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miércoles, 26 de noviembre de 2025

El regreso de la nieve: Valmartín en esquíes

Domingo 23 Noviembre 2025
Nando del Pozo
Pico Valmartín (1.932 m) desde la Raya

Seis meses después de la última salida en esquíes por Pirineos, volvemos a pegar pieles y foquear, esta vez al lado de casa.


La primera nevada de la temporada ha llegado. Como viene sucediendo en los últimos años nuestra esperanza se eleva tan pronto como vemos el blanco aparecer en las montañas de la Cordillera. Como también nos viene pasando, los altibajos de la isoterma no nos dejan estar tranquilos. Dado lo efímera que es la nieve en nuestras latitudes, no nos queda otra que intentar aprovechar lo que hay sin pensarlo mucho.
El día antes varios colegas me habían informado de sus respectivas salidas: Rafa subió a la Rapaína, Kico al Boru, Luque por Pajares, Pablo por Fuentes...  No hay duda de que hay muchas ganas. Algunos hablaban bien, otros no tanto. La cosa es que, si bien la previsión meteorológica para el domingo no era buena, ante el miedo a que se nos fuera la capa blanca y volviéramos de nuevo a la casilla de salida (esto es, al verde prado), el domingo por la mañana Nando y yo subimos al puerto de San Isidro a dar una vuelta.


Mientras desayuno disfruto la luz del amanecer desde la cocina de casa. El cielo está cargado de nubes.

De camino en coche, la temperatura está alta, mucho más que los días previos.
El puerto tiene nieve aunque justa. Subimos hasta Cebolledo a ver qué aspecto tenía; las pistas están blancas lo suficiente, ya se ve gente ya foqueando y seguramente esquiaríamos más aquí que fuera de pista (estas parecen pisadas), pero preferimos irnos al monte de verdad. Bastante esquiamos en estación cuando no hay otra opción... 


Volvemos atrás y aparcamos en el parking de la Raya: hay un montón de autocaravanas y bastantes coches. Gente preparándose para salir con raquetas o con esquíes. Vemos a varios conocidos: Jame arranca con un un buen grupo dirección Fuentes. Nosotros nos preparamos y salimos en dirección contraria: vamos hacia el Valmartín a ver qué tal está la cosa. Son las diez de la mañana.




La subida hacia esta cumbre es corta, cómoda y suave. Arrancamos desde la misma carretera remontando una pista que va cogiendo altura muy suavemente, rodeando lomas en dirección a la línea de cumbres. Hoy solo hay huella en el primer tramo. Hay nieve suficiente, aunque está totalmente sin consolidar: normal, está recién caída y no ha habido tiempo para nada. Los bastones se hunden bastante si les metes presión. Si te bajas de las tablas te hundes hasta más arriba de la rodilla. Además, las abundantes escobas son una auténtica trampa. Por ahora eso no nos molesta, aunque sabemos que va a ser así dentro de un rato cuando bajemos.
A ratos cogemos ángulo con el telón de fondo del Pico Torres: cumbre alpina y emblemática de esta zona de cordillera.


El cielo está muy nublado pero eso deja una luz guapa: de mal tiempo pero guapa.
Al asomar a un pequeño collado ganamos vista a la pala de las Vallinas del Torres y vecinos. Desde aquí observamos cómo una buena manada de rebecos remonta la ladera alejándose de nosotros.


La nube ha venido subiendo por los valles y a ratos envuelve las cumbres vecinas. El paisaje, como siempre que la nieve lo decora, está especialmente bonito.
Nos queda el tramo final: ganar el amplio collado (collada Valmartín) y remontar luego la loma final que lleva a cumbre. Esta loma tiene una cinta de nieve estrecha que se queda seca hacia el norte y cae vertiginosa hacia el sur.


