LA MONTAÑA COMO PASIÓN, COMO ESCENARIO INFINITO SOBRE EL QUE DISFRUTAR INTENSAMENTE DE LA VIDA,
DONDE ESCALAR, ESQUIAR, PEDALEAR, CORRER, CAMINAR...
DONDE LOS AMIGOS, EL ESTILO Y LAS FORMAS CUENTAN, Y MUCHO
martes, 23 de agosto de 2022
Ecrins, el Pelvoux pequeño, y el grande
Alpes Express 2022. Ecrins.
Rubén Díaz
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Petit Pelvoux (3.753 m), Arista Sur (400 m, IV+)
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Mont Pelvoux, punta Puiseux (3.943 m)
Día 1 paliza de coche, trece
horas conduciendo. Salimos de Asturias lloviendo y a 20 grados. Por el camino
escampa y llueve de nuevo a ratos, y las temperaturas suben hasta los 36
grados. Llegando a los Alpes se ven incendios, tormentas eléctricas… Llegamos
al camping de Ailefroide a las nueve y media de la noche, ya está cerrado a
esta hora así que buscamos una zona tranquila en una carretera adyacente y
plantamos la tienda paralela al coche. Nos acostamos cansados, llueve…
Día 2 Madrugamos. Para hoy dan
riesgo de tormenta y lluvias a partir del mediodía. No nos apetece mojarnos así
que iniciamos la subida desde el camping de Ailefroide (1.500 m) hasta el
refugio Pelvoux (2.700 m) a las 9 de la mañana.
Nos lleva 3 horas con calma,
son 1200 m positivos, el paisaje es espectacular, el camino bueno, vistas a
montañas enormes a nuestro alrededor.
Rebecos tranquilos pastando. Se intuye la
falta de nieve. Al llegar no hay nadie en el refugio. El guarda se muestra algo
borde cuando ve que somos dos en lugar de los tres de la reserva (la baja de
última hora de Nando).
Después de descansar un rato subimos
a explorar la trepada por detrás del refugio. Más arriba los primeros hitos están
bien marcados: parece que más o menos hay buen camino hacia nuestro objetivo.
Este tramo lo haremos con la frontal…
Encima del refugio moderno está el
antiguo refugio Lemercier. Es una pasada: madera, chimenea, literas, utensilios
y herramientas antiguas… Todo muy bien conservado.
La tarde transcurre entre tormentas,
granizadas, rayos y truenos. El panorama da miedo si piensas en estar metido allí
arriba en una vía de roca… Poco a poco ha ido llegando gente, pero algunos
(familias con niños) se vuelven para abajo. A ratos entra algo de cobertura y
puedo cruzar unos mensajes con Paula.
La cena temprana, a las seis y
media, la compartimos con otras dos cordadas, unos holandeses y unos franceses.
El francés come por tres; espectacular. Al terminar el postre, queso con tarta
de plátano y chocolate, el guarda nos da el último parte meteorológico: la cosa
parece que pinta bien para el día siguiente.
Los holandeses irán a la arista
Sur de la aguja Sialouze, junto con otros tres chavales (dos franceses y un
mejicano), una clásica de la zona con muy buena pinta. La otra cordada francesa
no tiene claro aún qué va a hacer.
Nosotros confirmamos al guarda que
intentaremos la Arista Sur del Petit Pelvoux (3.753 m), para cruzar luego el
glaciar, hacer cumbre en la punta Puiseux (3.946 m), y terminar bajando por las
Rocher Rouges.
Perfil de la Arista Sur del Petit Pelvoux
El guarda nos dejará el desayuno
preparado a las cuatro.
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Día 3. El despertador suena a las
cuatro y cuarto. Los holandeses ya se han levantado una hora antes. Bajamos a
desayunar, nos preparamos y salimos del refugio con arnés y casco puesto. Son
las cinco y cuarto. Las estrellas refulgen. Empieza la juerga.
