LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO

domingo, 20 de noviembre de 2011

Una opinión a tener en cuenta

Una forma directa de enfocar las cosas, de exponerlas. Una personalidad fuerte, como no puede ser de otra forma en un alpinista puntero a nivel mundial.
Marco Prezelj lo dice en pocas palabras: Las reglas del juego están claras y hay que respetarlas
A pesar de ser una entrevista breve, sus planteamientos no me dejan indiferente. En esta época de inmediatez, de hiperinformación, de facebook, tweeter, y de Blogs! de mirarnos mucho el ombligo, la opinión de este tío me hace reflexionar. Especialmente lo relacionado con los teóricos fracasos, las retiradas, y lo que se extrae de ellos.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Otoño en Picos, Espolón Sur al Requexón

Sábado 29 Octubre 2011
Pablo Luque
Requexón 2174 m, Espolón sur 240 m, V+


El gemelo derecho se me está cargando. Llevo varios minutos en esta posición, con muchos kilos en ese pie, y el gemelo está empezando a doler. Mientras peleo sin éxito intentando colocar el fisurero del diez en la parte más estrecha de la grieta, resoplo y alterno el brazo que me sujeta en las presas. La mirada va pasando nerviosa del fisurero no válido delante de la cara, al último seguro, el Camalot del tres, ya por debajo del pie, y de este hacia arriba, a la continuación de la fisura: se ven unos diez o doce metros más, hasta donde corta con el cielo, siempre con ancho para cacharros grandes. Lo que haya después es desconocido. Las dudas me invaden. Mirada al arnés: solo me queda el Camalot del 3.5, el resto es todo muy pequeño, aliens y empotradores… Una vez más, toca retirar.
Tomada la decisión, me centro en el nuevo objetivo: destrepar sin hacerme daño los diez metros de fisura vertical (y hasta con pequeñas panzas) que acabo de superar, y los otros ocho o diez fáciles hasta la reunión. El primer tramo hasta el Camalot azul no es fácil, pero el seguro me da buen rollo. Una vez a su altura me cuelgo para reposar, con la mirada fija en las levas. Intento colocar ahora algo más entre este y el siguiente seguro por debajo, para acortar la potencial caída: no hay opción, así que desmonto el Camalot y continúo destrepando hasta el siguiente, esta vez el Camalot rojo del uno, con mucha peor de pinta. Empotrando el pie izquierdo en la fisura intento quitarle kilos al anclaje, a la vez miro para colocar algo entre este y el siguiente. También recorto las expres, antes alargadas para evitar el roce, ahora acortadas para reducir el potencial vuelo… Repito la maniobra otras tres veces hasta alcanzar el terreno sencillo, aunque de roca dudosa, y hacer travesía hasta la reunión.


Me sangran las dos manos, el frío tensa la piel y las maniobras de empotre en fisura, más las de colocar y retirar los seguros me las han dejado hechas una pena.
La vista ahora solo se nos va hacia el diedro fácil de la derecha, por donde está claro que podemos seguir sin problemas. Antes, desde más abajo, me pareció ver el brillo al sol de un seguro en mitad del muro que tenemos encima, entre la fisura que yo he intentado y el diedro de la derecha. La roca es más fea y ahora ni siquiera miro hacia allí: no parece lógico. Sin pensarlo sigo hacia ese diedro, buscando el hombro que creemos que nos unirá con la vía de Adrados. La nuestra, de Tino Núñez, “Ese azul no se puede pintar” queda para otra ocasión: si va por donde yo lo intenté, se necesitará un buen arsenal de friends grandes.


Los Picos, espectaculares, avanzan hacia el invierno
El plan inicial era ir a las Cebolledas, o al Jou Santu a la Canal Parda, pero la vista de la nieve y el frío intenso desde que salimos del coche ya nos hizo repensarlo desde que empezamos a caminar al amanecer. En Pandecarmen mi coche era el único. No lo entendemos: buena previsión para sábado y domingo, fin de semana de puente, y no hay nadie. NADIE. Increíble.
Llevamos bastante material, por lo que pueda pasar, incluidos friends grandes, y maza y clavos, algo poco habitual en mi mochila. La subida la hacemos en charla animada. A la altura del Porru Bolu nos planteamos tirar al segundo Poyón, pero siendo Oeste la orientación de las vías que nos apetecen, las descartamos por frías.


