es peligroso en sí mismo. No obstante, procuro evitar las zonas famosas por su mala roca o por riesgos objetivos... 
Hace ya unos años que había escalado en el Torres, y el caso es que este encadenamiento era muy evidente y me llamaba mucho la atención. El noviembre del año pasado lo intenté con Luque, pero aquel día, el aguanieve nos echó en el tercer largo de la primera vía.... Hoy la previsión era mejor.

Hoy, a la luz de la frontal remontamos entre escobas Fer y yo, buscando el mejor punto de cruce de la gravera, aproximando a la pared del Valverde. La dorada luz del amanecer nos coge poniéndonos el arnés y colgándonos los trastos en la canal de entrada del primer largo. Salgo yo delante, tanteando la roca, resoplando en las manos que se quedan frías, localizando los clavos caseros de los aperturistas que van guiando la tirada que se levanta sus buenos cincuenta metros. Monto reunión en dos clavos unidos por un cordino, que refuerzo con un fisurero y un allien. Cuando llega Fernando vuelvo a tirar yo, y nos damos cuenta de que el pasito para salir a la terraza de hierba es el 6a que marca la reseña.



Una transición sobre buena caliza nos pone en el filo del espolón, donde empieza a soplarnos un viento tremendo. Sigo tirando delante otros cincuenta metros hasta una terracilla.
Cuando llega Fer salgo de nuevo y estiro cuerda: simplemente escalo hasta que encuentro un punto cómodo de reunión. He empalmando dos largos en uno, que nos han obligado a ensamblar un tramo indeterminado: no nos oímos en absoluto en mitad del viento.
Sale ahora Fernado delante, y de una tirada a tope de cuerda salimos a terreno fácil de arista, de caminar. Recogemos las cuerdas y los trastos, nos ponemos las botas y salimos a por la cumbre Este del Valverde, que no es la principal de esta montaña. Son las once de la mañana cuando le enviamos una foto de cumbre a Martín (por compartir experiencias, no por putear no).





Destrepamos ahora hacia la pared Sur del Torres, con su caracaterístico color tan distinto de la caliza habitual de la Cordillera Cantábrica. En apenas diez minutos estamos en el pie de vía de la Directa.



Fer ya la conoce, la ha guiado varias veces por lo que no duda en el punto de arranque (bueno, también hay un buen cartel...) ni en los pasos del primer largo que remonta un pilar secundario en IV+. Recorro el largo deleitándome en el tacto de la roca, las formas, los colores. Cuando llego a la reunión estoy aún frío. El viento es intenso y constante, y poco a poco nos roba calor del cuerpo, No creo que la temperatura esté baja, porque las manos lo soportan bien, pero la verdad es que me noto frío a pesar de llevar la capucha puesta.


El ambiente de la pared: lajas invertidas y pequeños techos

Vuelve a tirar Fer en un largo que arranca en placa, y que obliga después a navegar sorteando los pequeños techitos que forman las lajas invertidas, intentando localizar los seguros fijos que son pocos, intercalando otros flotantes que quedan muy bien. La vía es preciosa.


La siguiente tirada se ve de navegación, y se la cedo de nuevo a Fernando, que resuelve con soltura mientras yo me pongo la chaqueta de fibra debajo de la chupa. Por fin empiezo a regular, y disfruto de la escalada más que antes. 
Cuando comentamos el número de capas de ropa, me doy cuenta de que estaba al menos dos por debajo del guide, pero es que la experiencia es un grado.




El último largo me lo pido y noto algo que experimento a menudo: escalo mejor de primero que de segundo. No sé si es la atención o qué, pero voy mejor. Abrigarme obviamente ha ayudado.

Salimos a la arista y con retirarnos dos metros hacia el norte no hace nada de viento. Alucinante. En la calma que no hemos tenido en todo el día comemos y bebemos. Recogemos el material y salimos a por el corto tramo de arista que nos separa del vértice geodésico. Allí el viento vuelve a ser muy intenso y apenas paramos a echarnos una foto. Son las dos y cuarto.



Charlando sin parar vamos bajando por la normal, mirando la pinta de la cara Norte e imaginándola blanca de nieve y hielo: algo insólito a 26 de diciembre, pero es verdad que de cuando en cuando toca año seco, o tardío (esperemos sea lo segundo).

La cara Sur del Pico Torres: la directa va justo por el perfil
A las tres y cuarto de la tarde estamos en el coche, Mirando hacia el Valverde vemos un punto recortado en la artista del espolón que hemos escalado hace unas horas: es un escalador. Bien, nos alegramos de que alguien más haya venido a disfrutar del monte como nosotros.