Arrancamos la aproximación a la
luz de la frontal, con calma. Trepadas y pedreras. Cuando nos acercamos a una
zona de trepada delicada la luz del amanecer nos ayuda a encontrar el mejor
paso por el zócalo de roca que da paso al prado triangular que marca la reseña.
Desde aquí, por la cumbrera hacia la propia torre del Petit Pelvoux es un
laborioso caminar entre bloques, vamos remontando poco a poco.
Al acercarnos a las torres y
gendarmes nos entran dudas sobre el recorrido correcto. Hay varios grupos de torreones
y gendarmes para escoger. Finalmente nos decantamos por unos hacia la derecha desde
el collado en el que estamos. Nos atamos, ponemos los pies de gato y sale Rubén
delante.
Son las ocho de la mañana. Estira los sesenta metros de la cuerda de
8,2 mm que hemos traído superando tramos que obligan a escalar con atención y
cariño. Encuentra varios clavos, así que estamos más relajados respecto a estar
en la vía. Monta reunión sobre bloques.
Tras alcanzarlo me pongo yo
delante ahora para seguir por terreno bastante vertical sin seguros fijos.
Fácil pero que requiere atención. En lo que parece la cumbre de un gendarme
monto reunión, casi he terminado la cuerda.
Cuando llega Rubén me dice que tire
de nuevo. Salgo otra vez por terreno variado, siguiendo el recorrido que me
dicta la lógica sin tener ninguna referencia. De nuevo apuro casi toda la
cuerda hasta que alcanzo la cumbre de una torre, una reunión de cordinos sobre
un bloque nos muestra el camino a seguir. Al llegar me doy cuenta de que no
estamos sobre el segundo gendarme del croquis, sino aún sobre el primero. A la
vez veo que por delante tenemos un rápel de unos quince o veinte metros a un
collado, y desde este, un muro tieso en lo que sí es el segundo gendarme. Desde
este ángulo parece difícil.
El cielo está variable, y aunque
sigue bien nos da un toque de atención el hecho de estemos más abajo de lo que
creíamos. Azuzo a Rubén para que no perdamos tiempo. Desde esta reunión ya vemos
asomar los enormes seracs y el plató glaciar superior a nuestra izquierda.
Rapelamos a la horcada,
recuperamos cuerda sin problemas y me dispongo para afrontar el largo más difícil
según el croquis: IV+. El grado no me preocupa, pero le entro con respeto.
Arranca muy vertical desde una reunión de dos clavos. Muro tieso con buen
canto. Coloco un buen fisurero y empiezo a remontarme en un diedro fisurado
cuando me encuentro un clavo en los morros: estoy en el paso. Resuelvo tranquilo,
aunque la mochila con el piolet y los bastones me incordia un poco. Después estiro
la cuerda completa y llego a la parte alta de la torre. Reunión de cordinos
viejos lazando un diente de roca y dos clavos. Tenemos la opción de crestear o
rapelar a la siguiente horcada: después de una inspección por parte de Rubén
vemos más claro el rápel. Es muy vertical y de unos veinte metros hasta unas
terrazas sucias de arena y bloques, con algo de nieve que se precipitan en un
canaleto feo.
No obstante, ahora vemos el
panorama por delante más claro y nos animamos. Reforzamos el tinglado con un
cordino y sale Rubén para abajo. Al retirar la cuerda estamos ahora posados en
una pequeña repisa que nos conduce hacia la izquierda hacia otros dos pequeños
gendarmes. Según la reseña, desde el segundo tenemos que levantarnos por los
muros de encima en IV grado y navegarlos hacia la salida. En mitad de esto
comentamos qué fea sería una retirada desde aquí si fuera necesario…
Sigo tirando delante: el largo
exige de nuevo atención y lectura correcta del recorrido. La roca es buena en
general. Derivo ligeramente a la izquierda y a unos veinticinco metros me
encuentro un clavo. Bien. Después de esto estiro a tope la cuerda hasta lazar
unos bloques en una terraza. Se empieza a intuir el final. Desde la reunión veo
el glaciar y una cordada recorriéndolo. ¿De dónde habrán salido? deducimos
luego que han subido por el glaciar de Violettes.