En el collado ganas vistas al norte: se ven cumbres secundarias también blanqueadas, brañas de cabañas y pequeñas charcas. Hacia el sur numerosas cimas entre nubes de algodón.
Subimos sin prisa. Unas zetas y vueltasmaría en el tramo final y llegamos a la cumbre. Son las once y media. Hace bastante viento y no se está cómodo. 


Apenas paramos: quitamos pieles, apretamos botas, calzamos tablas, y salimos para abajo con precaución: siendo la primera esquiada en meses y con la condición de la nieve todo junto llama a la prudencia.


Giros lentos y controlados en esta zona de arista. Incluso algún tramo corto derrapado para quitar los metros más empinados. De nuevo esquiando más ágil ganamos el collado principal y de este en media ladera hasta la otra collada menor. Toca ahora remontar unos metros y empezar la zona arbustiva. 
Apenas se esquía mucho más desde aquí.



En el tramo final nos encontramos a mi amigo Manu, que viene con una chica del Torre. Paramos a charlar:  a ellos el día antes les cogió lluvia intensa esquiando en Riopinos... qué cosa más desagradable! También nos cuentan cómo de noche sube la gente a hacer trompos en el parking helado hasta altas horas de la madrugada, en plan película Fast´n Furious, dando voces y molestando sin educación a la gente que está allí tranquila pasando la noche: desde luego cada uno tenemos nuestras aficiones y gustos, y todos serán respetables, pero algunos tienen el nivel de civismo más bajo de la cuenta. De eso no hay duda. Nos despedimos. Siguen por nuestras huellas hacia el Valmartín.
Nosotros apuramos los últimos metros hasta la carretera y de esta hasta el coche caminando.
Ha sido una salida corta, unos 8 km y 450 m de desnivel. Dos horas y media. Con todo, como siempre, disfrutada.
Recogemos y tiramos para casa, a donde llegamos a la hora del vermut. Lujo.


Al día siguiente llueve en altura y se va buena parte de la nieve, pero parece que la semana enfría y volverá a caer. Veremos qué tal. Si no se puede esquiar, habrá que intentar hacer algo de alpinismo!
Por lo pronto, ya hemos esquiado este noviembre. Sin queja.

viernes, 14 de noviembre de 2025

Rincones

Visitas breves, a distintos rincones de Asturias, zonas de escalada deportiva, con distintos amigos, a lo largo del año.

La suerte de la abundancia de roca, unida a la generosidad de los equipadores, y de disfrutar la compañía de los amigos.

Muchas vías a vista. También repetir otras hechas muchas veces.

Figares, tarde ventosa en soledad, preciosas tiradas largas. Con los buitres planeando por encima de nosotros sin parar. Con Rubén 


La Cualladrona, apurando la luz del otoño, entre gotas de lluvia que nos dejaron escalar un buen rato, hasta el coche a palpo, con Rubén.


La Manzaneda, tan a mano, tantas veces, con tantos amigos, especialmente este año con mi primo Dani.

Villanueva, en Proaza, qué roca! Visitas varias con Luque, con Rubén, con Toni.




L’Utiru en Morcín. Tarde de verano en soledad, qué vías largas, qué buenas, merece repetir, gran trabajo de Mon y Villa, con Toni






Murotecho, en Teverga, el placer de subir a escalar con paraguas. Repetir clásicas y algunas nuevas a vista. Sitio mágico, con Kico




El Escalón, en Quirós, recordando y apretando en algunas clásicas: la Salus, el Tronco, la Torres… qué buenas! con Toni,


El Capitán Garfio, en Otura, qué buen sitio para rodar, para recuperar forma, con Rubén


Las Placas de la Cueva del Mar, Proaza, con los osos, qué vías largas y mantenidas! con Toni


Ordiales, en Teverga, visitando sectores olvidados, escalada a vista en soledad, con Toni


Ratos de sol, de frío, de viento, de calor, a veces expulsados por la lluvia, o por el cansancio!