Nos ha quedado un día perfecto. La actividad es totalmente recomendable. Lo hemos pasado muy bien a pesar del viento, peor es que cuando te gusta el barro... Con Fernando, un placer. Lástima no pudo venir el colega...

Recuerdos para Martín...
Gijón 6:30 h
San Isidro 7:45 h
Inicio escalada Valverde 8:45 h
Cumbre Valverde 11:00 h
Inicio escalada Torres 11:30 h
Cumbre Torres 14:15 h
San Isidro 15:15 h


domingo, 27 de diciembre de 2015

Las muchas vidas del material

Para nuestros juegos necesitamos ciertos trastos.
Sucede a menudo que nos equivocamos de talla al comprarlos, otras veces no nos convencen una vez usados, o nos sobran con los años… Sea como sea, casi siempre hay alguien a quien le viene bien eso que se nos va quedando en casa cuando hacemos la mochila ¡Mejor en uso por otros que cogiendo moho en el trastero!

Por nuestro bien, la filosofía de las 4R´s (Reducir, Reparar, Reusar, Reciclar) debería estar en nuestro día a día todo lo posible. No consumir de más, reparar lo dañado antes de desecharlo, reutilizarlo para otros fines si para el original ya no va, y por último reciclar los materiales cuando todo lo anterior ya no sea posible. La venta cuando no lo usamos también encaja en esta filosofía, y además podemos recuperar parte de la inversión.

Para mí, la compraventa de material usado ha estado muy presente desde el principio. El motivo cuando empezaba no era el medioambiental, claro. Por aquel entonces, con quince o dieciséis años, como seguramente sea habitual, ¡no tenía un chavo! Comprar material usado por entonces era lo que se llama hacer de la necesidad virtud.

Inicialmente lo que pasaba era que compraba material de segunda mano. Más adelante empecé a venderles cosas a los amigos. Últimamente, lo mismo vendo que compro cosas, a veces hay incluso trueques.

Cuando empezábamos, nos comprábamos el material entre varios, a escote (con los años, esto suena insólito). Mi primer arnés (un Petzl Choucas) lo compramos entre tres: Elías, Costales y yo. Nuestra primera cuerda (9mm, Roca, de color naranja chillón) también era comunitaria.
También pillábamos cosas de segunda o tercera mano.
Así las cosas, poniendo un poco de sentido común al tema (porque no todo se puede comprar usado, ni tampoco a cualquiera), me fui haciendo con lo necesario para esta afición-adicción.
Mi primera cuerda se la compré a mi amigo Juaco: era una Beal azul de 8.5 mm y de 45 metros. Con esa cuerda me subí a muchos sitios (la Oeste 1994, o Cervino 1995). Juaco me la vendió barata por ser corta, pero estaba totalmente nueva. La usé varias temporadas. Hace un par de años, dándola por jubilada, se la pasé a un amigo para usarla amarrando ganado.

Amanece en el Cervino, 1995
La Beal azul en la Rabadá, 1994
Después de años y años de pasar frío en los vivacs (mucho frío en ocasiones), le compré a Rosa un saco de expedición (que a su vez creo que ya se lo había comprado ella a alguien). El saco en cuestión era un TheNorthFace de 1.5 kg de pluma. Cuando, después de dormir calentito varias temporadas, decidí que era demasiado grande y pesado y quería comprar uno más ligero, se lo vendí a mi amigo Juanpi, quien por cierto sigue usando tan contento.

Vivac en Pirineos. El saco negro, de Juan, que antes fue mío, antes de Rosa, y antes de alguien más, creo
Mi primera frontal se la compré a mi amigo Pablo, una Petzl Mini. Pronto me di cuenta de que no valía para mucho…
En la época en que me iba todos los fines de semana al monte, le compré a mi amigo Luis Rubio una mochila enorme: una Lowe Alpine Cerro Torre. 90 litros. Me acompañó bastantes años por Picos, por Pirineos y por Alpes. La terminé reventando de los porteos. Gran compra. Todavía está por casa.

Los piolets han evolucionado mucho en los últimos años: tras incorporarme a las nuevas tendencias, mis Simond Naja pasaron a manos de mi amigo Nando. En la transacción, junto con los euros acordados, él me pasó a mí un martillo-piolet Stubai muy ligero y apropiado para entretiempos, y que yo uso ahora muy contento.

