LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
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martes, 19 de marzo de 2013

Con gorra visera y escayola

Tantos años por el monte, se van acumulando las vivencias y las anécdotas. Muchas se difuminan con el tiempo y hasta llegan a borrarse. A veces se quedan en el olvido hasta que las revives en una conversación con un colega. Otras en cambio, permanecen nítidas a pesar del paso de los años. Esta es de las que recuerdo bien, quizá por lo hilarante de la situación a la que llegamos.
Quizá en su día lo apuntara en mi libreta, aunque no estoy seguro. Fue en una tarde de verano en uno de los muchos fines de semana que acampábamos en Villa Ratón, en la zona de Horcados. No sé si fue nada más llegar y posar las mochilas después del porteo, o si ese día ya habíamos terminado de escalar; el caso es que teníamos por delante unas horas de luz y no sabíamos qué hacer.
Creo que fue cosa mía el proponerlo porque era una vía clásica de la zona que no había hecho. Es muy fácil y creía que podía hacerla bien sin cuerda. Miguel se apuntó directamente al plan (hasta los bombardeos le suelen venir bien), y Juaco y Churra, después de unas dudas por parte del primero, se decidieron también a venir, aunque en su caso sí llevarían una cuerda.
Desde Villa Ratón y sin peso se llega en un momento a muchas paredes. El espolón Rojizo de Santa Ana es una vía clásica, con algo menos de doscientos metros de roca de calidad, muy estética y de dificultad muy moderada. Tenemos que dar un pequeño rodeo para llegar a su base. En un rato de charla animada llegamos hasta el collado de la Canalona. Desde allí en poco tiempo más se rodea la cumbre de Santa Ana y se gana un punto desde el que tirarse trotando tranquilamente hacia el jou, dejando a la izquierda la zona de roca más compacta.
Una vez en la base, y enfocando la veta de roca rojiza que da nombre a la vía, nos calzamos los gatos y empezamos a trepar. Vamos hablando, riéndonos y disfrutando de la escalada. Los grandes agarres y el ángulo suave nos lo permiten. Por detrás, Churra y Juaco progresan también rápidamente en ensamble.
Por encima de nosotros hay una cordada escalando, con sus mochilas, sus voces y demás, a la que vamos dando alcance. En pocos minutos estamos a su altura aunque unos metros a su derecha. Los saludamos y nos responden con algún comentario de desaprobación hacia nuestro estilo (tienen razón, es claramente más temerario que el suyo). No pretendemos vacilar ni faltar al respeto a nadie, ellos están con su escalada y nosotros con la nuestra. Les respondemos que tienen razón y tal, pero mientras les decimos esto, ellos terminan de darse cuenta de que ya no es sólo que vayamos sin cuerda y a toda velocidad, sino que hay una cosa mucho más llamativa: ¡Miguel lleva una mano escayolada desde la mitad del antebrazo!
No recuerdo cuál era el alcance de la lesión. Está claro que no era mucho, dado que por allí andaba escalando como siempre. El caso es que una de las chorradas con las que nos veníamos riendo era su apreciación sobre lo bien que quedaba la escayola en los empotres de fisura… Genio y figura.
En unos pocos minutos llegamos al final de la vía, seguimos trepando por la arista hasta la cumbre, esperamos por Churra y Juaco y desde allí volvemos al vivac a encontrarnos con los demás amigos.


Un vivac de tantos: Javi, Estivi y Miguel
Del resto de fin de semana no recuerdo nada. Ni siquiera si Miguel siguió escalando o no al día siguiente (seguramente sí). Sólo me he quedado con unos breves pero disfrutados minutos sobre el espolón Rojizo.
Una vía preciosa por cierto.
He vuelto a hacer la vía sin cuerda, solo y disfrutándola. Pero claro, sin tener al lado a Miguel con su gorra visera, su escayola, y soltando sornas y chorradas, pues no para nada es lo mismo… 

4 comentarios:

  1. je,je; a mi esta anécdota me la contaron unos chavales en Vega Huerta: me dijeron que en el Espolón Rojizo les adelantaron unos máquinas en solo integral y uno de ellos con escayola en el brazo. Me dijeron que debían ser los Cholos
    Muchas casualidades...
    Picos ye un pañuelo

    Saludos y enhorabuena por el blog.
    Dani

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    1. Gracias Dani.
      Máquina el Alex Honnold, nosotros somos de andar por casa... Ese día Javi y Cholo seguramente estarían abriendo alguna de sus muchas y excelentes vías. Churra, la tercera y muy activa del "grupo" ese día venía con nosotros.
      Saludos

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  2. Es lo que tiene esto de la juventud... que ni "escayolao" se frena la marcha.
    Luego siempre quedan recuerdos... de esos de sonrisilla tonta.
    Saludos cordiales.

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    1. Carlos, amigo, la juventud está más en la cabeza que en el físico: algunos como tú mismo o mi amigo y mentor en escalada Miguel sois claros ejemplos: él tiene pocos años menos que mi padre... y no para!
      un saludo

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