Al coronar la Mazada pisamos más nieve, dura, prensada: parece que ha llovido sobre ella y luego heló. Nuestras zapatillas empiezan a estar fuera de lugar. Nuevo vistazo a las Cebolledas, están muy guapas, muy alpinas, la nieve les da un carácter de la leche, pero hoy nos vamos a buscar el sol en la sur del Requexón: tiene un par de vías de algo más de doscientos metros, buscaremos la más fácil. El flanqueo hasta la base va por un pequeño Jou muy guapo.

Las primeras trepadas las hacemos con dudas, el croquis de la guía de Cholo y Miguel no vale para nada en este caso, es un dibujo muy pobre (el de Adrados, sobre una foto, es mucho mejor, como pude ver luego en casa). Vamos remontando sin encordarnos por tramos de II y III hasta que en una terraza decidimos sacar el material: tira Pablo por donde le dicta la lógica, apura 50 metros y monta reunión sin haber visto ningún rastro: así llegaremos a la cumbre, sin encontrar nada de nada. Cuando llego a su posición, Luque me pasa el material y tras una mirada rápida tiro hacia lo que parece más lógico, una fisura ancha, que empieza a unos diez metros por encima de nosotros, y se levanta tiesa rayando el muro que tenemos encima, lo más evidente que se ve. El croquis marca 6a+, no hay ningún seguro.



Después del intento frustrado, salgo de nuevo ahora hacia la derecha. Apuro unos cincuenta y cinco metros, con pasos de  IV+, hasta un hombro que me asoma a la otra vertiente de la Sur, por donde sube la otra vía. Sin ver ningún rastro de seguros, monto una reunión en una terraza con algo de nieve.



Luque llega veloz y sale a por el siguiente largo, al principio del cual se pelea con un paso de V+/6a, para apurar luego los sesenta metros de cuerda, por terreno sencillo pero muy guapo, sobre un espolón sin ningún seguro a la vista.


El cielo está ahora gris, con nubes de altura. Sin sol la temperatura baja y en las reuniones te quedas algo frío.
Continúo después yo con otros sesenta metros por terreno sencillo. La cumbre se intuye cercana. Mientras aseguro al hombro, disfruto de las vistas. Nuevo relevo y otros sesenta metros de trepada para alcanzar la cumbre, nieve entre los canalizos y las repisas.




Doscientos y pico metros sin ver un solo seguro, haciendo una combinación entre las dos vías existentes, evitando, eso sí, los largos difíciles de ambas.


Nos abrigamos mientras recogemos los trastos y disfrutamos de los 360º de vistas: el cielo está ahora totalmente nítido, la atmósfera limpia, podemos ver la costa desde más allá de Gijón hasta Llanes, el Sueve, el Cuera, girando hacia el Este, los lagos, Argaos, Cebolledas, Torres de la Horcada, de En medio, la Cabra Blanca, los Estribos… todas estas últimas tapizadas de nieve, anunciando el invierno. Siguiendo hacia el Sur la vertiente de Sajambre, por detrás el Mampodre, Peña Ten, Pileñes, Tiatordos, Pierzu, Mota Cetín…


La bajada, después de los entretenidos destrepes hasta el collado, fue rápida, vamos charlando de la crisis y las perspectivas. En Vegarredonda, más charla de crisis.
Llegamos al coche para ver que apenas hay otros tres más: la restricción de subida a los Lagos se nota.
Ha sido un buen día de montaña, de ambiente alpino, moverse por roca con la mochila incordiando, con el fresco en el aire, algo de nieve por las repisas, de soledad. Cada día me gusta más este estilo de actividad, habrá que repetir.

Gasolinera Villaviciosa 6:30 h
Pandecarmen 8:15 h
Pie de vía 10:45 h
Cumbre 13:15 h
Vegarredonda 16:00 h
Pandecarmen 17:30 h
Gijón 19:30 h

sábado, 15 de octubre de 2011

Vuelta a Fuentescarrionas BTT

Sábado 8 Octubre 2011
Vuelta a Fuentescarrionas (73 km, +1.800 m, -2.300 m)
Dani, Chus, Juan Diego, Alfredo, Santi

