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martes, 10 de abril de 2018

Del templo a la taberna

Sábado 17 de Marzo 2018
Kico Cerdá, Fernando Calvo, Iñaki
El Siete (2.356 m), “El Expreso de Media Noche” (700 m, 70º, IV, M4)


Una vez más sigo arreglándomelas para atarme a gente mucho más fuerte que yo. Y lo cierto es que ya me ha pasado unas cuantas veces. En esta ocasión con el gran Kico Cerdá, un máquina.
En este invierno de verdad que nos ha tocado, las ventanas de buen tiempo han sido escasas. Este sábado daban una, pero breve, y lo cierto es que cuando llegamos a Torrebarrio a las siete de la mañana ya caían copos de nieve de algunas nubes circulando entre el cielo despejado del amanecer.
En el pueblo coincidimos con Fer, que venía con un cliente y con nuestra misma vía objetivo.  Esto ya lo teníamos hablado previamente. Tras prepararnos salimos hacia el monte en plan ligero: una sola cuerda de triple homologación y un rack de material seleccionado.


La aproximación desde el mismo pueblo fue sobre buena nieve, tratando de alcanzar a Fer e Iñaki, que nos sacaban un trecho. Adelantamos primero a unos portugueses algo despistados, con casco en la mochila pero sin piolet (¿??), que no sabían hacia dónde podían tirar. Les orientamos y recomendamos. Pasan pocas cosas para lo que se ve…
Las palas finales hasta el pie de vía se hacen pesadas, pero por fin llegamos. Iñaki está ya asegurando a Fer. Nosotros arrancamos sin encordar los primeros largos. El ambiente es muy guapo: nieve dura, cielo cubierto y trapeando, coladas de polvo bajando de las paredes superiores… Alpinismo.


Después de lo que serían unos tres o cuatro largos de croquis, llegamos a un flaqueo con una cornisa que pide cuerda. Nos atamos y sale Kico a toda mecha. Ya hemos adelantado a los amigos. 



La vía prosigue por un corredor amplio sobre una nieve estupenda. A tope de cuerda Kico se ha atechado bajo unos desplomes donde monta una reunión muy estética. 


Cuando llego yo, Fer me viene siguiendo de cerca, así que salgo directamente a por la travesía a izquierdas que nos llevará bajo el largo clave. El ambiente sigue interesante, y nos preguntamos qué fue de la ventana anunciada.
A tope de cuerda monto una reunión con dos tornillos. Algo casi insólito en nuestras latitudes, y hasta poco recomendable como me hace ver Fer cuando llega y sanea un poco para meter un clavo de roca adicional, que somos cuatro y tenemos debajo mucho gas…




Sale el gallo a por el largo clave, y como pasa cuando alguien va muy sobrado, se lo da por fuera de lo razonable, superando un paso mucho más difícil (al menos en las condiciones en que lo cogimos nosotros) que el natural unos metros más abajo y a la izquierda. Yo tengo que ayudarme de un seguro para levantarme en la chapa mínima posada en la llambria lisa. Fer se parte de risa sacándome fotos desde el mixto más lógico de la vía.



Desde aquí salimos los dos a una reunión cómoda bajo otros desplomes, y la vía se abre a las canales superiores. Estas son más fáciles, pero no menos bonitas: el encostrado de la roca y la excelente nieve dura le dan un ambiente muy estético. 




 

Eso sí, los seguros empiezan a ser escasos y muy alejados entre sí. Después de apurar dos tiradas y algo de ensamble, esperamos a los colegas en una cómoda repisa típica para vivaquear. Mientras comemos algo, el frío nos va apretando, el agua se hiela en las botellas...


Cuando llega Fernando arrancamos a por la cima desencordados de nuevo: el ensamble en estas condiciones es menos seguro para la cordada que escalar a pelo. Con viento y algo de nieve cayendo hacemos cumbre. Es muy alpino el Siete en todas sus vertientes. Por debajo se asoman los Portillines y Cuevapalacios, al Norte las paredes del Fontán, y hacia atrás la línea alpina de los Castillines.
Al rato llega Fernando, y detrás no mucho después Iñaki. Estamos contentos por la ascensión: la vía es muy buena y la hemos cogido en un día de alpinismo de curtir. Nosotros la hemos encontrado fácil de condiciones por la carga y la calidad de la nieve, otra cosa sería más pelada… En todo caso, totalmente recomendable.


No nos recreamos demasiado y salimos destrepando con cuidado hacia el Tercer Castillín, que se ve entre girones de niebla. La bajada es por otra vía de escalada, que aunque mucho más sencilla exige el doble piolet y la cara a la pared casi todo el tiempo.  Vamos destrepando con cuidado, la exposición es alta, buscando el itinerario y parando a esperar a los otros de cuando en cuando.

En un momento dado Kico y yo nos sentamos en un pequeño llano de la nieve a esperar a Fer e Iñaki. Y en este momento sucedió uno de los momentos de montaña más extraordinario de mi vida… Simplemente alucinante. Pero este será objeto de narración específica más adelante.


El resto de la bajada mantuvo la misma tónica: nieve helada, travesías para librar cortados y finalmente unos buenos tramos de culoski para bajar a la cuenca más llana donde paramos a comer, beber, y recoger los hierros. Las vistas a la vertiente fuerte de Ubiña en un día tan bonito son muy buenas. Recorremos con los ojos sus muchas vías, hoy desiertas para nuestra sorpresa.


Bajamos al pueblo charlando de mil cosas. Despedimos a Fer e Iñaki. Cerveza en San Emiliano y en casa a las siete. 

Gran día de montaña. Nuevo compañero en la agenda: menos mal, que no abunda la gente a la que le guste el barro, y Kico es todo un jabalí…

2 comentarios:

  1. Condiciones escocesas, ...fuente de inspiración y buen relato, como siempre, en buena compañía.
    sldos

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    1. un día de los buenos efectivamente. Y la compañía inmejorable.
      Un saludo

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