Al llegar Rubén nos atamos en
corto y sale delante él. Buena decisión. En pocos minutos de trepar de forma
simultánea por terreno intermedio estamos en el buzón de cumbre. La vía termina
en la misma cima, 3.753 m. Gran sensación. Son las doce. Hemos tardado cuatro horas, en
línea con las referencias de Camptocamp. Estamos muy contentos. La vía ha sido
más sostenida de lo que creíamos al empezar. La mochila con las botas,
crampones, piolet también se ha hecho notar.
Sentados en las piedras comemos y
echamos un trago. Mandamos algunos mensajes a casa y a Luque, que está por la
zona escalando con Inés. Yo llevo toda la vía con un forro fino. Rubén ha
venido con algo de frío, y lleva la chupa puesta, gorro bajo el casco y a ratos
hasta guantes. Raro porque solemos ir parecido. Nos cambiamos gatos por botas.
Por delante tenemos ahora la bajada hasta el glaciar, andar de pedrera
básicamente.
En pocos minutos estamos al borde
del blanco poniendo los crampones. Nos equipamos para el glaciar guardando todo
el hierro sobrante. Salimos a buscar unas huellas viejas, que nos llevan
evitando las grietas hasta la huella de la cordada que vimos antes. Su trazado
es perfecto. Subimos con calma: tenemos unos trescientos metros de desnivel que
ganar y en esta cota se nota el esfuerzo y las horas de actividad.
Las grietas dan miedo. Su tamaño
y el sonido del agua corriendo… La escala de estas montañas te hace sentir
pequeño. Serpenteando ganamos altura y terminamos saliendo a las rocas que dan
paso a las Rocher Rouges. Aquí propongo dejar las mochilas para la ascensión a
la punta Puiseux, culminante del Mont Pelvoux. Tenemos que volver a pasar por
aquí de todas formas.
Así, de ligeros (yo sigo de forro
fino), remontamos el último tramo del glaciar, esquivando grietas. La última
pala se empina un poco.
Hacemos la cumbre solos y sin nadie alrededor, como
llevamos todo el día. Son las dos menos diez. 3.953 m. El Pelvpux es una montaña grande en todas sus vertientes. Las vistas se abren: delante
tenemos la enorme cara Sur de la Barra. Detrás el perfil serrado de la Meige. Al
otro lado, el Ailefroide se muestra alpino, difícil. Trescientos sesenta grados
de vistas de montañas y valles alpinos. El cielo aguanta y disfrutamos unos
minutos (pocos) en la cumbre.
Hacemos la bajada del tramo glaciar
ahora por la derecha. Está empinado. Con atención primero y relajados después
llegamos hasta el collado donde tenemos las mochilas. Fuera crampones y
volvemos a la pedrera. Estamos colgados más de mil metros por encima del
refugio, que vemos claramente. La bajada de las Rocher Rouges discurre
inicialmente por terreno cómodo y bien marcado. Después se empina y se complica.
Y además desaparecen las referencias y aparecen grandes cortes. Vamos buscando
el camino con bastante incertidumbre por momentos. Muy de vez en cuando
divisamos algún hito o marca de pintura. Extremadamente escasos para lo
complejo del recorrido. Muchos metros por debajo vemos los puntitos de las
cordadas que fueron a la arista de Sialouze. Por suerte, el tiempo aguanta. Comentamos
lo mucho que se podría complicar aquí la cosa. No queremos ni pensar en tener
que bajar por aquí con niebla, o lloviendo, o entre granizadas como las de
ayer, con el enorme riesgo de perderse y de caída de piedras. Es un auténtico laberinto.
Menos mal que Rubén y yo nos movemos bien por estos terrenos… Con todo, la
bajada se hace larga y estresante por momentos.
Finalmente llegamos al Col de la
Bosse de Sialouze. Nos relajamos. Ya “solo” nos queda aguantar el tramo de
descenso hasta el refugio, que vemos todavía varios cientos de metros por
debajo, pero por terreno más amable.