Hacia el valle, con la mole del Curavacas dominando el paisaje
La niebla reduce el mundo a unos treinta metros de los focos del coche. Fuera de ese haz todo es gris oscuro. Dentro de ese haz, casi todo es gris claro, con un poco de verde a los lados.
Por suerte, al ser tan temprano no hay nadie. Desde que salí de casa a las cinco y media apenas me he encontrado tráfico, ni en la autopista, ni en la carretera del puerto. Los pueblos aún están empezando a despertarse ahora: solo algunos todoterreno de cazadores delante de los bares.
Corono Tarna y sigo hacia Riaño, la carretera es ahora más ancha, mejor asfalto, la niebla ha levantado un poco, ganando unos metros más de visibilidad, invita a correr más. En la enésima curva del viaje, poco antes de La Uña, un volantazo me libra por los pelos de comerme un caballo, que sorprendido me mira con ojos de terror. Desde aquí levanto un poco el pie, está claro que voy bien de hora. Mejor aflojar, porque me encuentro con más caballos y vacas en la carretera.
De Riaño a Boca de Huérgano se despeja el cielo, la carretera se va secando. Nada más entrar en el pueblo veo la furgo de Dani: aparco a su lado, son poco más de las siete y media de la mañana. Levantarse a las cinco de la mañana el sábado, después de toda la semana currando, para conducir dos horas solo en el coche, ya es señal de afición.
Al entrar al hall del hotel me encuentro con dos tíos con ropas ciclistas, nos miramos y nos autopresentamos: son Alfredo y Juan Diego, este último amigo de varios amigos, a quien ya tenía ganas de conocer. Están bajando a desayunar.
Coordinando la logística de las bicis aparece Santi, el que faltaba del grupo. Somos seis, Dani, Chus, Juan Diego, Alfredo, Santi y yo. Rápidamente nos repartimos en los coches y salimos hacia el alto del Puerto de San Glorio, donde empieza la excursión. En ese trayecto, la luz del amanecer se cuela entre las nubes, colorea las laderas con tonos marrones que no dejan de recordarme a Escocia: el día parece que va a estar bueno.


En el puerto hace frío: son las nueve de la mañana, nos abrigamos y ya sobre las bicis, iniciamos un largo descenso que nos hará perder un buen desnivel, unos 800 metros, primero por carretera y luego por pista, hasta Ledantes, un pueblo muy guapo. Para cuando abandonamos la carretera hacia la primera pista del día, todos estamos bastante fríos: yo sobre todo en las manos. Me veo bastante torpe con la bicicleta, noto los meses de inactividad. Lo del frío no es problema, las cuestas arriba pronto nos hacen entrar en calor y los chubasqueros sobran.




Remontamos por valles de bosques densos, las hayas y los robles esconden algunas cabañas, muy guapas, que vamos dejando atrás a la vez que ganamos altura. La subida es continua, no hay apenas descansos, repechos muy duros se alternan con tramos menos pendientes, pero siempre subiendo. Las hojas que colorean el suelo de la pista van cogiendo tonos más y más amarillos cuanto más altos estamos.




Voy consiguiendo “encadenar” casi toda la cuesta, he apoyado el pie en tres o cuatro sitios (siempre entre protestas y tacos), y me he tenido que desmontar en apenas dos tramos de unos cincuenta metros… (Aquí ya no me daba ni para cagamentos). Seguramente el esfuerzo no merece la pena: sería mejor apearse más veces y desgastar menos, pero es mi forma de pedalear. Por fin salimos del bosque. En la parte alta del cordal nos da el sol, alcanzamos a Santi que llevaba por delante en solitario desde que empezó la subida, nos reagrupamos. Seguimos con bastante niebla y nubes, no hemos podido ver los Picos apenas.




Ya hemos completado la subida grande del día, aproximadamente dos tercios del desnivel positivo del día están ganados.
Hacia el Sur, el Curavacas es una mole enorme cuya presencia domina todo el paisaje. Las formas hacen pensar en eras glaciales, en lenguas de hielo y en mamuts: un amplio valle en forma de U con praderas planas en el fondo, me transportan a latitudes remotas. 






Se van deshaciendo los últimos mantos de niebla y predomina el cielo azul. Ciclamos rápidos por una pista ancha que sube y baja, rebotando con los muchos cantos rodados, ganamos collados, cruzamos mullidas praderías. Algunas vacas, algunas ovejas, algunos mastines, pocas cabañas. A lo lejos cruzamos algún Land Rover.
Estamos bajando poco a poco el desnivel ganado: atentos a las piedras sueltas vamos disfrutando las sensaciones. La bicicleta de montaña es un cacharro duro, absorbe golpes de forma continua y apenas da problemas.




Debajo de un collado verde, protegidos del viento, paramos a comer: hay que meter gasolina al cuerpo, llevamos menos de la mitad de los kilómetros y hay que anticiparse a la flojera. Aquí tirados, las coñas y los chascarrillos son continuos: Dani y Chus son mis amigos porque somos afines, y sus amigos son sus amigos por lo mismo, así que es normal que me parezcan unos tíos estupendos y congeniemos rápido.