Compra-venta-trueque
Mi última transacción ha sido la de vender un lote de cinco Friends también a mi colega Nando. Todos ellos tienen unos quince años como mínimo, muchos largos encima, y están en perfecto uso, pero los cierto es que no salían del cajón últimamente. Son dos WildCountry (números 1 y 1.5), un DMM del 2, un desconocido número 1, y un Camalot 0.75 reparado (gatos Nafarroa).


Después de esta venta he comprado dos nuevos, un Allien azul a mis amigos de Oxígeno, y un Camalot del 0.75 para sustituir al vendido a mis amigos de Cavana: Las tiendas también tienen que comer.
Los nuevos (y ya estrenados)
El material tiene muchas vidas y no todo es mercadeo: también he regalado y me han regalado cosas. Yo he regalado cuerdas usadas para amarrar caballos o vacas a mis amigos de Sajambre: Diego, Sergio y José Luis. También cuerdas jubiladas a colegas para colocar en accesos complicados a sectores deportivos como Gradura en Teverga.
De entre los regalos recibidos, que recuerde ahora: un Allien Rojo de mi amigo Pablo, que lo tenía repetido y que ahora está en mi arnés en cada salida, o las cintas BlackDiamond de los piolets de mi amigo Martín. El ultimo regalo, de mi amigo Alberto, el Cuaderno ilustrado de Picos de Europa: quizá no lo parezca, pero es ciertamente material de montaña. Este no está usado, pero lo estará en breve. Buen regalo para estas fechas.

Por último están los préstamos. Yo he prestado muchas cosas, y a mí me han prestado otras tantas. Esta categoría, por definición, se supone que son transacciones temporales, y que se cuenta con su devolución. Aquí quizá haya quien se dé por aludido…

El material usado se ha movido adelante y atrás entre nosotros. Y seguro que va a seguir dándonos satisfacciones.

jueves, 10 de diciembre de 2015

Iñíguez al Fontán

Viernes 13 Noviembre 2015
Martín Moriyón
Fontán Norte (2.417 m), Vía Iñiguez (200 m, 6b/A0)


Por fin, por días, el otoño es lo que tiene que ser: la nube descarga lluvia y nieve en montaña, va enfriando el ambiente y el suelo, preparando las condiciones para el invierno. Es que hasta hace dos semanas el ambiente era veraniego. Nosotros cogimos uno de esos últimos días benévolos.

Salimos de casa temprano, a las seis. A las siete aparcamos en Tuiza en la oscuridad. Se ven estrellas por zonas. La previsión habla de nube, aunque sin precipitación. Rematamos las mochilas y salimos con las frontales pueblo arriba. Pasamos por el Meicín amaneciendo, cargamos agua y salimos a por la dura cuesta que sube a la Forqueta del Portillín. La nítida luz del amanecer recorta precisos perfiles todo a nuestro alrededor: el macizo de Ubiña destaca por lo alpino de sus cumbres. Hoy se ven mejorados por un mar de nubes que engulle los valles.



Con esfuerzo alcanzamos la Forqueta: son las ocho y media, hemos ganado unos 1000 metros desde que salimos del coche. Tenemos la primera vista de la pared a escalar. Su aspecto es el que recordaba: franjas de desplomes, cambios de color en la roca. Se ve recio, tieso, alpino… Las vistas hacia Cuevapalacios son espectaculares: el mar de nubes se ve interrumpido por la gran Peña Rueda. Nos queda ahora cruzar la cuenca de piedras hasta la base de la pared. La subida está hecha, pero este tramo final aún nos lleva un buen rato: a las nueve y cuarto estamos finalmente en la cueva de la que parten tanto nuestra vía como la temida Rubén Solís.


Con calma y charlando nos vamos preparando para la escalada.
Comienza Marín el primer largo, 6b. A los pocos metros de empezar, después de una chapa en una placa, dejo de verlo. Le lleva su tiempo, pero es que cuando me toca a mí y llego a la secuencia tiesa del largo, me doy cuenta de por qué. Recuerdo el comentario de Johnny cuando le pregunté por la vía, y me dijo que en el primer largo... Pasos atléticos muy verticales, teniendo que tirar fuerte de algún canto que no da buen rollo. Un clavo y un spit que Marto complementa con dos Friends en los que me cuelgo a recuperar el resuello. Desde luego un arranque intenso especialmente para mi lamentable forma.


Salgo yo a por el segundo largo, que empieza por terreno fácil aunque algo roto, para transicionar por una rampa tumbada en la que hay un parabolt en un sitio algo raro. Después una corta fisura de V+/6a (para mí 6a) que protejo con dos fisureros y un alien a la salida. A partir de ahí terreno más fácil con otro parabolt hasta ganar una chimenea que lleva a la terraza de la reunión. Escalada bonita.