Tras un rápel corto para salvar
un último cortado por fin entramos en zona de caminar. Llegamos al refugio a las
seis y cuarto. Trece horas después de salir. Apenas hemos parado unos breves
minutos en las cumbres. Hemos estado solos todo el día. Yo estoy fundido…
Saludamos al guarda. Día largo,
le digo. Y me responde, pues todavía no habéis terminado… ¡Qué razón tiene! aún
tenemos que bajar hasta el Camping de Ailefroide. Otros 1.200 metros de bajada…
Descansamos un rato. Yo como y
bebo. Rubén viene fastidiado del estómago y no le admite bien ni la comida ni
el agua. Completamos las mochilas. Cambio botas por playeros. Con filosofía
arrancamos camino abajo. El camino es bueno, pero igualmente la cuesta no
perdona. Aprovecho las paradas técnicas de Rubén para sentarme a reposar
piernas y hombros.
Rebecos lustrosos corretean por las camperas. En un momento
dado vemos a uno de ellos espantando a una marmota, que huye despavorida… El paisaje es espectacular. Lo disfrutamos a
pesar de la reventada. Poco a poco vamos llegando al valle, al estruendo del
torrente, a los árboles más grandes ya. La luz del día se va apagando. Hasta
que se apaga del todo y nos obliga a sacar las frontales, cerrando el círculo
de lo que está siendo un gran día de actividad alpina.
Tropezando con las raíces y las
piedras, por fin llegamos al aparcamiento. Son las diez y veinte de la noche. Hemos
tardado más del refugio al camping para bajar que para subir…
Llevamos diecisiete horas desde
que salimos esta mañana por la puerta del refugio. Por el medio dos cumbres,
una vía de roca de unos cuatrocientos metros, unos 1.400 metros positivos, y unos
2.800 metros negativos…
Movemos el coche al punto de la
primera noche al llegar. Cenamos algo, montamos la tienda y nos derrumbamos en
los sacos.
Dia 4
A la mañana siguiente, aún
metidos en sombra mientras desayunamos vemos tres corzos cruzando la campera
que tenemos al lado. Al rato pasa en bicicleta un paisano con un forro polar
rotulado del camping: muy educado nos pregunta si hemos dormido allí. Sí le
decimos. Pues está prohibido, nos dice. Y le digo, amigo, llegamos ayer a las
diez y media de la noche del Mont Pelvoux. Ok, ok. Se va…
Optimistas nos planteamos
quedarnos a intentar alguna vía de roca fácil de las muchas cercanas al camping,
parte del plan inicial trazado en casa. Pero en realidad vemos que no estamos
para nada. Intento contactar con Luque para saludarlos, pero no lo logro. Recogemos
las cosas y arrancamos carretera alante.
Como siempre, el viaje de vuelta
parece más largo. Paliza de coche, atascos, 38 grados. Pero todo esto se hace
llevadero cuando has cumplido el objetivo del viaje que te habías marcado en
casa. Todo ha salido a pedir de boca. Hemos conocido una nueva zona realmente
espectacular. Montañas grandes y en un estado salvaje y poco transitado.
Lástima la falta de nieve.
Con Rubén, una vez más, perfecta coordinación.
Un placer.
·
Salida del Refugio Pelvoux 5:15 h
·
Inicio Arista Sur Petit Pelvoux 8:00 h
·
Cumbre Petit Pelvoux 12:00 h
·
Cumbre
Punta Puiseux Mont Pelvoux 13:50 h
·
Col
de la Bosse de Sialouze 17:00 h
·
Refugio
Pelvoux 18:15 h
·
Camping
Ailefroide 22:20 h
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Buenísima actividad...y magnífico relato, como siempre. Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias Circo Marco, lo pasamos pipa, y ya sabes tú que eso es lo más importante. A seguir dando leña!
EliminarQué bestias pardas estáis hechos Diego, respeto!!!
ResponderEliminarQué va hombre, si esto es alpinismo clásico facilorro. Lo que pasa es que aquello es muy grande. Abrazo!
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