Ya van
tres semanas seguidas.
Es
cierto que la hora es la más propicia, pero aun así...
Siguiendo
con la dinámica del microentreno, buscando los huecos que me quedan en el día,
en las últimas semanas estoy cogiendo la bicicleta algún día a las nueve de la
tarde. Ya digo tarde y no noche, porque siendo los días tan largos, apenas hace
falta encender la linterna a la vuelta. Digamos que no salgo con nocturnidad como otras veces.
Las
dos primeras semanas iba solo, y me pasó en la misma pista y casi en el mismo
tramo. El primer día estaba medio lloviendo y yo subía. El segundo estaba de
regreso y acababa de encender la lámpara. Las dos veces el corzo se quedó
parado mirándome unos segundos antes de saltar en medio de la espesura del
bosque y desaparecer.
Esta
tercera semana me ha sucedido por dos veces, y las dos venía Nando. Las dos
veces nos pasó cuesta arriba (y las dos iba él delante tirando de mí…). El
lunes fue en la misma pista de las semanas anteriores, pero en esta ocasión no
fue un corzo sino una jabalí con cinco o seis rayones pequeñucos. Venían
bajando por la pista apenas veinte metros por encima de nosotros, hasta que nos
vieron y la madre se desvió a la derecha. Los rayones la siguieron
disciplinados. Pasamos por el punto dando voces y atentos, no fuera a ser que
la madre asustada nos embistiera…
El
miércoles nos volvió a pasar. Esta vez fue en otra pista distinta, aunque con
características similares: con bosque alrededor pero limitada por carreteras y
casas por todas partes. Era la tercera subida de la sesión y yo ya iba fundido.
Intentando no descolgar del todo del colega, que subía hablando. Esta vez
fueron jabalíes de nuevo, pero tres y grandes, grandes. Igual que la otra vez ellos
venían bajando por nuestro camino y se pararon en seco cuando nos vieron. Uno
se metió para un lado y otro lo siguió. El tercero optó por la otra dirección
pero luego volvió a cruzar siguiendo a sus compañeros. Y ahí vimos lo gordo que
era el bicho. Pasamos también dando silbidos y voces, avisándoles de que
llegábamos, para evitar asustarlos.
Cuando
llego a casa son las diez y cuarto aproximadamente; apenas una hora de entreno,
menos de veinte kilómetros y entre trescientos y cuatrocientos metros de
desnivel positivo, según el circuito.
A ver cual es el siguiente bicho que encuentras...La verdad es que es una suerte poder ponerse en 10 min en las faldas del Monte Deva pa "machacar" un poco y disfrutar un mucho.
ResponderEliminarA ver cuando te animas a una de "mañana de finde"...se me ocurren muchos sitios pa ir.
Venga makina, ...mañana mas!
Nando
Entre los bichos que me encuentro y los que salen conmigo a llevarme con el ganchu no gano pa sustos...
EliminarHabrá que salir un poco más en serio sí
Un saludo