Miércoles 15 Mayo 2019
Peña Santa de Enol (2.478 m) Corredor del Marqués,
Festivo en el curro y buena previsión meteorológica. Las opciones de ir a escalar en roca fueron superadas de largo por las enormes Ganas de Monte.
La temporada invernal en Picos estaba muy avanzada ya y la nieve en retroceso. Con todo, aún quedaba de la Fragua para arriba una buena capa. Con el sol circulando ya bien alto, se podía poner bien pesada a partir de mediodía.
A las ocho en Pandecarmen.
Por el camino a Vegarredonda nadie. Normal para un día de semana. Además, el refugio está cerrado. Cuando arranca la nieve hay huella, pero de raquetas y no reciente. Desde el desvío a los pies del Porru Bolu apenas nada. Se ve que la gente casi no pasa de aquí para arriba.
Collado de La Fragua. Son las diez. Cómo cuesta llegar aquí… Descansar un poco y comer algo. Mientras mastico, recuerdo cuando hace ya años estaba aquí como hoy, sentado solo, aquella vez camino del Torco. Desde aquí empiezo a mandar mensajes a Fer, comentando por dónde voy y qué tal está la cosa.
De nuevo hacia arriba. En mitad de las Barrastrosas y sin huella reciente, baja un paisano que subió solo ayer a vivaquear. Me dice que ha estado encantado, una noche estrellada espectacular. Vaya guapo, pienso para mí. Inevitablemente me recuerda a Miguel, que hacía estas cosas a menudo, especialmente en los periodos en que no escalaba. También recuerdo bien vivaquear con él aquí en las Barrastrosas, siendo yo un guaje. Le comento al paisano que daré un paseo, quizá hasta el Jou Santu. No me apetece explicarle lo que pretendo hacer, aunque no sea nada del otro mundo. Nos despedimos.
Me quedo de repente con la sensación (con la realidad) de estar ahora solo de verdad: no hay nadie más por encima de mí en el macizo, al menos en esta vertiente norte. Sigo hacia arriba meditando la situación, y buscando el mejor camino sobre leves marcas de huella vieja hacia el pie de vía.
El Marqués solo.
Yo ya había hecho antes el corredor del Marqués sin cuerda. Hace de eso ya muchos años, iba con Miguel. Ese día también lo destrepamos. Y lo cierto es que estando la nieve en condiciones no presenta mayor complicación.
Lo que pasa es que no tiene nada que ver el hecho de estar por allí con un colega y, en un momento dado decidir subir sin atar, que salir ya de casa solo. Con premeditación y alevosía.
Antes de venir había confirmado las buenas condiciones con Martín, que había pasado con un cliente recientemente: me decía que yo lo destrepaba sin problema. Fer, más precavido, me recomendó llevar una cuerda: incluso el primer largo, bajando lo podía fraccionar en relevos montados, de forma que con 30 metros podría bajarme sin problema. Algo más de peso, pero la seguridad extra también cuenta. En la mochila los dos piolets, los crampones, el arnés, la cuerda de 8.1 mm 60 m, tres express, cuatro fisureros y dos clavos de roca por si acaso.
En uno de los últimos bloques despejados antes de la rampa final me paro a poner el arnés, los crampones, preparar los piolets. Comer algo. Mensaje a Fer.
Me queda la última rampa de la Cemba Vieya, pero todavía me supone casi media hora. Vengo sin ninguna prisa.
Hacia las once y media estoy finalmente en el pie de vía, justo donde comienza la travesía oblicua con algunos pasos en mixto para coger el arranque del corredor. Aquí a veces está delicado. Hoy no tiene misterio. Afianzando los piolets y los crampones, agarrando algo de roca en algún momento, me remonto ya hacia el tramo más tieso, a unos 60 grados, y que suena algo hueco por debajo.
Desde aquí subo sin más, solo dosificándome, porque al no parar ni tener que esperar por nadie ni por nada, no hay reposo. Voy superando las reuniones intermedias, con esos clavos y cordinos que cada año reponen los guías.
En veinte minutos estoy anclado a la última reunión, mirando el diedro final. Recupero una cinta cosida y un mosquetón de seguridad de Martín; lo olvidó el cliente…
Mensaje a Fer. Se ve con suficiente carga, y aunque aflora hielo no parece delicado. Me remonto sin problema, mirando bien en los tramos más finos. En unos minutos estoy haciendo la travesía final para salir a cumbre.
Las doce y cuarto. Cumbre. Cuarenta minutos desde la entrada, escalar solo es muy rápido. Llegar aquí solo y sin nadie más alrededor es toda una sensación. Hace sol, no hay viento, no hay frío, parece hasta raro que no haya nadie más. Mensaje a Fer.
Mi única compañía es un pequeño ratón que vive a dos metros escasos del buzón de cumbre, y al que el hambre le resta vergüenza: se asoma a intentar coger alguna miga de las que me van cayendo.
360 grados de vistas espectaculares.
Al cabo de un rato salgo para abajo. Teniendo la cuerda decido montar el rápel del diedro. Sé que con treinta metros llega justo, pero llega a la reunión de su base. Lo monto y me tiro abajo. Al llegar me pongo a recuperar la cuerda y cuando ya solo le queda librar la reunión, se atasca. Mmmm. Tengo que volver a trepar el largo hasta arriba para soltarla. Se ha atascado justo la cinta del cabo al girar en el maillon. Monto ahora sobre otra reunión vecina de clavos más viejos pero con menos roce. Rapelo y recupero ahora sin problemas.
Recojo la cuerda y continúo por el corredor destrepando con cuidado sobre mis leves huellas de hace un rato.
A ratos me paro a observar, disfrutar las vistas y la sensación de estar aquí a mi aire.
El tramo final para llegar a la primera reunión es un poco más aéreo. Afianzo los piolets y los pinchos.
La una y cuarto cuando me anclo a la reunión del primer largo para montar otro rápel. Bajo en oblicuo hacia la derecha, evitando la parte más aérea. Cuando consumo los treinta metros me anclo a otro relevo más precario. Recupero y vuelvo a montar rápel. De este ya llego al pie de vía, en el empinado nevero de la Cemba Vieya.
Ya estoy en “el suelo”. Mensaje a Fer.
Recojo la cuerda y bajo a buscar el sol sobre uno de los bloques. Aquí me quito el arnés, recojo el poco material que he traído, y me como lo poco que me queda.
Desde aquí ya es más rutina. Caminar. Pero con todo, sigo teniendo el macizo entero para mí y ese es un privilegio que no se tiene muchas veces.
Manadas de rebecos y vistas a la mar |
A medias Barrastrosas, manadas de rebecos corren por los neveros huyendo del intruso.
El resto del día hasta el coche no encuentro a nadie. A las cinco ya me estoy cambiando junto al coche, para ir para casa.
Llegando a Covadonga, en una curva de la carretera me paro a ver un quebrantahuesos espectacular posado en un prado cercano.
Uno no se cansa de hacer cosas como el Corredor del Marqués. Al menos yo.
Qué buena piada....de hace un año, pero parece actual. Lo digo por lo de ir sólo, con la única compañía de unos wasaps... Gracias. Un saludo y cuídate.
ResponderEliminarGracias! No paro de apuntar deberes de tus entradas... A ver si abre la cosa y empezamos.
EliminarUn saludo!