De nuevo sobre las bicis, seguimos ahora por un tramo largo en el que hay que cruzar el río en repetidas ocasiones: a veces más estrecho, a veces más ancho, siempre sobre piedras redondeadas. Es inevitable empapar los pies al pedalear dentro del agua.



Nos paramos a reagruparnos otra vez, y al llegar Juan Diego viene pinchado. De repente yo me doy cuenta de lo mismo: hemos tenido suerte, al pinchar juntos no nos retrasamos dos veces.


Los kilómetros pasan, llegamos a Vidrieros sin agua en los bidones ni los camelbaks, y sin ver dónde repostar, seguimos hasta Triollo, donde sí cargamos en la fuente. Ahora tenemos un tramo de carretera, el primero desde San Glorio, a orillas del embalse de Camporredondo: los chopos tienen un amarillo de postal, el embalse refleja nítido el paisaje. Aunque el tramo es bastante llano, las leves subidas me están costando mucho, no encuentro el desarrollo adecuado, o me quedo corto o no lo muevo. Me descuelgo del grupo, se me escapan, no llego a su ritmo de pedaleo. La brisa me molesta, el casco me molesta, las gafas me molestan… Las rectas de carretera las llevo mal de siempre, pero en estos momentos peor aún.


Coronamos un alto y bajamos hasta Cardaño de Abajo, donde salimos a tierra otra vez: la pista va en subida por un pequeño valle abierto, con algunos árboles. El Espigüete vigila desde la altura. 






La pendiente es mucho mayor que en la carretera, sin embargo me encuentro mejor. Ahora sí consigo mantenerme en el medio del grupo y encadenar el tramo con 0 puntos, como en el trial. Sin piñones de margen llego al collado donde esperan Santi, Dani y Chus, en orden de llegada. Han sido otros 300 metros de desnivel positivo. Nos reagrupamos, bebemos y comemos lo que nos va quedando. Tirado en la hierba casi me quedo dormido…Estoy muy cansado.


Cuando reanudamos la marcha hay dudas sobre el camino a seguir, los gps mandan tirarse por una ladera sin camino evidente, con bastantes arbustos tipo escoba. Después de unos minutos de dudas obedecemos a la tecnología y ciertamente vamos bajando bastante bien (yo casi no llevo freno trasero) hacia el fondo del valle, donde una pista ancha nos marca el destino. Entre árboles, cruzamos puentes sobre ríos cristalinos, seguimos avanzando.
En Valverde de la Sierra quedan unos seis kilómetros según los tracks, pero aún falta la subida final. La pista cómoda por el fondo de valle nos vuelve a sacar a la derecha ladera arriba. Mentalizado intento mantener el tipo: juego con el desarrollo entre los chirridos de la cadena. Los repechos se repiten, pero ahora parece que me encuentro mejor, quizá porque sé que es la última subida: quizá también está haciendo efecto lo que he comido y bebido, que empieza a llegar a las piernas. Aún así, se me hace larga esta subida final. Por fin la pista cambia de ángulo y la bicicleta vuelve a avanzar sola, la última bajada discurre por entre zonas arboladas, con colores de otoño, en la temperatura del final del sol de la tarde.
Me esfuerzo conscientemente en ser prudente y no rebajar la atención: me encuentro muy cansado y sé que en estas circunstancias los reflejos se ralentizan, mi capacidad de reacción está bajo mínimos, y la posibilidad de darme un cañonazo aumenta exponencialmente. Eso unido a que definitivamente me he quedado sin freno trasero…
Alcanzamos Villafrea de la Reina, y tras unos minutos más al lado del río, las primeras casas de Boca de Huérgano. Sobre asfalto otra vez recorremos los metros finales hasta el hotel. Me bajo de la bici muy cansado, la luz de la reserva lleva encendida mucho tiempo.

Sin pérdida de tiempo entramos al bar, donde Santi nos espera rehidratando con su cerveza mediada, pronto ya estamos igualados (en lo de la cerveza). En todo el día he bebido dos bidones de bicicleta, esto es un litro más o menos, muy por debajo de lo recomendable en este tipo de esfuerzos.
Con algunas discrepancias entre los gps, la cosa se queda en torno a los 73 kilómetros de recorrido, unos 1.800 metros de desnivel positivo, unos 2.300 metros de desnivel negativo, y nueve horas totales.
Me ha encantado la excursión: ha sido muy completa, variada, con paisajes espectaculares, y me ha exprimido a tope, todas estas cosas son las que me gustan de la bicicleta de montaña. Esta entra directamente en la lista de clásicas a repetir.