Tercera tirada, Martín, comienza por un muro de roca más tipo Lego: con cuidado y seleccionando bien los cantos, va serpenteando hasta alcanzar una chapa bajo una panza en la que se concentra la dificultad 6b. Antes coloca un buen alien. Se sale a la izquierda para coger el Diedro Gris: roca perfecta ahora, fisura perfecta de unos diez o doce metros. Tres chapas protegen el tramo, aunque bien podría haber quedado limpio… Escalada fantástica.




El día sigue igual de bueno: escalamos en camiseta a unos 2.300 metros, con un fondo de paisaje de mar de nubes que a ratos sube hasta nuestro pie de vía, a ratos baja un poco. Sin viento. Simplemente perfecto.


El cuarto largo tiene pocos metros, desde la reunión se ve entero. Arranco por un tramo tumbado y compacto que lleva a una terraza que me coloca bajo el desplome que concentra la dificultad: paso las cuerdas por una primera chapa: está demasiado baja y no protege del vuelo a la terraza, al medio metro de esta, un clavo bocabajo: paso cuerdas y destrepo. Miro la secuencia, me levanto bien, supero el desplome, coloco la cinta en la siguiente chapa, y cuando voy a pasar las cuerdas la flojera me hace agarrarme a la cinta: estoy más bajo que nunca. El resto de largo es un corto diedro hasta la R. Por supuesto, Martín se sube sin pestañear, claro.



Por encima se levanta el largo 5, aparentemente tieso y desde nuestra perspectiva poco evidente a primera vista. Martín empieza a navegar por él buscando la lógica, va encontrando los clavos que el buen croquis que llevamos (En la vertical, de Fernando) marca. Con solvencia circula bajo los desplomes hasta embocar el diedro final y llegar a la reunión después de unos estéticos movimientos atléticos finales.




Cuando lo voy recorriendo de segundo, voy disfrutando enormemente los pasos, lo muy aéreo del trazado, y lo audaz del recorrido. Me da que hay tramos de más grado que el V+ que marca el croquis, sobre todo en la diagonal a la izquierda para llegar al diedro final. Muy bueno.



Me toca el largo final, que empieza por una chimenea estrecha, casi off-width por tramos, fácil y muy estética. Más arriba gira un poco a la izquierda y recorre un diedro con algún paso de V+: la escalada de este último es fantástica también.


Salgo a la arista y estiro cuerda otros quince metros hasta unos bloques grandes donde monto el relevo final.
Martín llega encantado también por ese último largo, un buen broche para una vía que nos ha dejado muy buen sabor de boca.


Son las dos de la tarde: hemos tardado algo menos de cuatro horas y media. Mientras recogemos los trastos y comemos algo comentamos la muy buena sensación que nos ha dejado la escalada.

La vía es totalmente recomendable. ¿Para todo el mundo? Pues no, para todo el mundo no. Es necesario que te guste la escalada en montaña, y que sepas lidiar con roca que no deja cogerse directamente al primer agarre que ves. No obstante, no es tampoco tan mala.
El equipamiento fijo es suficiente en general, quizá algo extraño en algunos sitios. Alguna chapa nos llamó la atención.
Hay zonas en las que has de exponer un poco, y luego otras similares pueden tener varios seguros seguidos. En cuanto al grado, en realidad no obliga demasiado, las zonas más duras se dejan proteger adicionalmente sin mucho problema, y acerando pasas. Doy fe.
Si te gusta la escalada en montaña, es sin duda una vía a tachar.


Ya bajamos pensando que hay que venir a hacer la mítica Rubén Solís, ahora que le hemos cogido el gusto a la pared. Eso sí, quedará para la próxima temporada, porque la nieve ya ha llegado.

Bajamos en mitad de la niebla hablando de muchas cosas, entre ellas de lobos. En el Meicín pasamos a tomar una cocacola: los guardas nos enseñan un vídeo que grabaron esta misma mañana de un lobo comiendo de un jato muerto a apenas cien metros del refu. Espectactular. Nosotros habíamos pasado justo unos minutos antes por ese mismo sitio. Me encanta saber que el equilibrio se mantiene y que el máximo predador sigue rondando a pesar de nosotros. Creo que siempre es buena señal.

Nos vamos a casa como siempre, pensando ya en la próxima.

Las fotos buenas, ¡las de Marto!

Gijón 6:00 h
Tuiza 7:10 h
Pie de Vía 9:30 h
Arista 14:00 h
Tuiza 17:30h