Me encanta escalar.





lunes, 3 de noviembre de 2025

Cerbillona: preciosa ascensión otoñal

26 Octubre 2025
Nando del Pozo
Macizo Vignemale, Pico Cerbillona (3.248 m) y Pic Central (3.227 m)


Visita express a Pirineos. 
Salimos de casa a primera hora del sábado. La idea es subir esa tarde al refugio de Baysselance, en la zona del macizo del Vignemale. Seis horas y pico de viaje que culminan en Gavarnie, donde paramos a contactar por teléfono en previsión de perder red en el monte, como después sucedió. Está precioso con los colores de los bosques, y los perfiles de las cumbres espolvoreadas de nieve por encima.



La pista hasta la presa de Ossoune remonta el valle por varios kilómetros, se encuentra en buenas condiciones para el coche, aunque hay que prestar atención en algún punto. Por el camino cruzamos algún coche de bajada, y al llegar al final aparcamos junto a otros dos. Está la cosa tranquila. 
La idea inicial de escalar algo en roca arriba se vio modificada por las previsiones meteorológicas de los días pasados e incluso de esta misma tarde noche: se anuncian nevadas y vientos lo suficientemente intensos como para descartar los pies de gato... Subiremos más ligeros, con un cordino de 30 metros por si acaso, pero sin nada de material, más allá de crampones y piolet. Es decir, vamos a caminar. Mientras preparamos las mochilas, se nos va la vista a las cumbres más altas, el Vignemale destaca altivo.
Hemos leído en la web del refugio que se ha caído hace meses el puente que cruza el río en la cabecera del valle, antes de las cascadas, así que recomiendan salir por la izquierda de la presa mirando hacia arriba. Los carteles indican unas tres horas de subida. Salimos andando tranquilos a eso de las tres y media. 




El paisaje es muy bonito, el andar inicialmente es muy cómodo y con poco desnivel, hasta que se encaja el valle, y la cuesta se hace intensa. A nuestra derecha ruge furiosa una cascada de unos treinta o cuarenta metros de altura.


Remontamos sin prisa, el cielo se va oscureciendo y empieza a caer nieve. Nos ponemos las chaquetas. 
Alcanzamos las cuevas Russell, curiosos refugios excavados en la roca viva. 


Nos queda el tramo final que remontamos con esfuerzo. Cuando estamos llegando nos cruzamos con un grupo que baja del glaciar.

El refugio está cerrado, pero en cuanto entramos vemos que hay luz y leña. Tenemos abiertas zonas de comedor, cocina, dormitorio... Perfecto. Lo único importante que no hay es agua, poro otro lado normal de cara al invierno. Al poco rato llega el grupo que habíamos visto antes: son vascos, y vienen desde Bujaruelo pasando por el col de Cerbillona, bajando el glaciar: tremenda paliza de más de 25 km y mucho desnivel acumulado. Gente recia y además, como pronto comprobaremos, muy simpática.


Pasamos la tarde en el comedor, comiendo, charlando y apañando una bota rota de uno de los vascos. 



Nando y yo salimos en mitad de la nevada a buscar un regato en el que llenar las botellas. Lo hay y no está lejos. Vemos que la nevada va in crescendo. 
A última hora llega un chaval francés que viene solo, haciendo el GR. Se nos une en el comedor.
Es una sensación agradable estar en el refugio, compartiendo vivencias con montañeros, con el fuego atizado, mientras fuera nieva y sopla viento intenso.
Nos acostamos a eso de las nueve y media sin mucha prisa por madrugar porque la previsión dice que el día siguiente estará bastante bueno, pero a partir de las nueve aproximadamente.


El día amanece encapotado: nieva a ratos y la nube nos envuelve. De vez en cuando se abre la vista y vemos laderas blancas alrededor. Desayunamos y nos preparamos sin prisa. Mientras estamos en ello llega un chaval francés que viene desde Pont D´Espagna: salió a las 5 de la mañana... Sale hacia el monte un poco por delante de nosotros. 
Arrancamos primero en bajada. Rodeando la arista que baja del Petit Vignemale, hay que perder casi doscientos metros de cota para girar hacia la entrada del valle que nos lleva al glaciar.