Me despido de los amigos, especialmente de los nuevos, ellos se quedan para ciclar mañana por Sajambre (son gente dura); seguro que repetiremos juntos otras excursiones. Conduzco de vuelta a casa disfrutando de la carretera, de la luz del atardecer y de las vistas del Mampodre, Tarna, Redes… parece un anuncio de BMW.  El paraíso al lado de casa.

5:15 h despertador
5:30 h arranco coche
7:35 h Boca de Huérgano
9:00 h Inicio pedaleo Puerto San Glorio
18:00 h Boca de Huérgano
20:30 h Gijón



viernes, 30 de septiembre de 2011

Espolón Norte Aiguille de Chardonnet

Julio 2004
Aiguille de Chardonnet, 3.824 m, Espolón Norte, 600 m AD+
Javi Sáenz
La Aiguille de Chardonnet, arista Forbes a la izquierda, el espolón Norte en el centro, marcado en rojo
La cosa no pintaba nada bien: todo este viaje para verlo llover… El caso es que irnos al Verdon tampoco nos apetece mucho, además, si allí también llueve entonces estamos apañados… No, no, de ir al Verdon nada, lo que queremos es pisar monte, aunque sean aproximaciones por glaciares. Esto íbamos discutiendo sentados en la mesa de la Casa de la Montaña después de ver el poco halagüeño parte de la meteo. Una vez más le preguntamos a la rubia, la veterana, que es la que más pilota. Finalmente puede que haya alguna opción para el alpinismo: la norte de la Aiguille de Chardonnet, por el Espolón Migot, se lleva haciendo asiduamente los últimos días.

Comiendo cerca de Ortaz
Suele pasar aquí en Chamonix que la gente buscamos referencias de vías que escalar en las reseñas de la Casa de la Montaña; quizá haya otras muchas vías en condiciones, pero el hecho de poder leer los comentarios de alguien que la ha escalado hace pocos días, que la encontró en condiciones, y demás, es una garantía nada desdeñable. Por eso se repiten las escaladas obviando otras zonas. Por amarrar actividad, vaya.


Pues nada, la Meteo es regulera tirando a mala, pero habrá que arriesgarse, si luego llegamos allí y se hay que retirar, al menos lo habremos intentado.

La Chardonnet es una cumbre esbelta por casi todas sus vertientes. Supera los tres mil ochocientos metros. La cara norte está dividida en dos por un espolón de unos seiscientos metros, con zonas de roca, partes mixtas a media altura, y más nevado en la zona somital. Este iba a ser nuestro objetivo.


El glaciar de Le Tour
El pueblo de Le Tour se encuentra al final del valle de Chamonix, en dirección al Col de Montets, camino de Suiza. Las laderas boscosas que se elevan antes de llegar al pueblo fueron barridas hace unos años por una brutal avalancha de nieve que apisonó una aldea cercana. Los cadáveres de los árboles peinados hacia el valle sirven de testimonio permanente de la fuerza de la naturaleza. Nosotros cogemos el teleférico que sube al Col du Balme. Desde allí, en unas dos horas de cómodo camino llegaremos al refugio Alberto Primero. El día empieza con sol, la estampa de la Chardonnet es impresionante recortada por encima de la cascada de hielo del glaciar de Tour. El camino aprovecha una morrena para remontarse cómodamente. Las cumbres se ven amables a la luz del sol, incluso a pesar del corte afilado y alpino que presentan.

Vamos subiendo con calma, pero aún así alcanzamos el refugio pronto, nos queda la tarde para disfrutar del paisaje. Hay un montón de gente en la zona, aunque muchos parecen más turistas que montañeros: desde aquí se hacen varias travesías clásicas hacia otros refugios, cruzando collados y glaciares. Por este refugio cruza la Chamonix-Zermatt. También se hacen varias cumbres fáciles. Para los escaladores, las opciones son variadas: la arista Forbes es una clásica que algún día habrá que hacer, también las goulottes Escarra o Charlet-Bettembourg. Sólo pienso en no tener cordadas con las que disputarnos la vía.

