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jueves, 3 de junio de 2021

El renacer

Primavera en Sajambre.

Levantarme antes que la familia, y sin desayunar, salir a caminar. 

Salgo del pueblo remontando con esfuerzo por el camino que sube hacia los Collados. Al llegar a Valdelosciegos me desvío a la derecha, hacia el puerto de Barcinera. 


Niebla densa, a ratos casi moja. En Llagubeño admiro la luz tenebrosa a pesar de la época del año y la hora.

Entro en la zona de bosque, esplendoroso con su nuevo manto. Mágico con esta nube, brotes verdes en cada rama. El renacer de la vida.

Me paro de trecho en trecho a disfrutar cada recodo, siempre con la esperanza de ver algún bicho. No tengo suerte más allá de algún pájaro que, escandaloso, denuncia mi presencia.

Las nubes bajas impiden ver los perfiles. La perspectiva limitada a lo cercano.


Llegando a la Cotorra, con caminar silencioso, pisando con atención, bruscos galopes cercanos de corzos asustados, huyendo veloces.

Me siento un rato en la cumbre, rodeado de nube, con menos de veinte metros de visibilidad. A los pocos minutos llega el primer rebeco, no me ha visto, avanza tranquilo a su aire hasta que me descubre y asustado pega dos saltos al vacío y desaparece en el gris.

Minutos después aparece otro rebeco, este me ve de más lejos y ya no se acerca más.

Emprendo la bajada y a los pocos metros tengo que volver a subir al hito de la cumbre a reorientarme: es increíble cómo la niebla te deja descolocado a pesar de conocer bien el lugar.

De camino hacia la pista se me cruza un nuevo corzo al galope.

Soledad acompañada, acompañada por los animales.

Cuando llego a Barcinera, dudo entre volver por donde he venido, o cortar directo por el bosque. Me echo al bosque: entre los regatos de la Regona y los Cañedos, buscando el mejor camino, orientado únicamente por la cuesta abajo a seguir. Angulo pronunciado. Sin camino. 

Caminar entre ramas y hojas en la pendiente, ayudado por los bastones. Encuentro de cuando en cuando trazas de animales, bien marcadas, en sus idas y venidas, secretas para nosotros. Casi siempre son horizontales, así que apenas me sirven. 

Más abajo, en lo más profundo del bosque, me encuentro el rastro claro de lo que en su día fue un camino: mi suegro me habla de estos caminos hoy perdidos, me relata cómo patrullaban estos lares, siempre atareados, siempre arriba y abajo, de acá para allá, tras las vacas, tras las cabras, la dura vida del monte. Tan vigente hasta hace pocas décadas, desde que hay memoria...

Sigo bajando hasta llegar a Miraño. Prados, antaño joyas para la gente que necesitaba la hierba para sus animales, para sus inviernos. Hoy día, poco a poco, abandonados por unos, cercados por el bosque que recupera su terreno.

Casi tres horas de paseo sin ver a nadie.

Llego a casa. Al rato salimos todos de paseo. 

Primavera en Sajambre. Pilas cargadas. 

Cuánto lo había echado de menos estos meses.


2 comentarios:

  1. Vaya guapo dar un paseo solo y tranquilo por el monte....y más por esa zona de Vegabaño...un lujo!!

    Nando

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