Llevamos delante al chico francés, le vamos siguiendo y al cabo de un rato lo alcanzamos. Seguimos juntos caminando laboriosamente por entre los contrafuertes rocosos que nos llevan al glaciar. Cuando lo alcanzamos, estamos en el plató llano. Aquí alcanzamos a otro grupo de tres chicos franceses y paramos a poner los pinchos y sacar el piolet. 


El día ha venido abriendo, pero sopla fuerte el viento en las crestas y el frío y la roca tapizada no nos invita demasiado a la trepada del Vignemale. Aún así nos acercamos hasta la cabecera del glaciar y remontamos hasta el zócalo de roca. 



Tras un corto debate, aquí decidimos cambiar de plan, vamos a intentar las vecinas cumbres del Cerbillona y del Pic Central. El Vignemale ya lo hemos ascendido los dos (yo en diciembre de 1.999 con Estivi, ya llovió!), y sin embargo las otras cumbres vecinas no. Nos despedimos del chaval francés, que se queda enfrentándose solo a la trepada.




La subida hasta el collado no presenta problemas, y de este hasta la primera cima tampoco. El  Cerbillona es una bonita cumbre de 3.248 metros. Aquí el viento nos zarandea mientras miramos alrededor: se abren las vistas hacia el Oeste: intentamos identificar en las nubes los macizos del Balaitus y sus vecinos. Observamos también el valle que va hacia Bujaruelo y por el que subieron nuestros vecinos vascos del refugio el día anterior: se antoja una ascensión tremenda.






Bajamos al Col de Cerbillona y de este, en apenas unos minutos estamos en la cumbre del Pic Central. Aquí casi no paramos, está frío y muy ventoso. Al otro lado a mí la vista se me va a la arista que lleva al Montferrat, pero que en las condiciones actuales no es nada apetecible: nieve nueva sobre roca pulida y cresta afilada, con este viento...


En el Vignemale, nuestro colega francés está en la cresta, un punto diminuto de color entre la roca marrón y el cielo. Se mueve lento, con cautela. Más abajo, dos de los tres chavales franceses también van trepando hacia la cresta.


Bajamos al glaciar y nos deleitamos con las vistas hacia el Este: está el monte realmente precioso.



Vamos charlando de mil cosas, volviendo a pisar nuestras huellas de hace un rato. Perdemos toda la altura ganada hasta el cruce de Baysselllance y desde aquí subimos los doscientos metros perdidos esta mañana.





Una vez en el refugio buscamos el punto de fachada más resguardado del viento, y aprovechando el sol, nos sentamos tranquilamente a comer. Desde aquí la perspectiva es inmejorable: la Brecha de Rolando, el Taillón y los Gabietos, el Cilindro, el Casco, la torre de Marboré, los Astazous intuidos, y por detrás de todos ellos, enorme, el Monte Perdido. Esta panorámica se nos ofrece a ratos, nunca completa, con las nubes que los envuelven a veces a unos a veces a otros. 



Comemos, rehacemos la mochila, y salimos para abajo encantados de las ascensiones y el ambiente del monte.
La bajada se nos hace corta. En poco más de hora y media estamos en el coche. Por en medio numerosas paradas a deleitarnos con las vistas. 




Y lo mismo una vez ya en el coche, especialmente en el trayecto final bajando hacia Gavarnie. 


Veníamos para quedar un día más, pero por motivos familiares decidimos acortar y volver a casa esa misma jornada. Antes de las doce en casa.

Como siempre, volvemos encantados de estas visitas rápidas. Cada nueva zona, cada nuevo valle, cada nueva cumbre. Preciosa ascensión otoñal. Qué joya son los Pirineos!