“Tú, mira a quién tenemos ahí” me dice Javi por lo bajo. Yo miro al otro extremo de la mesa del comedor y veo a un tipo veterano, con la cara curtida de la intemperie, que nos mira sonriente, su rostro desprende confianza y cercanía. Está con dos personas algo mayores que él, con ropa más vistosa y más nueva, seguramente sus clientes. El tipo lleva ropa gastada, con unos guantes parcheados de cinta americana manipula el cazo en el que calienta una bebida sobre el hornillo. El caso es que me resulta familiar, pero no caigo. “Patrick Gabarrou, tío, es Patrick Gabarrou”. Increíble, una leyenda viva del alpinismo contemporáneo, autor de tantas primeras de hielo y roca que marea (como ejemplo Divine Providence en el 84). Así es Chamonix, puedes compartir mesa e incluso conversación con gente de la que llevas quince años leyendo en las revistas…
Nos acostamos en un dormitorio atestado, donde pronto empieza la sinfonía de ronquidos, toses, pedos… tengo calor, poco sitio, así no hay quién duerma. El despertador nos pone en movimiento, nos vestimos con cuidado, hay gente que se levanta más tarde. Un vistazo desde la puerta nos da un mal panorama; el cielo está encapotado, aunque por alguna zona se ven estrellas… Habrá que confiar.


Penumbra de amanecer entre nubes
Después de desayunar, nos terminamos de vestir y repasamos las mochilas. Salimos al exterior para sorprendernos con la alta temperatura. Iniciamos el ascenso por el glaciar de Tour hacia nuestro objetivo. Se intuye cercano, pero en montaña las dimensiones siempre engañan, y no pasa menos de hora y media de rápido caminar para cuando situamos en la base del espolón. La rimaya se cruzará sin problemas, hay una zona de un extraño hielo gris, sucio, durísimo: hielo fósil, según me dice Javi mientras nos encordamos. 
Una cordada ya está unos sesenta metros por encima de nosotros. El cielo ha ido empeorando, ahora a ratos incluso llueve. Javi no hace ni caso de estas señales y arranca a toda velocidad por la pala arriba. No lleva ni veinte metros cuando empiezan a caer piedras a escasos dos metros de mí: ¡son piedras del tamaño de un puño! Joder, a ver si salgo de aquí rápido, porque estoy en mitad de una bolera, y yo soy el único bolo…


Apuradas las cuerdas arranco para arriba sin mucha confirmación de si Javi montó reunión o no. 
El terreno es fácil así que no me preocupo mucho, con tal de salir de mi posición de diana. El caso es que yo creo que ya llevo un buen rato sin parar y no alcanzo a este elemento. Pronto me doy cuenta mientras desmonto un cintajo que enhebra un bloque de granito rojizo, de que vamos en ensamble ganando metros a gran velocidad. Alcanzo y supero al segundo de la otra cordada, un tipo grande y alto que, manda narices, es de Oviedo. 


Alcanzando al chaval de Oviedo
El vasco de la cordada que pasamos
Aunque no lo conozco, en las pocas palabras cruzadas sí que nos damos cuenta de que tenemos amigos comunes. La escalada transcurre por hielo básicamente, con algún paso mixto entre bloques que la hacen más entretenida. Nunca difícil. En un momento en que se pone más aérea llego a la altura del líder de la cordada vecina: es un vasco en la cuarentena larga, se le ve tranquilo y con experiencia. Nos saludamos para no vernos más, el ritmo del Pequeño me aleja de esta gente mientras vamos ganando altura y la pendiente progresivamente va cediendo. Llevamos toda la vía con una sola reunión montada. A este ritmo vamos a hacer cumbre muy pronto y quizá nos libremos del mal tiempo que acecha.

Javi en la nube, en un tramo final en el que yo fui delante
Ha amanecido y estamos llegando a la cumbre, voy algo apijotao de la altura y de la velocidad del ascenso. Entre jirones de niebla nos movemos por la arista atados en corto. Veo a Javi echarme miradas de reojo controlando mis movimientos.


Cumbre, al fondo las nortes de Argentiere
En la cumbre paramos a echar un trago y comer algo, por fin consigo ver por entre las nubes las inmensas caras norte de la Verte, Les Droites, Les Courtes, el Triolet, alucinantes, con el inmenso río de hielo del glaciar de Argentiere entre nosotros y ellas. Unos meses antes, en abril, nos pasamos cuatro días en el refugio de Argentiere, solos, acosados por las nevadas continuas: no conseguí ver nada de este paisaje alucinante. La bajada entonces fue toda una aventura...

