LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

domingo, 15 de agosto de 2010

Correr entre los 0 y los 2000 metros

Al final todo es entrenar...

Está claro que para moverse rápido por el monte, hace falta estar en forma. También es obvio que para estar en forma hace falta entrenar. Hace mucho que pienso que la diferencia se marca casi siempre en los terrenos de aproximación, en los intermedios y en las zonas que precisamente parecen no tener importancia: es exactamente en esas fases en las que moverse rápido cambia las cosas. Escalando uno puede ir más o menos deprisa; hay gente que escala muy lento, algunos increíblemente lento, esta gente también se ha de centrar en esta parte, pero en mi caso sé que escalo bastante rápido, por lo que me centro en el resto.

Si entrenar se hace necesario, hay veces que esa obligación pesa. Con los años de rutina uno se ha acostumbrado a cierta disciplina, nada exagerado tampoco. Aún así, a veces no apetece. Otras en cambio, el entreno se convierte en sí mismo en un placer: esto es lo que me sucedió hace unos días, por dos veces:

3 de Agosto, Playa de El Palmar, Cádiz
En el declinar de la tarde, correr descalzo por la orilla durante unos 40 minutos, a lo largo de la kilométrica playa, prácticamente en estado salvaje, semidesierta, seminudista, con las olas del Atlántico acariciándote los pies, aunque carga algo los gemelos, resulta un auténtico placer. Al acabar, un baño en las olas con Javi.
9 Agosto 2010
Sajambre
Carrerita ascensión al Pico Jario.
A las 19:00 h salgo de Soto (950 m): subo corriendo por el camino viejo de Vegabaño hasta la primera curva por encima de los prados de Miraño: aquí los pulmones, el corazón y las piernas me obligan dejar de correr y seguir caminando hasta salida a la pista. Arranco de nuevo a correr, alcanzo la Vega y sigo así hasta el refugio, saludo a Julián sin parar y continúo caminando/corriendo a ratos hasta la cumbre del Jario (algo más de 1900 m). Un respiro en el buzón e inicio la bajada. La luz oblicua del atardecer me da desde la izquierda, veo mi sombra proyectada sobre el perfil de la ladera de hierba. La sensación es mágica, la describiría como de equilibrio total con el entorno. Levanto una manada de unos treinta rebecos que pacían tranquilos. Al poco me encuentro a José Luis, echando la tarde con los caballos, charlamos un poco y de nuevo continúo corriendo. Hay que ir atento a los pies, los tobillos pueden sufrir. Ya en el bosque, un corzo sale corriendo asustado a unos quince metros a mi izquierda, la hojarasca amortiguaba mis pasos.
Una niebla como de algodón se engancha en Carombo y Vegabaño, sigo corriendo hasta Soto con muy buenas sensaciones.
Son las nueve menos cinco; he bajado en poco más de 40 minutos. Los conocidos que me vieron salir y me ven llegar, me miran con una mezcla de incredulidad y desconfianza cuando les confirmo que sí, tal y como les dije al salir, he pasado por la cumbre del Jario, aunque haya sido ida y vuelta en menos de dos horas. Yo pienso para mí, si conocieran a un corredor de montaña de verdad…
Mientras estiro un poco (demasiado poco, como siempre) debajo de casa, en la bolera, y rehidrato con una lata de cocacola, pienso que hay muchos placeres baratos en la vida.

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