Ambiente alpino en la arista


El viento y las nubes nos aceleran hacia la ruta de descenso, destrepando por la arista entre bloques y lenguas de hielo, en un ambiente alpino espectacular, vamos acercándonos a donde intuimos tienen que estar los rápeles.




Después de unas comprobaciones damos con ellos, en dos rápeles estamos posados en una terraza blanca. Desde aquí ya podemos destrepar fácilmente. Vamos pasando por debajo de las entradas de goulottes clásicas de hielo, como la Escarra, y la Charlet-Bettenbourg, que no estaban en condiciones en estos días. Quedarán para otra ocasión.




Con gran rapidez recorremos de vuelta el glaciar sin más contratiempos. Únicamente el hecho de que, una vez abajo me doy cuenta de que he perdido la cámara de fotos: la llevaba sujeta al arnés con un mosquetón y ya no está. Suerte que cambié el carrete en la cumbre y he podido salvar algunas fotos, aunque sean entre niebla.

Deberes pendientes...
Al llegar de nuevo a Chamonix la Meteo da mal tiempo para el resto de semana. Nos vamos. Hemos podido escalar, aunque haya sido una actividad de envergadura media: se aprende de todas, las pequeñas también enseñan cosas.




En el camino de vuelta a casa pararemos en los Pirineos, donde a mí se me ha antojado ir a ver el Midi D´Ossau, y si se puede, escalar algo (que se pudo). Javi es fácil de convencer… Haremos la Sudeste clásica, una vía preciosa de 450 metros, donde apreté bastante en sus fisuras y chimeneas de V, pero eso es ya otra historia.

Referencia:
"El Macizo del Mont Blanc, las cien mejores escaladas" G. Rebuffat
Actividad 43. Espolón Norte 600 metros, D Inf.

"Snow, Ice and Mixed, the guide to the Mont Blanc Range" F. Damilano
Actividad 41. Migot Spur. 500 m  IV AD+


Se acaba el verano, y la mente ya empieza a pensar en blanco...

viernes, 16 de septiembre de 2011

Nani-Marisi al Picu y la primera vez de un amigo

8 Septiembre 2011
Jesús Rivas
Nani-Marisi 250 m V+, Sureste al Picu


Son las siete de la mañana y apenas vemos nada en el aparcamiento, mientras hacemos las mochilas a la luz del maletero. Salimos hacia arriba con temperatura fresca, aunque todo parece apuntar que el día será caluroso.

Los blandos prados de Pandébano dejan paso al camino hacia Vallejo, y el collado da paso a la aérea y pedregosa bajada que conduce a las primeras zetas del tramo final de subida a la Vega. Hemos pasado a varios grupos que, como nosotros, también han madrugado, y ahora vamos dando alcance a una pareja: cuando estamos a unos treinta metros, nos reconocemos mutuamente: es Alberto Boza con una chica que, al pasar a su lado, me suena y no sé de qué. Continuamos juntos ahora en este tramo final, y nos metemos en la Canal de la Celada, manteniendo una charla animada en las zonas en las que la cuesta y nuestro ritmo vivo nos lo permite. Hace años que no nos vemos, aunque estamos más o menos al día el uno del otro.

Alcanzamos los vivacs de la Este a las nueve y veinte. Cuando nos reagrupamos, ahora sí ¿cómo no? reconozco a María, compañera de estudios universitarios, de beca en Sheffield, y de muchos amigos y vivencias comunes. Han pasado unos cuantos años desde la última vez que nos vimos, y sigue igual de maja que siempre. Lo sorprendente es vernos aquí, en Picos, y en compañía de otro amigo, Alberto; el mundo es un pañuelo.
Preparamos el material, comemos y bebemos algo y comentamos nuestros objetivos: ellos se van a hacer una de las vías de la parte izquierda de la Sur, aún por decidir, donde yo no he escalado nada. Nosotros vamos a la Nani-Marisi, una vía clásica del espolón Sureste del Picu, que yo no he hecho y que es muy adecuada para la primera vez de Chus.
Salimos hacia el cercano pie de vía donde, tras repasar las cuerdas algo tiesas por el poco uso, arranco hacia el primer largo por un diedro evidente, compacto y con una roca excelente. El trazado es muy lógico en estas primeras tiradas: estiro ahora empalmando el segundo y tercer largo en unos sesenta metros, metiendo pocos seguros para evitar el roce y perder recorrido de cuerda con los giros. Chus viene detrás disfrutando de la adherente roca del Picu, y de la emocionante experiencia de la primera ascensión. De nuevo escalando, ahora supero una zona de bloques que hacen algo de terraza, y me levanto por un murito compacto hacia los nichos característicos. La escalada, aunque es fácil, aquí no da apenas opciones de aseguramiento, salvo algún agujero rebuscado para un friend. La reseña marca la reunión en el nicho de la izquierda, pero me decanto por el otro más pequeño de la derecha, que con un clavo y dos puentes de roca algo cutres, está más en línea con el trazado del siguiente largo, y así le evito a Chus una travesía compacta.
El siguiente largo tiene un elegante tramo de placa de V+, bien asegurado con un clavo, y que una vez superado me conduce hasta debajo del bloque naranja característico. Este se flanquea por la izquierda hasta  remontarlo y buscar la reunión hacia la derecha, donde la lógica la pide, y donde de hecho está.

Abajo, grupos de gente van llegando desde la Celada, algunos caminan hacia la Collada Bonita, que parece del todo inaccesible desde nuestra posición, otros tiran hacia la Este y algunos más hacia la Sur. Sus voces, aunque hablen en tono normal, resuenan por todas partes con la acústica del Jou tras el Picu y todas las cumbres circundantes.

El tramo final de la vía recorre ahora dos largos de roca perfecta, que tienden primero ligeramente a la derecha y luego hacia la izquierda, y que terminan en una reunión en el filo de la Sur con la Este, desde la que vemos por primera vez el Anfiteatro. 
Estoy aquí asegurando a Chus, viendo salir a Alberto y María de la parte más tiesa de su vía, “Me refugio en la bebida”. También veo a otras cordadas saliendo de la Sur Directa, y a otra más que ya está bajando de cumbre, que por las formas parecen guía y cliente. Cuando se van acercando, la voz de uno de ellos me resulta familiar: es Martín, le llamo y me responde sorprendido. Al momento de saludarnos, otra voz conocida me llama desde la última reunión de la Sur, es César con la novia. ¡Curioso instante en el que todas las cordadas en esta zona del Picu somos conocidos! Comentamos la casualidad y cada cual sigue a lo suyo. 

Después de un tramo corto por la arista llego al rápel que Martín me indicaba, unas cintas alrededor de un bloque, que en veinte metros nos posará en el Anfiteatro. Aseguro a Chus desde la última reunión de la Teógenes, y una vez aquí, dejamos las cuerdas y nos vamos hacia la cumbre.
En la arista nos cruzamos con César y su novia, que ya van de bajada; después de compartir muchas sesiones de roca y de tablón, hacía tiempo que no nos veíamos. Nos cuenta que también está Luis en la Pidal. 

En la cumbre, solos, Chus encantado con su primera vez en el Picu, seguro que repetirá. Yo también estoy contento con la vía, aunque está claro que son emociones distintas.


Como siempre en una cumbre, recorro los perfiles con la mirada, de entre todas las cimas me fijo en la Peña Santa, más tarde sabré que por allí estaba en esos mismos momentos Pablo en la “Rescate Emocional”. 
Al poco rato llegan Alberto y María, compartimos un rato la cima e iniciamos el destrepe hacia los rápeles. 


Como en la Sur hay varias cordadas subiendo y bajando, me decido a ir por la Teógenes, aunque también allí coincidimos con una cordada de dos chavales vascos. Tres rápeles a dos cuerdas y uno final más corto nos posan justo en nuestro pie de vía.
Una cordada de vascos en la Teógenes

Otra vez en los vivacs recogemos las cosas, comemos y bebemos, y nos despedimos de los amigos. Me quedo con la copla de venir a repetir alguna de las vías de la Sur, varias de ellas de mucha calidad por lo que me confirma Boza. Salimos para abajo en medio del calor de la tarde.

En el camino mucha gente subiendo y algunos otros bajando. A ratos hablando y a ratos cada uno a nuestro aire, llegamos al coche contentos de la jornada: ha sido un día de primeras, para Chus la primera vez al Picu, para mí la primera vez de la Nani, ambos hemos disfrutado mucho.

Poderío local campeando por Pandébano
 A las siete y media de la tarde ya estaba en casa, para disfrutar con la familia: un día bien aprovechado. 

4:45 h despertador
5:30 h gasolinera Villaviciosa
7:10 h empezamos a caminar en Pandébano
9:20 h vivacs de la Este
9:30 h inicio escalada
13:00 h fin de vía, rápel al anfiteatro
13:30 h cumbre
15:30 h vivacs de la Este
15:15 h aparcamiento Pandébano
19:30 h Gijón